El negocio de la prostitución se ha disparado con la crisis económica. Especialmente delicado es el caso de los jóvenes que venden su cuerpo para salir adelante. Por eso Concha Borrell, presidenta de Aprosex, la única asociación de profesionales del sexo, lleva un año en Barcelona dando cursos de prostitución con el objetivo de instruir nociones básicas para la profesionalización del oficio más antiguo del mundo. «Trabajar en el mundo del sexo no es sencillo. Hay que tener una formación», dice.
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«El cliente paga, pero por ello no manda». Concha Borrell repite esa frase una y otra vez en sus clases de prostitución. Sus alumnas son seis chicas que quieren ser prostitutas. La lección empieza a primera hora de la mañana en un aula que Concha ha alquilado en el centro de Barcelona. Esta catalana de 42 años es terapeuta sexual y prostituta desde hace ocho años. Lleva un año impartiendo estas clases junto con la psicóloga Cristina Garaizábal.
Empieza la clase. Durante cuatro horas y media las chicas aprenderán cómo ser una buena puta, con todas las de la ley. «Tenéis que tener claro que sin formación no podéis ser unas profesionales de la prostitución. Debéis conocer vuestros derechos y cuál es la situación legal en España. Podéis daros de alta como autónomas», explica Concha.
La lección continúa con la importancia de la higiene en el servicio y cómo tratar el tema de las enfermedades de transmisión sexual. «Muchas mujeres pagan mucho dinero en clínicas privadas para hacerse la prueba del VIH. Todo por no estar informadas de que existen muchas organizaciones que te hacen la prueba gratis».
El marketing también es una asignatura obligatoria que hay que aprobar antes de ejercer el oficio. «Hay que saber venderse. Esto es como un trabajo de comercial. Les enseñamos cómo anunciarse en internet, cómo deben gestionar las llamadas y el tono en el que tienen que responder a los clientes. Cada chica debe hacer pequeño guion de cuáles van a ser sus horarios y qué tipo de servicio van a dar. Nadie les puede obligar a hacer algo que no quieran, eso les tiene que quedar muy claro», dice Concha, que ante la pregunta del periodista sobre cómo surgió la idea de hacer estos cursos, ella responde con otra pregunta: «La cuestión es cómo no ha surgido antes esta idea. A la gente no se le ha ocurrido que si en todos los trabajos necesitas una formación, ¿por qué en este no? Yo cuando empecé a prostituirme nadie me enseñó cómo hacerlo, y me hubiese venido bien saber algunas de estas cosas que enseñamos ahora a las chicas».
Si todos los trabajos necesitan una formación, ¿por qué no la prostitución?Después de abordar el aspecto del estigma social y el respeto que se tienen que tener a sí mismas, toca terminar la clase fomentando el coleguismo entre compañeras. «Les damos la posibilidad de conocer a otras profesionales del sector. Esto es un gran aliciente porque una de las cosas más difíciles de este trabajo es que estamos mucho tiempo solas. Y es bueno que compartamos momentos y reflexiones; así nos sentiremos más seguras
Concha cobra 50 euros a cada chica por el curso. Dice que empezaron con 25 alumnas, pero que redujeron el número para atender de forma más personalizada cada caso y así poder responder a todas las preguntas de estas chicas con diferentes perfiles. «Vienen mujeres de toda España. Desde jovencitas con 18 y 20 años, hasta otras de 50. Gente que acaba de entrar a la prostitución o que llevan incluso 20 años ejerciendo en clubs y que ahora quieren montárselo por su cuenta», cuenta la mujer, que dice que hace poco tuvieron a su primer alumno puto y que en la última clase asistió también un transexual.
Cuando hablamos de sexo con Concha, ella prefiere que la llamemos Paula Vip, su alias laboral. Ella se define como elegante, educada y puta. Su historia personal la ve repetida en los ojos de muchas de las mujeres que le vienen a pedir consejo. Era contable, esposa y madre. Su marido montó una empresa que no le fue bien. Tuvieron que hipotecar la casa porque los problemas económicos le asfixiaban y ella se puso a trabajar fregando platos. Hasta que un día escuchó en el telediario una noticia relacionada con el sexo de pago. «Hay prostitutas que ganan 200 euros al día», escuchó. Entonces pensó que con ese dinero podía pagar el colegio de su hijo y solventar las deudas. En una semana ya había organizado su nuevo negocio. «Doy sexo inteligente y morboso», puso en el anuncio.
