Es un personaje que muchos varones, si no todos, llevan adentro: ese que nace sabiendo de sexo. Sin embargo, estos supuestos conocimientos en muchos casos lo llevan a constantes frustraciones en su vida sexual.
“No hay vuelta que darle –le comenta en la mesa del bar un hombre al otro, cerveza mediante, en un acto raro de sinceridad-. Ellas saben más”. En su tesis de entrecasa, este hombre asegura que las mujeres, al tener que ocuparse desde chicas de su ciclo menstrual y al portar el estigma de ser el “sexo débil” (lo cual hace que tengan que fortalecerse), están más informadas sobre sexo que los varones. Y en parte es cierto: la revolución sexual que se inició hace unas décadas derribó tabúes construidos durante siglos, sobre todo en torno al erotismo femenino.
Ellas tuvieron que aprender y en gran medida se hicieron cargo. Mientras tanto, ¿qué ha pasado del lado masculino? Aunque el mundo de hoy sea tan diferente al de sus padres y abuelos, en muchos casos (afortunadamente no en todos) el hombre argentino sigue siendo el mismo de antes: el que sabe todo sobre sexo, el que está “siempre listo” como un boy scout para la conquista y para la práctica, así tenga veinte años como setenta. En la mitología vernácula, el arquetipo del “macho argentino” sigue vivo, la pregunta es si goza de buena salud.
Pues bien, así como la actitud del “macho argentino” suele ser pura palabrería, resulta que investigándolo no es curioso encontrar que ese ídolo de la mitología popular tenga pies de barro. Y está construido, justamente, por mitos que el creciente conocimiento científico y la mayor apertura sobre la vida sexual han derribado hace rato, por más que sigan vigentes.
Un mito: “saber sobre sexo es una característica de la masculinidad”
Ningún “verdadero macho argentino” que se precie de tal admitirá en público su ignorancia sobre temas relacionados con la vida sexual. Eso equivaldría –en su atribulado imaginario- a admitir que su vida sexual no es todo lo rutilante que quisiera, ni tan exitosa como lo promociona en la rueda del café o de la cervecería.
Pero he aquí que estamos ante una cadena de falsos mitos: ni es cierto que quien más practica sea el que más sabe (o la fuente más confiable de la cual informarse), ni tampoco que el deseo de aprender (que comienza cuando la persona reconoce que no sabe algo) implique una mella en la masculinidad, sino todo lo contrario. Lo sospechoso es, justamente, esa figura del que sabe sin haber nunca aprendido.
Este mito convierte al mundo sexual del varón en una moneda de dos caras que –para peor– se complementan perfectamente. Por un lado, la charla de amigos en la que brillan los relatos de hazañas mayormente imaginarias y, por otro, el silencio y la angustia con la que evalúan la distancia que los separa de ese “macho argentino” en el momento del acto sexual.
En general, los hombres suelen saber bastante menos que las mujeres sobre sexo, o lo toman con menos seriedad. Justamente, muchos de sus problemas se dan por falta de información.
Otro mito: “todo es cuestión de tamaño”
Es una creencia absolutamente infundada, por varias razones. En cuanto a la anatomía, las principales responsables del placer sexual femenino durante el coito son las terminales nerviosas que se ubican en la entrada de la vagina, alrededor de los primeros cuatro centímetros de su extensión. Por lo tanto, la longitud del pene sería, en principio, irrelevante a la hora de lograrlo.
El espacio de la vagina se modifica según el tamaño del pene, de modo que las superficies de ambos órganos genitales casi siempre logran un buen contacto, independientemente de la medida del pene en erección o de la vagina en reposo.
Las dimensiones son una obsesión del “macho argentino”. En realidad, el tamaño promedio del pene en erección está entre 12 y 16 centímetros. El de 22 centímetros o más solo es frecuente en algunas películas pornográficas.
