Fue en una tarde calurosa, eran los primeros días estivales de aquella primavera, regresé del trabajo fastidiado, aparte de transpirado. Había sido una jornada negra, con mucho trabajo, más la continuidad de mi pelea con mi novia, mi actual esposa. Hacía dos semanas que estábamos "tiroteados" y se confirmaba otro fin de semana igual, sin posibilidad de ponerla.
Eso potenciaba mi malhumor. Encima de todo esto, llegué a mi casa y mi vieja no estaba, bah, no la encontraba. Ella siempre me mimaba, me atendía, me tenía a "cuerpo de rey" como mínimo, la merienda, una picada, un tentempié preparado.
Sin embargo, esa vez, tampoco sucedía eso, todo mal, la llamé y no respondía, la busqué por toda la casa y no la encontraba, me dirigí hacia la terraza, última posibilidad de hallarla, y la encontré semi desnuda, sólo en bragas, tomando sol para satisfacción de los vecinos que le murmuraban obscenidades cuando salía hacer a diario los mandados por el barrio ¡Qué hacés en bolas ahí! ¡Metete adentro! Vocíferé enojado
Ella obedeció sorprendida por mi reacción, corriendo y pasó raudamente a mi lado escaleras abajo. Yo, me asomé a la orilla de la terraza, recorrí todas las medianeras, para observar si había algún morador fisgón merodeando en los aledaños.
Bajé al no individualizar a nadie y madre se había metido en su dormitorio, imaginé que lo hacía para evitar mis reproches ante su osado atrevimiento. Ella se había metido en la cama y se la veía festiva, cómica, sonriente. Me dijo cuando ingresé a su cuarto ¡Tanto lío por andar en tetas! Mientras se las agarraba y las balanceaba.
De verdad, quiero ser absolutamente honesto pero, no recuerdo que me pasó, como de un momento a otro, pasé de estar vestido y enojado, a desvestirme y aparecer debajo de mi vieja en la cama matrimonial de mis padres, divertido y gozoso jugueteando con su cuerpo, y ella respondiendo recíprocamente a mi bizarra y briosa acción.
De un instante a otro, ella cabalgaba sobre mi garcha extasiada, y yo la penetraba feliz.
Recuerdo estar tan caliente, tanta leche tenía, que sentía mis huevos llenos a punto de explotar y mi erección, era tal, que tocaba algo dentro de su vagina, imagino sería el útero. Luego me enteré que era el DIU (Dispositivo intrauterino). Mi madre había cerrado la fábrica productora, pero, las instalaciones estaban óptimas y las usaba ahora como entretenimiento, algo así como para "visitas de diversión guiadas".
En un momento, ella se detuvo en seco, en su equitación, y profirió un gemido profundo, clamoroso, como una pequeña súplica, jadeante, agitada, respiraba con dificultad, aquello logró inquietarme de tal manera que interrumpió mi clímax.
Nervioso le pregunté ¡Estás bien!
Estremecida salió de la cama y quedó arrodillada en el suelo de la habitación, yo también salí del lecho preocupado y al acercarme a ella, con mi miembro erguido, ella acalorada y palpitante me respondió ¡Imposible mejor! ¡Hazlo completo!
Bien no entendí, pero al verla vibrar, la incorporé por detrás y la poseí contra natura.
El frío de las baldosas del piso, parecían impedirme que acabara, (justamente hoy acabo de leer un estudio científico realizado por una universidad prestigiosa "Harvard o Yale" que argumentaban sobre los beneficios de cojer con medias para llegar al orgasmo), pero, "vuelvo a la historia para no irme por las ramas", era eso o el tomar conciencia que a la que me estaba cojiendo como a una puta callejera, era a mi madre.
Subimos a la cama nuevamente, y retomó la posición de dominio anterior, ella a horcajadas mías.
Se puso en varias posiciones amatorias, ella de alguna manera también, me tomaba como a un extraño, una especie de taxi boy, que le brindaba un servicio.
De verdad no tuvo ninguna vergüenza, cojía como desaforada, excesivamente, sin privaciones, sin límites, sin medida.
Tal vez, eso también influía para que yo no acabara, no pasaba desadvertido para mi aquello.
Ella había tenido hasta ese momento varios orgasmos simultáneos, y yo en cero, sin abrir el tanteador.
