Quién no ha tenido deseos morbosos con una monja?
Entre las fantasías eróticas más recurrentes creo que la pobre monja ocupa el primer lugar. No hay meta más inalcanzable, imposible que la de poseer una monja.
Es la más alta transgresión, perversión y morbosidad.
De niño estudié en un colegio dirigido por sacerdotes y las monjas se encargaban de la cocina. En aquellos tiempos, a pesar de mis 14 años era un volcán de ideas pecaminosas.
Recuerdo que cuando estaba enfermo o afectado, eran las monjas las que se encargaban de las inyecciones. Confieso que he intentado de todas las maneras de tentar a la monja que me hacía las inyecciones en el culo. Recuerdo que yo tenía un buen control sobre la erección del pene, y cuando llegaba la hora de la inyección me presentaba en la consulta del internado con el pene medio erecto. Esperaba que la monja preparara la jeringa y cuando llegaba el momento de bajarme los calzoncillos me dejaba ir con el máximo de la erección, y mi pene salía puntualmente de los calzoncillos.
La monja se dio cuenta, claro, yo me disculpaba y ella me sonreía. Por desgracia no he podido ir más allá, pero estoy convencido de que la he atormentado pobre monja!
Entre las fantasías eróticas más recurrentes creo que la pobre monja ocupa el primer lugar. No hay meta más inalcanzable, imposible que la de poseer una monja.
Es la más alta transgresión, perversión y morbosidad.
De niño estudié en un colegio dirigido por sacerdotes y las monjas se encargaban de la cocina. En aquellos tiempos, a pesar de mis 14 años era un volcán de ideas pecaminosas.
Recuerdo que cuando estaba enfermo o afectado, eran las monjas las que se encargaban de las inyecciones. Confieso que he intentado de todas las maneras de tentar a la monja que me hacía las inyecciones en el culo. Recuerdo que yo tenía un buen control sobre la erección del pene, y cuando llegaba la hora de la inyección me presentaba en la consulta del internado con el pene medio erecto. Esperaba que la monja preparara la jeringa y cuando llegaba el momento de bajarme los calzoncillos me dejaba ir con el máximo de la erección, y mi pene salía puntualmente de los calzoncillos.
La monja se dio cuenta, claro, yo me disculpaba y ella me sonreía. Por desgracia no he podido ir más allá, pero estoy convencido de que la he atormentado pobre monja!
0 comentarios - Una monja como amante?