El final de esa última jornada fue agotadora, luego de haber estado con Marina, su compañerita de colegio y luego conmigo, su madre, le quedaba el plato más caro, su hermana.
Ella, Felina, mi hija, había comenzado a enviciarse sexualmente, no específicamente por el accionar de su hermano con ella, sino que esto, venía de antaño, su avidez genital, sin embargo, con la inclusión de Leo, mi hijo, en su vida sexual, se había disparado su libido, se había exacerbado su ansia genésica, se había desinhibido sexualmente, se había soltado de manera procaz, estaba absolutamente sin frenos que la inhibieran, promiscua. Pero, era curioso, si la buscaban se hacía rogar, daba mil vueltas, se negaba, hacía suplicarse. Si la ignoraban, iba a la búsqueda de extraños, se subía a cualquier automóvil o venía a buscar a sus familiares, amigos y/o conocidos.
Los miraba poniendo cara de ¡Insistan, cójanme! o les decía que la dejen y no les soltaba la mano, que se vayan y al hacerlo se les cruzaba por delante.
Esa noche vino a él, buscó a mi hijo, a su hermano, genitalmente.
Empecé seriamente a pensar, que había despertado algo en ella, una enfermedad, una adicción dormida, una lujuria grave, algo que estaba en nuestros genes, en la genealogía de las mujeres de nuestra familia. Parecía una ninfómana de novela o película. Insaciable, con un impulso instintivo que la llevaba a satisfacer sus deseos o necesidades de cualquier modo, a cualquier costa, a como de lugar, de manera voraz, de forma aviesa.
Ese fue el inicio de todo el drama familiar que en el futuro sufriríamos.
Así como se paseaba casi sin ropas por la casa, o literalmente desnuda, comenzó también hacerlo por la calle, y en público.
Salía semidesnuda, o vestida de manera provocativa, y se iba con cualquiera que se le arrimara o que la invitara.
En un principio lejos del barrio, pero al final, hasta con los vecinos más cercanos o conocidos.
Por supuesto, esto yo no lo sabía, los desconocía, y me enteraría más adelante.
Esa noche Leo, la chupó, la lamió, usó los garfios, porque a pesar de su genitalidad deliciosa, su actitud desenfadada, el cuerpo de su hermano, mi hijo, estaba exhausto, igual se le paró un par de veces.
De alguna forma esto fue positivo para él, porque como dije antes, si no le pedían ella se daba, se entregaba.
Le dijo ¡Penetrame! y Leo le respondió, ¡Tenemos que evaluarlo mejor, después hablamos! Y eso la enloqueció de lascivia, impudicia, sintió su lubricidad en la vulva, se inundó e inundó de flujo los miembros, derramó sus secreciones sobre su hermano.
Mi hijo Leo, había sido sorteado para la "colimba" el servicio militar obligatorio, le había tocado el ejército, una de las tres fuerzas armadas, curiosamente fue la última generación que hizo la conscripción, porque promediando el año 1994, con la muerte de un conscripto, el gobierno de aquel entonces dictaminó el fin de esa obligatoriedad.
Nuevamente exánime y extenuado Leo se despertó en la cama de su hermanita, mi hija. Ella ya no estaba en el dormitorio. La cama de mi hijo estaba sin deshacer, contrariado este se levantó desnudo y se zambulló en ella (su cama), para que la familia no se percatara de lo sucedido.
Minutos después ingresé yo, su madre, a pedirle que se levantara para ir a la escuela.
¡Si, ahora me levanto! Me respondió
Cuando volvió Felina de bañarse, Leo la increpó ¡Tarada, por qué no me despertaste, o deshiciste mi cama!
¡Mirá si mamá entraba y la veía perfectamente hecha! Exclamó su hermano contrariado
¡Es tarde, papá nos vio dormidos juntos y desnudos! Lacónicamente respondió ella.
Me quiero matar ¡Y ahora, que decimos! Exclamó Leo
¡Nada! ¿Qué vas a decir? Despreocupada respondió Felina
A Leo, no sólo le importaba que sucedería con él, más le preocupaba que se enterara su madre, y la decepción que ello le acaecería. Todo el día se la pasó pensando una excusa, una coartada.
