Angélica entró a su casa con la convicción de clausurar la vieja puerta que comunicaba a los dos terrenos, no quería más accesos inoportunos y solapados. Le dolía el orto y continuaba saliendo de su interior, la esperma de Don Giovani, pensó ¡Fue peor el remedio que la enfermedad!
Sin embargo, pronto se dio cuenta, que a veces se entra en racha, y estas son o .las hay, de las buenas y de las malas, y cuando uno entraba en alguna de ambas, las cosas se van dando una tras otra, sin solución de continuidad.
Al ingresar a través de la cocina con rumbo al cuarto de baño, escuchó la voz de Leo, que hablaba con alguien, Angélica entonces apuró sus pasos para introducirse a la ducha y que su hijo, si quería acción con ella, no se contaminara con la guasca del viejo de al lado.
¡Ma! Dijo Leo
¡Si, estoy por tomar una ducha! Dijo ella
¡Vení un segundo! Exclamó él
¡Esperame unos minutos que ya voy! Aseguró ella Angélica no quería hacer esperar a su hijo.
Fue así que, directamente, se pasó una toalla, se puso ropa limpia, y se dirigió hacia él. Lo hizo tan atropellada que obvio la presencia de una persona, no la vio, se sentó al lado de Leo y comenzó a desprenderle el cinturón..Leo rápidamente la interrumpió diciéndole ¡Mamá, el señor dice ser tu hermano, mi tío! Ella se sonrió pensando que su hijo bromeaba, ni siquiera giró la cabeza para observar, hasta escuchar la voz de se hermano Ernesto.
Su hijo, por casualidad lo había encontrado en la vereda de su casa, este se presentó y él no tuvo mejor idea que hacerlo pasar, aún conociendo algo de la historia entre ellos. A ella, su madre, se le transformó la cara, todo lo que pasó con el vecino para evitarlo y su hijo lo metió en la casa, Ernesto permanecía con una mueca irónica en su rostro.
Eso la desquició, lo miró y recordó todo el mal que ese hombre le había hecho, Angélica se contuvo de realizar un escándalo, y redobló la apuesta, sabiendo que su hijo sabía, de hecho ella misma se había confesado con él. Mantuvo la calma y con su cara más falsa, alegre, prosiguió con lo que empezó, dándole una lección a los dos, estaba segura que Leo la había querido apurar, dejar en evidencia, apostó a que su madre fingiría algo, sin embargo ella, le demostró que podía ser implacable, abrió la bragueta del pantalón de su hijo y sacó la verga del joven, absolutamente erguida, excitada, por la situación, mientras miraba sonriente y desafiante a su hermano.
Se incorporó y le ordenó a su hijo que la desvistiera, dijo ¡Mostremos a tu tío el amor en esta familia, el sabe y conoce de esto! Leo siguió las directivas sin chistar.
Y se subió a caballito a horcajadas sobre su joven hijo ante la atenta mirada del familiar. Observaba a su hermano Ernesto, a ese señor entrado en años, casi un anciano como el vecino lindero a su casa, que ella en un momento pensó estar perdidamente enamorada y lo divisó deteriorado, recordó todo el temor que este le infundía en su juventud y ahora el único sentimiento que le proporcionaba era uno cercano a la lástima.
Desnudó totalmente a Leo, su hijo, y se inclinó para chuparle la pija, siempre manteniendo sus ojos clavados en los de su hermano Ernesto, el tío de Leo.
Ella también se quitó toda la ropa y le dio la espalda al tercero en discordia, Ernesto no pudo evitar la tentación, el deseo, de acariciar el muy bien conservado cuerpo de su hermana, el que él había poseído más de una vez, y al que había comercializado en su pueblo entre los comerciantes, pequeños emprendedores, y cuentapropistas de turno, hasta ser denunciado por ella, y purgar su delito en prisión, por proxeneta. Acarició, su espalda, sus caderas y ella no se inmutó, como cuando participaba de las orgías organizadas por su hermano con ella, para ganar mayores sumas de dinero, hacer mejores dividendos, obtener máximas ganancias.
