Yo, realmente no se como me transformé, en la lujuriosa, casi ninfómana que soy en la actualidad. Este apetito sexual en exceso, me consume en un deseo intenso e insaciable que siento como una mujer muy femenina y dependiente.
Tal vez, la culpa la tuvo mi familia, que me trataba como una princesita, dulce, ingenua e inocente. Y eso hizo que mis actos y acciones sean para mi, una forma de comunicarme con el otro, sin ofenderlo ni dañarlo, me siento libre de culpa es ese momento, sin maldad, pero sin discreción.
Sin embargo, luego, todo cambia, y aparecen una cantidad de miedos, a lo desconocido, a los hombres y fundamentalmente todo se relacionaba con el sexo. Con la condición orgánica fundamentalmente, de hembra y macho, con la atracción, el placer, y los órganos genitales.
Todo esto, puede ser producto, a todo lo que le había pasado a mi madre, con su familia natal en su provincia. Ella fue abusada por todos los hombres de su familia, e intentaba cuidarme.
La cuestión, que todas las precauciones, todas las recomendaciones sobre el peligro y el cuidado que yo debía tener, sólo, lo que hicieron, fue despertar mi curiosidad y las ganas de comprobar.
Ver todo lo prohibido, conocer y contrastar por mi cuenta, si era así o no, o sólo una exageración de ella. Para tenerme recluida dentro de la casa y transformarme en una "susanita" una mujercita hacendosa, que todo su objetivo en la vida, fuera buscar un buen candidato y formar una familia.
En esta imagen estoy con mi hermano, el gran o principal compañero de andanzas y que de "alguna forma" fue el responsable de lo que todos llaman, mi proceso de corrupción de las costumbres morales y éticas de la familia.
Con él, su nombre es Leo, comencé a explorar mi sexualidad, bah, todo el conjunto de prácticas, comportamientos, relacionados con la búsqueda del placer.
El, al igual que mis padres, de la boca para afuera era muy conservador, un puritano, machista y me cuidaba a sol y a sombra, un cancerbero, un vigilante, un policia, y como tal, factible de corromper, sólo había que saber como hacerlo.
Es decir, saber que quería, cuales eran sus deseos, conocer sus vicios, descubrir su precio. Cualquier cosa que mueva o incite a complacerlo. Pervertirlo, alterarlo, de su forma o su estructura tradicional.
De a poco, fui logrando, a través de mis argumentaciones, hacerle comprender, lo injusto del tratamiento familiar para conmigo, la crueldad con que mi familia actuaba, buscando su compasión ventajosa.
Me tenían todo prohibido, no podía hacer ninguna cosa sola, ni conocía la vereda de la puerta de mi casa. Impedida de mis derechos individuales, no podía disponer de mi libertad de acción o uso, de mi libre albedrío.
Las pocas veces que salía hasta la puerta de entrada, era en compañía de alguien de mi familia, sola ni en pedo podía. Era observada e inhibida de todas mis posibilidades de hacer algo.
Ya de última, ni me animaba a hacerlo, no había nadie viéndome y me acercaba hasta allí y asomaba la cabeza, parecía un perro domesticado. Me autocensuraba, yo misma me reprimía, me criticaba, era negativa en mi propio examen de las causas y consecuencias.
Fue entonces, que interesé a mi hermano, a que jugáramos a historias, y las actuemos, como una forma de manifestar nuestros más íntimos anhelos. Eso tuvo un efecto purificador, una expulsión espontánea, aunque en este caso provocada por mi, para eliminar lo que me pertubaba.
Pero esta purificación, deformó en una purga que eliminó todos los motivos, malos pero también los buenos. Fue satisfacer con algo penoso, en todo o en parte, lo que creía merecer. Por su culpa o delito, lo utilicé a él, y pagó por sus imperfecciones antes de poder gozar conmigo.
Fui una fabuladora, lo embauqué, lo engañé, aprovechándome de sus vehementes aspiraciones por conseguir mis favores sexuales.
La primera vez, por supuesto, luego de todo un trabajo de ablande desde lo dialéctico, sólo tuve que levantar mi remera sin tener puesto mi sostén y hacerle una mirada divertida, ni sensual, ni erótica, casi humorística, graciosa.
Aunque, al principio con mucho reparo me tapé mis senos, al ver que no reaccionó de ninguna manera, extendí mis brazos, dejé ver mi desnudez y lo provoqué a que me siguiera, me acompañara.
