Los juegos con mi hermano estuvieron siempre presentes, nuestra madre fundamentalmente, era una persona recelosa de los extraños, eso hacía que nuestra vida sea muy endógena, es decir, teníamos cero relación con cualquier tipo de personas ajena a la familia nuclear, y nuestra socialización, se vio acotada a lo parental, y en el caso mío y el de mi hermano, siempre nos tuvimos que contentar uno con el otro, casi de manera natural, aún sabiendo que era incorrecto.
Eso me llevaba a mi, andar desnuda como algo común y habitual, que no revestía importancia alguna, y de alguna manera, para el control dentro del hogar, eso daba la certeza que yo no saldría fuera de la casa. Mi límite era la puerta de entrada a la misma. Y, para con mi hermano por ejemplo, era también lógico que no tuviera por ejemplo las llaves de la finca, salía con el absoluto conocimiento de nuestra madre, y debía tocar para entrar a nuestra morada.
Sin embargo, y a pesar de la supuesta normalidad de vernos desnudos, o principalmente, verme a mi sin ropas, eso traía cierto morbo, o mejor dicho, curiosidad referida a ello. Y era rutinario el descubrir a mi hermano mirándome, o inspeccionándome cuando yo estaba descansando o dormitando. En un principio, me quejaba, se lo recriminaba, para luego terminar de alguna manera obviándolo, ya no me preocupaba, aunque me molestaba saberlo así a él. Trataba de no engancharme y pelearme, porque de hecho, era el único compañero de juegos de la casa.
Es así, que conforme fuimos creciendo, la avidez por explorarnos fue casi lógica, era una cuestión de tiempos, él me lo propuso, con la excusa de una especie de juegos de roles.
Además y por cierto, mi hermano era y seguramente sigue siéndolo muy creativo, para el morbo, lo libidinoso, mandado a ser para todo lo erótico perverso.
A él le gustaba jugar con la ropa íntima que llevaba puesta, más aún, a él, lo calentaba más verme media desnuda que en cueros, media vestida que sin ropa. Y, a esa ropa, adaptarla, fundamentalmente con mis bragas.
Rápidamente pasamos a la acción, al cuerpo a cuerpo, a refregarnos entre si, a restregar nuestros sexos uno con otro, advertí que los mismos, los genitales de ambos se inflamaban con la fricción, mi vulva se hinchaba, los labios vaginales quedaban henchidos y rosa amoratados, y su pene crecía, de ancho y de largo, aparecían venas alrededor del tronco de su verga y el glande se inflaba, seguramente se llenaba de sangre y cambiaba su rosado en casi violáceo.
Al principio, a él (mi hermano) le dolía más que a mi, me decía que sus calzoncillos lo raspaban, tal vez fuera sólo un discurso, para que yo lo dejara quitarse los calzones y ya sin prendas el roce entre ambos fuera más excitante, más profundo para Leo (ese es el nombre de mi hermano).
Él, Leo, mi hermano, buscaba contagiarme con su lascivia, para ser honesta, a mi me costaba, tenía reparos, una cosa era andar desnuda por la casa, y otra muy distinta era jugar a estos juegos, que notaba como algo que no estaba bien, no sabía bien porque, pero me afectaban, me confundían: Además, no me llamaban la atención, no sentía la necesidad, me aburrían. Pero él, era seguidor conspicuo, no se rendía, continuaba, no le afectaban mis rechazos, y me buscaba, me acariciaba.
Hasta que "tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe" dice un viejo dicho. Tanto insistir, tan seguidor, un día flaquee y accedí a manosear su pija, no fue más que tomarla con mi mano, ya erguida de las fricciones de nuestros cuerpos, con dos sacudidas observé sorprendida como expulsaba un espeso líquido blancuzco, mientras se agitaba y gemía, en ese momento no supe si le dolía o gozaba.
Tanto fue mi desconcierto que lo solté, cortándole la eyaculación, bah, no la eyaculación, sino el goce, el exigía que continuara acariciándole el choto. A mi, me dio, entre impresión y algo de asquito, esa primera experiencia fáctica sexual, con la chota de mi hermano, lo que expelía era pegajoso y no olía muy rico, bueno, fue mi primera reacción.
Sin embargo, él me convenció de que dejara que él me frotara, para que yo sintiera lo que él había sentido, para que comprobara con la experiencia, que era fantástico, esa fue la expresión que Leo, mi hermano utilizó. Y yo compré, accedí a que lo hiciera, e introdujo entre mis piernas sus dedos, su mano, bajo mis bragas.
