Después de hacer un relevamiento y seguimiento detectivesco arduo, pude volver a encontrarme con David. Me vestí como una mujer, casi de fiesta y pasé frente a su casa a la hora que habitualmente volvía, seguramente de sus ocupaciones habituales.
David me vio, me registró y me sonrió, a mi se me iluminó la cara, supe que iba a poder tomarme revancha, luego de la exhaustivas prácticas realizadas con el "dildo" más grande que tenía mi madre y con aparatos genitales masculinos reales. Rememoré algunos de esos miembros, que me comí en lugares oscuros y/o promiscuos.
Todos me sirvieron para practicar y adquirir experiencia para reencontrarme con el hombre que me había hecho fracasar por primera vez en las lides amatorias, era mi asignatura pendiente.
Igual, a la mayoría de penes reales los chupé, me introduje sólo consoladores, juguetes sexuales, tampoco hasta ahí había probado todo, quería que la competencia fuera euilibrada.
Él, me hizo pasar a su casa y esta vez no me saqué la ropa de una, me senté en un sillón de tres cuerpos, como una dama y bajé la cabeza haciéndome la tímida.
Permanecí en silencio jugando con mis piernas, él rompió el clima de manera contundente, aunque breve y concisa fue su órden ¡Desvestite! Mencionó de manera imperativa, sin elevar el tono de voz, fue una indicación. Yo no dudé, no esperé que me lo repitiera, y sin más prolegómetros, lo hice, en absoluta tranquilidad me quité mi vestido de seda fina satinada.
Él, David, hizo un gesto de desaprobación ¿Qué? Pregunté con cara compungida, temiendo que se frustrara mi revancha ¡Estás sin ropa interior! Advirtió David
¡Si, te dije que no usaba ropa íntima! Respondí
¡Mal hecho, eso le quita sensualidad a nuestro reencuentro! Aseguró él
Mis lágrimas cayeron por mis mejillas de manera instantánea, trucos y estratagemas mías, pero, en silencio, sin escándalos.
David entonces lo reconsideró, se apiadó y supe, que si aceptaba hacerlo igual, esta vez debía esforzarme mucho, la vez anterior, también se había percatado de mi dolor, y fue considerado, indulgente, pero, no lo satisfizo, ahora volvía a producirse otro incidente y de no resolverlo exitosamente, me haría vestir y se acabarían mis chances de venganza.
Caminó hasta el dormitorio, desapareció en el interior del mismo por un momento y volvió con una caja de cartón, un estuche, un embalaje conteniendo un conjunto negro de corpiño y bombacha, me lo entregó, mientras tomaba asiento en otro sofá, mientras indicaba ¡Ponetelo y vení!
Así lo hice. Me tomó con sus manos, me depositó en el diván, me hizo que me recostara, y comenzó a brindarme un cunilingus, una chupada de concha fenomenal, mientras lo hacía, yo observaba que su entrepierna crecía, el bulto se hacía cada vez más grande, se excitaba comiéndome la argolla.
Mientras lo hacía, el sacó su miembro viril erecto y se masturbó, yo, aún vestida, me acerqué a él, tome su pija con mi mano y me la llevé a la boca, succionándola con suavidad pero de manera diestra, devolviéndole su generosidad, David cerró sus ojos en silencio.
Creo que no lo hacía mal porque lo escuché jadear, le gustaba como se la chupaba, eso me dio cierta tranquilidad y me relajé, continuando con mi labor ya no tan presionada.
Mientras mamaba su verga, fue quitándose la ropa hasta quedar desnudo, tuvo que incorporarse, se puso de pié para terminar de desvestirse, sin embargo yo jamás dejé de tirarle la goma.
Me encantaba su chota, con sus dedos me bajó el corpiño, sin sacármelo y mis senos quedaron expuestos ante él, ellos no eran gran cosa, pero resaltaban, se destacaban por la forma del soutiens, yo me recosté en el respaldar del sillón y me corrí la tanga, exponiendo mi vulva mojada y depilada, David me miró, yo bajé la vista y mi cabeza, para esconder algún gesto de dolor que él me produjera, y David suavemente me penetró, poseyéndome con esa deliciosa poronga de la cual era poseedor.
Fue despacio, la puntita, parecía que él también quería llegar a buen puerto, y no tener que desalojarme de su casa como la vez pasada.
Le pedí que se pusiera cómodo, que tomara asiento en el sofá, que se recostara y me dejara cabalgarlo, jinetear sobre su chaucha, él aceptó sin musitar.
Subí, sin prejuicios y comencé a moverme como una eximia ejecutante de aquella danza milenaria, él estaba respondiendo a mis contoneos.
