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Francesca Woodman (Denver, Colorado, 3 de abril de 1958 - Nueva York, 19 de enero de 1981) fue una fotógrafa estadounidense conocida por sus autoretratos en blanco y negro de carácter intimista. Graduada en Rhode Island School of Design, la Universidad de Bellas Artes de Providence.
Su fotografía se caracteriza fundamentalmente por el uso de una única modelo, normalmente, desnuda. Solía ser ella, pero en diversas fotografías se recoge a varías de sus amistades retratadas. El cuerpo que captaba la cámara normalmente estaba en movimiento (debido a los largos tiempos de exposición) o la imagen no era nítida. También utilizaba otras técnicas como enmascararse o intentar fusionarse con los objetos o el mismo entorno.
Dice Kim Knopper que la obra de Francesca “…podría ser considerada como un «preselfie», con un significado más profundo. Pero tal vez, en un época en la que abunda el exhibicionismo sin pudor en las redes sociales, sea más adecuado calificarla como el «anti-selfie», ya que paradójicamente mostrándonos tanto de ella consiguió mantener el misterio; desvelando su alma, no su presencia ni su vida.”
Woodman creó un conjunto fotográfico donde exploró la corporeidad, el ser, la feminidad, la evanescencia, la relación con el espacio físico a través de tintes performáticos. Su trabajo está impregnado de ecos al simbolismo con notas surrealistas así como enlaces a la literatura gótica.
El quehacer artístico de Francesca es, a pesar de su juventud, “Íntimo, directo y visceral, el trabajo de esta fotógrafa revela la inusual y coherente visión de una artista que […] ha influido considerablemente a posteriores generaciones de artistas.”
Sin embargo, Francesca no era famosa: Todo lo contrario. Al graduarse de la escuela de diseño solamente encontró negativas e incomprensiones. Una artista que hoy se ha convertido en auténtico sujeto de culto tenía, a principios de la década de 1980, que mendigar trabajos como asistente de fotógrafos de modas. Sus portfolios eran rechazados; las revistas no se interesaban en su trabajo. Llegó al extremo de buscar trabajo como mecanógrafa. No era extraño que hubiera caído en una depresión profunda que exigía terapia psiquiátrica y medicamentos. La Ciudad de Nueva York resultó extraordinariamente hostil.
En otoño de 1980 Francesca sufrió una crisis emocional e intentó suicidarse sin éxito. Se mudó con sus padres quienes, a partir de ese momento, la mantuvieron en vigilancia constante. Asistió a terapia y tomó antidepresivos.
Elsa Fernández-Santos explica que “En sus diarios, la fotógrafa empieza a dejar ver sus grietas, las drogas, los desamores.”
Sara Lorente cita a Woodman: “Un día más desperté sola en estas sillas blancas. Un instante entre muchos, una transición hacia otra historia. Todo lo demás es un universo sugerido. Un cuento misterioso y evocador. Fin de la historia”.
Francesca mejora de la depresión y sus padres deciden que es mejor que su hija deje el hogar familiar al tiempo que detienen la vigilancia permanente. Francesca regresa a su apartamento “…víctima de una soledad enloquecedora […] ubicada en una marginalidad tremebunda.”
La joven escribió estas líneas: “Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones, en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…” Acto seguido, con 22 años, Francesca Woodman saltó de un edificio y se quitó la vida.
Así como la corporeidad cobra un papel muy importante en la obra de Francesca Woodman, resulta fundamental resaltar su interés por lo inmaterial, lo evanescente, lo que se desvanece, lo que se esfuma
Lo que vuelve tan sugerente y compleja la fotografía de Woodman es que lo mismo puede convertirse en ángel o demonio, pues “…crea identidades intermedias que parecen buscar una válvula de escape y una desarticulación de la forma femenina. El «ella», en las fotos de Woodman, no se trata de una mujer humana, sino el desmembramiento de la imaginación y el deseo.”
Despedida (Alejandra Pizarnik)
Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña
1 comentarios - Francesca Woodman - Gótica evanescencia