Esta es mi madre hoy, en la actualidad, aún conserva parte de aquella, su belleza natural.
Sin embargo, mi narración va al pasado, mucho tiempo atrás, cuando comenzaron las escaramuzas con ella, un tiempo después de comenzar "mis juegos" con mi hermana.
Ella desde siempre, desde que tengo recuerdos, jugaba conmigo, chanzas de manos, con connotaciones eróticas, sin embargo, desde que mi hermana creció, y yo me hice más confidente con ella, es como que mi madre lo percibió e hizo que ella (mi madre) se pusiera como celosa y profundizara los "juegos" conmigo y sea más lanzada, más "guarra", más atrevida. Además, todo se aceleró a partir de que mi hermanita, se pusiera formalmente de novia con el rico panadero, y dejáramos de estar tan juntos los dos, yo y mi hermana.
No quise hablar por hablar, pero muchas veces, durmiendo, me parecía ser "molestado" en mis zonas erógenas" acariciado, manoseado y muchas veces al despertarme ella, mi madre, estaba cerca de mi, o en la habitación, como buscando algo, o trayendo algo, ejemplo, ropa limpia que guardaba en alguna cómoda, mientras yo dormía la siesta, o sentada cerca de mi y me decía ¡Estoy velando tu sueño, como buena madre que soy!
Eso a mi, a pesar de sus buenas intenciones me molestaba, porque, no se ustedes, pero yo, al dormirme, siempre, se me para la pija, y es incómodo despertar con la chota parada y ver a tu madre, al lado tuyo, yo me sentía desubicado delante de ella al estar así, al palo.
Cantidades de veces comenzábamos charlando de cualquier cosa y lentamente la conversación tomaba un giro, porque ella lo quería, y la desviaba para ese lugar "erótico", al que yo le escapaba, con todo lo que eso significa, no sólo a la conversación, sino a ella misma, y en varias oportunidades ella, buscaba retenerme, cruzándose en mi camino, impidiéndome la salida o tratando de sujetarme para que no escape, la de calzoncillos estirados que tenía, ya que casi siempre de allí me agarraba.
Sin embargo, de a poco, fui acostumbrándome, y resistiendo, perdiéndole temor, porque era eso en definitiva lo que me sucedía. Temía a lo que podría pasar si me quedaba, si profundizaba en su juego, siguiéndole la corriente, era como el más sensato de los dos.
Sentía que si me quedaba y aceptaba el juego terminaría mal, y quedaría en evidencia yo también con mis sentimientos para con ella.
Sin embargo, todo tiene un final, llega a su tope, hay un límite, y conforme crecía, me costaba disimular lo que pasaba entre ambos. Más aún, me costaba no dejarla a ella en evidencia, es decir, las cosas que hacía, algunas veces las podía obviar, pasar por alto, como que no me di cuenta, que no lo hubiera notado, en otras palabras, sus acciones eran evidentes, salvo que yo fuera idiota.
Más, sumado a la ausencia de mi hermana, mi confidente y musa inspiradora para los juegos eróticos que inventaba para ambos, estaba casi al borde de la alienación.
Lo que colmó mi paciencia, lo que hizo desbordar mi cordura, fue verla sentarse a la mesa, a cenar en familia, como lo hacía mi hermanita Felina, y que a ella (mi madre) siempre molestaba y reprochaba. Siempre a su hija Felina, mi hermana, ella le criticaba sus vestimentas o la ausencia de ella. Esa noche que lució esa blusa traslúcida, transparente y sin usar sujetador, supe que me pedía a gritos, que yo reaccione, actúe en consecuencia, es decir, ella se estaba arriesgando de alguna forma frente a mi padre, para que yo la interpretara y la tomara en serio.
Esa misma noche, la recibí en mi cuarto, cuando mi padre como de costumbre, cumpliendo su rutina, casi con el último bocado de comida en su boca se despedía para acostarse y caer rendido en un sopor hasta que sonara el despertador que lo alertaba para levantarse y asistir a su empleo, el cual jamás falto, ni se ausentó a pesar de estar varias veces enfermo.
Entró decidida a mi cuarto, como sabiendo que yo esa noche accedería a lo que ella tanto tiempo esperó, tal es así, que entró sin ropas, absolutamente desnuda, en traje de Eva.