Sin embargo mamá, a pesar de lo desatada y/o enviciada que estaba, no dejó de percibir lo que me pasaba, (instinto maternal) de forma que se propuso hacerme eyacular.
Ya que con su vulva parecía no poder, prosiguió con sus labios, me la comenzó a chupar, mientras se masturbaba.
Aquello no sólo me deleitó, sino que hizo olvidarme absolutamente de lo parental entre ambos, y terminar de verla como mi madre, y continuar tratándola sólo, como a una hembra más a la que me cojía.
Además de eso, tocó mis fibras más íntimas de mi autoestima, no podía ser que viera una versión desdibujada de su hijo, un timorato deslechado.
De modo tal que entonces, borré hasta el último de mis prejuicios y consideraciones, para someterla a mis más bajos instintos. La voltee boca abajo y la penetré por el orto con violencia.
Ella se quejaba de dolor y placer, sentía como una sado masoquista que le horaden el ano.
Y de pronto Splash, exploté, pero para que fuera notoria mi acabada, me retiré de su orificio y derramé mi esperma sobre ella, entre sus tetas, su cuello, su rostro, ella me agradecía sonriente intentando beber mi semen.
A partir de ese momento lo nuestro fue consuetudinario, frecuente, lo repetíamos constantemente. Tanto fue así, que de no venir a buscarme mi novia, aún hoy viviría soltero con mi madre.
Ya nunca más me quedé después de hora con mis compañeros de trabajo a tomar algo, dejé de ir a jugar el "fulbito" los viernes. No salí de casa por un gran tiempo.
Recuerdo que pasé el resto de la primavera y todo el verano en casa, con madre, en la pileta de natación. Eso también fue de antología. Qué manera de "hacer la piragua", cojer en el agua.
La primeras veces lo hacíamos con reparo, pero luego, hasta con la presencia de molestos extraños que nos visitaban, tíos o parientes en general. Y por supuesto mi padre.
Siempre la iniciativa fue de mi madre.
La primera vez, recuerdo que se quitó las bragas o estaba sin la parte de abajo del traje de baño y comenzó a acariciarme la pija. Luego fue mucho más allá y sumergía la cabeza para mamármela. Por último, me arrinconaba contra uno de los lados del natatorio y me cojía.
Realmente, no se como resistía tanto el aire bajo el agua, de verdad, aunque en broma, yo le decía que seguramente tendría alguna ancestro sirena.
Era deliciosa verla contorsionarse bajo el agua.
El bamboleo de sus senos, y ese amor que llegaba así, de esta manera. Ella no tiene la culpa. Parecía una yegua de danza vana. Yo no tengo perdón de Dios.
Tal vez todo pasó porque me sentía muy despreciado por eso no me perdonaba llorar. El de ella no era un amor de compra y venta, sino un amor que en el pasado era toda su vida y el destino se empeñó en arrebatárselo.
Los movimiento que ella sufría bajo el agua, una persona normal seguro no lo resistiría, una cosa es contarlo y otra muy distinta verla, de un lado a otro, sin perder el sitio en el que estaba.
Amaba tanto todo lo mío que intentaba comerlo, hasta mi semen mezclado con el agua con cloro, bah, tal vez era sólo para borrar evidencias y yo me vanaglorio sólo, queriendo creer eso.
A partir de aquello, mamá me esperaba de rodillas en casa a medio desnudar, sabía exactamente el horario de mi llegada y yo ingresaba a nuestro hogar desvistiéndome para no perder segundos por la proximidad del regreso a casa de mi padre, su marido.
Cojíamos en cualquier lado, a cualquier hora, mientras se pudiera lo hacíamos, era previniendo la escasez que a veces sufríamos por impedimentos extraños a nosotros.
En el auto, en la cocina, en el baño, en el jardín, en la terraza, todos los ambientes de la casa fueron testigos de nuestra pasión.
Ella al darse cuenta de una posibilidad de coito, me llamaba con cualquier excusa, aún si hubiera en la casa otros miembros de la familia y/o visitas.
¡Hijo, hijo, vení, ayudame!
Yo con sólo oírla me excitaba y me producía una erección, era como que mi organismo sabía que debía ser rápido, urgente mi reacción porque no disponíamos de tiempo.
Creo además que nuestra relación, a pesar que seguramente sea criticada por muchos, nos hizo bien a los dos.
Mi madre hasta rejuveneció, está más jovial, su ánimo es optimista, aunque también los hizo desde lo físico.