No les voy a mentir, me gustó la sensación, sin embargo, hasta ese momento, no me parecía tan fantástico, era agradable pero no más que eso, él me pidió entonces que me quitara la tanga, la bombacha, y ya sin ella, sus dedos trabajaron mejor dentro de mi cuerpo, se posicionaron en la parte superior de mi vulva, sin ingresar en mi vagina, e hicieron presión (sus dedos) en una parte dura en ese sector, una dureza, un montículo, que con sus masajes sentí que se erguía, y a partir de allí, comencé a experimentar lo inexplicable, algo nuevo, que jamás, nunca, había sentido.
Era algo que me llevó al delirio, exquisito, noté además que los pezones de mis senos se paraban, pero de una manera distinta a cuando lo hacían por el frío, desde ese momento no pude soportar dejar de hacerlo, me envicié, me enfermé, quería continuamente que Leo (mi hermano) me tocara, como un instrumento de su absoluta propiedad, yo comencé hacérmelo, pero mucho mejor, era sentirlo con él, con sus manos, con sus dedos. Pero, mi hermano fue por más, y me convenció a que lo hagamos juntos, mientras él me tocaba, yo lo tocara.
Igual, hasta ese momento, mucho más me gustaba ser tocada, que tocar, máximo que Leo, quería que se la chupe, y de verdad no me gustaba como sabía, tenía mal olor, mi hermano, no se caracterizaba por su higiene personal. Yo muchas veces le decía ¡Leo, huele feo, andá a lavarte! Pero el hijo de puta no quería, y me hacía chupársela así como estaba, me obligaba a chuparla llena de queso. Yo la tocaba con mis dedos y se le hacían tiritas blancuzcas, un asquete, pero se enojaba si no lo hacía.
Para evitar eso, fue que le propuse hacerlo sin ropas ambos, y con la humedad de mi vulva ir lavando, quitando el "afrecho" de mi hermano. Se que fui una inconsciente, y que en el último de los casos yo llevé esto a un peldaño superior, a otro nivel, ya que hasta allí, nuestros sexos, nuestros aparatos reproductores no habían hecho contacto, pero entiéndanme, era insoportable lo otro, el hedor del pene de mi hermano, ojo, eso tal vez pudo ser otra estrategia de Leo, ya que estoy segura, yo nunca hubiera accedido de no ser por ello, a algo más entre los dos.
Y cada vez, el roce de nuestros sexos era más profundo, cada vez más yo presionaba y él se introducía en mi, aunque hasta ahí, superficialmente. Pero yo, comencé a sentir cada vez más cosas. Eso me enloquecía, me turbaba, me excitaba hasta el paroxismo, quería cojer, quería besar, quería lamer, quería ser penetrada, inundada en guasca, que me partan al medio, y si no era él, cualquier cosa me venía a bien.
En cambio mi hermano, se enamoró de mi, yo no, yo me enamoré de la garcha, de cojer, no de una persona, sino del acto sexual, algo se desató en mi y necesitaba calmarlo, a fuerza de garche.
Y de perseguida pasé a perseguidora, y él, de acechador a acechado, y el muy puto se negaba a penetrarme, tenía miedo, me decía que me iba a arruinar, y yo en todo momento intentaba ante algún descuido llevar con mis dedos la poronga de mi hermano hacia dentro de mi argolla.
¡Vos me enviciaste, ahora cojeme! Le dije más de una vez, Leo se resistía y me daba otras opciones, por ejemplo, chuparnos ambos a la vez. Vuelvo a decirlo, hasta ese momento no le encontraba la gracia de chupar pija, pero no me quedaba otro remedio, y aunque me gustaba que me coma la concha, yo, lo que quería era que me coja, que me penetre, que se introduzca en mi cajeta, que esté bajo mi piel, dentro mío, se lo dije tantas veces, de tantas formas, con todas mis voces más trolas, que un día cedió y se dio, me ensartó como chorizo de croto.
Sin embargo, por vergüenza, por reparo ¡Me da cosa! Me decía, lo hizo desde atrás, no quería verme la cara, no podía soportar mi rostro, sentiría culpa, o era un hipócrita que haría caras y no se bancaba que mis ojos lo vieran, pero no me importó, con tal de ser poseída acepté de una hacerlo desde atrás.
Las primeras veces me dolieron, la primera y ante la inexperiencia de ambos fue todo muy bruto, hasta él, mi hermano, se lastimó la cabeza del choto, le quedó lastimada y no quería volver hacerlo, tuve que buscar cremas cicatrizantes para curarle la pija, y después ya más serenos lo fuimos haciendo a diario, y muchas veces por día, con paciencia.