Estuvo deprimido durante todo el día, obvió por completo a Marina en la escuela, luego del día de sexo anterior, lo único que estaba en su cabeza era que hacer, que decir, como mentir.
Regresaron ambos a casa y él continuaba igual, desanimado, pesimista, desmoralizado. Tanto fue así, que tuvo que soportar un interrogatorio de mi, su madre y encima mimoso, con caricias y franelas que despertaban más culpa en él.
¿Me querés deber un favor? Le preguntó su hermana acercándose a Leo
¿Cómo, qué, de qué hablás? Aturdido preguntó él
¡De lo que te preocupa, yo lo convenzo a papá! Aseguró Felina, su hermana
¿Y cómo? Preguntó no creyendo en ella ni en esa posibilidad
¡Vos sabés, que sos el preferido de mamá, y yo si no te lo sabés, la de papá, esa soy yo!
¡Enterate si no es así! Afirmo Felina
En ese momento, no tomó la suficiente dimensión de lo que su hermana le decía, mucho más tarde lo haría, le caería la ficha de aquello.
¡Y si! Dijo con un dejo de duda mezclada con algo de esperanza
¡Bueno, pero eso tiene su costo! Aclaró Felina
¿Qué costo? Preguntó aún en babia, distraído, tonto
¡Me vas a deber un favor para siempre, para el resto de tu vida!
¡Y me lo vas a pagar, hasta que yo crea que fue suficiente! ¿OK? Preguntó la hermanita
Leo no estaba en posición de cuestionar nada, tenía realmente mucho miedo, pánico al escándalo, y no vio segundas intenciones ¡OK! Dijo aceptando el trato
¡Estrechemos las manos como señal de compromiso! Solicitó ella y Leo lo hizo
Pasó esa noche, y el resto de los días, hasta la ida a la colimba, sin ningún problema familiar.
Su vida continuó perfecta, cojiéndose a su hermanita, a su madre y a su compañerita de colegio.
Ah, claro, me olvidaba, al final penetró a su hermana, y eso él pensó, era el costo de su intervención para evitar el affaire, que iluso, de verdad, si en síntesis, lo disfrutaba más Leo que ella, su hermana Felina, o en todo caso ambos de igual manera.
Sucedió, la noche anterior a su incorporación al ejército para realizar la conscripción. Luego de la cena, la despedida de su familia, ella (Felina) y él (Leo) tuvieron su íntima celebración carnal, amatoria, que terminó con la penetración, casi sin querer queriendo.
Cojieron toda la noche, hasta que amaneció.
Primero, ella optó por sentarse sobre su verga, con la excusa de probar hasta donde se podía llegar, porque si Leo la montaba seguramente le rompería el hímen, y no estaba segura de querer hacerlo aún, o con él, Leo, su hermano, es más, le planteó la posibilidad de hacerlo contra natura, por el orto, mientras se lo decía Leo deliraba de calentura.
Y le entregó el culo primero, fue delicioso, el primero que había hecho Leo, era el de su madre y fue el segundo de su cosecha personal el de ella, el de su hermanita.
Se la re banco, se quejó un poco, pero con jadeos de placer, al termino de unos minutos iba como piña, prmero Leo lo preparó con sus dedos, porque observó que no se dilataba con facilidad como el de su madre, este era virgen, era por primera vez profanado.
Después, Felina le dejó entrarle por la vagina, y fue el éxtasis total, había puesto su mano entre la base de su verga y la vulva, como para ponerle un tope y que no se mande de una, pero a los dos o tres bombazos, ella sacó la mano y la enterró hasta el fondo.
Felina, al cabo de un rato bailaba sobre la garcha de su hermano Leo, era una eximia ejecutante de esa maravillosa danza.
Lo único que le pidió es que tuviera cuidado, que le avise y acabe afuera, así lo hizo él, todo como un caballerito responsable. Y se fue nomás, a la mañana, rumbo a La Plata, a incorporarse a la colimba.
