En el cuarto matrimonial de la casa, Angélica trataba de poner fin a las rencillas de su hijo Leo y su amigo Julio, una tarea harto dificil.
De alguna manera ella estaba comprometida con ambos, no desde los lazos familiares solamente, sino desde lo sexo genital con ambos. Como así también ellos dos, los amigos, los hombres en ese dormitorio. Julio le había enseñado todo lo que había aprendido Leo, el fue quien lo despertó, bah, el que le hizo llevar a la práctica a Leo, todas sus fantasías juveniles.
Sin embargo, para Leo esa fue una época confusa de experimentación, de concreción, de la praxis, de la teoría a la experiencia, y ya había terminado, nunca lo había realizado gustosamente, siempre había sido como algo agridulce, llevado más por la necesidad y la obligación, quedaba en él, luego de la consumación homosexual, un sabor amargo.
Pero para Julio fue, y era amor.
El, tal vez, lo mismo que a Leo, le pasaba con la madre de este, con Angélica, Julio se la cojía por obligación, por agradecimiento, por dejarlo permanecer en esa casa. Ella lo había impuesto, lo había decidido, se lo había informado a su esposo, nunca se lo consultó, en ese momento Leo fue feliz con la decisión de su madre, aunque ya no.
Leo, ya no quería a Julio en su casa, y esta era una de las ultimas oportunidades que Angélica tenía para tratar de lograr que nada cambiara. Sin dudas era una empresa difícil, ya que de no lograrlo Julio se debería ir.
Recordaba mientras decidía que hacer, la primera vez con Julio, como este había actuado con decisión y valentía, luego de haberla llevado a realizar un trámite y de regreso a la casa, ya dentro del hogar, apenas habían cruzado el umbral de la puerta, Julio la avanzó descaradamente, ella reaccionó negativamente los primeros treinta segundos, luego se enfermó con él.
Angélica jugo todas sus cartas, las ultimas que le quedaban, al ver lo irreductible de la posición de su hijo, comenzó con sus mimos, esos que todavía conmovían a su hijo, pero abruptamente.
Leo no esperó esa acción por parte de su madre, y se incorporó levantándose los calzoncillos tratando de zafar de ese acoso, más ante la presencia de su ex amigo-amante, sin embargo ella, decidida continuó, gateó en cuatro patas y de rodillas frente a él, su hijo, volvió a bajarle la ropa interior y restregó su rostro sobre la verga degustándola.
Leo, nuevamente se desembarazó de ella, subiéndose el boxer y recostándose en la cama matrimonial, eso fue un indicio que se hacía el que no quería, toda aquella familia era esclava de las pasiones básicas e instintivas, Angélica lo entendió así, y prosiguió.
Bajando un cambio, más suave, lenta y dulcemente se acercó a su hijo y con la lengua lamió la cabeza del glande que aparecía fuera del sujetador de su primogénito.
Él, ya no se resistió más, al quedarse mansito, ella, la mujer, su madre, le quitó esa prenda mientras lo saboreaba.
Observando a su hijo al palo, se sintió orgullosa de sus encantos y de su seducción, se acostó ella en su cama y se quitó las bragas arrojándosela a su hijo en tono de juego erótico.
Se subió sobre él y froto la vulva sobre la poronga de su hijo, hasta sentirla bien dura e introducirla en ella.
Ya con su hijo dentro de ella, bajo su piel, observó a Julio que ocupaba el lugar que al principio de todo esto ocupaba Leo, una especie de sillón, él, se estaba masturbando, al notar que fue observado se levantó, se paró como esperando ser convidado.
Exhibió su falo erguido, tantas veces compartido por ellos dos, lo llamó con un gesto, con un ademán que se acercara a participar de ese acto de amor sexual.
El joven no dudó y se subió a cama matrimonial, que por primera vez experimentaba un trío, desde la cabecera de la misma, bajó sus lienzos y ella, Angélica, penetrada contra natura por su hijo Leo, lo que a este más le gustaba hacer, entretenido este con el objeto de deseo, no reparó o en todo caso no le importó demasiado el compartirla con su actual enemigo intimo.