Ella adelgazó, mejoró su piel, le desaparecieron las arrugas, el descargar frenéticamente a través del sexo salvaje entre amos la benefició.
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Eso potenciaba mi malhumor. Encima de todo esto, llegué a mi casa y mi vieja no estaba, bah, no la encontraba. Ella siempre me mimaba, me atendía, me tenía a "cuerpo de rey" como mínimo, la merienda, una picada, un tentempié preparado.
Sin embargo, esa vez, tampoco sucedía eso, todo mal, la llamé y no respondía, la busqué por toda la casa y no la encontraba, me dirigí hacia la terraza, última posibilidad de hallarla, y la encontré semi desnuda, sólo en bragas, tomando sol para satisfacción de los vecinos que le murmuraban obscenidades cuando salía hacer a diario los mandados por el barrio ¡Qué hacés en bolas ahí! ¡Metete adentro! Vocíferé enojado
Ella obedeció sorprendida por mi reacción, corriendo y pasó raudamente a mi lado escaleras abajo. Yo, me asomé a la orilla de la terraza, recorrí todas las medianeras, para observar si había algún morador fisgón merodeando en los aledaños.
Bajé al no individualizar a nadie y madre se había metido en su dormitorio, imaginé que lo hacía para evitar mis reproches ante su osado atrevimiento. Ella se había metido en la cama y se la veía festiva, cómica, sonriente. Me dijo cuando ingresé a su cuarto ¡Tanto lío por andar en tetas! Mientras se las agarraba y las balanceaba.
De verdad, quiero ser absolutamente honesto pero, no recuerdo que me pasó, como de un momento a otro, pasé de estar vestido y enojado, a desvestirme y aparecer debajo de mi vieja en la cama matrimonial de mis padres, divertido y gozoso jugueteando con su cuerpo, y ella respondiendo recíprocamente a mi bizarra y briosa acción.
De un instante a otro, ella cabalgaba sobre mi garcha extasiada, y yo la penetraba feliz.
Recuerdo estar tan caliente, tanta leche tenía, que sentía mis huevos llenos a punto de explotar y mi erección, era tal, que tocaba algo dentro de su vagina, imagino sería el útero. Luego me enteré que era el DIU (Dispositivo intrauterino). Mi madre había cerrado la fábrica productora, pero, las instalaciones estaban óptimas y las usaba ahora como entretenimiento, algo así como para "visitas de diversión guiadas".
En un momento, ella se detuvo en seco, en su equitación, y profirió un gemido profundo, clamoroso, como una pequeña súplica, jadeante, agitada, respiraba con dificultad, aquello logró inquietarme de tal manera que interrumpió mi clímax.
Nervioso le pregunté ¡Estás bien!
Estremecida salió de la cama y quedó arrodillada en el suelo de la habitación, yo también salí del lecho preocupado y al acercarme a ella, con mi miembro erguido, ella acalorada y palpitante me respondió ¡Imposible mejor! ¡Hazlo completo!
Bien no entendí, pero al verla vibrar, la incorporé por detrás y la poseí contra natura.
El frío de las baldosas del piso, parecían impedirme que acabara, (justamente hoy acabo de leer un estudio científico realizado por una universidad prestigiosa "Harvard o Yale" que argumentaban sobre los beneficios de cojer con medias para llegar al orgasmo), pero, "vuelvo a la historia para no irme por las ramas", era eso o el tomar conciencia que a la que me estaba cojiendo como a una puta callejera, era a mi madre.
Subimos a la cama nuevamente, y retomó la posición de dominio anterior, ella a horcajadas mías.
Se puso en varias posiciones amatorias, ella de alguna manera también, me tomaba como a un extraño, una especie de taxi boy, que le brindaba un servicio.
De verdad no tuvo ninguna vergüenza, cojía como desaforada, excesivamente, sin privaciones, sin límites, sin medida.
Tal vez, eso también influía para que yo no acabara, no pasaba desadvertido para mi aquello.
Ella había tenido hasta ese momento varios orgasmos simultáneos, y yo en cero, sin abrir el tanteador.
Sin embargo mamá, a pesar de lo desatada y/o enviciada que estaba, no dejó de percibir lo que me pasaba, (instinto maternal) de forma que se propuso hacerme eyacular.
Ya que con su vulva parecía no poder, prosiguió con sus labios, me la comenzó a chupar, mientras se masturbaba.
