Bruno, mi padre, se desperezó oyendo a mi hermano, su hijo, llamándome.
A mi, su hija, la que había compartido la cama con él, la hermana de Leo, el hijo que gritaba buscándome fuera de aquel lugar.
Bruno, no daba más de la fatiga, del cansancio que le produjo el segundo encuentro con Felina su propia hija, junto a él desnuda.
Bruno, estaba en una condición tan desastrosa, que no atinó a nada, sólo a bostezar.
Sin embargo, ella, su hija, más pícara, más astuta y por supuesto mucho más joven, reaccionó rápidamente, no sólo, no estaba tan arruinada como él, sino que se hacía cargo del viejo dicho "calavera no chilla", y de un salto se puso de pie y comenzó a vestirse con las escasas prendas con las que había llegado a visitar a su padre en ese lugar.
Ella, al incorporarse, advirtió el dolor en el ano, parecía tener un palo en el culo, le dolía y la hacía caminar con dificultad, pero igual, afrontó las consecuencias, y le dijo a su padre con un último comentario gracioso, humorístico, a pesar de la situación y tensión de ese momento, debido a la cercanía de la presencia de Leo, familiar de ambos, yendo con pasos acelerados hacia el galpón donde ambos se encontraban:
¡Me rompo el orto por vos! Sentenció Felina, su hija
Bruno, no pudo más que esbozar una sonrisa, sin embargo, eso lo hizo recapacitar, calzarse el slip, el también estaba totalmente desnudo y taparse fingiendo estar despertándose, no mucho más podía hacer, ni otra cosa le respondía su mente y su cuerpo.
Felina, corrió como podía, medio rengueando por lo anteriormente manifestado, hasta la abertura de ingreso al galpón. Una especie de puerta/ventana de vidrio, tomó valor y la abrió con seguridad, simultáneamente puso su dedo índice en sus labios, haciendo un ademán de silencio a su hermano, frente a ella, en la puerta de entrada al lugar.
Este la miró con sorpresa, y también con señas le hizo entender a ella, que quería saber que hacía en ese sitio.
Mientras observaba a su padre de reojo, el mismo se mantenía tapado con cobijas y al parecer profundamente dormido.
Ella, Felina, su hermana, lo quiso sacar del lugar, pasándole un brazo por la cintura y salir, pero Leo se negó, permaneció parado en la entrada, impidiéndole salir, ella temió ser descubierta en aquella charada, pero él, su hermano, sólo como de costumbre quiso manosearla.
Ella se desesperó, ya que tenía la concha y el ojete, inundados de esperma, y además el padre, se hacía el dormido, no lo estaba, y él, Bruno, no sabía de las relaciones entre ellos dos, en el interior de su hogar.
Sin embargo, ella algo tenía que hacer, su hermano, cuando se ponía pesado, era un plomo.,
Se arrodilló frente a este, siempre en el oficio mudo, le abrió el cinturón de sus pantalones, bajó el cierre relámpago, le corrió el calzoncillo y le manoteó la verga.
La misma (la chota) de su hermano Leo, instantáneamente se irguió y se la chupó, mientras que su hermano le acariciaba sus cabellos.
Ella lo hacía nerviosa, apurada y silenciosa, por ese motivo, sin querer lo mordió y Leo dio un saltatito hacia atrás y un gritito, mientras velozmente se le bajaba la pija.
Ahora si, en ese momento ella aprovechó y salió, y su hermano junto con ella.
Para tranquilidad de Felina, su padre no había tomado conciencia de nada, ya que al hacerse el dormido, se desmayó por el agotamiento, y a pesar de la luminosidad que ingresaba en el lugar, en ese quincho sus ronquidos confirmaban aquello.
Entró casi corriendo a la casa, no podía hacerlo por que le ardía el culito, ya dentro de su hogar se dirigió al cuarto de baño, pero, no todas le seguirían saliendo bien, ya que el mismo estaba ocupado por su madre, así que continuó su deambular hacia la habitación.
Leo la seguía y volvió a la carga.
Felina se quejó ¡Pará nene, no ves que mamá está despierta en el baño! ¡Tan caliente estás!
¡Y, cuál es el problema, si como decís está en el baño, no está frente a nosotros! Aclaró él
¡Si, pero sale, viene y nos agarra garchando en la pieza! Afirmó ella
¡Bueno, no te cojo, dejame darle una chupada! Solicitó Leo
Ella pensaba, "ni en pedo, estoy llena de guasca de papá"
¡No, cuando veamos que está ocupada con algo mamá, lo hacemos! Aseguró la pendeja
¡Tomátelas! Dijo Leo, le quitó la tanga le abrió las piernas y se mandó de lleno en la vagina.
Felina se mordió para no gritar, primero porque el abrirle las piernas con brusquedad le estiró el orificio del ano y el dolor cada vez era mayor y le molestaba más, segundo porque se daría cuenta que estaba impregnada en leche.
