Qué profundidad tiene este concepto cuando abrimos la mente y pensamos en lo sagrado que es este acto al cual la sociedad le da un pequeño espacio. Hay que producir, esa es la orden, por el crecimiento y todas las letras chicas. Pero esto no apaña mucho el crecimiento de los chicos, menos aún de los chicos hijos de artistas como somos nosotros, los padres de Tao.
Lo notable de las mujeres que gozamos esta experiencia, gracias a una ley natural, con distintos niveles sociales, con nuestros compañeros y a veces sin ellos, es que tenemos acceso a reencontrarnos con esta sacralidad, quizás mal atendida en el tiempo, en páginas de la historia de guerras, cuentos de poder y culpas.
Me pregunto: ¿Qué poder más profundo y potente que éste que tengo en mi vientre?
Son 40 años los que llevo de vida y he bailado la mayor parte de ellos. Pero la danza que bailo con mi hijo Tao es divina. El llegó al siguiente día de esta sesión fotográfica, y hoy lo tengo en mis brazos y le doy leche, que produce mi cuerpo según su necesidad ¿Puede haber algo más perfecto o concretamente maravilloso? Creo que sí, nosotros mismos, concientes o inconcientes, de esta divina dimensión.
La llegada fue un parto natural, sin anestesia, con una Lawentuchefe (mujer sanadora). Fue una danza intensa, llena de sentido cósmico y terrenal para mí fue una conexión conciente a las raíces de la tierra y las de mi compañero. Nos conectamos con Tao desde la respiración, en un camino sabio de silencio que viajaba en nuestro cuerpo, saltándonos así el dolor. Nuestro hijito nos sintió todo el tiempo.
Una vida estuvo en mi vientre y en el de muchas mujeres ha crecido y crecerá. Una vida con derechos. Sólo ruego a la madre y el padre de todos, que mi sociedad no recurra nunca a la violencia para defenderlos y que ningún ser deba clamar de rodillas su derecho a vivir en paz.
Lo notable de las mujeres que gozamos esta experiencia, gracias a una ley natural, con distintos niveles sociales, con nuestros compañeros y a veces sin ellos, es que tenemos acceso a reencontrarnos con esta sacralidad, quizás mal atendida en el tiempo, en páginas de la historia de guerras, cuentos de poder y culpas.
Me pregunto: ¿Qué poder más profundo y potente que éste que tengo en mi vientre?
Son 40 años los que llevo de vida y he bailado la mayor parte de ellos. Pero la danza que bailo con mi hijo Tao es divina. El llegó al siguiente día de esta sesión fotográfica, y hoy lo tengo en mis brazos y le doy leche, que produce mi cuerpo según su necesidad ¿Puede haber algo más perfecto o concretamente maravilloso? Creo que sí, nosotros mismos, concientes o inconcientes, de esta divina dimensión.
La llegada fue un parto natural, sin anestesia, con una Lawentuchefe (mujer sanadora). Fue una danza intensa, llena de sentido cósmico y terrenal para mí fue una conexión conciente a las raíces de la tierra y las de mi compañero. Nos conectamos con Tao desde la respiración, en un camino sabio de silencio que viajaba en nuestro cuerpo, saltándonos así el dolor. Nuestro hijito nos sintió todo el tiempo.
Una vida estuvo en mi vientre y en el de muchas mujeres ha crecido y crecerá. Una vida con derechos. Sólo ruego a la madre y el padre de todos, que mi sociedad no recurra nunca a la violencia para defenderlos y que ningún ser deba clamar de rodillas su derecho a vivir en paz.
4 comentarios - Al Desnudo :Maternidad