Cuando mi hermana tuvo la edad legal para salir a bailar, nuestros padres lo evaluaron y la autorizaron, recuerdo que el único al que no le parecía bien, era a mi. Pero, como me había puesto de novio fui permisivo con ella y no insistí en mi negativa. A partir de aquello, comenzó Felina con su adicción por el alcohol, un nuevo hábito de conductas peligrosas, en este caso, el del consumo de determinados productos, en especial bebidas blancas, y del que no podía prescindir.
Al igual que el de su hipersexualidad, o como lo denominaban nuestros padres "la facilidad para el metejón", que tenía Felina, su hija, no les preocupaba y lo desestimaban. Todo lo contrario para mi lo que le sucedía a mi hermana era la muestra más acabada del por qué yo era un vigilante con ella, por su promiscua y extrema frecuencia para entregarse a la actividad genital. De ambos vicios le resultaba muy difícil privarse, o hacerle frente, por razones de dependencia psicológica y/o incluso fisiológica.
Esto implicaba en ella, una incapacidad de controlar la conducta, dificultad para la abstinencia permanente, deseo imperioso de consumo, disminución del reconocimiento de los problemas significativos causados por su propia conducta y en las relaciones interpersonales, así como una respuesta emocional disfuncional.
Ella, no distinguía ni admitía la certeza ajena o el propio error, le era imposible acatar la autoridad y se concedía a relaciones efímeras y/o de parentezco, por obligación o por una mal entendida gratitud, un raro sentimiento de estima y reconocimiento que a ella le nacía hacia quien le hubiera hecho un favor o prestado un servicio, por el cual necesitaba corresponderle. o por tener inmunidad cuando se metía en líos y podía contar con esos.
Tal excesivo era su consumo de alcohol que llegaba a no controlar esfínteres, le provocaba incontinencia urinaria, vómitos y pérdida del conocimiento. Luego presentaba lagunas en su memoria, periodos de tiempo en blanco, donde hasta podía ser abusada sexualmente y no se enteraba, somnolienta perdía la capacidad de coordinar los movimientos, lo que le producía el desequilibrio típico en estos casos.
Era habitual encontrarla dormida en el sillón de entrada a nuestra casa los domingos a la mañana. Yo, muchas veces al regresar, la hallaba en ese estado vergonzoso, sucia, transpirada, orinada, era un asco verla así. Pero el que también había reparado en eso era nuestro padre.
No se desde cuanto tiempo atrás lo haría, pero yo una mañana lo descubrí y a partir de ese momento lo vigilé.
Recuerdo que llegué a casa tipo ocho de la mañana del domingo, la vi y seguí mi rutina habitual, me cambié de ropa, fui al baño, me lavé los dientes y me acosté a dormir, esa vez, la primera vez que lo vi, algo hizo que me levantara, creo que algo me había caído mal de la cena en lo de mi novia y estaba descompuesto. Así que me incorporé y fui al baño. Al cruzar el desván que separaba mi habitación de los sanitarios observé a nuestro padre cerca de Felina, mi hermana, su hija.
Absorto, contemplé a papá examinar a su hija, reconociendo con su mano los senos de Felina, bajando la parte superior del vestido rosado y tanteando sus pechos expuestos, utilizaba su mano izquierda para aquello, claro, porque con su mano diestra, desabotonó su pantalón, bajó su cremallera, se corrió el calzoncillo y se tocó su pene, en estado de erección, comenzó a mastubarse,
mientras retiraba el brazo de mi hermana, que le molestaba, del apoyaba brazos del diván cama,
que muchas veces ella utilizaba para dormir.
Mi hermana, su hija, estaba totalmente inconsciente, absolutamente borracha, dormida, no tenía reacción alguna. Seguro de la plena impunidad que gozaba, dejó caer sus pantalones y sus calzoncillos al suelo. Estaba parado con el cuerpo de la cintura para bajo desnudo, y su hija, desmayada y desnuda de la cintura para arriba.
Con su mano izquierda, nuestro padre, acomodó la cabeza de su hija, hacia atrás sobre el sillón, dejándola en una posición más incómoda para ella, pero mucho más cómoda para él. Con sus dedos le entreabrió la boca y los labios de mi hermana. Su pene erecto mientras lo continuaba masturbando lo aproximó a la cavidad bucal de su hija, y se lo introdujo lentamente y cuidadosamente.
Ya con la pija en la boca de su hija, seguramente no pudo más mantener la tranquilidad, la excitación lo dominó y comenzó a cabalgarle la cavidad bucal, el característico movimiento de vaivén, de ida y vuelta lo enloqueció, sin embargo, la cabeza desmayada de su hija no le oponía resistencia, y descoordinaba el movimiento perfecto. Por lo tanto, que la sostuvo firmemente, pasó su mano por detrás de la nuca de mi hermana y la presionó sobre su bajo vientre.
Cuando comenzó a sentirse en climax, corrió la mano y la llevó hacia la mandíbula de ella junto al cuello, no fuera caso que se le saliera y eyaculara fuera, así que observé como sus piernas temblaban con la llegada de su orgasmo de parado, acabó en la boca de su hija, su semen caliente penetró en las papilas gustativas de la joven, nuestro padre notó que sus copiosos líquidos genitales, desbordaban el espacio bucal de su hija y con su mano derecha le aclaró la garganta, la masajeó para que se lo tragara todo.
Paso seguido, con la faena terminada, su mala pasada continuó casi de manera formal, muy natural, levantando la parte superior del vestido de ella, la que él mismo había corrido para estimularse contemplando las tetas de su hija. Prosiguió, restregándole su glande sobre los labios, porque aún le restaban unas gotas del fluido seminal en los testículos.