Leo, su hijo, parecía un actor porno, jamás se avergonzó, no hizo mella en él, la atenta mirada de un completo extraño, el que por casualidad era su tío, pero al que nunca había tratado, visitado, conocido, no tuvo pruritos, ni reparos para mantener el ritmo y la erección.
Angélica, se transportó a esos tiempos, donde gozaba de una falta de conciencia impune, y sumó audacias al acto, se recostó sobre el abdomen de su familiar, su hermano mayor y dejó que su hijo la penetrara en su vagina, todo manteniendo la sonrisa en la cara.
Más aún, lo provocó a su hermano Ernesto, poniéndole caras, de placer y se posicionó sobre este, mientras era enculada por su primogénito desde atrás.
Realizó todas las poses frente a su hermano, en el sofá, tanto, que este se compenetró en el espectáculo, maravillado por la destreza inalterada de su hermana y su físico aún privilegiado.
Se agitó de placer y llegó al orgasmo primero que su hijo, de costado, corriendo sus fluidos y parte de los líquidos y semen del tano que permanecían dentro de ella, ante la mirada permanente de su hermano Ernesto.
Para finalizar con la acabada en el rostro que su hijo le propinó, siendo un éxito su faena. La leche de su vástago, le corrió sobre sus senos, por su abdomen hasta su vientre.
Supo que esto no terminaría allí, ni para con su hermano, ni para con su hijo, para ambos Angélica tendría represalias. Ernesto no pudo aguantarse más, y aunque más no sea, tocó la vulva de su hermana, inflamada de pasión y de la acción desarrollada.
Leo, se sonrió por el accionar de su tío, eso realmente la molestó a la mujer, así que sin meditarlo, Frenó sus deseos de golpearlo e insultarlo y se le acercó, le bajó los pantalones y la ropa interior y comenzó a mamarle la chota, como antaño, como cuando eran jóvenes, el respondió velozmente, estaba excitado luego de haber visto el encuentro sexual entre su hermana y su sobrino.
A Leo, se le borró la sonrisa inmediatamente, no le hizo ninguna gracia la respuesta de su madre, se iba a ir a lavar, pero se quedó, permaneció mirando la escena sin saber muy bien que hacer. Pero cuando su tío, la ensartó a su madre frente a su presencia, eso lo aturdió, sabía que este había estado antes que él allí, la había desvirgado en su juventud, el no había tenido todavía la suerte de probar un virgo, su hermana Felina, ya estaba hecha cuando la agarró, pero, de todos modos, sintió celos, esto había herido su orgullo.
Sin embargo, no quería demostrar ese sentimiento, pero tampoco podía permanecer sin hacer nada, un desconocido, venía a su casa, más aún, él lo había traído, y delante suyo, se cojía a su madre, la cual era casi de su propiedad hasta ese momento, el pensó que tenía todo claro, pero, no, todo se había trastocado, su sensación era de ambigüedad, sentía repulsa por la actitud de su madre, al fin y al cabo, actuaba como una vulgar ramera, y por otro lado, le dolía verla así, porque de alguna manera sus actos la habían llevado a ella a redoblar la apuesta, él la conocía, era su madre, orgullosa, caprichosa, que se denigraba para llevarle la contraria, y el la amaba, tanto o más que a su hermana. Así que hizo "tripas corazón" y participó penetrándola contra natura en una doble penetración junto a su tío.
La madre, al sentir a su hijo ingresar en su cuerpo, se desilusionó, ella creía o pretendía otro desenlace, que su hijo, lo agarrara a trompadas, que se jugara por ella, pero esto, la convertía en nada, una puta, como lo había sido tanto tiempo, y él único que la rescató, conociendo su pasado, había sido Bruno, su esposo, al cual se había cansado de traicionar y serle infiel con casi todo el mundo, lloró, pero no por las pijas en su cuerpo, sino por lo que recién ahora descubría, comprendía, era lamentable, pensó que tenía dos caminos, o quitarse la vida, al darse cuenta del ser despreciable que era, y que los demás no dudaban, o vengarse de todos y ser una hipócrita, optó por la última opción.