Ella, Felina, mi hija, había comenzado a enviciarse sexualmente, no específicamente por el accionar de su hermano con ella, sino que esto, venía de antaño, su avidez genital, sin embargo, con la inclusión de Leo, mi hijo, en su vida sexual, se había disparado su libido, se había exacerbado su ansia genésica, se había desinhibido sexualmente, se había soltado de manera procaz, estaba absolutamente sin frenos que la inhibieran, promiscua. Pero, era curioso, si la buscaban se hacía rogar, daba mil vueltas, se negaba, hacía suplicarse. Si la ignoraban, iba a la búsqueda de extraños, se subía a cualquier automóvil o venía a buscar a sus familiares, amigos y/o conocidos.
Los miraba poniendo cara de ¡Insistan, cójanme! o les decía que la dejen y no les soltaba la mano, que se vayan y al hacerlo se les cruzaba por delante.
Esa noche vino a él, buscó a mi hijo, a su hermano, genitalmente.
Empecé seriamente a pensar, que había despertado algo en ella, una enfermedad, una adicción dormida, una lujuria grave, algo que estaba en nuestros genes, en la genealogía de las mujeres de nuestra familia. Parecía una ninfómana de novela o película. Insaciable, con un impulso instintivo que la llevaba a satisfacer sus deseos o necesidades de cualquier modo, a cualquier costa, a como de lugar, de manera voraz, de forma aviesa.
Ese fue el inicio de todo el drama familiar que en el futuro sufriríamos.
Así como se paseaba casi sin ropas por la casa, o literalmente desnuda, comenzó también hacerlo por la calle, y en público.
Salía semidesnuda, o vestida de manera provocativa, y se iba con cualquiera que se le arrimara o que la invitara.
En un principio lejos del barrio, pero al final, hasta con los vecinos más cercanos o conocidos.
Por supuesto, esto yo no lo sabía, los desconocía, y me enteraría más adelante.
Esa noche Leo, la chupó, la lamió, usó los garfios, porque a pesar de su genitalidad deliciosa, su actitud desenfadada, el cuerpo de su hermano, mi hijo, estaba exhausto, igual se le paró un par de veces.
De alguna forma esto fue positivo para él, porque como dije antes, si no le pedían ella se daba, se entregaba.
Le dijo ¡Penetrame! y Leo le respondió, ¡Tenemos que evaluarlo mejor, después hablamos! Y eso la enloqueció de lascivia, impudicia, sintió su lubricidad en la vulva, se inundó e inundó de flujo los miembros, derramó sus secreciones sobre su hermano.
Mi hijo Leo, había sido sorteado para la "colimba" el servicio militar obligatorio, le había tocado el ejército, una de las tres fuerzas armadas, curiosamente fue la última generación que hizo la conscripción, porque promediando el año 1994, con la muerte de un conscripto, el gobierno de aquel entonces dictaminó el fin de esa obligatoriedad.
Nuevamente exánime y extenuado Leo se despertó en la cama de su hermanita, mi hija. Ella ya no estaba en el dormitorio. La cama de mi hijo estaba sin deshacer, contrariado este se levantó desnudo y se zambulló en ella (su cama), para que la familia no se percatara de lo sucedido.
Minutos después ingresé yo, su madre, a pedirle que se levantara para ir a la escuela.
¡Si, ahora me levanto! Me respondió
Cuando volvió Felina de bañarse, Leo la increpó ¡Tarada, por qué no me despertaste, o deshiciste mi cama!
¡Mirá si mamá entraba y la veía perfectamente hecha! Exclamó su hermano contrariado
¡Es tarde, papá nos vio dormidos juntos y desnudos! Lacónicamente respondió ella.
Me quiero matar ¡Y ahora, que decimos! Exclamó Leo
¡Nada! ¿Qué vas a decir? Despreocupada respondió Felina
A Leo, no sólo le importaba que sucedería con él, más le preocupaba que se enterara su madre, y la decepción que ello le acaecería. Todo el día se la pasó pensando una excusa, una coartada.
