Una vez mi esposa me contó que una noche mientras ella y yo dormíamos percibió que algo se movía. Entonces miró hacia la ventana que da al pasillo y vio que mi papá estaba viéndola. Ella no hizo nada, ni siquiera se movió más de lo normal, entonces dice que apagó la luz y bajo a la planta baja.
Esa noche que me lo contó ella estuvo muy mojada cuando hicimos el amor. La verdad yo me también me excité mucho el haberla sentido así. Lejos de molestarme me pareció que podía ser parte de nuestras fantasías; La idea de que mi padre se excitara con mi esposa y mi esposa con mi padre.
Íbamos a cumplir ya casi quince años de relación, pues desde que estábamos en la preparatoria iniciamos una relación. A los treinta años cumplidos tuvimos a nuestro primer hijo. La verdad es que el sexo ya había perdido emoción y desde que había nacido el bebé pues no habíamos tenido una noche como las de hacía años. Yo notaba a mi esposa un poco aburrida y fastidiada de estar en casa y por mi parte pues sólo iba al negocio que teníamos y regresaba a casa.
Al principio mi esposa trataba de disimular que el asunto no le excitaba, pero me fui dando cuenta que le excitaba que nos escucharan tener sexo y cada que le proponía que anduviera por la casa con poca ropa ella decía que no pero me fui dando cuenta que sí le gustaba andar en faldas cortas y a veces andaba sin sostén mientras mi padre andaba por la casa. La verdad es que a mí me excitaba que mi esposa se mojara así.
Pero lo que en un principio fue excitante, pero pronto se convirtió en una esquizofrenia. Ya que cada que salía al trabajo o fuera por varios días, mi cabeza no dejaba de pensar en lo que podría estar ocurriendo en casa; con mi esposa y mi padre a solas.
A la vez era excitante, pero también inquietante. Tanto así que no conseguía dormir pensando en mil cosas en las que mi esposa pudiera estar haciendo; andar con ropa provocativa, dormir con las continas abiertas, enseñarle los calzones. Lo único que deseaba era llegar a casa y constatar si había pasado algo o no. Pero mi esposa siempre decía que no había ocurrido algo así.
Aunque mientras teníamos relaciones y la interrogaba, ella se ponía muy caliente. Era evidente que le excitaba el morbo de esa relación prohibida. Pero nunca lo decía claramente… Así que decidí buscar comprobar hasta qué punto estaría dispuesta a llegar, ya que la incertidumbre de que estuvieran ella y él en casa y yo lejos, me consumía lenta y dolorosamente.
Le comencé a pedir que anduviera con ropa más corta y ligera, a lo que ella inmediatamente dijo que no, pero con los días me fui dando cuenta que comenzó a ser menos cuidadosa al momento de sentarse, pues muchas veces se sentaba con las piernas ligeramente abiertas o subía sus pies sobre el sillón o la silla, dejando caer la tela de su falta por entre sus piernas.
No sé si lo hacía para incitar mis más enfermos instintos o lo hacía con la intención de seducir a mi padre. Una noche de septiembre mientras veíamos el partido de fútbol mi esposa bajó con una frazada gruesa a la sala, se sentó en el sofá en donde estaba yo, recostó su cabeza en el otro extremo y puso sus pies fríos sobre mis muslos. Unos minutos después, comenzó a realizar jugueteos en mi cuerpo, acariciaba sus píes en mi costado, me pellizcaba con las puntas de sus dedillos y muy discretamente rosaba sus pies con mi sexo.
To do ello por debajo de la frazada. Cuando mi padre se levantaba por un momento, podía ver que mi esposa pasaba sus dedos entre sus piernas y las abría y las cerraba despacio, apretando con fuerza. Cuando mi padre volvía, ella daba de hacerlo y después de unos pares de minutos volvía a acariciarme con sus pies.
El primer tiempo terminó y mi papá fue a meter el carro, pues en nuestra casa no tenemos garaje, así que lo parquea en un estacionamiento cercano. En esa salida, mi esposa levantó la frazada, abrió las piernas, llevaba una bata color lila, transparente de la tela y tenía una panti color negra . Abría sus piernas frente a mí, mientras que con su dedo índice y medio remarcaba los labios de su vulva hinchada y que humedecía el puente de tela que se metía cada vez más en cada pasada. No pude contener la erección que me provocó al ver a mi esposa así de caliente. De pronto! Se escuchó que la puerta se abría y mi esposa corrió rápidamente la frazada sobre sus piernas y los dos nos quedamos inmóviles tratando de aparentas que no estábamos haciendo algo malo.
