De pendeja yo no estaba buena I Parte

Tengo que ser absolutamente honesta, uno tiene que conocer sus limitaciones, realmente de pendeja era un bicho, por eso siempre voy a reconocer lo que hizo mi hermano por mi.
En concreto, el fue el único que me daba pelota, ok, no en público, porque también le daba pena, me tenía vergüenza, sin embargo a solas me apoyó, si, de esa manera también, lo necesitaba, pero el resto del mundo, me ignoraba totalmente y en privado también. Leo, mi hermano, no.

El logró que me deshinibiera, que mostrara mi físico, escuálido, pero, a él, no se si le gustaba tanto, como me lo decía, sin embargo, lo aceptaba, y hasta con él, llegué a no sólo desnudarme, sino también, explorarlo y darle placer, a mi persona y al cuerpo de mi hermano, eso me hizo muy feliz, por fin encontraba alguien que le servía, que le era útil como mujer.

Las gafas, tampoco ayudaban mucho, era y soy corta de vista, pero el hecho de usar anteojos desde joven, me corrigió mucho mi visión. Leo me hacía feliz!!

Yo siempre hacía lo que quería mi hermano, como negarme, como cuestionarle algo si era el único que estaba conmigo y quería algo de mi, fui su esclava hasta que se puso de novio y se casó, con la que hoy es mi cuñada. Aunque se casó a los treinta y tres años, así que me lo tuve que fumar mucho tiempo, porque convengamos, el que quiere celeste que le cueste, eso me decía él, y me exigía cualquier cosa, o también decía, la que quiere pescado que se moje el culo. Yo pensaba en un dicho o refrán más femenino, el que quiere comer durazno que soporte la pelusa.

El me aficionó a la masturbación, a despertar en mi toda mi pasión genital, me hizo eróticamente una sibarita sexual, una adicta a la garcha, a la pija, a su poronga, la primera que conocí, yo le decía "el pitulín" cariñosa y femeninamente, bah, su pene.

Sin embargo, después mejoré, hablo de mi aspecto personal, es decir, no soy "Calu Rivero" pero tampoco el mamarracho que fui. Ya no usaba de manera permanente mis gafas, bah, igual, en los juegos con mi hermano, el lo primero que me hacía hacer, era sacarme los lentes y soltarme el cabello, él siempre decía que la mujer tiene que tener el pelo largo, no dejaba siquiera que nuestros padres, fundamentalmente nuestra madre me cortara siquiera las puntas florecidas de mis "crines".

Otra cosa que siempre destacaba mi hermano era mi actitud, de todos modos, era una manera de auto elogiarse él, ya que yo no tenía, o no se me ocurría el discutirle una idea, y hacía todo lo que me mandaba sin chistar, sin un reproche, sin un cuestionamiento.
A veces, nos escapábamos de nuestra casa a la hora de la siesta, cuando nuestra madre dormitaba y mi padre no estaba, ya que como sostén de nuestra familia se iba a la mañana y volvía a la tarde noche. E íbamos a la plazita del barrio, a unas pocas cuadras y mientras jugábamos con las hamacas y otros juegos, me hacía quitar las pantaletas, las bragas y que me trepara a los columpios, y barras.

Yo hacía siempre todo lo que él quisiera, le pertenecí todo ese tiempo, aunque, sin que el lo supiera, hice mis cosas, al ir armándome de valor, al alimentar mi ego, o al tomar confianza, ese cambio de actitud en mi, se vio reflejado en los otros, es decir, al valorarme, al sentirme apreciada conmigo mismo, eso hizo, no se si por casualidad o que, que otros me fueran tomando en cuenta, y bueno, entonces alterné con estos, a escondidas, en secreto, sin que lo supiera mi hermano.

Leo, mi hermano, hacía que me introdujera cualquier cosa en mi anatomía, no se si toma dimensión del peligro que a veces me podría llegar a ocasionar y las consecuencias que eso podría traernos a los dos. Pero yo sin titubear lo efectuaba.