Estuvo deprimido durante todo el día, obvió por completo a Marina en la escuela, luego del día de sexo anterior, lo único que estaba en su cabeza era que hacer, que decir, como mentir.
Regresaron ambos a casa y él continuaba igual, desanimado, pesimista, desmoralizado. Tanto fue así, que tuvo que soportar un interrogatorio de mi, su madre y encima mimoso, con caricias y franelas que despertaban más culpa en él.
¿Me querés deber un favor? Le preguntó su hermana acercándose a Leo
¿Cómo, qué, de qué hablás? Aturdido preguntó él
¡De lo que te preocupa, yo lo convenzo a papá! Aseguró Felina, su hermana
¿Y cómo? Preguntó no creyendo en ella ni en esa posibilidad
¡Vos sabés, que sos el preferido de mamá, y yo si no te lo sabés, la de papá, esa soy yo!
¡Enterate si no es así! Afirmo Felina
En ese momento, no tomó la suficiente dimensión de lo que su hermana le decía, mucho más tarde lo haría, le caería la ficha de aquello.
¡Y si! Dijo con un dejo de duda mezclada con algo de esperanza
¡Bueno, pero eso tiene su costo! Aclaró Felina
¿Qué costo? Preguntó aún en babia, distraído, tonto
¡Me vas a deber un favor para siempre, para el resto de tu vida!
¡Y me lo vas a pagar, hasta que yo crea que fue suficiente! ¿OK? Preguntó la hermanita
Leo no estaba en posición de cuestionar nada, tenía realmente mucho miedo, pánico al escándalo, y no vio segundas intenciones ¡OK! Dijo aceptando el trato
¡Estrechemos las manos como señal de compromiso! Solicitó ella y Leo lo hizo
Pasó esa noche, y el resto de los días, hasta la ida a la colimba, sin ningún problema familiar.
Su vida continuó perfecta, cojiéndose a su hermanita, a su madre y a su compañerita de colegio.
Ah, claro, me olvidaba, al final penetró a su hermana, y eso él pensó, era el costo de su intervención para evitar el affaire, que iluso, de verdad, si en síntesis, lo disfrutaba más Leo que ella, su hermana Felina, o en todo caso ambos de igual manera.
Sucedió, la noche anterior a su incorporación al ejército para realizar la conscripción. Luego de la cena, la despedida de su familia, ella (Felina) y él (Leo) tuvieron su íntima celebración carnal, amatoria, que terminó con la penetración, casi sin querer queriendo.
Cojieron toda la noche, hasta que amaneció.
Primero, ella optó por sentarse sobre su verga, con la excusa de probar hasta donde se podía llegar, porque si Leo la montaba seguramente le rompería el hímen, y no estaba segura de querer hacerlo aún, o con él, Leo, su hermano, es más, le planteó la posibilidad de hacerlo contra natura, por el orto, mientras se lo decía Leo deliraba de calentura.
Y le entregó el culo primero, fue delicioso, el primero que había hecho Leo, era el de su madre y fue el segundo de su cosecha personal el de ella, el de su hermanita.
Se la re banco, se quejó un poco, pero con jadeos de placer, al termino de unos minutos iba como piña, prmero Leo lo preparó con sus dedos, porque observó que no se dilataba con facilidad como el de su madre, este era virgen, era por primera vez profanado.
Después, Felina le dejó entrarle por la vagina, y fue el éxtasis total, había puesto su mano entre la base de su verga y la vulva, como para ponerle un tope y que no se mande de una, pero a los dos o tres bombazos, ella sacó la mano y la enterró hasta el fondo.
Felina, al cabo de un rato bailaba sobre la garcha de su hermano Leo, era una eximia ejecutante de esa maravillosa danza.
Lo único que le pidió es que tuviera cuidado, que le avise y acabe afuera, así lo hizo él, todo como un caballerito responsable. Y se fue nomás, a la mañana, rumbo a La Plata, a incorporarse a la colimba.
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