Se sentó en su sofá y esperamos a que el partido comenzara sin mediar palabra. El partido se tornó emocionante, hubo algunas jugadas que nos hicieron brincar de emoción, y cuando eso pasaba mi esposa quedaba semi expuesta a la mirada de mi padre, ya que mi esposa no hacía esfuerzo por cerrar sus piernas y sólo se limitaba a exclamar un falso gesto de susto y fingía un sobresalto.
Unos momentos después mi padre se levantó a servirse un poco de café y no sé en qué momento pasó, mi esposa a corrió el pedazo de franela que caía entre sus piernas y vaya sorpresa al ver que su panti le colgaba de una piernas y se masturbaba para mí con delicia. Cuando mi padre volvía a la sala, ella volvió a taparse pero esta vez, podía notar que no dejaba de tocarse. En las veces que volvió a levantarse hacía lo mismo, bajaba la franela, abría sus piernas mientras su cara enrojecía.
Pero esa vez dejó la franela caer entre sus piernas, dejándolas al descubierto mientras mi padre se acomodaba en su sofá, al otro extremo de la pieza. El movimiento arrítmico de su mano se dibujaba por debajo de la tela. El partido terminó y entre risas mi padre se fue a su cuarto, apenas cerró su puerta me fui sobre mi esposa. Yo nunca había imaginado que mi esposa haría algo así, decía que estaba muy húmeda y que me sentía mucho mientras movía su cadera de forma circular. Tenía el vestido hasta la cintura y su braga aún colgaba de su pierna, la tomó, la sacó y la llevó hasta mi nariz y mi boca.
Cada vez que la penetraba sentía su olor y ella algunas veces gemía un poco fuerte. Después subimos al cuarto y nos acostamos, mi esposa durmió inmediato y yo me quedé en silencio sin hacer ruido. Recordé que la mayor parte del tiempo ella tuvo los ojos cerrados,. Pero fue algo muy rico hacerlo en la sala. Aún no puedo olvidar lo excitado que estaba y sentirme dentro de su suavidad, sintiendo como se humedecía cada vez más y el sonido que se producía al penetrarla, y ella se mordía los labios mientras me enseñaba sus tetas.
Al otro día volvimos a recrear la escena en el sofá de la sala.
Esa noche que me lo contó ella estuvo muy mojada cuando hicimos el amor. La verdad yo me también me excité mucho el haberla sentido así. Lejos de molestarme me pareció que podía ser parte de nuestras fantasías; La idea de que mi padre se excitara con mi esposa y mi esposa con mi padre.
Íbamos a cumplir ya casi quince años de relación, pues desde que estábamos en la preparatoria iniciamos una relación. A los treinta años cumplidos tuvimos a nuestro primer hijo. La verdad es que el sexo ya había perdido emoción y desde que había nacido el bebé pues no habíamos tenido una noche como las de hacía años. Yo notaba a mi esposa un poco aburrida y fastidiada de estar en casa y por mi parte pues sólo iba al negocio que teníamos y regresaba a casa.
Al principio mi esposa trataba de disimular que el asunto no le excitaba, pero me fui dando cuenta que le excitaba que nos escucharan tener sexo y cada que le proponía que anduviera por la casa con poca ropa ella decía que no pero me fui dando cuenta que sí le gustaba andar en faldas cortas y a veces andaba sin sostén mientras mi padre andaba por la casa. La verdad es que a mí me excitaba que mi esposa se mojara así.
Pero lo que en un principio fue excitante, pero pronto se convirtió en una esquizofrenia. Ya que cada que salía al trabajo o fuera por varios días, mi cabeza no dejaba de pensar en lo que podría estar ocurriendo en casa; con mi esposa y mi padre a solas.
A la vez era excitante, pero también inquietante. Tanto así que no conseguía dormir pensando en mil cosas en las que mi esposa pudiera estar haciendo; andar con ropa provocativa, dormir con las continas abiertas, enseñarle los calzones. Lo único que deseaba era llegar a casa y constatar si había pasado algo o no. Pero mi esposa siempre decía que no había ocurrido algo así.
Aunque mientras teníamos relaciones y la interrogaba, ella se ponía muy caliente. Era evidente que le excitaba el morbo de esa relación prohibida. Pero nunca lo decía claramente… Así que decidí buscar comprobar hasta qué punto estaría dispuesta a llegar, ya que la incertidumbre de que estuvieran ella y él en casa y yo lejos, me consumía lenta y dolorosamente.