Fui por más, y con mis senos expuestos, solté los broches y me bajé sólo un poco mis pantalones cortos, dejando ver mis bragas, y arriando las mismas hasta la ingle.
Él, Leo, se mantenía impávido, parecía sereno ante la situación, yo continué con mi descaro y atrevimiento insolente, hasta el desnudo total.
Mi hermano, recién en ese momento reaccionó, se aquitó la camisa, se acercó y me besó en la boca, conocimos el sabor de nuestros labios, fue algo raro, extraño, como muy conocido, no sentí una explosión de nada, sólo mucho morbo y calentura.
Fuimos al dormitorio de nuestros padres, allí se encontraba la única cama de dos plazas, los dos desnudos dispuestos a explorarnos, muy bien no sabíamos lo que hacer, sólo recuerdo de ese momento, los nervios, el olor del ambiente, el miedo, la ansiedad, las ganas.
El me inspeccionó todo mi cuerpo, yo fui más retraída, es decir, le dejé la iniciativa, donde mayor tiempo se detuvo en su examinación, fue en mi vagina, la observo detenidamente desde todos los ángulos, la tocó, la abrió, la ocupó con sus manos.
Hasta que llegó mi momento, igual lo mío, esa primera vez, fue moderado y con extremo recato, muy cautelosa, prudente y reservada. Ocultaba y/o disimulaba, lo que no quería que se vea o se sepa en ese momento por lo menos, es decir, mi gran avidez.
Mostré mucho recelo en tomar o dejar tomar una resolución, de alguna manera era entendible en ambos, había que tener mucho cuidado en que y como hacíamos aquello. Impedí entonces cualquier tipo de ingreso genital.
Eso, por supuesto, rompió el clímax, a Leo se le bajó el pene, no pudo lograr la erección, eso se debió, a que él, había perdido la cabeza en ese instante y a toda costa quería ensartar cualquier orificio de placer en mi humanidad.
De todos modos, tiempo después, lo hicimos, y a partir de allí, de manera recurrente, se volvió un vicio para los dos, aunque para mi, creo que mayor, ya que fue compulsivo, estaba obligada a realizarlo diariamente, con quien fuera, un impulso irresistible u obsesivo, que me llevaba y lleva, a la repetición de esa acción, la de cojer.
Por último quiero aclarar, que de cada imagen mía en este relato, tengo una historia del evento que sucedió en ella......
Tal vez, la culpa la tuvo mi familia, que me trataba como una princesita, dulce, ingenua e inocente. Y eso hizo que mis actos y acciones sean para mi, una forma de comunicarme con el otro, sin ofenderlo ni dañarlo, me siento libre de culpa es ese momento, sin maldad, pero sin discreción.
Sin embargo, luego, todo cambia, y aparecen una cantidad de miedos, a lo desconocido, a los hombres y fundamentalmente todo se relacionaba con el sexo. Con la condición orgánica fundamentalmente, de hembra y macho, con la atracción, el placer, y los órganos genitales.
Todo esto, puede ser producto, a todo lo que le había pasado a mi madre, con su familia natal en su provincia. Ella fue abusada por todos los hombres de su familia, e intentaba cuidarme.
La cuestión, que todas las precauciones, todas las recomendaciones sobre el peligro y el cuidado que yo debía tener, sólo, lo que hicieron, fue despertar mi curiosidad y las ganas de comprobar.
Ver todo lo prohibido, conocer y contrastar por mi cuenta, si era así o no, o sólo una exageración de ella. Para tenerme recluida dentro de la casa y transformarme en una "susanita" una mujercita hacendosa, que todo su objetivo en la vida, fuera buscar un buen candidato y formar una familia.
En esta imagen estoy con mi hermano, el gran o principal compañero de andanzas y que de "alguna forma" fue el responsable de lo que todos llaman, mi proceso de corrupción de las costumbres morales y éticas de la familia.
Con él, su nombre es Leo, comencé a explorar mi sexualidad, bah, todo el conjunto de prácticas, comportamientos, relacionados con la búsqueda del placer.
El, al igual que mis padres, de la boca para afuera era muy conservador, un puritano, machista y me cuidaba a sol y a sombra, un cancerbero, un vigilante, un policia, y como tal, factible de corromper, sólo había que saber como hacerlo.
Es decir, saber que quería, cuales eran sus deseos, conocer sus vicios, descubrir su precio. Cualquier cosa que mueva o incite a complacerlo. Pervertirlo, alterarlo, de su forma o su estructura tradicional.