Ella, Angélica apretó firmemente con su mano izquierda el pene de Julio y se lo llevó a la boca, mamándolo. Para terminar siendo penetrada por ambos, nuevamente experimentaba en su cuerpo una doble penetración, pero esta vez deseada por ella, y no como en su juventud, que lo hacía obligada por su hermano Ernesto trabajando como profesional rentada del sexo, con hombres viejos sin ningún atractivo más que el vil metal.
Esta vez lo disfrutaba hasta la exaltación extrema de sus sentidos, estaba cubierta en líquidos, desde el sudor de la entrega, hasta los jugos y fluidos genitales.
Perdida en un frenesí.
En un delirio desenfrenado y furioso próximo a la locura, en éxtasis enajenada,
Tan enajenada se sentía que si hubieran aparecido otros hombres hubiera accedido a ellos, en ese momento siendo doblemente penetrada pensaba en Bruno, en su suegro, en su hermano y hasta en Don Giovani, quería desfallecer en una orgía en ese momento.
Parecía que todo marchaba bien y que terminaría mejor. Aunque comenzaron a suceder roces en ese fárrago humano convertido en trío sexual.
Leo acabó en la doble penetración desde bajo del cuerpo de su madre, y al retirarse de la vagina de ella, un chorro de semen salto en el culo de Julio.
Esto hizo que él se vengara, en el juego cambiaron de posiciones y de roles, hasta que Julio desbarrancó y mientras la penetraba a Angélica y Leo le chupaba la concha, el primero sacó la pija del culo de la mujer y se la introdujo en la boca de Leo, allí todo se acabó. Leo ofendido con ambos se retiró mencionando ¡Me voy! Hacía referencia a la "colimba"
¡Cuando vuelva no lo quiero ver en mi casa, sino me iré yo! Amenazó el hijo a su madre
De alguna manera ella estaba comprometida con ambos, no desde los lazos familiares solamente, sino desde lo sexo genital con ambos. Como así también ellos dos, los amigos, los hombres en ese dormitorio. Julio le había enseñado todo lo que había aprendido Leo, el fue quien lo despertó, bah, el que le hizo llevar a la práctica a Leo, todas sus fantasías juveniles.
Sin embargo, para Leo esa fue una época confusa de experimentación, de concreción, de la praxis, de la teoría a la experiencia, y ya había terminado, nunca lo había realizado gustosamente, siempre había sido como algo agridulce, llevado más por la necesidad y la obligación, quedaba en él, luego de la consumación homosexual, un sabor amargo.
Pero para Julio fue, y era amor.
El, tal vez, lo mismo que a Leo, le pasaba con la madre de este, con Angélica, Julio se la cojía por obligación, por agradecimiento, por dejarlo permanecer en esa casa. Ella lo había impuesto, lo había decidido, se lo había informado a su esposo, nunca se lo consultó, en ese momento Leo fue feliz con la decisión de su madre, aunque ya no.
Leo, ya no quería a Julio en su casa, y esta era una de las ultimas oportunidades que Angélica tenía para tratar de lograr que nada cambiara. Sin dudas era una empresa difícil, ya que de no lograrlo Julio se debería ir.
Recordaba mientras decidía que hacer, la primera vez con Julio, como este había actuado con decisión y valentía, luego de haberla llevado a realizar un trámite y de regreso a la casa, ya dentro del hogar, apenas habían cruzado el umbral de la puerta, Julio la avanzó descaradamente, ella reaccionó negativamente los primeros treinta segundos, luego se enfermó con él.
Angélica jugo todas sus cartas, las ultimas que le quedaban, al ver lo irreductible de la posición de su hijo, comenzó con sus mimos, esos que todavía conmovían a su hijo, pero abruptamente.