Cine XXX y otras fuentes de información
Las fuentes de consulta que la mayoría de los varones tienen sobre sexo son:
* Pornografía. ¿Cuánto se puede aprender sobre medicina mirando “Vidas al límite” o “Dr. House”? Si la respuesta negativa es obvia, entonces, ¿por qué, en el terreno del sexo, tanta gente cree al pie de la letra toda la información que recibe? ¿Qué lleva al varón a pensar que una película “triple X” puede darle información verídica, cuando, aunque el contacto físico entre los actores sea real, se sabe que las situaciones son ficcionales y el tiempo no es tiempo real? Este género puede servir para estimular la imaginación, pero la “información” que brinda sobre la vida sexual debería ser ubicada del lado de la ficción.
* Charlas entre amigos. Uno puede hablar con muchas personas que le digan lo mismo, pero si todas ellas se informaron de la misma manera errónea, el resultado es que se siguen reproduciendo datos falsos. Y esto sucede mucho en el terreno de la sexualidad masculina.
* Internet. Hay que entender que es una herramienta, que puede ser muy buena o muy mala según se la sepa usar o no. De nuevo: intentar informarse sobre sexo viendo una película pornográfica es como querer aprender a volar mirando a Leonardo Di Caprio en El aviador.
* Las experiencias propias. No sólo las sexuales, sino toda la experiencia de vida. La educación recibida, el contexto sociocultural en el que se ha desenvuelto, el tratamiento que se dio en su familia a la sexualidad y muchos otros factores pueden ser fuente de información errónea sobre sexo.
* La pareja. Otra fuente del “macho argentino”, quizás la que más lo aterra pero una de las más influyentes al fin, es la eventual comparación que las mujeres puedan hacer con otras parejas que hayan tenido. Lo que debe tenerse en cuenta en esos casos es que la pareja lo ha elegido a uno, así que algo bien debe estar haciendo.
Ninguna de estas fuentes garantiza una información confiable, y la mayoría de las veces se terminan reproduciendo prejuicios que no tienen ningún fundamento. Por todas estas cuestiones, es importante buscar datos fidedignos y reales, además de consultar a un especialista ante el primer síntoma de problemas sexuales.
“No hay vuelta que darle –le comenta en la mesa del bar un hombre al otro, cerveza mediante, en un acto raro de sinceridad-. Ellas saben más”. En su tesis de entrecasa, este hombre asegura que las mujeres, al tener que ocuparse desde chicas de su ciclo menstrual y al portar el estigma de ser el “sexo débil” (lo cual hace que tengan que fortalecerse), están más informadas sobre sexo que los varones. Y en parte es cierto: la revolución sexual que se inició hace unas décadas derribó tabúes construidos durante siglos, sobre todo en torno al erotismo femenino.
Ellas tuvieron que aprender y en gran medida se hicieron cargo. Mientras tanto, ¿qué ha pasado del lado masculino? Aunque el mundo de hoy sea tan diferente al de sus padres y abuelos, en muchos casos (afortunadamente no en todos) el hombre argentino sigue siendo el mismo de antes: el que sabe todo sobre sexo, el que está “siempre listo” como un boy scout para la conquista y para la práctica, así tenga veinte años como setenta. En la mitología vernácula, el arquetipo del “macho argentino” sigue vivo, la pregunta es si goza de buena salud.
Pues bien, así como la actitud del “macho argentino” suele ser pura palabrería, resulta que investigándolo no es curioso encontrar que ese ídolo de la mitología popular tenga pies de barro. Y está construido, justamente, por mitos que el creciente conocimiento científico y la mayor apertura sobre la vida sexual han derribado hace rato, por más que sigan vigentes.
Un mito: “saber sobre sexo es una característica de la masculinidad”
Ningún “verdadero macho argentino” que se precie de tal admitirá en público su ignorancia sobre temas relacionados con la vida sexual. Eso equivaldría –en su atribulado imaginario- a admitir que su vida sexual no es todo lo rutilante que quisiera, ni tan exitosa como lo promociona en la rueda del café o de la cervecería.
