Mi sorpresa fue mayúscula, allí estaba el vecino de la noche anterior. Sus ojos se abrieron como platos y enrojeció al verme. Me quedé petrificada, sin saber qué hacer, pero el ruido de una puerta al abrirse me hizo reaccionar― ¡Pasa, pasa! ―le conminé. Como no reaccionaba, tiré de él hacia dentro y cerré la puerta justo a tiempo. La vecina de al lado salió de chismosa . Es una cotorra y me resulta repelente, siempre metiéndose en la vida de los demás y quejándose de todo. Llegó a decirme que hacíamos mucho ruido por las noches y que, como nuestras habitaciones están pared con pared, el cabecero de la cama da golpes y no la dejo dormir. Pues que haga como yo, que folle hasta que le entre el sueño.
Cuando la vecina cerró su puerta, nos quedamos juntitos unos segundos, los suficientes, hasta que dijo― Venía a traer esto ― y levantó una mano mostrándome los cachivaches que mi marido había echado en falta.
Aquella inesperada visita me había traído a la memoria lo sucedió la tarde anterior y me puse cachondísima. Es cierto que había follado dos veces esa tarde, y me había pajeado compulsivamente al despertarme en medio de la noche; pero es que me habían entrado unas ganas locas de follármelo como nunca había sentido por ningún hombre. Era como si necesitara tener una pieza en una colección o cobrar una especialísima y dificilísima pieza de caza. Pero esta vez no miraba al suelo, estaba ruborizado pero me miraba a los ojos. Así que, que me apreté más contra él, le busqué la boca y se la comí. El respondió como deseaba que hiciera y comencé a frotarme contra su cuerpo, retorciéndome porque mi enorme panza me dificultaba abrazarle y restregarle mis tetazas. Yo notaba perfectamente su bulto debajo de los pantalones y supongo que notaría mis pezones clavándosele en el pecho.
Los dos estábamos muy cachondos y sus manos pronto buscaron mi cuerpo, acabando en mis nalgas. Mi enorme barriga no me permitía apretarme contra él ni buscarle la polla con la cadera. Así que me liberé, le miré a los ojos, le di un besito en los labios, me giré y apoyé las manos en el aparador de la entrada, saqué el culo hacia atrás levantándolo, me subí el camisón para ofrecerle mis nalgas, y volví la cabeza sonriéndole para darle a conocer mi plena disposición a follar.
Mi repentino invitado no perdió el tiempo y oí como se abría la cremallera del pantalón, y luego como se lo bajaba. Mientras tanto, yo balanceaba el culo de lado a lado, y de delante hacia atrás, esperando por su polla.
Noté la cabeza de su polla entre mis nalgas, casi en mi agujerito del culo, y como la hacía resbalar buscando la entrada de mi vagina que no tardó en encontrar. Y con la misma facilidad me metió toda su polla de una sola vez. Estaba tan excitada, y tan mojada, que no encontró ninguna resistencia. Inmediatamente empezó a darme fuerte, adelante y atrás, mientras yo movía la cadera, con su mismo ritmo, de izquierda a derecha.
Otra de las cosas que me estaba poniendo aún más cachonda, era el golpeo del aparador, mal ajustado, contra la pared. Era un ¡plom! ¡plom! ¡plom! ¡plom! ¡plom! rítmico e incesante.
Le dije que tenía ganas de montarlo, y lo acosté en nuestra cama matrimonial, y me subí, y lo cabalgue como una bestia, dentro de mi estaba muy cachonda, ya que sabía que este encuentro iba a quedar grabado por nuestras cámaras de seguridad que pusimos, más que nada lo hicimos por este tipo de ocasiones.
Él se corrió coincidiendo con mi cuarto orgasmazo. Se quedó paralizado y rígido empujando hacia delante, Se aferró a mis tetas, apretándomelas tanto con las manos, que dejó una buena marca. Pero me encantó. Se corrió muy adentro de mi dejando una buena cantidad de semen que noté cómo salía. Me dio mucho placer que nuestros orgasmos coincidieran y nos corriéramos al unísono.
Luego, poco a poco se fue relajando, las manos comenzaron a aflojar la presa en mis tetas, y su polla se fue ablandando y lentamente fue escurriéndose de mi vagina hasta que se salió con un “flop”. Por mi parte, me costó recuperar la respiración y hasta que no la hube acompasado, me quedé allí. Con los brazos apoyados sobre el aparador y el camisón levantado con el culo al aire.
Después de un rato, nos recompusimos, me enderecé, me di la vuelta y le besé en las mejillas, un beso en cada una― Mañana, si quieres… ―le dije dejándome llevar por el reciente cogidon.
― ¿Tu marido…?
Mi marido no tiene porque enterarse. Además, recuerda lo que anoche te preguntó si te gustaría follarme.
Me pasé el resto del día desnuda por casa. Hacía tanto calor que lo disfruté. Especialmente los que me vieron por las ventanas abiertas. Me pajeé varias veces, y cuando mi marido llego a comer me lo tiré en el mismo aparador. Y una vez terminando el cogidon, le dije que le tenia una sorpresa, que revisara las grabaciones de la cámara, y su sorpresa fue verme con el vecino, eso lo puso más cachondo y me propuso que...
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