Me sentía bien, querida, y le ponía empeño a todas sus directivas, hasta me hacía depilar mis zonas íntimas, de hecho, la primera vez lo hizo él, le quitó la maquinita de afeitar de nuestro padre, la cual lleva hoja de afeitar, trajo una brocha y crema de rasurar y me sacó todos los pelitos que tenía en el bajo vientre, esa vez recibí algunos cortes que sangraron, y me ardían, después me picaba, hasta que me acostumbré.

Recuerdo la primera vez que vi su choto, él también se rasuraba, me acerqué a su entre pierna desabroché la bragüeta y estaba tan próxima que su poronga excitada, erguida me golpeó y me sorprendí, claro, yo no me imaginaba una cosa así, tenía en mente mi sexo, no el de un varón.

Estaba hipnotizada con mi hermano, era verlo, sonreir y quitarme la bombacha al instante, y a veces el no tenía ganas, pero igual yo me la sacaba, en su presencia, y luego en todo los momentos andaba sin prendas íntimas, por si él tuviera ganas, era un embeleso.

Al principio, sólo se la chupaba, eso también me volvía loca, podía pasarme todo el día haciéndolo, me gustaba tanto, era mi juguete, mi chupetín de carne, era imaginarla y se me hacía agua la boca, y quería tenerla en mi paladar, degustarla, saborearla.

Pero, yo quería sentirla en mi cuerpo, que ingresara como corresponde dentro mío, queria tenerla adentro y no sabía como hacerlo, no quería pedírselo más, ya lo había hecho muchas veces, y desde distintas maneras, insinuándolo y abiertamente, pero Leo era así, parecía que las cosas las hacía a propósito, si yo quería él no me lo daba y si se daba cuenta que había algo que yo no quería lo hacía o me ordenaba que lo hiciera. Así que yo me ponía en poses, las recuerdo a algunas de ellas ahora y me da gracia.

Donde no quería hacerlo era en la plaza, el hecho de quitarme la tanga allí me ponía nerviosa, mucho menos me iba a gustar debutar, perder mi virginidad allí, en un espacio público.
¿Dónde sucedió? Dónde fue la primera vez? En la plaza pública de nuestro barrio.
Yo estaba nerviosa por el hecho de que iba hacerlo, imaginen la carga emocional, de presión, al realizarlo por vez primera y mirando para todos los costados, para todos los lados, por si venía alguien y nos veía, nos encontraba haciéndolo, iba a ser un escándalo de proporciones, éramos hermanos de los mismos padres, era ilegal.

Así que esa vez no lo disfruté, sin embargo, al día siguiente lo hicimos en casa, en la cama de nuestros padres a la hora de la siesta, ya que nuestra madre se había quedado dormida en la sala mirando televisión. Enloquecí, me subí a su verga y monté sobre él, fue delicioso.

A partir de ese momento donde lo veía lo desvestía y si lo encontraba sin ropas, yo de hecho, siempre lo estaba en nuestra casa, me abalanzaba y saltaba sobre sobre su chota y me ensartaba de una.

Pero a él, donde más le gustaba era en la calle, en público o correr ese riesgo, y yo lo empecé a probar y disfrutar y lo hacíamos y me encantó, la libido, el riesgo de ser atrapados, descubiertos y como hermanos, fue algo que nada o mejor dicho, ningún extraño me hizo sentir o pudo alcanzar, la cima del placer.

Después, tiempo más tarde, pero muy rápido, el tuvo que ir a cumplir la patria, con el país, con el servicio militar y nos separamos por casi más de un año, y mi pobre hermano, para esas alturas de nuestra vidas, estaba perdidamente enamorado de mi, yo ya no. E hizo todo por salirse de esa obligación, el servicio militar era obligatorio para todos los varones, y quiso desertar, pero por último, hubo una epidemia de hepatitis, una enfermedad contagiosa y logró obtenerla, así que le dieron la baja del ejército y estuvo hospitalizado en el Hospital Militar y hasta allí yo me dirigí con mi familia a visitarlo, y logre tener unos minutos en soledad con él, y cojimos, aún convaleciente.

Todo eso ya quedó atrás, y yo mejoré bastante físicamente hablando y soy una muy bonita mujer, según dicen los que me pretenden.