Atame.....en Navidad

ATAME...EN NAVIDAD

Advertencia: las siguientes imágenes pueden herir la susceptibilidad de las mentes más sensibles y ofender a los gremios feministas.
Las doctrinas que aquí recogemos contienen ideas que han demostrado provocar vejaciones múltiples, traumas, y, lo más peligroso, una adicción irreversible. Se recomienda cautela.

El sexo encadenado se llama bondage y es una de las prácticas del B.D.S.M. (siglas que en inglés incluyen a la dominación, la disciplina y el sadomasoquismo). La idea es obtener placer a partir del dominio pleno e incluso de la inmovilización de la esclava (es el nombre técnico, no me culpen). Para eso –¡bingo!– usamos grilletes con candados o sogas. Las cuerdas de luces están perfectas para Karen Carreño en las fotos que llenan estas páginas, pero es menester usar sogas resistentes de nylon o algodón. También sería bueno hacer un curso de nudos en la asociación scout más cercana a casa. Nadie desearía que Karen se escape. He aquí el meollo del asunto: escapar. En teoría, el bondage es un juego sexual consensuado entre dos adultos que se tienen mutua confianza y desean explorar nuevos horizontes sensoriales. En la práctica, casi siempre se trata de un impulso enfermo de sujetar a una mujer y someterla. El problema es que a la hora de la verdad no hay forma de distinguir una cosa de la otra. Vean algunas películas porno bondage y entenderán lo que digo. Una mujer amarrada se ve divina, pero no puede defenderse. Ha renunciado a su libertad, es un bulto. No importa todo lo que haya acordado antes con el tipo que la domina, en este momento de la función no tiene escapatoria. Está a merced no solo de su chico, sino de sus múltiples personalidades e impredecibles arranques. ¿Quién querría reducir a la mujer a tal condición de mero objeto sexual?

(No me respondan).