De a poco, fui logrando, a través de mis argumentaciones, hacerle comprender, lo injusto del tratamiento familiar para conmigo, la crueldad con que mi familia actuaba, buscando su compasión ventajosa.
Me tenían todo prohibido, no podía hacer ninguna cosa sola, ni conocía la vereda de la puerta de mi casa. Impedida de mis derechos individuales, no podía disponer de mi libertad de acción o uso, de mi libre albedrío.
Las pocas veces que salía hasta la puerta de entrada, era en compañía de alguien de mi familia, sola ni en pedo podía. Era observada e inhibida de todas mis posibilidades de hacer algo.
Ya de última, ni me animaba a hacerlo, no había nadie viéndome y me acercaba hasta allí y asomaba la cabeza, parecía un perro domesticado. Me autocensuraba, yo misma me reprimía, me criticaba, era negativa en mi propio examen de las causas y consecuencias.
Fue entonces, que interesé a mi hermano, a que jugáramos a historias, y las actuemos, como una forma de manifestar nuestros más íntimos anhelos. Eso tuvo un efecto purificador, una expulsión espontánea, aunque en este caso provocada por mi, para eliminar lo que me pertubaba.
Pero esta purificación, deformó en una purga que eliminó todos los motivos, malos pero también los buenos. Fue satisfacer con algo penoso, en todo o en parte, lo que creía merecer. Por su culpa o delito, lo utilicé a él, y pagó por sus imperfecciones antes de poder gozar conmigo.
Fui una fabuladora, lo embauqué, lo engañé, aprovechándome de sus vehementes aspiraciones por conseguir mis favores sexuales.
La primera vez, por supuesto, luego de todo un trabajo de ablande desde lo dialéctico, sólo tuve que levantar mi remera sin tener puesto mi sostén y hacerle una mirada divertida, ni sensual, ni erótica, casi humorística, graciosa.
Aunque, al principio con mucho reparo me tapé mis senos, al ver que no reaccionó de ninguna manera, extendí mis brazos, dejé ver mi desnudez y lo provoqué a que me siguiera, me acompañara.
Fui por más, y con mis senos expuestos, solté los broches y me bajé sólo un poco mis pantalones cortos, dejando ver mis bragas, y arriando las mismas hasta la ingle.
Él, Leo, se mantenía impávido, parecía sereno ante la situación, yo continué con mi descaro y atrevimiento insolente, hasta el desnudo total.
Mi hermano, recién en ese momento reaccionó, se aquitó la camisa, se acercó y me besó en la boca, conocimos el sabor de nuestros labios, fue algo raro, extraño, como muy conocido, no sentí una explosión de nada, sólo mucho morbo y calentura.
Fuimos al dormitorio de nuestros padres, allí se encontraba la única cama de dos plazas, los dos desnudos dispuestos a explorarnos, muy bien no sabíamos lo que hacer, sólo recuerdo de ese momento, los nervios, el olor del ambiente, el miedo, la ansiedad, las ganas.
El me inspeccionó todo mi cuerpo, yo fui más retraída, es decir, le dejé la iniciativa, donde mayor tiempo se detuvo en su examinación, fue en mi vagina, la observo detenidamente desde todos los ángulos, la tocó, la abrió, la ocupó con sus manos.
Hasta que llegó mi momento, igual lo mío, esa primera vez, fue moderado y con extremo recato, muy cautelosa, prudente y reservada. Ocultaba y/o disimulaba, lo que no quería que se vea o se sepa en ese momento por lo menos, es decir, mi gran avidez.
Mostré mucho recelo en tomar o dejar tomar una resolución, de alguna manera era entendible en ambos, había que tener mucho cuidado en que y como hacíamos aquello. Impedí entonces cualquier tipo de ingreso genital.
Eso, por supuesto, rompió el clímax, a Leo se le bajó el pene, no pudo lograr la erección, eso se debió, a que él, había perdido la cabeza en ese instante y a toda costa quería ensartar cualquier orificio de placer en mi humanidad.
De todos modos, tiempo después, lo hicimos, y a partir de allí, de manera recurrente, se volvió un vicio para los dos, aunque para mi, creo que mayor, ya que fue compulsivo, estaba obligada a realizarlo diariamente, con quien fuera, un impulso irresistible u obsesivo, que me llevaba y lleva, a la repetición de esa acción, la de cojer.
Por último quiero aclarar, que de cada imagen mía en este relato, tengo una historia del evento que sucedió en ella......
181 comentarios - Convirtiéndome en la putita de mi familia
re-kalienta uff
qdo bueno el post!!
Solo decime donde estas? jaja!