No se quien me embarazó ni si fue alguien de mi familia

Con mi hermano nunca tuvimos problemas con el pudor, con la intimidad, no tenemos reparos en vernos desnudos en cualquier momento, y hasta mis amigas, siempre lo vieron a él, como una extensión mía. Es así que a ellas tampoco nunca les importó que Leo (ese es el nombre de mi hermano) las viera o encontrara desnudas.

Era habitual que él ingresara al cuarto de baño cuando yo me encontraba bañando, o viceversa, yo entraba cuando él lo estaba utilizando (el cuarto de baño) aún antes de nuestros juegos, nuestras historias actuadas, y yo hasta lo provocaba abiertamente.

Infinidad de veces, entrando o saliendo de la ducha, sin ropas, desnuda, le gastaba bromas con mi cuerpo, sobre algún comentario que él hiciera por mi deambular por la casa en traje de Eva, absolutamente desnuda, sin ninguna prenda, ni siquiera la ropa interior.

Como siempre compartimos el dormitorio, también en ese lugar lo desafiaba, lo molestaba con poses sexys, sensuales para excitarlo y que reaccione con alguna respuesta genésica.

Hasta que comenzaron nuestros juegos, primero confinándolos a un lugar determinado, el cuarto del fondo. Pero después, en todos los lugares, y por supuesto, en nuestro dormitorio compartido, era el lugar ideal, el de más fácil acceso.

Recuerdo de manera patente, imborrable, las primeras eyaculaciones suyas sobre mis pechos, lo feliz que me hacía sentirme deseada por él, mi hermano mayor, deseado por mis amigas.

Más aún, cuando nuestros contactos se hicieron más personales, íntimos, y hubieron contactos reales, carnales, genéticos, sexuales, con sus dedos y su lengua.

Sus primeros lechazos en mi rostro, sobre mi cara, conociendo así, su sabor, el gusto de su esperma abundante y urgente.

Conocer la textura de su pene, tragar sus líquidos y fluidos testiculares, que sus dedos me inspeccionen, se introduzcan en mis orificios de placer.

Hasta que llegamos a la penetración, la efectiva irrupción de su miembro viril en mi vulva, en mi orificio anal, en mi vagina, en el recto, y el goce doloroso, placentero.

Aprendí con la práctica a bailar, danzar sobre la verga de mi hermano, me endiablaba sobre ella, sin embargo, algo me poseyó, algo que impedía mi satisfacción sólo con su verga, necesité conocer otras, como por ejemplo la de mi padre, entre otras.

Y con mi padre aún, fuimos más descuidados, más impunes, yo con Leo, aunque mínimos tomaba algunos recaudos, pero con mi papá no, cojíamos en cualquier lado, los dos desnudos, hasta en la escalera de la sala principal de la casa lo hicimos.

Pero eso, tampoco me satisfizo, bah, momentáneamente si, pero igual seguía mi curiosidad por las garchas extrañas, quería conocerlas a todas, y continué por supuesto con las de la familia, y así, con prisa pero sin pausa, conocí las de mis primos y para adquirir rápida experiencia y no perder tiempo, hasta lo hice de a dos, ya que unos de nuestros tíos tenían dos hijos, eran los únicos dos primos hermanos, es que de toda nuestra parentela, la mayoría tenía hijos únicos, uno sólo, salvo nosotros (mi hermano y yo "la parejita" filial) aquella era la única familia con dos hijos.

Sin embargo, otro trío realicé con los hermanos menores de mi padre, mis tíos queridos, que en una gloriosa siesta en la casa de mi abuela paterna, me los voltee por separado, era muy joven para enfiestarme todavía.

Aunque, no me prive de hacerlo con otros tíos, ya no de nuestra sangre, ni materna ni paterna, sino los maridos de las hermanas de mi madre, en el auto del cuñado de mi mamá.

Pero eso no me tranquilizó, seguía con el diablo en mi cuerpo, y con un poco más de experiencia y tiempo, seguí con los amigos de mis padres, los de mi hermano (en su ausencia por el servicio militar) y con los vecinos de mi barrio.

Y para demostrarme que no era racista, ni discriminaba, me comí al negro de la feria de los miércoles, un uruguayo, mulato, puestero que vendía verduras y acostumbraba tanto a mi madre como a mi, ayudarnos con las bolsas pesadas y las traía él, acompañándonos hasta nuestra casa.

Como imaginarán, eso no fue gratis, tuve que pagar el precio de todo ese libertinaje, de toda esa promiscuidad, de la joda y las caravanas orgiásticas, y me llenaron el bombo.
Eso fue un escándalo de proporciones dentro de mi familia, mi madre rezaba que no estaba mi hermano, porque hubiera sido una desgracia familiar. Yo nunca dije nada, no conté nada, inventé una historia que no se le creía nadie, ni yo. Tanto fue así, que mis padres la terminaron de redondear, y me fui a vivir con mi abuela materna, desaparecí del barrio, inventaron un viaje a Europa, a España, donde vivía ella (mi abuela).

El relato fue para toda mi familia (incluido mi hermano, por supuesto) pero, eso no impidió que yo continuara con mi raid, no me transformara en otra persona, todo siguió igual, es más, el hecho de estar embarazada, me hacía primero despreocuparme de quedar de cría, ya lo estaba, y además sentía más, estaba más perceptiva, más caliente, más puta.
Mis padres venían regularmente, una vez por mes a verme, a traerme víveres, a ver que necesitaba, y mi papá, cada vez que venía me cojía.

Por supuesto, como les dije que estaba de receptiva, eso no me alcanzaba, para nada, cojer una vez por mes para mi eso no existía, es así, que me cojí al marido de mi abuela, no era mi abuelo, ella estaba separada de aquél, este era otro vejete pirata.

Sin embargo, eso tampoco me calmó, no era suficiente para mi ansia, era en esos momentos una depredadora de hombres. Y por supuesto encontré a varios parroquianos dispuestos a cojerse a una pendeja embarazada, hombres jóvenes bien predispuesto a saciar mi sed de poronga.

Y cojí hasta el último día de mi estancia en ese lugar, y de mi paso por allí, les dejé una criatura, que les alegró la vida a mis abuelos, y a la que tengo cerca, pero debo dirigirme a ella como otra tía, es para todos en la familia, la hija de la vejez de mi abuela.