-Primo, ¡encontré una tanga dura con tu semen! – dijo mi prima Silvana, mostrándome su bombacha negra.
Me quedé sin palabras. Era cierto, me pajeaba rodeando la pija con sus tangas y acababa encima.
Antes de atinar alguna excusa, Silvana se recostó sobre el sillón, seductoramente. Por el costado de su camisa asomó una rica teta.
Y a continuación expresó:
-¡Y me encanta! Pero sería mejor que me mirés, te calentés y pueda ver como te pajeas mirándome… - sostuvo, mostrándose.
Silvana es mi prima de 34 años. Había llegado ocho días atrás pidiéndome alojamiento temporal. Desinhibida, desde aquella primera noche pude admirar su cuerpo.
Poco después, en mi cama, recordándola, le dediqué la primera paja. Al otro día llegó con un tipo y se metió en su cuarto, al lado del mío. ¡Fue impresionante escuchar como cogió, durante tres horas! Yo, tres pajas. Al despertarme no estaba. Dejó una nota diciendo que regresaría a la noche. Entré a su dormitorio, que olía a sexo. Encontré la cama destendida y su bombacha en el suelo. Me la puse.
¡Fue tan lindo que la pija se me puso al palo! Ahí mismo me masturbé
Desde entonces, me pajeaba de noche cuando la escuchaba coger con diferentes tipos. Y de día, con sus tangas sucias. Promedio, cinco pajas. Aunque no cogía con ella ni conocía su conocía su conchita, sentía culearla.
Pero ahora Silvana estaba delante.
-Esperame cinco minutos y después andá a mi dormitorio, desnudo…
Me parecieron cinco horas. Entré y la encontré:
-Primo, ¡pajeate para mi! – exclamó.
Ante tremenda potra, mi verga se alegró endurecida. Fue inevitable tomarla en mi mano derecha y moverla suavemente.
-¡Es hermosa tu pija! ¡Grande, gorda! ¡Disfrutame!
Como se aguantar la acabada, seguía pajeándome tranquilo, extasiado con el cuerpazo de Silvana. Ella también se excitó y comenzó a tocarse,
-¡Nos pajeemos juntos! – gritó.
Mis piernas temblaron, cerca de soltar la leche. Me senté en una silla y expuse la verga erecta y mojada
-¡Va leche Silvana! – grité, y dejé salir mi jugo
-¡Acabo con vos primo! – exclamó ella
Me quedé sin palabras. Era cierto, me pajeaba rodeando la pija con sus tangas y acababa encima.
Antes de atinar alguna excusa, Silvana se recostó sobre el sillón, seductoramente. Por el costado de su camisa asomó una rica teta.
Y a continuación expresó:
-¡Y me encanta! Pero sería mejor que me mirés, te calentés y pueda ver como te pajeas mirándome… - sostuvo, mostrándose.
Silvana es mi prima de 34 años. Había llegado ocho días atrás pidiéndome alojamiento temporal. Desinhibida, desde aquella primera noche pude admirar su cuerpo.
Poco después, en mi cama, recordándola, le dediqué la primera paja. Al otro día llegó con un tipo y se metió en su cuarto, al lado del mío. ¡Fue impresionante escuchar como cogió, durante tres horas! Yo, tres pajas. Al despertarme no estaba. Dejó una nota diciendo que regresaría a la noche. Entré a su dormitorio, que olía a sexo. Encontré la cama destendida y su bombacha en el suelo. Me la puse.
¡Fue tan lindo que la pija se me puso al palo! Ahí mismo me masturbé
Desde entonces, me pajeaba de noche cuando la escuchaba coger con diferentes tipos. Y de día, con sus tangas sucias. Promedio, cinco pajas. Aunque no cogía con ella ni conocía su conocía su conchita, sentía culearla.
Pero ahora Silvana estaba delante.
-Esperame cinco minutos y después andá a mi dormitorio, desnudo…
Me parecieron cinco horas. Entré y la encontré:
-Primo, ¡pajeate para mi! – exclamó.
Ante tremenda potra, mi verga se alegró endurecida. Fue inevitable tomarla en mi mano derecha y moverla suavemente.
-¡Es hermosa tu pija! ¡Grande, gorda! ¡Disfrutame!
Como se aguantar la acabada, seguía pajeándome tranquilo, extasiado con el cuerpazo de Silvana. Ella también se excitó y comenzó a tocarse,
-¡Nos pajeemos juntos! – gritó.
Mis piernas temblaron, cerca de soltar la leche. Me senté en una silla y expuse la verga erecta y mojada
-¡Va leche Silvana! – grité, y dejé salir mi jugo
-¡Acabo con vos primo! – exclamó ella
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