Me tomó con sus brazos musculosos y me hizo girar sobre la verga, y sin salir de mi, me puso de espaldas a él.
Yo para mantener mi predominio, lo dejé un rato hacerlo, más luego me incorporé, también sin que se salga de mi interior y me puse de horcajadas, con las piernas bien abiertas sobre la garcha, y volví a tener la iniciativa del encuentro genital.
Me cobré revancha, todo salió como lo preví, esta vez, sin esperar la reacción de David, me levanté, tome mis prendas, bah, todo lo que llevaba puesto era mi vestido, me lo puse y me fui, con un ademán desde la puerta de entrada. Eso parece que le tocó el orgullo de macho a David, ya que una vez hecho y luego de que me marchara, me buscó, averiguó donde vivía y me vino a ver.
Yo lo recibí, de hecho cojimos un par de veces más, hasta lo hice entrar a mi casa, se lo presenté a mi madre y cojí con él en mi habitación, bah, la que compartíamos con mi hermano Leo, pero ahora sólo mía, ya que él (mi hermano) estaba en el servicio militar obligatorio. Pero, como de costumbre, me aburrió, y lo dejé de ver.
Mi madre lo lamentó, le gustaba David para mi, bah, a ella le gustaba cualquiera que me diera bola, siempre me quiso quitar del medio, entre ella y su hijo, es decir, mi hermano Leo.
Yo no se, si fue eso, lo que hizo perdurar en el tiempo nuestra relación, la mía con mi hermano, sólo para llevarle la contra y fastidiarla.
Y todo volvió a la rutina cuando él, Leo, regresó de la "colimba" ya dado de baja y para quedarse, otra vez en casa.
Y por supuesto, como correspondía, lo estaba esperando y él me buscó, no hizo falta nada más, bah, por lo menos por un tiempo, luego seguí experimentando con extraños y desconocidos, pero eso, es otra historia..
Es decir, volví a estar con mi hermano, y en la misma cama, con las mismas cobijas que recibí a David, me convencí, que podía engañar a todos, más aún a los hombres jugando con sus egos, unas palabras dulces sumadas a unas actitudes sumisas, los conformaban dejándolos tranquilos y seguros de su dominio.
Después de aquello, nadie pudo pararme más, es decir, detenerme, y allí comenzó mi vida de mujer pública.
David me vio, me registró y me sonrió, a mi se me iluminó la cara, supe que iba a poder tomarme revancha, luego de la exhaustivas prácticas realizadas con el "dildo" más grande que tenía mi madre y con aparatos genitales masculinos reales. Rememoré algunos de esos miembros, que me comí en lugares oscuros y/o promiscuos.
Todos me sirvieron para practicar y adquirir experiencia para reencontrarme con el hombre que me había hecho fracasar por primera vez en las lides amatorias, era mi asignatura pendiente.
Igual, a la mayoría de penes reales los chupé, me introduje sólo consoladores, juguetes sexuales, tampoco hasta ahí había probado todo, quería que la competencia fuera euilibrada.
Él, me hizo pasar a su casa y esta vez no me saqué la ropa de una, me senté en un sillón de tres cuerpos, como una dama y bajé la cabeza haciéndome la tímida.
Permanecí en silencio jugando con mis piernas, él rompió el clima de manera contundente, aunque breve y concisa fue su órden ¡Desvestite! Mencionó de manera imperativa, sin elevar el tono de voz, fue una indicación. Yo no dudé, no esperé que me lo repitiera, y sin más prolegómetros, lo hice, en absoluta tranquilidad me quité mi vestido de seda fina satinada.
Él, David, hizo un gesto de desaprobación ¿Qué? Pregunté con cara compungida, temiendo que se frustrara mi revancha ¡Estás sin ropa interior! Advirtió David
¡Si, te dije que no usaba ropa íntima! Respondí
¡Mal hecho, eso le quita sensualidad a nuestro reencuentro! Aseguró él
Mis lágrimas cayeron por mis mejillas de manera instantánea, trucos y estratagemas mías, pero, en silencio, sin escándalos.
David entonces lo reconsideró, se apiadó y supe, que si aceptaba hacerlo igual, esta vez debía esforzarme mucho, la vez anterior, también se había percatado de mi dolor, y fue considerado, indulgente, pero, no lo satisfizo, ahora volvía a producirse otro incidente y de no resolverlo exitosamente, me haría vestir y se acabarían mis chances de venganza.
