Un florido campo de batalla.
En el arte amoroso alquímico, el énfasis no recae sobre el amor romántico, sino sobre una técnica correcta; por tanto, es como un partido de fútbol o una competición deportiva: no basta con el deseo de vencer. Ambos equipos deben estar “en forma” y bien entrenados, y conocer la reglas del juego. Esta actitud queda bien ilustrada en la literatura tradicional china, donde el lecho se compara a un “florido campo de batalla”. Pero la imagen china del sexo como una guerra no tiene nada que ver con el concepto occidental de la "guerra de los sexos". Esta última noción refleja un conflicto fundamental de voluntades y una intensa competencia por la supremacía sexual que se extiende más allá del dormitorio, en tanto que la metáfora china pretende poner de relieve los aspectos prácticos y tácticos del coito en sí; el enfoque marcial de las relaciones sexuales, lo que los chinos denominan la -estrategia de la alcoba.
Al margen del número de combatientes que participan, ¿existe acaso alguna diferencia entre las batallas que libran los ejércitos y las que se traban en la cama? En ambos casos, la mayor prioridad de los generales consiste en reconocer el terreno y evaluar al adversario. En los encuentros sexuales, son las lomas y los valles de la mujer los que primero atraen la atención del hombre, mientras que ella se muestra más curiosa por el tamaño y la potencia de fuego del armamento que él posee. ¿Quién avanzará y quién retrocederá? En el lecho como en la guerra, tan importante es conocerse uno mismo como conocer al adversario.
A diferencia de las batallas que se libran con lanzas y espadas, en los encuentros sexuales es la mujer quien goza de ventaja sobre el hombre, y, por lo tanto, es el hombre quien más necesita -entrenarse- a fin de estar preparado para el “combate”. Sin embargo, la mayor parte de los hombres se complacen en considerarse “más fuertes” que las mujeres, y es por eso que sus minúsculas “guerras relámpagos” de apenas cinco minutos en la cama les parecen satisfactorias.
A fin de satisfacer plenamente a su compañera de lecho, además de cultivar en vez de consumir su esencia y su energía, el hombre debe aprender a prolongar el acto sexual y a repetirlo durante tanto tiempo como ella necesite para experimentar una completa satisfacción. Es imprescindible que los contactos sexuales ocurran “sin fuga”. Los hombres deben atesorar y preservar su semen como fuente esencial de vida.
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La conservación del semen.
La conservación del semen se halla en el mismo corazón del conocimiento que nos desvela la alquimia sexual. Es un arte que consiste en suprimir las emisiones, absorber los fluidos de la mujer y hacer transmutar la energía del semen para que fortalezca el cerebro, permitiendo la salud, la longevidad y el adelanto espiritual.
Los hombres, por tanto, deben atesorar y conservar su semen durante el coito. Si por flaqueza o error en la práctica lo emiten, deben de compensar esta pérdida con la absorción de la esencia y de las secreciones femeninas. Por eso las eyaculaciones debidas a la masturbación o a las relaciones homosexuales se consideran especialmente nocivas para la esencia y la energía masculina.
Muchos hombres que lean esto deben de estar preguntándose: - ¿Qué placer puede haber en las relaciones sexuales sin eyaculación? En general, se supone que el hombre obtiene un gran placer con la eyaculación. Pero cuando aprende la alquimia sexual, cada vez eyacula menos y menos. Pero esto no mengua su place En absoluto.
Tras eyacular, el hombre se siente cansado, le zumban los oídos, los párpados le pesan y anhela dormir. Suele tener sed y sus extremidades están débiles y agarrotadas. Al eyacular disfruta de un breve instante de sensación, pero luego ha de sufrir largas horas de fatiga como resultado. ¡Eso no es auténtico placer!
Sin embargo, si el hombre no eyacula y retiene su semen, su cuerpo se fortalecerá, su mente estará clara y su vista y su oído se agudizarán. Aunque el hombre deba ocasionalmente negarse la fugaz sensación de la eyaculación, el amor que siente por su mujer aumentará en gran manera. Se sentirá como si jamás pudiera saciarse de ella, ¿No es éste acaso el auténtico y duradero placer de la sexualidad?
El hombre que gracias al control de la eyaculación mantenga unos niveles constantemente altos de testosterona, espermatozoides, semen y de las esencias masculinas experimentará un abrumador incremento del amor y el afecto que siente por su pareja. Además, obtendrá también la capacidad de actuar según estos impulsos amorosos una y otra vez.