Pero he aquí que estamos ante una cadena de falsos mitos: ni es cierto que quien más practica sea el que más sabe (o la fuente más confiable de la cual informarse), ni tampoco que el deseo de aprender (que comienza cuando la persona reconoce que no sabe algo) implique una mella en la masculinidad, sino todo lo contrario. Lo sospechoso es, justamente, esa figura del que sabe sin haber nunca aprendido.
Este mito convierte al mundo sexual del varón en una moneda de dos caras que –para peor– se complementan perfectamente. Por un lado, la charla de amigos en la que brillan los relatos de hazañas mayormente imaginarias y, por otro, el silencio y la angustia con la que evalúan la distancia que los separa de ese “macho argentino” en el momento del acto sexual.
En general, los hombres suelen saber bastante menos que las mujeres sobre sexo, o lo toman con menos seriedad. Justamente, muchos de sus problemas se dan por falta de información.
Otro mito: “todo es cuestión de tamaño”
Es una creencia absolutamente infundada, por varias razones. En cuanto a la anatomía, las principales responsables del placer sexual femenino durante el coito son las terminales nerviosas que se ubican en la entrada de la vagina, alrededor de los primeros cuatro centímetros de su extensión. Por lo tanto, la longitud del pene sería, en principio, irrelevante a la hora de lograrlo.
El espacio de la vagina se modifica según el tamaño del pene, de modo que las superficies de ambos órganos genitales casi siempre logran un buen contacto, independientemente de la medida del pene en erección o de la vagina en reposo.
Las dimensiones son una obsesión del “macho argentino”. En realidad, el tamaño promedio del pene en erección está entre 12 y 16 centímetros. El de 22 centímetros o más solo es frecuente en algunas películas pornográficas.
Cine XXX y otras fuentes de información
Las fuentes de consulta que la mayoría de los varones tienen sobre sexo son:
* Pornografía. ¿Cuánto se puede aprender sobre medicina mirando “Vidas al límite” o “Dr. House”? Si la respuesta negativa es obvia, entonces, ¿por qué, en el terreno del sexo, tanta gente cree al pie de la letra toda la información que recibe? ¿Qué lleva al varón a pensar que una película “triple X” puede darle información verídica, cuando, aunque el contacto físico entre los actores sea real, se sabe que las situaciones son ficcionales y el tiempo no es tiempo real? Este género puede servir para estimular la imaginación, pero la “información” que brinda sobre la vida sexual debería ser ubicada del lado de la ficción.
* Charlas entre amigos. Uno puede hablar con muchas personas que le digan lo mismo, pero si todas ellas se informaron de la misma manera errónea, el resultado es que se siguen reproduciendo datos falsos. Y esto sucede mucho en el terreno de la sexualidad masculina.
* Internet. Hay que entender que es una herramienta, que puede ser muy buena o muy mala según se la sepa usar o no. De nuevo: intentar informarse sobre sexo viendo una película pornográfica es como querer aprender a volar mirando a Leonardo Di Caprio en El aviador.
* Las experiencias propias. No sólo las sexuales, sino toda la experiencia de vida. La educación recibida, el contexto sociocultural en el que se ha desenvuelto, el tratamiento que se dio en su familia a la sexualidad y muchos otros factores pueden ser fuente de información errónea sobre sexo.
* La pareja. Otra fuente del “macho argentino”, quizás la que más lo aterra pero una de las más influyentes al fin, es la eventual comparación que las mujeres puedan hacer con otras parejas que hayan tenido. Lo que debe tenerse en cuenta en esos casos es que la pareja lo ha elegido a uno, así que algo bien debe estar haciendo.
Ninguna de estas fuentes garantiza una información confiable, y la mayoría de las veces se terminan reproduciendo prejuicios que no tienen ningún fundamento. Por todas estas cuestiones, es importante buscar datos fidedignos y reales, además de consultar a un especialista ante el primer síntoma de problemas sexuales.
1 comentarios - El “macho argentino”: ¿mito o realidad?