Leo no esperó esa acción por parte de su madre, y se incorporó levantándose los calzoncillos tratando de zafar de ese acoso, más ante la presencia de su ex amigo-amante, sin embargo ella, decidida continuó, gateó en cuatro patas y de rodillas frente a él, su hijo, volvió a bajarle la ropa interior y restregó su rostro sobre la verga degustándola.
Leo, nuevamente se desembarazó de ella, subiéndose el boxer y recostándose en la cama matrimonial, eso fue un indicio que se hacía el que no quería, toda aquella familia era esclava de las pasiones básicas e instintivas, Angélica lo entendió así, y prosiguió.
Bajando un cambio, más suave, lenta y dulcemente se acercó a su hijo y con la lengua lamió la cabeza del glande que aparecía fuera del sujetador de su primogénito.
Él, ya no se resistió más, al quedarse mansito, ella, la mujer, su madre, le quitó esa prenda mientras lo saboreaba.
Observando a su hijo al palo, se sintió orgullosa de sus encantos y de su seducción, se acostó ella en su cama y se quitó las bragas arrojándosela a su hijo en tono de juego erótico.
Se subió sobre él y froto la vulva sobre la poronga de su hijo, hasta sentirla bien dura e introducirla en ella.
Ya con su hijo dentro de ella, bajo su piel, observó a Julio que ocupaba el lugar que al principio de todo esto ocupaba Leo, una especie de sillón, él, se estaba masturbando, al notar que fue observado se levantó, se paró como esperando ser convidado.
Exhibió su falo erguido, tantas veces compartido por ellos dos, lo llamó con un gesto, con un ademán que se acercara a participar de ese acto de amor sexual.
El joven no dudó y se subió a cama matrimonial, que por primera vez experimentaba un trío, desde la cabecera de la misma, bajó sus lienzos y ella, Angélica, penetrada contra natura por su hijo Leo, lo que a este más le gustaba hacer, entretenido este con el objeto de deseo, no reparó o en todo caso no le importó demasiado el compartirla con su actual enemigo intimo.
Ella, Angélica apretó firmemente con su mano izquierda el pene de Julio y se lo llevó a la boca, mamándolo. Para terminar siendo penetrada por ambos, nuevamente experimentaba en su cuerpo una doble penetración, pero esta vez deseada por ella, y no como en su juventud, que lo hacía obligada por su hermano Ernesto trabajando como profesional rentada del sexo, con hombres viejos sin ningún atractivo más que el vil metal.
Esta vez lo disfrutaba hasta la exaltación extrema de sus sentidos, estaba cubierta en líquidos, desde el sudor de la entrega, hasta los jugos y fluidos genitales.
Perdida en un frenesí.
En un delirio desenfrenado y furioso próximo a la locura, en éxtasis enajenada,
Tan enajenada se sentía que si hubieran aparecido otros hombres hubiera accedido a ellos, en ese momento siendo doblemente penetrada pensaba en Bruno, en su suegro, en su hermano y hasta en Don Giovani, quería desfallecer en una orgía en ese momento.
Parecía que todo marchaba bien y que terminaría mejor. Aunque comenzaron a suceder roces en ese fárrago humano convertido en trío sexual.
Leo acabó en la doble penetración desde bajo del cuerpo de su madre, y al retirarse de la vagina de ella, un chorro de semen salto en el culo de Julio.
Esto hizo que él se vengara, en el juego cambiaron de posiciones y de roles, hasta que Julio desbarrancó y mientras la penetraba a Angélica y Leo le chupaba la concha, el primero sacó la pija del culo de la mujer y se la introdujo en la boca de Leo, allí todo se acabó. Leo ofendido con ambos se retiró mencionando ¡Me voy! Hacía referencia a la "colimba"
¡Cuando vuelva no lo quiero ver en mi casa, sino me iré yo! Amenazó el hijo a su madre
20 comentarios - Una Noche Interminable 27º Segunda Parte
http://www.poringa.net/posts/imagenes/2429781/Megapost-sintesis-y-adelantos-de-mi-historia-especial.html
Saludos y besos.