Esto no tiene ni punto de comparación con la inmadura actitud del hombre en general. Al comer, el primer bocado es el más sabroso; la primera ración, la más apetitosa. La tercera ración de tarta de fresa ya no sabe tan bien como la primera. Del mismo modo, la tercera copulación de la noche es más para el libro de récords que para el disfrute de los participantes. En este tipo de sexualidad normal no se tienen en cuenta los sentimientos ni el punto de vista de la mujer, para quien una tercera ronda no representa ningún esfuerzo y que, como el agua que se calienta lentamente sobre un fuego hasta que rompe a hervir, aún sigue “con ganas” después de las dos primeras rondas. Al hombre que la alquimia sexual siempre le apetece “una tercera ración de tarta de fresa”.
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El Control de la eyaculación.
La retención del semen, la no emisión de este, es una habilidad indispensable para aquellos hombres que quieren seguir el camino espiritual.
Todo hombre puede obtener salud y longevidad si controla su eyaculación. Si al mismo tiempo presta una cuidadosa atención a la correcta alimentación y al ejercicio, tendrá una vida larga y saludable.
La dieta, el ejercicio y la disciplina sexual constituyen los tres pilares básicos que sustentan la salud y la longevidad. Tanto en los hombres como en las mujeres, la esencia-semen es el combustible que hace funcionar la sexualidad. No sólo es la fuente de la capacidad física para mantener relaciones sexuales, sino que también lo es del interés sexual y del afecto emocional hacia el sexo opuesto.
Sin embargo, puesto que las mujeres no “pierden” al eyacular, el orgasmo no les quita el impulso sexual ni el interés después del “primer acto”. Por lo tanto, las prácticas necesarias para alcanzar la armonía entre las energías masculinas y femeninas deben ser cultivadas principalmente por los hombres.
Este apartado de la página, pues, se dirige en especial a los hombres, aunque la información que contiene también debería ser estudiada y comprendida por las mujeres que forman pareja con un alquimista o que desearían que su hombre se convirtiera en alquimista.
La medicina occidental afirma que los hombres reponen naturalmente sus reservas de semen poco después de la eyaculación, y que la capacidad del hombre para producir semen es virtualmente ilimitada. Pero ésta es una generalización sumamente engañosa. Basta comparar la eyaculación con la donación de sangre para advertir la falacia. Tras donar un litro de sangre, la persona se siente débil y fatigada durante uno o dos días, hasta que se repone el volumen de sangre perdido. Los bancos de sangre aconsejan a sus donantes que no den sangre más que unas cuantas veces al año, a fin de evitar la fatiga crónica, la disminución de la resistencia y un excesivo esfuerzo del aparato circulatorio.
En realidad, lo mismo se aplica al semen, salvo que la pérdida de semen es aún más difícil de compensar que la de sangre. El cuerpo debe invertir una gran cantidad de esencia y energía para reponer totalmente las reservas de semen y restablecer el correcto equilibrio hormonal tras una eyaculación.
Cuando la frecuencia eyaculatoria excede a la capacidad del cuerpo para reponer plenamente el semen, el hombre experimenta cansancio crónico, disminución de la resistencia natural, irritabilidad y otros síntomas de deficiencia de esencia y energía. Además, también pierde todo el interés sexual por su pareja, que muy bien puede sentirse con ganas de más acción.
Es cierto que los adolescentes y los jóvenes de veintipocos años son capaces de reponer el semen más de prisa de lo que pueden gastarlo, pero la idea de que esta capacidad se mantiene indefinidamente a lo largo de la vida adulta es completamente errónea.
Son las mujeres, no los hombres, las que poseen una potencia sexual “inagotable”. El celibato, por otra parte, tampoco es una buena solución, ya que priva a los hombres de los beneficios terapéuticos de la estimulación sexual. La respuesta está en el control de la eyaculación. Las relaciones sexuales frecuentes sin eyaculación mantienen el interés del hombre por el acto y también su capacidad para continuar indefinidamente, hasta que su compañera esté plenamente satisfecha.
Los hombres que eyaculan a diario una o más veces pueden acabar volviéndose “débiles mentales”, ya que el semen masculino está compuesto en un 20 por ciento de líquido cefalorraquídeo. Así pues, las eyaculaciones frecuentes provocan una pérdida crónica de los líquidos que el cerebro y la médula necesitan para un correcto funcionamiento. La resultante deficiencia de líquido cefalorraquídeo puede dar lugar a trastornos tan corrientes como senilidad prematura, incapacidad de concentrarse, depresión crónica, pérdida del apetito sexual y muchos otros síntomas afines.
Asimismo, recientes investigaciones médicas han demostrado que toda eyaculación provoca una significativa pérdida de cinc, un oligoelemento escaso pero esencial. En consecuencia, la eyaculación frecuente conlleva una deficiencia crónica de cinc, entre cuyos síntomas figuran pérdida de memoria, confusión mental, paranoia e hipersensibilidad a la luz. Estos datos parecen confirmar las viejas “historias de comadres” en el sentido de que la excesiva masturbación masculina perjudica la mente, debilita la columna y conduce a la ceguera.