Caminó hasta el dormitorio, desapareció en el interior del mismo por un momento y volvió con una caja de cartón, un estuche, un embalaje conteniendo un conjunto negro de corpiño y bombacha, me lo entregó, mientras tomaba asiento en otro sofá, mientras indicaba ¡Ponetelo y vení!
Así lo hice. Me tomó con sus manos, me depositó en el diván, me hizo que me recostara, y comenzó a brindarme un cunilingus, una chupada de concha fenomenal, mientras lo hacía, yo observaba que su entrepierna crecía, el bulto se hacía cada vez más grande, se excitaba comiéndome la argolla.
Mientras lo hacía, el sacó su miembro viril erecto y se masturbó, yo, aún vestida, me acerqué a él, tome su pija con mi mano y me la llevé a la boca, succionándola con suavidad pero de manera diestra, devolviéndole su generosidad, David cerró sus ojos en silencio.
Creo que no lo hacía mal porque lo escuché jadear, le gustaba como se la chupaba, eso me dio cierta tranquilidad y me relajé, continuando con mi labor ya no tan presionada.
Mientras mamaba su verga, fue quitándose la ropa hasta quedar desnudo, tuvo que incorporarse, se puso de pié para terminar de desvestirse, sin embargo yo jamás dejé de tirarle la goma.
Me encantaba su chota, con sus dedos me bajó el corpiño, sin sacármelo y mis senos quedaron expuestos ante él, ellos no eran gran cosa, pero resaltaban, se destacaban por la forma del soutiens, yo me recosté en el respaldar del sillón y me corrí la tanga, exponiendo mi vulva mojada y depilada, David me miró, yo bajé la vista y mi cabeza, para esconder algún gesto de dolor que él me produjera, y David suavemente me penetró, poseyéndome con esa deliciosa poronga de la cual era poseedor.
Fue despacio, la puntita, parecía que él también quería llegar a buen puerto, y no tener que desalojarme de su casa como la vez pasada.
Le pedí que se pusiera cómodo, que tomara asiento en el sofá, que se recostara y me dejara cabalgarlo, jinetear sobre su chaucha, él aceptó sin musitar.
Subí, sin prejuicios y comencé a moverme como una eximia ejecutante de aquella danza milenaria, él estaba respondiendo a mis contoneos.
Me tomó con sus brazos musculosos y me hizo girar sobre la verga, y sin salir de mi, me puso de espaldas a él.
Yo para mantener mi predominio, lo dejé un rato hacerlo, más luego me incorporé, también sin que se salga de mi interior y me puse de horcajadas, con las piernas bien abiertas sobre la garcha, y volví a tener la iniciativa del encuentro genital.
Me cobré revancha, todo salió como lo preví, esta vez, sin esperar la reacción de David, me levanté, tome mis prendas, bah, todo lo que llevaba puesto era mi vestido, me lo puse y me fui, con un ademán desde la puerta de entrada. Eso parece que le tocó el orgullo de macho a David, ya que una vez hecho y luego de que me marchara, me buscó, averiguó donde vivía y me vino a ver.
Yo lo recibí, de hecho cojimos un par de veces más, hasta lo hice entrar a mi casa, se lo presenté a mi madre y cojí con él en mi habitación, bah, la que compartíamos con mi hermano Leo, pero ahora sólo mía, ya que él (mi hermano) estaba en el servicio militar obligatorio. Pero, como de costumbre, me aburrió, y lo dejé de ver.
Mi madre lo lamentó, le gustaba David para mi, bah, a ella le gustaba cualquiera que me diera bola, siempre me quiso quitar del medio, entre ella y su hijo, es decir, mi hermano Leo.
Yo no se, si fue eso, lo que hizo perdurar en el tiempo nuestra relación, la mía con mi hermano, sólo para llevarle la contra y fastidiarla.
Y todo volvió a la rutina cuando él, Leo, regresó de la "colimba" ya dado de baja y para quedarse, otra vez en casa.
Y por supuesto, como correspondía, lo estaba esperando y él me buscó, no hizo falta nada más, bah, por lo menos por un tiempo, luego seguí experimentando con extraños y desconocidos, pero eso, es otra historia..
Es decir, volví a estar con mi hermano, y en la misma cama, con las mismas cobijas que recibí a David, me convencí, que podía engañar a todos, más aún a los hombres jugando con sus egos, unas palabras dulces sumadas a unas actitudes sumisas, los conformaban dejándolos tranquilos y seguros de su dominio.
Después de aquello, nadie pudo pararme más, es decir, detenerme, y allí comenzó mi vida de mujer pública.
81 comentarios - De pendeja yo no estaba buena III Parte y final
Saludos.