Sin embargo, pronto se dio cuenta, que a veces se entra en racha, y estas son o .las hay, de las buenas y de las malas, y cuando uno entraba en alguna de ambas, las cosas se van dando una tras otra, sin solución de continuidad.
Al ingresar a través de la cocina con rumbo al cuarto de baño, escuchó la voz de Leo, que hablaba con alguien, Angélica entonces apuró sus pasos para introducirse a la ducha y que su hijo, si quería acción con ella, no se contaminara con la guasca del viejo de al lado.
¡Ma! Dijo Leo
¡Si, estoy por tomar una ducha! Dijo ella
¡Vení un segundo! Exclamó él
¡Esperame unos minutos que ya voy! Aseguró ella Angélica no quería hacer esperar a su hijo.
Fue así que, directamente, se pasó una toalla, se puso ropa limpia, y se dirigió hacia él. Lo hizo tan atropellada que obvio la presencia de una persona, no la vio, se sentó al lado de Leo y comenzó a desprenderle el cinturón..Leo rápidamente la interrumpió diciéndole ¡Mamá, el señor dice ser tu hermano, mi tío! Ella se sonrió pensando que su hijo bromeaba, ni siquiera giró la cabeza para observar, hasta escuchar la voz de se hermano Ernesto.
Su hijo, por casualidad lo había encontrado en la vereda de su casa, este se presentó y él no tuvo mejor idea que hacerlo pasar, aún conociendo algo de la historia entre ellos. A ella, su madre, se le transformó la cara, todo lo que pasó con el vecino para evitarlo y su hijo lo metió en la casa, Ernesto permanecía con una mueca irónica en su rostro.
Eso la desquició, lo miró y recordó todo el mal que ese hombre le había hecho, Angélica se contuvo de realizar un escándalo, y redobló la apuesta, sabiendo que su hijo sabía, de hecho ella misma se había confesado con él. Mantuvo la calma y con su cara más falsa, alegre, prosiguió con lo que empezó, dándole una lección a los dos, estaba segura que Leo la había querido apurar, dejar en evidencia, apostó a que su madre fingiría algo, sin embargo ella, le demostró que podía ser implacable, abrió la bragueta del pantalón de su hijo y sacó la verga del joven, absolutamente erguida, excitada, por la situación, mientras miraba sonriente y desafiante a su hermano.
Se incorporó y le ordenó a su hijo que la desvistiera, dijo ¡Mostremos a tu tío el amor en esta familia, el sabe y conoce de esto! Leo siguió las directivas sin chistar.
Y se subió a caballito a horcajadas sobre su joven hijo ante la atenta mirada del familiar. Observaba a su hermano Ernesto, a ese señor entrado en años, casi un anciano como el vecino lindero a su casa, que ella en un momento pensó estar perdidamente enamorada y lo divisó deteriorado, recordó todo el temor que este le infundía en su juventud y ahora el único sentimiento que le proporcionaba era uno cercano a la lástima.
Desnudó totalmente a Leo, su hijo, y se inclinó para chuparle la pija, siempre manteniendo sus ojos clavados en los de su hermano Ernesto, el tío de Leo.
Ella también se quitó toda la ropa y le dio la espalda al tercero en discordia, Ernesto no pudo evitar la tentación, el deseo, de acariciar el muy bien conservado cuerpo de su hermana, el que él había poseído más de una vez, y al que había comercializado en su pueblo entre los comerciantes, pequeños emprendedores, y cuentapropistas de turno, hasta ser denunciado por ella, y purgar su delito en prisión, por proxeneta. Acarició, su espalda, sus caderas y ella no se inmutó, como cuando participaba de las orgías organizadas por su hermano con ella, para ganar mayores sumas de dinero, hacer mejores dividendos, obtener máximas ganancias.
Leo, su hijo, parecía un actor porno, jamás se avergonzó, no hizo mella en él, la atenta mirada de un completo extraño, el que por casualidad era su tío, pero al que nunca había tratado, visitado, conocido, no tuvo pruritos, ni reparos para mantener el ritmo y la erección.