En el arte amoroso alquímico, el énfasis no recae sobre el amor romántico, sino sobre una técnica correcta; por tanto, es como un partido de fútbol o una competición deportiva: no basta con el deseo de vencer. Ambos equipos deben estar “en forma” y bien entrenados, y conocer la reglas del juego. Esta actitud queda bien ilustrada en la literatura tradicional china, donde el lecho se compara a un “florido campo de batalla”. Pero la imagen china del sexo como una guerra no tiene nada que ver con el concepto occidental de la "guerra de los sexos". Esta última noción refleja un conflicto fundamental de voluntades y una intensa competencia por la supremacía sexual que se extiende más allá del dormitorio, en tanto que la metáfora china pretende poner de relieve los aspectos prácticos y tácticos del coito en sí; el enfoque marcial de las relaciones sexuales, lo que los chinos denominan la -estrategia de la alcoba.
Al margen del número de combatientes que participan, ¿existe acaso alguna diferencia entre las batallas que libran los ejércitos y las que se traban en la cama? En ambos casos, la mayor prioridad de los generales consiste en reconocer el terreno y evaluar al adversario. En los encuentros sexuales, son las lomas y los valles de la mujer los que primero atraen la atención del hombre, mientras que ella se muestra más curiosa por el tamaño y la potencia de fuego del armamento que él posee. ¿Quién avanzará y quién retrocederá? En el lecho como en la guerra, tan importante es conocerse uno mismo como conocer al adversario.
A diferencia de las batallas que se libran con lanzas y espadas, en los encuentros sexuales es la mujer quien goza de ventaja sobre el hombre, y, por lo tanto, es el hombre quien más necesita -entrenarse- a fin de estar preparado para el “combate”. Sin embargo, la mayor parte de los hombres se complacen en considerarse “más fuertes” que las mujeres, y es por eso que sus minúsculas “guerras relámpagos” de apenas cinco minutos en la cama les parecen satisfactorias.
A fin de satisfacer plenamente a su compañera de lecho, además de cultivar en vez de consumir su esencia y su energía, el hombre debe aprender a prolongar el acto sexual y a repetirlo durante tanto tiempo como ella necesite para experimentar una completa satisfacción. Es imprescindible que los contactos sexuales ocurran “sin fuga”. Los hombres deben atesorar y preservar su semen como fuente esencial de vida.
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La conservación del semen.
La conservación del semen se halla en el mismo corazón del conocimiento que nos desvela la alquimia sexual. Es un arte que consiste en suprimir las emisiones, absorber los fluidos de la mujer y hacer transmutar la energía del semen para que fortalezca el cerebro, permitiendo la salud, la longevidad y el adelanto espiritual.
Los hombres, por tanto, deben atesorar y conservar su semen durante el coito. Si por flaqueza o error en la práctica lo emiten, deben de compensar esta pérdida con la absorción de la esencia y de las secreciones femeninas. Por eso las eyaculaciones debidas a la masturbación o a las relaciones homosexuales se consideran especialmente nocivas para la esencia y la energía masculina.
Muchos hombres que lean esto deben de estar preguntándose: - ¿Qué placer puede haber en las relaciones sexuales sin eyaculación? En general, se supone que el hombre obtiene un gran placer con la eyaculación. Pero cuando aprende la alquimia sexual, cada vez eyacula menos y menos. Pero esto no mengua su place En absoluto.
Tras eyacular, el hombre se siente cansado, le zumban los oídos, los párpados le pesan y anhela dormir. Suele tener sed y sus extremidades están débiles y agarrotadas. Al eyacular disfruta de un breve instante de sensación, pero luego ha de sufrir largas horas de fatiga como resultado. ¡Eso no es auténtico placer!
Sin embargo, si el hombre no eyacula y retiene su semen, su cuerpo se fortalecerá, su mente estará clara y su vista y su oído se agudizarán. Aunque el hombre deba ocasionalmente negarse la fugaz sensación de la eyaculación, el amor que siente por su mujer aumentará en gran manera. Se sentirá como si jamás pudiera saciarse de ella, ¿No es éste acaso el auténtico y duradero placer de la sexualidad?
El hombre que gracias al control de la eyaculación mantenga unos niveles constantemente altos de testosterona, espermatozoides, semen y de las esencias masculinas experimentará un abrumador incremento del amor y el afecto que siente por su pareja. Además, obtendrá también la capacidad de actuar según estos impulsos amorosos una y otra vez.