Leo con su primer chupón en la vulva, recibió una descarga de líquidos y fluidos exagerados, no podían ser de su hermanita, y menos tan rápidos, ni se podía ella haber calentado tanto, además que eso tan espeso, no eran sustancias preseminales, eso era guasca.
Su hermano se corrió mientras la leche le caía por la comisura de sus labios y ponía carita de asquete,
¡Puuaaajjjjj! ¡Qué es esto! Exclamó su hermano
¡Leche, que va a ser, tus polvos, tarado! Aseguró Felina rápida riéndose a carcajadas.
Leo, se retiró del cuarto aguantándose las ganas de vomitar.
Angélica, su madre, desocupó el cuarto de baño, y ella aprovechó para utilizarlo.
Felina, comenzó a higienizarse mientras reflexionaba en los cambios producidos en los últimos meses, luego del viaje de egresados, o mejor dicho, de su graduación, estaba próxima a cumplir sus diecinueve años de vida y la misma (vida) había pegado un vuelco absoluto. Pasó de ser una nerd, acosada sexualmente por los varones y no entregar, a cojerse todo lo que tenía vida.
Analizaba, primero ese cambio drástico, y como segundo tópico, y más reciente, también observaba, como sus gustos se iban modificando.
Es decir, ella, a pesar de su gran y variada actividad sexual, por su edad, no tenía toda la experiencia, y por ejemplo, había reparado, que era la primera vez que se había topado, con una poronga de las características de la de su padre, y esa si, que la tenía extasiada.
Era realmente significativa, de proporciones importantes, jugando con las palabras pensó "de envergadura" ja (sonrió).
Ella, le escapaba a las pocas vergas de gran tamaño que había tenido la posibilidad de encontrar, recordaba la fiesta de egresados y la pija de uno de los alumnos del curso vespertino (ella había ido de mañana a la escuela, pero la institución contaba con tres turnos, "mañana, tarde y vespertino o nocturno) en este último, iban los que trabajaban, o eran repetidores y habían pasado por los otros dos, eran el descarte. Tal vez por eso, los muchachos eran mayores. Eso también, consideró, modificaba las prácticas, notó, que con mayor edad, los hombres se ponían generosos, no tan egoístas, pensaban en la partenaire, en la compañera, en la pareja ocasional y no tanto en ellos y su satisfacción (sexualmente hablando).
Lo experimentaba con su hermano Leo, este era como la mayoría de los chicos de su edad, la ponían bruscamente, lo hacían con furia, violencia, veloces, muy excitados y acababan sin reparar en su compañera.
Y además del tamaño, ella se generó la hipótesis, que debía comprobar y/o contrastar, que las pijas adultas, por una cuestión de uso, o por el paso del tiempo, se hacían más gordas.
Ella se imaginaba a Leo con la chota de su padre, la hubiera desvencijado, destrozado, él era un bruto, si a pesar de que su padre, había actuado con ternura y delicadeza le dolía, no quería imaginarse haciéndolo con un párvulo como su hermano (si tuviera el tamaño de la de su papá)
Y el temor a las pijas de gran tamaño, lo perdió gracias a su papi, de hecho, a ella, de ese tiempo a esta parte (desde que comenzó a garchar) cada vez le gustaba más, pensaba:
¡Cómo pasé tanto tiempo perdiéndome esta experiencia!
Ya tocarse ella misma la conmovía, pero, tener el órgano extraño dentro de su cuerpo, la enloquecía, sentirse poseída, penetrada, invadida por otro cuerpo desconocido, ajeno, que se introdujera en su ser, le parecía maravilloso, una experiencia mágica, tener un pedazo de cuerpo dentro suyo, bajo su piel, la deliraba, pero, ahora había descubierto, que si ese pedazo de carne era de mayor tamaño, lo sentía de manera distinta, y a pesar del dolor, que seguramente pasaría y lo asimilaría, el disfrute, el goce era mayor, quería más, más y más.
A partir de ese momento, se decidió en ponerse como objetivo los adultos, los hombres mayores y no los pendejos creídos, que pensaban que había que agradecerle el polvo. No, los otros, los hombres y aún más los que no había sido tan favorecidos en su apariencia y su físico, estos eran más gauchitos, trabajadores y solidarios.
Ese era el caso de su padre, que a pesar que era un hombre atractivo, estaba desperdiciado por su madre y no se sentía apreciado por aquella, y le había regalado la más maravillosa experiencia que hasta ahí, Felina hubiera disfrutado, experimentado, recibido.
Recordó en ese momento la penetración contra natura propinada por su padre.
Se acordó emotivamente como sufrió la irrupción de esa descomunal verga en su orificio anal virgo, como arrasó con todo a su paso, allanando escollos, derruyendo obstáculos. Hasta gozarlo y hacerla acabar por el culo, algo que nunca imaginó se pudiera concretar a pesar del dolor.
