Al regresa de la oficina, como lo había meditado concienzudamente, le di otra oportunidad a mi hija Felina. Juntos miramos el video de ella con su hermano, los dos solos.
Se avergonzaba frente a mi, sin mediar palabras puse una mano en su nuca tomándola de sus cabellos y ella se arrodilló haciendo una reverencia por su afrenta pidiéndome perdón.
Le dije que se retirara a su habitación, y que continuaría mi indagatoria luego de cambiarme la ropa.
Ya más cómodo, con vestimenta de entre casa y en su dormitorio, la abofetee. Le arranqué sus ropas y me sorprendí al notar que no usaba ropa interior. Eso casi me distrajo pero, lo sobrellevé y continué con unas nalgadas, tal como cuando era niña y cometía alguna travesura.
Me dejé llevar por mi enojo, y comencé a apretar su cuello, ahorcándola. Eso me produjo una excitación extraña.
Mi hija medio desnuda, agitada, me hablaba de manera sugestiva, con su rostro lloroso ¡Soy tu niña buena, la nena de papá! Eso me conmocionó, me aturdió.
Sentí como me empalmaba, mi erección era imponente, como en mi juventud, estaba a punto de eyacular. Así que disimulé levantando el tono de voz y le ordené que no quería que se repitiera lo hecho con su hermano. Me fui rápidamente caso contrario mojaría la entrepierna de mis pantalones.
Tanto fue así, que entré a mi dormitorio conyugal, me desnudé, le quité las ropas a "la bruja" de mi esposa y la cojí como hacía mucho no la hacía, ella deliraba de pasión, tuvo orgasmos simultáneos por la en-verga-dura del acto sexual.
A partir de ese preciso momento, mi hija comenzó con un juego conmigo, de "toreos" o desafíos, de provocación. que me incitaban de manera intencionada a buscar que reaccionara mi deseo sexual.
Yo terminaba crispado ordenando que se retirara a sus aposentos y ella vociferando como para que la siguiera a su habitación. Cosa que yo hacía impunemente.
Con el transcurso de los días, una cosa llevó a la otra y todo se degeneró.
Pasó todo a un estado peor que el original. Me convertí en una versión más primitiva que la de mi hijo, su hermano. ¡A papá le gusta esta nena! Gruñí, eso la derritió
No me dí cuenta cuando ella bajó su mano, corrió la cremallera de mi bragueta, y agarró de entre mis piernas la pija.
Se lo acercó a su húmeda vulva y los restregó hasta empaparme el glande con sus fluidos. Enfrentándome a la contradicción de ser consciente de ese placer para castigarme.
Me escapé hacia atrás con el cuerpo destrozado de dicha y ella exclamó ¡Sabés como presionar papá! ¡No me sorprendí cuando me abofeteaste, me hiciste gritar antes de sonreír y delirar por vos! Aturdida tendida en el suelo, recuperándose de ese azote del clítoris furtivo, guardé mi miembro sintiendo en mi mano lo pegajoso y resbaladizo de su concha.
55 comentarios - Un padre sabe más por viejo que por sabio 2