El arte renacentista y la fotografía pornoerótica

El arte renacentista y la fotografía pornoerótica: del siglo XV al siglo XXI"

Reflexiones sobre el post Una morocha para el Lunes (http://www.poringa.net/posts/imagenes/2226308/Una-morocha-para-el-lunes.html), del amigo @Omar896 (http://www.poringa.net/Omar896/posts).

La imagen de Morocha (así llamaré a nuestra heroína) me llamó la atención. Formalmente, la imagen (esta imagen)se construye en color, pero con un color donde abundan los grises, y las transiciones son suaves aún en aquellos casos donde hay un aparente contraste, como por ejemplo el pelo oscuro y la camisa blancanieve. Ella es muy linda (ella es bella); su sonrisa es encantadora; su cuerpo es muy blanco, de un blanco casi virginal. Sin ser demasiado sutil, no es agresiva, porque se nos presenta como se nos podría presentar nuestra (encantadora) amada: provocando incesantemente que nos acerquemos a ella. Nos invita al placer, y al amor.

A medida que iba avanzando en el goce que provoca la contemplación de una mujer tan bella (poco importa si existe o no, si la imagen ha sido modificada con Photoshop o no, porque acaso ¿no es la virtualidad lo que nos convoca a nosotros, uds. lectores, yo narrador? ¿Y no es entonces lo virtual eso mismo, es decir, lo no existente más que en su forma etérea, una imagen, tan solo una imagen?) comencé a enebrar ciertas relaciones existentes entre estas fotografías y la pintura renacentista. Las poses de Morocha son poses construidas con sentido pictórico, de acuerdo a fórmulas matemáticas, algebraicas, racionales y geométricas: en ellas abundan el triángulo y la diagonal, el círculo, el cuadrado, la línea. La pintura, la escultura y la arquitectura renacentista está regida por esas leyes.

Lo mismo sucede con Morocha.

Sus poses coinciden (¡casi exactamente!) con esos parámetros. Tan exacto como comparar lo siguiente:



En esta foto Morocha nos muestra un seno oculto y un seno maternal. Su cabello -cuidadosamente ensortijado- se posa con suavidad y naturalidad sobre su camisa blanca. La continuación de la línea que une los botones de la camisa con su mano derecha nos señala el camino de su sexo voluptuoso: no sólo no está tapado, sino que, aún, la prolongación de su dedo mayor finaliza en su clítoris. Nos indica qué camino seguir.

Ahora, comparésmola con la siguiente imagen de Botticelli; este cuadro se llama El Nacimiento de Venus




Ahora contemplemos la misma imagen, pero a través de un espejo:



Y, finalmente, aislemos a Venus del resto:



Tenemos la misma pose, el mismo movimiento del cuerpo. La mano izquierda (al igual que en la foto de Morocha) cubre un seno; mientras que su mano derecha descubre un seno maternal, cubre un sexo que no se ve pero que se siente y se intuye. Obviamente el pudor de la época impide una imagen más explícita; pero ¿no es esa misma falta de explicitación, lo que no muestra y sugiere, aquello que, justamente, nos erotiza?

Veamos otro ejemplo:



Hagamos el mismo juego que antes. Comparémosla con Mona Lisa, de Leonardo:



Igual que con Venus, mirémosla en un espejo:



¿No es sorprendente que también en este caso las poses de Morocha y de Mona Lisa tengan tantos puntos en común, comenzando por la imagen del seno en una y el juego de claroscuros para darnos la sensación de volúmenes en la otra, pasando por el mismo ensortijamiento del cabello sobre los hombros, y finalizando con lo más inquietante en ambas, que es la mirada penetrante y la sonrisa cómplice?