Y fuimos avanzando, accedió hacerlo de frente, cara a cara pero con una gorrita, cuando lo veía con la gorra era que íbamos a cojer, o cuando él me veía que yo le alcanzaba la gorrita, se enfilaba para la pieza y garchábamos. Después de unos meses era una rutina hacerlo, ya lo hacíamos bien, los dos desnudos, sin tapujos.
Eso me llevaba a mi, andar desnuda como algo común y habitual, que no revestía importancia alguna, y de alguna manera, para el control dentro del hogar, eso daba la certeza que yo no saldría fuera de la casa. Mi límite era la puerta de entrada a la misma. Y, para con mi hermano por ejemplo, era también lógico que no tuviera por ejemplo las llaves de la finca, salía con el absoluto conocimiento de nuestra madre, y debía tocar para entrar a nuestra morada.
Sin embargo, y a pesar de la supuesta normalidad de vernos desnudos, o principalmente, verme a mi sin ropas, eso traía cierto morbo, o mejor dicho, curiosidad referida a ello. Y era rutinario el descubrir a mi hermano mirándome, o inspeccionándome cuando yo estaba descansando o dormitando. En un principio, me quejaba, se lo recriminaba, para luego terminar de alguna manera obviándolo, ya no me preocupaba, aunque me molestaba saberlo así a él. Trataba de no engancharme y pelearme, porque de hecho, era el único compañero de juegos de la casa.
Es así, que conforme fuimos creciendo, la avidez por explorarnos fue casi lógica, era una cuestión de tiempos, él me lo propuso, con la excusa de una especie de juegos de roles.
Además y por cierto, mi hermano era y seguramente sigue siéndolo muy creativo, para el morbo, lo libidinoso, mandado a ser para todo lo erótico perverso.
A él le gustaba jugar con la ropa íntima que llevaba puesta, más aún, a él, lo calentaba más verme media desnuda que en cueros, media vestida que sin ropa. Y, a esa ropa, adaptarla, fundamentalmente con mis bragas.
Rápidamente pasamos a la acción, al cuerpo a cuerpo, a refregarnos entre si, a restregar nuestros sexos uno con otro, advertí que los mismos, los genitales de ambos se inflamaban con la fricción, mi vulva se hinchaba, los labios vaginales quedaban henchidos y rosa amoratados, y su pene crecía, de ancho y de largo, aparecían venas alrededor del tronco de su verga y el glande se inflaba, seguramente se llenaba de sangre y cambiaba su rosado en casi violáceo.
Al principio, a él (mi hermano) le dolía más que a mi, me decía que sus calzoncillos lo raspaban, tal vez fuera sólo un discurso, para que yo lo dejara quitarse los calzones y ya sin prendas el roce entre ambos fuera más excitante, más profundo para Leo (ese es el nombre de mi hermano).
Él, Leo, mi hermano, buscaba contagiarme con su lascivia, para ser honesta, a mi me costaba, tenía reparos, una cosa era andar desnuda por la casa, y otra muy distinta era jugar a estos juegos, que notaba como algo que no estaba bien, no sabía bien porque, pero me afectaban, me confundían: Además, no me llamaban la atención, no sentía la necesidad, me aburrían. Pero él, era seguidor conspicuo, no se rendía, continuaba, no le afectaban mis rechazos, y me buscaba, me acariciaba.
Hasta que "tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe" dice un viejo dicho. Tanto insistir, tan seguidor, un día flaquee y accedí a manosear su pija, no fue más que tomarla con mi mano, ya erguida de las fricciones de nuestros cuerpos, con dos sacudidas observé sorprendida como expulsaba un espeso líquido blancuzco, mientras se agitaba y gemía, en ese momento no supe si le dolía o gozaba.
Tanto fue mi desconcierto que lo solté, cortándole la eyaculación, bah, no la eyaculación, sino el goce, el exigía que continuara acariciándole el choto. A mi, me dio, entre impresión y algo de asquito, esa primera experiencia fáctica sexual, con la chota de mi hermano, lo que expelía era pegajoso y no olía muy rico, bueno, fue mi primera reacción.
Sin embargo, él me convenció de que dejara que él me frotara, para que yo sintiera lo que él había sentido, para que comprobara con la experiencia, que era fantástico, esa fue la expresión que Leo, mi hermano utilizó. Y yo compré, accedí a que lo hiciera, e introdujo entre mis piernas sus dedos, su mano, bajo mis bragas.
No les voy a mentir, me gustó la sensación, sin embargo, hasta ese momento, no me parecía tan fantástico, era agradable pero no más que eso, él me pidió entonces que me quitara la tanga, la bombacha, y ya sin ella, sus dedos trabajaron mejor dentro de mi cuerpo, se posicionaron en la parte superior de mi vulva, sin ingresar en mi vagina, e hicieron presión (sus dedos) en una parte dura en ese sector, una dureza, un montículo, que con sus masajes sentí que se erguía, y a partir de allí, comencé a experimentar lo inexplicable, algo nuevo, que jamás, nunca, había sentido.