Se subió por la cabecera de mi cama a la misma, y se dirigió directamente a mi pene, que buscó ávida entre mis calzoncillos. Apoyándome su raja en la cara, la vagina rozó mi nariz y sentí la humedad de su vulva, y el gusto de sus jugos genitales en mis labios.
No pude hacer otra cosa que lamerlos, y ella con un estertor de frenesí gimió en voz baja.
Luego de un breve masaje peneano de su parte y unas lambidas mías en su sexo, se acurrucó junto a mi haciendo "cucharita" de espaldas a mi. Tomó mi choto y lo llevó entre sus glúteos, hasta la entrada a esa cavidad vaginal.
¡Pero no me acabes adentro! Me dijo mi madre y me apretó los huevos
Desde esa noche, lo nuestro dejó de ser una relación filial/parental, para ser una relación carnal amorosa de hombre y mujer.
Y sólo buscábamos estar solos para hacerlo tantas veces como pudiéramos resistirlo, y ambos teníamos mucha "nafta"
Recuerdo hasta hoy, que ella fue la única mujer que me secó, literalmente tragaba todo vestigio de fluidos que yo expeliera. Era como las hembras de cualquier especie animal, chupaba todo lo que salía de mi y se lo tragaba con devoción, con amor, con desesperación casi psicótica. Estoy convencido que yo fui su gran amor en todo sentido, como macho, como hombre, como hijo, como amor ideal, fraternal, genital, su todo, su alma gemela.
Ella dejó de ser una madre, una ama de casa, una señora, una dama, y fue mi perra, mi puta, mi mujer, el ser más erótico, sexy, se convirtió en una geisha, una golfa refinada sensual. Ella era la bahía que abrigaba mi península, un refugio para el sexo sin límites, mi Mesalina.
Sin embargo, era una enferma de celos. Sus sospechas o inquietudes ante la mínima posibilidad de que yo, la persona amada por ella le reste atención en favor de otra, la transformaba. Y eso la convertía en excitación sexual, igual que ciertos animales en el periodo propicio para el apareamiento. Su suspicacia se transformaba en un tipo de malicia, una perversión o corrupción que la sumaba y hundía en el vicio, en una excesiva afición a mi.
Y deambulaba tras de mi, sin conciencia, sin reparos, ni límites, desnuda por la casa, excitada, con una pasión desenfrenada, lo que con el tiempo le produjo daños graves e irreparables. Buscaba en este caso seducirme de tal manera que logró lo contrario, fueron exagerados sus intentos, ejerció tanta presión para lograr mi atracción, que al termino de todo logró repugnarme, empalagar, asquear, es decir hizo que la repele.
Su ansia, su deseo tan fuerte de obtenerme y conseguirme para ella, era su congoja y mi fatiga, la causa de mi inquietud violenta. Esa voracidad insaciable de ella, como un exceso exagerado para consumirme, poseerme y dominarme, acabó en mi abstinencia para con ella.
El final fue patético, un grotesco que producía vergüenza ajena o pena, Angélica mi madre, parecía una actriz de una obra, que exagera los aspectos sentimentales y grotescos de las situaciones con la intención de conmover al público, en este caso a mi, su hijo, con abundantes lágrimas desproporcionadas que desentonaban y sugerían que estaba al borde del desequilibrio psíquico emocional. Volví a temer, pero en este caso por su falta de cordura o trastorno mental
Y volvimos como al principio, yo escapándome de ella, no pudiendo cerrar los ojos, porque ella estaba como sonámbula tras de mi, y donde yo dormitaba, pegaba mis párpados, ella aunque más no fuera, se acercaba a mi, abría sus piernas y me acunaba. Parecía querer que regrese a su útero. Realmente estaba sugestionado, temía que sucediera algo horrible, que todo lo que tuvimos terminara con un desenlace no deseado seguramente, por ninguno de los dos.
Temía por mi vida y por la de ella, por un crimen o un suicidio.
Esto continuó hasta que me enamoré de una mujer, y abandoné mi casa natal, dejando de ver para siempre a mi madre y a mi hermana, esa es otra historia, y como esta, infeliz...
Pero, que tiempos aquellos
274 comentarios - Mamá a veces me molestaba con sus juegos, ya no...
Gracias por compartir. Saludos! 👍
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que rica la milf!!
GRACIAS