Aquello no sólo me deleitó, sino que hizo olvidarme absolutamente de lo parental entre ambos, y terminar de verla como mi madre, y continuar tratándola sólo, como a una hembra más a la que me cojía.
Además de eso, tocó mis fibras más íntimas de mi autoestima, no podía ser que viera una versión desdibujada de su hijo, un timorato deslechado.
De modo tal que entonces, borré hasta el último de mis prejuicios y consideraciones, para someterla a mis más bajos instintos. La voltee boca abajo y la penetré por el orto con violencia.
Ella se quejaba de dolor y placer, sentía como una sado masoquista que le horaden el ano.
Y de pronto Splash, exploté, pero para que fuera notoria mi acabada, me retiré de su orificio y derramé mi esperma sobre ella, entre sus tetas, su cuello, su rostro, ella me agradecía sonriente intentando beber mi semen.
A partir de ese momento lo nuestro fue consuetudinario, frecuente, lo repetíamos constantemente. Tanto fue así, que de no venir a buscarme mi novia, aún hoy viviría soltero con mi madre.
Ya nunca más me quedé después de hora con mis compañeros de trabajo a tomar algo, dejé de ir a jugar el "fulbito" los viernes. No salí de casa por un gran tiempo.
Recuerdo que pasé el resto de la primavera y todo el verano en casa, con madre, en la pileta de natación. Eso también fue de antología. Qué manera de "hacer la piragua", cojer en el agua.
La primeras veces lo hacíamos con reparo, pero luego, hasta con la presencia de molestos extraños que nos visitaban, tíos o parientes en general. Y por supuesto mi padre.
Siempre la iniciativa fue de mi madre.
La primera vez, recuerdo que se quitó las bragas o estaba sin la parte de abajo del traje de baño y comenzó a acariciarme la pija. Luego fue mucho más allá y sumergía la cabeza para mamármela. Por último, me arrinconaba contra uno de los lados del natatorio y me cojía.
Realmente, no se como resistía tanto el aire bajo el agua, de verdad, aunque en broma, yo le decía que seguramente tendría alguna ancestro sirena.
Era deliciosa verla contorsionarse bajo el agua.
El bamboleo de sus senos, y ese amor que llegaba así, de esta manera. Ella no tiene la culpa. Parecía una yegua de danza vana. Yo no tengo perdón de Dios.
Tal vez todo pasó porque me sentía muy despreciado por eso no me perdonaba llorar. El de ella no era un amor de compra y venta, sino un amor que en el pasado era toda su vida y el destino se empeñó en arrebatárselo.
Los movimiento que ella sufría bajo el agua, una persona normal seguro no lo resistiría, una cosa es contarlo y otra muy distinta verla, de un lado a otro, sin perder el sitio en el que estaba.
Amaba tanto todo lo mío que intentaba comerlo, hasta mi semen mezclado con el agua con cloro, bah, tal vez era sólo para borrar evidencias y yo me vanaglorio sólo, queriendo creer eso.
A partir de aquello, mamá me esperaba de rodillas en casa a medio desnudar, sabía exactamente el horario de mi llegada y yo ingresaba a nuestro hogar desvistiéndome para no perder segundos por la proximidad del regreso a casa de mi padre, su marido.
Cojíamos en cualquier lado, a cualquier hora, mientras se pudiera lo hacíamos, era previniendo la escasez que a veces sufríamos por impedimentos extraños a nosotros.
En el auto, en la cocina, en el baño, en el jardín, en la terraza, todos los ambientes de la casa fueron testigos de nuestra pasión.
Ella al darse cuenta de una posibilidad de coito, me llamaba con cualquier excusa, aún si hubiera en la casa otros miembros de la familia y/o visitas.
¡Hijo, hijo, vení, ayudame!
Yo con sólo oírla me excitaba y me producía una erección, era como que mi organismo sabía que debía ser rápido, urgente mi reacción porque no disponíamos de tiempo.
Creo además que nuestra relación, a pesar que seguramente sea criticada por muchos, nos hizo bien a los dos.
Mi madre hasta rejuveneció, está más jovial, su ánimo es optimista, aunque también los hizo desde lo físico.
Ella adelgazó, mejoró su piel, le desaparecieron las arrugas, el descargar frenéticamente a través del sexo salvaje entre amos la benefició.
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86 comentarios - Encontré a mamá en la terraza