Por último, abandonó el lugar, alejándose parsimoniosamente, de manera indolente, sin muestras o sentimientos de interés por nada y por supuesto tampoco, por nadie, insensible.
Yo ensimismado por lo que vi, inmerso en aquel evento, pasmado por lo sucedido, algo tan raro e imprevisto, me estremecí, eso me impresionó hondamente.
Había sido partícipe involuntario de un suceso o manifestación de la vida real que consideré un espectáculo digno de atención. aluciné, entré en un desvarío incoherente que me llevaría a un despropósito, hechos inoportunos y fuera de sentido que comenzaría a realizar, absurdos, y opuestos a la razón, que ocurrirían sin interrupción y que se repiten con frecuencia a partir de eso.
Intenté protegerla, y varios fines de semana, al regresar y encontrarla sin conocimiento en el sillón de tres cuerpos, la acompañé. Y si llegaba yo primero, la esperaba a que regrese y entre a la casa, para cuando ella caía inconsciente, levantarme de mi cama y sentarme junto a ella para cuidarla de nuestro progenitor. Sin embargo él, siempre encontraba la oportunidad para manosearla.
Me convertí en parte de ese todo, unidos entre si. Permanecí en ese lugar en el que me coloqué, para seguir haciendo lo que ya se había comenzado, un sinsentido. Era un autómata con un mecanismo condicionado a realizar o producir ciertos movimientos que terminaron imitando a nuestro padre.
Sin embargo, descubrí, que aquello, no fue sólo la impunidad de un momento, sino la forma de presentar o concebir la realidad tal como es, había sido el modo más práctico de pensar y actuar, según lo cual, las cosas existen aparte e independientemente de la conciencia, representando al mundo tal cual como es, que presenta una realidad en la cual lo fantástico es algo cotidiano.
Pero, siempre hay un pero, la cruda verdad era otra, que es cruel, despiadada y/o muestra con excesivo realismo lo que puede resultar extremadamente desagradable, difícil, sin refinar, como el malestar que sentiría ella luego de sus borracheras. Para mi fue una vuelta hacia atrás.
El empeoramiento de una enfermedad que nunca había empezado a ceder. No era que él la forzaba, sino que ella consentía a lo que él quería, introducirse al interior de sus espacios.
El cuerpo y los placeres relacionados con él, estaban en oposición al alma y la espiritualidad de su vínculo. Sin necesidad o motivo, como por costumbre, pero mala, una excesiva afición perjudicial a la que ella era fácil, de corromper física y moralmente, por su apetito desordenado a los placeres sexuales. Sin lugar a dudas tenían un acuerdo mutuo para cometer sus fechorías.
El ultraje quedó en evidencia al sorprenderlos desprevenidos, lo hice de ex profeso, fui testigo ocular y nuestros ojos, los de mi hermana y los míos se entrecruzaron entre si. Establecieron contacto, se conectaron y comunicaron sin mediar palabras. Fue como una promesa tácita, o compromiso de hacer algo, un entendimiento sobreentendido por ambos.
Así fue entonces que, al cabo de un rato, cuando mi padre dejó a solas a su hija, mi hermana, sin su compañía, sin que nadie la ampare o la consuele, sin ayuda. Ella únicamente, nada más y sin otra cosa, que su humanidad vestida con sus bragas diminutas, expresamente, sin otra intención más que de cojer y ser cojida.
Sin embargo, ya en el lugar, junto con ella, empecé con mucho ímpetu, acelerado, casi violento, con movimientos enérgicos, fuertes, con eficacia, excitado sexualmente, sin perder el interés que me impulsaba a obrar de esa forma, pero de pronto algo cambió, me empecé a poner blando y a disminuir la dureza de mi verga, sólo terminé pajeándome sobre ella y acabándole entre sus piernas. .
Eso a mi hermana la conmovió, le provocó alguna emoción, que la llevó a exagerar los aspectos sentimentales y patéticos de esa situación, con la intención de emocionarme de forma inverosímil. aún que sin apariencia de verdad para mi.
A partir de allí, surgió en ella una idea extraña o irracional que se oponía al mínimo sentido común y a la opinión en general mía.
Una contradicción, al menos aparente, entre los dos, que ella presentaba con pergenios de verdadera. Rápidamente, busqué utilizar algo para que impida o dificulte la acción de una persona tan enferma como mi hermana, y evitar el efecto de una concha parental, familiar. Un exceso artificial inventado sin disimulo por la ninfa, que jamás me creí, y por supuesto rechacé.
Tal vez, toda la familia, convertimos a Felina en una ninfómana alcohólica, intensa e insaciable, con la inclinación de su voluntad, hacia el conocimiento, consecución y disfrute de sus adicciones, que no la dejan vivir en paz. Cayendo en la desazón o inquietud una y otra vez, especialmente de la que causa el deseo de algo de alcohol o algo de sexo.
Cualquiera sea el orden de los mismos, en el boliche, o en la previa al mismo, encontraba ambas adicciones al alcance de sus manos, pero, los sábados, que era el día permitido para salir, sólo había uno en siete, ese día encontraba y saciaba todos sus instintos, los restantes seis, se conformaba con nuestro padre, pero desde ese día en que hicimos contacto, insistía conmigo.
Yo, por un tiempo la rechacé mientras ella estaba lúcida, sobria, no así cuando la encontraba alcoholizada, era una tentación, sentía un impulso repentino que me inducía a obrar mal. Sin embargo, muchas veces sospeché que simulaba, que me ponía una trampa para atraerme y seducirme de manera engañosa e inducirme a realizar aquellas acciones y atraparme consumiéndola. Avivaba mis mas bajos sentimientos, mi apetito por su carne
61 comentarios - Cuándo todo comenzó..?