Nuevamente mi esposa me hizo cornudo luego de una fuerte discusión
¿Cómo lo supe?
En aquellos días cuándo estábamos discutiendo, salí una mañana a trabajar y por lo general hablamos todo el día por medio de llamadas, sin embargo, desde la mañana estuvo ausente en el chat y salió, por lo que no la encontré al llegar a casa a la hora del almuerzo pero sí al finalizar el día en la noche.
Me percaté qué estaba un poco cansada y qué en la noche el canasto de la ropa usada en el patio de ropas se encontraba igual, ella había metido su ropa sucia y usada un poco más abajo de la que ya había por lo que no la note, era la lencería roja que usaba para calentarme, un conjunto en un rojo vivo de hilos que resaltan con su piel morena, la tanga en forma brasilera, es decir hilo y en los senos una copa que adornaba sus senos.
Encontré aquella lencería que siempre me calentó con el área de la vagina mojada, casi empapada de sus fluidos y se notaba un poco más espeso y blancuzco, decidí oler aquellas tangas empapadas y las acerqué a mí nariz, inmediatamente aquel aroma a los fluidos de mí mujer combinado con lo que sospechaba, o más bien estaba seguro era semen me hizo levantar la verga, olía exquisito, su aroma a mujer, a hembra, a vagina mojada y usada junto al aroma del semen me ponía loco y la verga la sentía a estallar.
Las olí un rato, me excitaba ese aroma bastante, ya tenía mojada la nariz de aquellos fluidos y me encontraba en un momento de placer inmenso, el imaginar a mí mujer siendo una zorra con mi lencería favorita me tenía goteando la verga, olía tan a rico qué pareciese la hubiesen follado con ella puesta.
Ella me esperaba en la habitación, en una pijama tipo bata rosadita y casi transparente pero aún así tierna, su color de piel moreno y el saber que había sido una zorra me provocaba a acercarme a ella, entre besos y caricias me confesó que había sido una puta en todo el día, me fue infiel y de una forma que en mí mente había pasado muchas veces pero no esperaba que lo hiciera, vendió su vagina.
En medio de la emoción la follé, su vagina se sentía caliente y parecía que le ardiera por el uso que le dieron a aquella zorra.
Luego, otro día, cuándo me encontraba en el trabajo le pregunté por aquella lencería para imaginarla de nuevo siendo una putita, esto fue lo que me contó.
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¿Será que empiezo a prostituir a la putita de mí esposa?
¿Cómo lo supe?
En aquellos días cuándo estábamos discutiendo, salí una mañana a trabajar y por lo general hablamos todo el día por medio de llamadas, sin embargo, desde la mañana estuvo ausente en el chat y salió, por lo que no la encontré al llegar a casa a la hora del almuerzo pero sí al finalizar el día en la noche.
Me percaté qué estaba un poco cansada y qué en la noche el canasto de la ropa usada en el patio de ropas se encontraba igual, ella había metido su ropa sucia y usada un poco más abajo de la que ya había por lo que no la note, era la lencería roja que usaba para calentarme, un conjunto en un rojo vivo de hilos que resaltan con su piel morena, la tanga en forma brasilera, es decir hilo y en los senos una copa que adornaba sus senos.
Encontré aquella lencería que siempre me calentó con el área de la vagina mojada, casi empapada de sus fluidos y se notaba un poco más espeso y blancuzco, decidí oler aquellas tangas empapadas y las acerqué a mí nariz, inmediatamente aquel aroma a los fluidos de mí mujer combinado con lo que sospechaba, o más bien estaba seguro era semen me hizo levantar la verga, olía exquisito, su aroma a mujer, a hembra, a vagina mojada y usada junto al aroma del semen me ponía loco y la verga la sentía a estallar.
Las olí un rato, me excitaba ese aroma bastante, ya tenía mojada la nariz de aquellos fluidos y me encontraba en un momento de placer inmenso, el imaginar a mí mujer siendo una zorra con mi lencería favorita me tenía goteando la verga, olía tan a rico qué pareciese la hubiesen follado con ella puesta.
Ella me esperaba en la habitación, en una pijama tipo bata rosadita y casi transparente pero aún así tierna, su color de piel moreno y el saber que había sido una zorra me provocaba a acercarme a ella, entre besos y caricias me confesó que había sido una puta en todo el día, me fue infiel y de una forma que en mí mente había pasado muchas veces pero no esperaba que lo hiciera, vendió su vagina.
En medio de la emoción la follé, su vagina se sentía caliente y parecía que le ardiera por el uso que le dieron a aquella zorra.
Luego, otro día, cuándo me encontraba en el trabajo le pregunté por aquella lencería para imaginarla de nuevo siendo una putita, esto fue lo que me contó.
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¿Será que empiezo a prostituir a la putita de mí esposa?
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