Eso también lo meditó, cada vez más, cuando se ponía a pensar, sólo con su mente, lograba que su caverna de placer, la vulva se llenara de flujo, es decir, cada vez, era más receptiva al sexo.
Volvió a recordar a su papá cabalgando su ano.
Se vio mentalmente como lo disfrutaba y sus movimientos acompasados para que él llegara a su orgasmo, percibió hasta el olor de ese instante, el que la hizo reparar y avergonzar, ya que salía de ella, que en su momento le pareció desagradable, pero que ahora, mientras lo repasaba, le parecía sublime, tórrido, exaltado, estuoso.
Y su comentario, el que ahora le parecía patético, de pendejita:
¡Papá se huele o hay olor!
Se odió en este momento, haber mencionado comentario tan idiota, necio de borrega presuntuosa.
Sin dudas cada vez menos extrañaría a Leo, su hermano, y seguramente hoy estaba primero en el ranking, y era su figurita de moda, su papá.
Otra cosa que notó mientras se duchaba y se examinaba física y mentalmente era su cuerpo, observaba que se iba modificando, sus pechos habían crecido, cuando se excitaba se le paraban los pezones, que antes no tenía, sus caderas se habían redondeado y se comenzaban anchar, parecía junto con la cintura, una guitarra criolla, sus glúteos, las nalgas, en síntesis sus cachas se habían parado, tal vez eso se debía a su normal desarrollo, estaba creciendo, o quizás a la actividad genital, sexual, que desarrollaba cada vez más asiduamente.
Pensó también, que en la semana volvería Julio, el amigo de su hermano que vivía con ellos, y que algunas veces se le había insinuado, estaba a full con su despertar sexual.
Salió del cuarto de baño y se dirigió ayudar con el almuerzo de despedida de su hermano, que regresaba al cuartel militar, para continuar con el servicio obligatorio con la patria.
Angélica su madre, la mandó a despertar a su padre, se había enterado por su hijo Leo, que estaba en el cuarto del fondo de la casa.
Ella (Angélica) no lo quería ir a buscar, y su hijo Leo tampoco, la indicada era ella, Felina.
La hija, se dirigió al lugar a buscarlo.
Cuando ingreso al sitio, se excitó inmediatamente, su padre dormía plácidamente, ella se acercó a despertarlo, ya que con sólo su llamado no logró reanimarlo.
Aún con sus cabellos mojados y como era su costumbre, con poca ropa, se subió gateando al camastro donde reposaba su papá, no pudo resistirse y detenidamente prestó atención al miembro erguido en los boxer de su padre. No pudo con la tentación y lo acarició suavemente.
Bruno se sobresaltó y la contempló extasiado a su niña, su hijita querida, ya no tenía más culpas consigo mismo, ella también lo miró como su enamorada, aunque nada de eso había, sólo calentura con una verga nueva, grande, un novel capricho para la malcriada casquivana.
Le sonrió sugestivamente, esperando la reacción de su progenitor, de malvada que era.
Este, como no reaccionaba a sus encantos, ella no esperó más, no había tiempo para nada, sólo para quemarle la cabeza, ella estaba convencida que no debía pasar inadvertida en ningún lugar y menos donde hubiera machos, así que se quitó la poca ropa y lo montó. Además de perra promiscua que era, y a pesar de su doliente condición, ella lo abarcó con su orto, y tuvo que esforzarse para que le ingrese la poronga en su cuerpo herido.
Cuando realizó el enceste le ardió el culito, pero danzó sentada en la garcha de su padre.
El pobre hombre, se enfermó de fiebre, explotaba con la actitud desfachatada, provocadora y perversa de esa ninfa, así que la hizo girar en su miembro viril, aunque se zafó y la sentó de una, de espaldas a él, ya con el ano dilatado, porque esta vez no costó, entró como trompada.
No fue más que hacerlo reaccionar, que luego ella se escapó de él, dejándolo ardiente.
Se paró, y se vistió con las pocas ropas y le dijo secamente, dale, vamos a comer, no te delires.
A ella, igual le encantó, pero quería demostrarle quien mandaba, sería cuando ella quisiera y no cuando el dispusiera hacerlo.
El se quedó callado, con la pija al palo, sin quejarse ni murmurar un reclamo, como un esclavo de los deseos de su hija, ella ya estaba en la puerta saliendo, y el hombre permanecía quieto, callado. Felina giró con su cabeza por sobre su hombro, y al verlo tan desamparado, tan débil, tan falto de dignidad, vencido, se apiadó de él, le dio lástima y regresó con un trotecito, tomó la verga entre sus manos le dio un par de sacudones, de mala manera, mal ejecutados, demostrando fastidio y mala gana y lo hizo acabar, el hombre casi ni exteriorizó su gozo, para no ser tal vez reprendido por su hija, y eso ella lo entendió e irónicamente se sonrió.
157 comentarios - Mi hermano casi me encuentra con mi padre teniendo sexo
Besos y abrazos.
Saludos y un abrazo.