Especialmente delicado es el aumento de jóvenes que están estudiando una carrera universitaria y se la financian acostándose con hombres por dinero. «Estos últimos años estamos recibiendo muchísimas llamadas de universitarias pidiendo consejo. La situación ha cambiado. Hace años los estudiantes se prostituían para comprarse artículos de lujo. Hoy lo hacen para pagarse la universidad y llevar comida a casa. Muchas han pasado de ser unas ninis a tener que alquilarse para sostener a su familia», dice Concha, que no comparte que chicas tan jóvenes se metan en esto. «Muchas de ellas ni siquiera saben lo que es un orgasmo. Con 20 años no se está todavía madura para ejercer este trabajo».
Esta morena de 1,70, ojos verdes, labios rojos, piel tersa, piernas torneadas y vaqueros bien ajustados, ya conoce de primera mano los sinsabores de la vida. Hace cuatro años un cáncer se llevó a su madre. Su padre fue despedido cuando quiso volver a su empleo de contable para rehacer su vida. Había pedido una excedencia para cuidar a su esposa y estaba endeudado al límite por los gastos de la clínica privada donde habían tratado a su mujer. Además, estaba la hipoteca del piso del centro de Madrid donde vive con Lorena y su hermano pequeño. «Todo empezó una noche que estaba de fiesta con unas amigas en una discoteca. De repente, un hombre de traje, de 45 años, se me acerca y me ofrece 800 euros por acostarme con él. En ese momento solo pensé en mi padre y en mi hermano. Por ellos acepté. Vi dinero fácil y rápido para poder llevar comida a casa. Así empezó todo».
Desde entonces se prostituye tres o cuatro veces por semana. Y al mes se saca unos 2.500 euros con los que paga su universidad, el colegio de su hermano, las necesidades de su padre, la hipoteca y las facturas de su casa. «A mi familia le he dicho que el dinero lo saco trabajando como imagen y azafata en agencias de modelos y discotecas, y que se gana mucho».
En la capital también está Luna, 24 años, que estudia Psicología en una universidad privada. Lleva un año ejerciendo. «Me gusta mi trabajo y no quiero dejarlo. Gano mucho dinero y tengo un horario flexible para poder asistir a clase», dice.
«Un hombre de 45 años me ofreció 800 euros por acostarme con él. Acepté. Solo pensé en mi padre y en mi hermano»
O Ainhoa, malagueña, matriculada en Derecho, de 22 años, quien lleva prostituyéndose desde hace dos. «Llegué a Madrid sola y sin un duro hace tres años. Quería estudiar una carrera. Trabajé de camarera, de relaciones públicas en varias discotecas y dando clases de inglés y francés. Pero necesitaba más dinero. Tenía que pagar matrícula, piso, libros, comida y mandar dinero a mi madre. Entonces conocí a otra estudiante que era prostituta y que ganaba muchísimo. Me armé de valor y puse un anuncio en una página web», afirma Ainhoa, morena de pelo rizado. No es guapa, pero la naturaleza la ha obsequiado con un cuerpo escultural. Gana más de 3.000 euros mensuales. «Cuando acabe la carrera dejaré todo esto», asegura.
Pero el oficio más antiguo del mundo no es exclusivo de mujeres. El alto nivel de desempleo empuja a muchos chicos a ejercerlo. En los últimos años el número de prostitutos se ha triplicado. Iván Zaro ha realizado diversos estudios sobre trabajadores masculinos del sexo para el Ayuntamiento de Madrid y la organización Imagina Más. «Aquí tenemos aproximadamente 4.000 chaperos», dice.
4 comentarios - ¿Quieres ser prostituta? Yo te enseño cómo
Saludos; + 8 puntos.......