Esto no tiene ni punto de comparación con la inmadura actitud del hombre en general. Al comer, el primer bocado es el más sabroso; la primera ración, la más apetitosa. La tercera ración de tarta de fresa ya no sabe tan bien como la primera. Del mismo modo, la tercera copulación de la noche es más para el libro de récords que para el disfrute de los participantes. En este tipo de sexualidad normal no se tienen en cuenta los sentimientos ni el punto de vista de la mujer, para quien una tercera ronda no representa ningún esfuerzo y que, como el agua que se calienta lentamente sobre un fuego hasta que rompe a hervir, aún sigue “con ganas” después de las dos primeras rondas. Al hombre que la alquimia sexual siempre le apetece “una tercera ración de tarta de fresa”.
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El Control de la eyaculación.
La retención del semen, la no emisión de este, es una habilidad indispensable para aquellos hombres que quieren seguir el camino espiritual.
Todo hombre puede obtener salud y longevidad si controla su eyaculación. Si al mismo tiempo presta una cuidadosa atención a la correcta alimentación y al ejercicio, tendrá una vida larga y saludable.
La dieta, el ejercicio y la disciplina sexual constituyen los tres pilares básicos que sustentan la salud y la longevidad. Tanto en los hombres como en las mujeres, la esencia-semen es el combustible que hace funcionar la sexualidad. No sólo es la fuente de la capacidad física para mantener relaciones sexuales, sino que también lo es del interés sexual y del afecto emocional hacia el sexo opuesto.
Sin embargo, puesto que las mujeres no “pierden” al eyacular, el orgasmo no les quita el impulso sexual ni el interés después del “primer acto”. Por lo tanto, las prácticas necesarias para alcanzar la armonía entre las energías masculinas y femeninas deben ser cultivadas principalmente por los hombres.
Este apartado de la página, pues, se dirige en especial a los hombres, aunque la información que contiene también debería ser estudiada y comprendida por las mujeres que forman pareja con un alquimista o que desearían que su hombre se convirtiera en alquimista.
La medicina occidental afirma que los hombres reponen naturalmente sus reservas de semen poco después de la eyaculación, y que la capacidad del hombre para producir semen es virtualmente ilimitada. Pero ésta es una generalización sumamente engañosa. Basta comparar la eyaculación con la donación de sangre para advertir la falacia. Tras donar un litro de sangre, la persona se siente débil y fatigada durante uno o dos días, hasta que se repone el volumen de sangre perdido. Los bancos de sangre aconsejan a sus donantes que no den sangre más que unas cuantas veces al año, a fin de evitar la fatiga crónica, la disminución de la resistencia y un excesivo esfuerzo del aparato circulatorio.
En realidad, lo mismo se aplica al semen, salvo que la pérdida de semen es aún más difícil de compensar que la de sangre. El cuerpo debe invertir una gran cantidad de esencia y energía para reponer totalmente las reservas de semen y restablecer el correcto equilibrio hormonal tras una eyaculación.
Cuando la frecuencia eyaculatoria excede a la capacidad del cuerpo para reponer plenamente el semen, el hombre experimenta cansancio crónico, disminución de la resistencia natural, irritabilidad y otros síntomas de deficiencia de esencia y energía. Además, también pierde todo el interés sexual por su pareja, que muy bien puede sentirse con ganas de más acción.
Es cierto que los adolescentes y los jóvenes de veintipocos años son capaces de reponer el semen más de prisa de lo que pueden gastarlo, pero la idea de que esta capacidad se mantiene indefinidamente a lo largo de la vida adulta es completamente errónea.
Son las mujeres, no los hombres, las que poseen una potencia sexual “inagotable”. El celibato, por otra parte, tampoco es una buena solución, ya que priva a los hombres de los beneficios terapéuticos de la estimulación sexual. La respuesta está en el control de la eyaculación. Las relaciones sexuales frecuentes sin eyaculación mantienen el interés del hombre por el acto y también su capacidad para continuar indefinidamente, hasta que su compañera esté plenamente satisfecha.
Los hombres que eyaculan a diario una o más veces pueden acabar volviéndose “débiles mentales”, ya que el semen masculino está compuesto en un 20 por ciento de líquido cefalorraquídeo. Así pues, las eyaculaciones frecuentes provocan una pérdida crónica de los líquidos que el cerebro y la médula necesitan para un correcto funcionamiento. La resultante deficiencia de líquido cefalorraquídeo puede dar lugar a trastornos tan corrientes como senilidad prematura, incapacidad de concentrarse, depresión crónica, pérdida del apetito sexual y muchos otros síntomas afines.
Asimismo, recientes investigaciones médicas han demostrado que toda eyaculación provoca una significativa pérdida de cinc, un oligoelemento escaso pero esencial. En consecuencia, la eyaculación frecuente conlleva una deficiencia crónica de cinc, entre cuyos síntomas figuran pérdida de memoria, confusión mental, paranoia e hipersensibilidad a la luz. Estos datos parecen confirmar las viejas “historias de comadres” en el sentido de que la excesiva masturbación masculina perjudica la mente, debilita la columna y conduce a la ceguera.
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