Le comencé a pedir que anduviera con ropa más corta y ligera, a lo que ella inmediatamente dijo que no, pero con los días me fui dando cuenta que comenzó a ser menos cuidadosa al momento de sentarse, pues muchas veces se sentaba con las piernas ligeramente abiertas o subía sus pies sobre el sillón o la silla, dejando caer la tela de su falta por entre sus piernas.
No sé si lo hacía para incitar mis más enfermos instintos o lo hacía con la intención de seducir a mi padre. Una noche de septiembre mientras veíamos el partido de fútbol mi esposa bajó con una frazada gruesa a la sala, se sentó en el sofá en donde estaba yo, recostó su cabeza en el otro extremo y puso sus pies fríos sobre mis muslos. Unos minutos después, comenzó a realizar jugueteos en mi cuerpo, acariciaba sus píes en mi costado, me pellizcaba con las puntas de sus dedillos y muy discretamente rosaba sus pies con mi sexo.
To do ello por debajo de la frazada. Cuando mi padre se levantaba por un momento, podía ver que mi esposa pasaba sus dedos entre sus piernas y las abría y las cerraba despacio, apretando con fuerza. Cuando mi padre volvía, ella daba de hacerlo y después de unos pares de minutos volvía a acariciarme con sus pies.
El primer tiempo terminó y mi papá fue a meter el carro, pues en nuestra casa no tenemos garaje, así que lo parquea en un estacionamiento cercano. En esa salida, mi esposa levantó la frazada, abrió las piernas, llevaba una bata color lila, transparente de la tela y tenía una panti color negra . Abría sus piernas frente a mí, mientras que con su dedo índice y medio remarcaba los labios de su vulva hinchada y que humedecía el puente de tela que se metía cada vez más en cada pasada. No pude contener la erección que me provocó al ver a mi esposa así de caliente. De pronto! Se escuchó que la puerta se abría y mi esposa corrió rápidamente la frazada sobre sus piernas y los dos nos quedamos inmóviles tratando de aparentas que no estábamos haciendo algo malo.
Se sentó en su sofá y esperamos a que el partido comenzara sin mediar palabra. El partido se tornó emocionante, hubo algunas jugadas que nos hicieron brincar de emoción, y cuando eso pasaba mi esposa quedaba semi expuesta a la mirada de mi padre, ya que mi esposa no hacía esfuerzo por cerrar sus piernas y sólo se limitaba a exclamar un falso gesto de susto y fingía un sobresalto.
Unos momentos después mi padre se levantó a servirse un poco de café y no sé en qué momento pasó, mi esposa a corrió el pedazo de franela que caía entre sus piernas y vaya sorpresa al ver que su panti le colgaba de una piernas y se masturbaba para mí con delicia. Cuando mi padre volvía a la sala, ella volvió a taparse pero esta vez, podía notar que no dejaba de tocarse. En las veces que volvió a levantarse hacía lo mismo, bajaba la franela, abría sus piernas mientras su cara enrojecía.
Pero esa vez dejó la franela caer entre sus piernas, dejándolas al descubierto mientras mi padre se acomodaba en su sofá, al otro extremo de la pieza. El movimiento arrítmico de su mano se dibujaba por debajo de la tela. El partido terminó y entre risas mi padre se fue a su cuarto, apenas cerró su puerta me fui sobre mi esposa. Yo nunca había imaginado que mi esposa haría algo así, decía que estaba muy húmeda y que me sentía mucho mientras movía su cadera de forma circular. Tenía el vestido hasta la cintura y su braga aún colgaba de su pierna, la tomó, la sacó y la llevó hasta mi nariz y mi boca.
Cada vez que la penetraba sentía su olor y ella algunas veces gemía un poco fuerte. Después subimos al cuarto y nos acostamos, mi esposa durmió inmediato y yo me quedé en silencio sin hacer ruido. Recordé que la mayor parte del tiempo ella tuvo los ojos cerrados,. Pero fue algo muy rico hacerlo en la sala. Aún no puedo olvidar lo excitado que estaba y sentirme dentro de su suavidad, sintiendo como se humedecía cada vez más y el sonido que se producía al penetrarla, y ella se mordía los labios mientras me enseñaba sus tetas.
Al otro día volvimos a recrear la escena en el sofá de la sala.
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