Angélica, se transportó a esos tiempos, donde gozaba de una falta de conciencia impune, y sumó audacias al acto, se recostó sobre el abdomen de su familiar, su hermano mayor y dejó que su hijo la penetrara en su vagina, todo manteniendo la sonrisa en la cara.
Más aún, lo provocó a su hermano Ernesto, poniéndole caras, de placer y se posicionó sobre este, mientras era enculada por su primogénito desde atrás.
Realizó todas las poses frente a su hermano, en el sofá, tanto, que este se compenetró en el espectáculo, maravillado por la destreza inalterada de su hermana y su físico aún privilegiado.
Se agitó de placer y llegó al orgasmo primero que su hijo, de costado, corriendo sus fluidos y parte de los líquidos y semen del tano que permanecían dentro de ella, ante la mirada permanente de su hermano Ernesto.
Para finalizar con la acabada en el rostro que su hijo le propinó, siendo un éxito su faena. La leche de su vástago, le corrió sobre sus senos, por su abdomen hasta su vientre.
Supo que esto no terminaría allí, ni para con su hermano, ni para con su hijo, para ambos Angélica tendría represalias. Ernesto no pudo aguantarse más, y aunque más no sea, tocó la vulva de su hermana, inflamada de pasión y de la acción desarrollada.
Leo, se sonrió por el accionar de su tío, eso realmente la molestó a la mujer, así que sin meditarlo, Frenó sus deseos de golpearlo e insultarlo y se le acercó, le bajó los pantalones y la ropa interior y comenzó a mamarle la chota, como antaño, como cuando eran jóvenes, el respondió velozmente, estaba excitado luego de haber visto el encuentro sexual entre su hermana y su sobrino.
A Leo, se le borró la sonrisa inmediatamente, no le hizo ninguna gracia la respuesta de su madre, se iba a ir a lavar, pero se quedó, permaneció mirando la escena sin saber muy bien que hacer. Pero cuando su tío, la ensartó a su madre frente a su presencia, eso lo aturdió, sabía que este había estado antes que él allí, la había desvirgado en su juventud, el no había tenido todavía la suerte de probar un virgo, su hermana Felina, ya estaba hecha cuando la agarró, pero, de todos modos, sintió celos, esto había herido su orgullo.
Sin embargo, no quería demostrar ese sentimiento, pero tampoco podía permanecer sin hacer nada, un desconocido, venía a su casa, más aún, él lo había traído, y delante suyo, se cojía a su madre, la cual era casi de su propiedad hasta ese momento, el pensó que tenía todo claro, pero, no, todo se había trastocado, su sensación era de ambigüedad, sentía repulsa por la actitud de su madre, al fin y al cabo, actuaba como una vulgar ramera, y por otro lado, le dolía verla así, porque de alguna manera sus actos la habían llevado a ella a redoblar la apuesta, él la conocía, era su madre, orgullosa, caprichosa, que se denigraba para llevarle la contraria, y el la amaba, tanto o más que a su hermana. Así que hizo "tripas corazón" y participó penetrándola contra natura en una doble penetración junto a su tío.
La madre, al sentir a su hijo ingresar en su cuerpo, se desilusionó, ella creía o pretendía otro desenlace, que su hijo, lo agarrara a trompadas, que se jugara por ella, pero esto, la convertía en nada, una puta, como lo había sido tanto tiempo, y él único que la rescató, conociendo su pasado, había sido Bruno, su esposo, al cual se había cansado de traicionar y serle infiel con casi todo el mundo, lloró, pero no por las pijas en su cuerpo, sino por lo que recién ahora descubría, comprendía, era lamentable, pensó que tenía dos caminos, o quitarse la vida, al darse cuenta del ser despreciable que era, y que los demás no dudaban, o vengarse de todos y ser una hipócrita, optó por la última opción.
42 comentarios - Burla del destino 24º
Saludos, besos y abrazos.