Era algo que me llevó al delirio, exquisito, noté además que los pezones de mis senos se paraban, pero de una manera distinta a cuando lo hacían por el frío, desde ese momento no pude soportar dejar de hacerlo, me envicié, me enfermé, quería continuamente que Leo (mi hermano) me tocara, como un instrumento de su absoluta propiedad, yo comencé hacérmelo, pero mucho mejor, era sentirlo con él, con sus manos, con sus dedos. Pero, mi hermano fue por más, y me convenció a que lo hagamos juntos, mientras él me tocaba, yo lo tocara.
Igual, hasta ese momento, mucho más me gustaba ser tocada, que tocar, máximo que Leo, quería que se la chupe, y de verdad no me gustaba como sabía, tenía mal olor, mi hermano, no se caracterizaba por su higiene personal. Yo muchas veces le decía ¡Leo, huele feo, andá a lavarte! Pero el hijo de puta no quería, y me hacía chupársela así como estaba, me obligaba a chuparla llena de queso. Yo la tocaba con mis dedos y se le hacían tiritas blancuzcas, un asquete, pero se enojaba si no lo hacía.
Para evitar eso, fue que le propuse hacerlo sin ropas ambos, y con la humedad de mi vulva ir lavando, quitando el "afrecho" de mi hermano. Se que fui una inconsciente, y que en el último de los casos yo llevé esto a un peldaño superior, a otro nivel, ya que hasta allí, nuestros sexos, nuestros aparatos reproductores no habían hecho contacto, pero entiéndanme, era insoportable lo otro, el hedor del pene de mi hermano, ojo, eso tal vez pudo ser otra estrategia de Leo, ya que estoy segura, yo nunca hubiera accedido de no ser por ello, a algo más entre los dos.
Y cada vez, el roce de nuestros sexos era más profundo, cada vez más yo presionaba y él se introducía en mi, aunque hasta ahí, superficialmente. Pero yo, comencé a sentir cada vez más cosas. Eso me enloquecía, me turbaba, me excitaba hasta el paroxismo, quería cojer, quería besar, quería lamer, quería ser penetrada, inundada en guasca, que me partan al medio, y si no era él, cualquier cosa me venía a bien.
En cambio mi hermano, se enamoró de mi, yo no, yo me enamoré de la garcha, de cojer, no de una persona, sino del acto sexual, algo se desató en mi y necesitaba calmarlo, a fuerza de garche.
Y de perseguida pasé a perseguidora, y él, de acechador a acechado, y el muy puto se negaba a penetrarme, tenía miedo, me decía que me iba a arruinar, y yo en todo momento intentaba ante algún descuido llevar con mis dedos la poronga de mi hermano hacia dentro de mi argolla.
¡Vos me enviciaste, ahora cojeme! Le dije más de una vez, Leo se resistía y me daba otras opciones, por ejemplo, chuparnos ambos a la vez. Vuelvo a decirlo, hasta ese momento no le encontraba la gracia de chupar pija, pero no me quedaba otro remedio, y aunque me gustaba que me coma la concha, yo, lo que quería era que me coja, que me penetre, que se introduzca en mi cajeta, que esté bajo mi piel, dentro mío, se lo dije tantas veces, de tantas formas, con todas mis voces más trolas, que un día cedió y se dio, me ensartó como chorizo de croto.
Sin embargo, por vergüenza, por reparo ¡Me da cosa! Me decía, lo hizo desde atrás, no quería verme la cara, no podía soportar mi rostro, sentiría culpa, o era un hipócrita que haría caras y no se bancaba que mis ojos lo vieran, pero no me importó, con tal de ser poseída acepté de una hacerlo desde atrás.
Las primeras veces me dolieron, la primera y ante la inexperiencia de ambos fue todo muy bruto, hasta él, mi hermano, se lastimó la cabeza del choto, le quedó lastimada y no quería volver hacerlo, tuve que buscar cremas cicatrizantes para curarle la pija, y después ya más serenos lo fuimos haciendo a diario, y muchas veces por día, con paciencia.
Y fuimos avanzando, accedió hacerlo de frente, cara a cara pero con una gorrita, cuando lo veía con la gorra era que íbamos a cojer, o cuando él me veía que yo le alcanzaba la gorrita, se enfilaba para la pieza y garchábamos. Después de unos meses era una rutina hacerlo, ya lo hacíamos bien, los dos desnudos, sin tapujos.
173 comentarios - Juegos Prohibidos con mi hermano
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