Regresaba de la cocina masticando el último pedazo de pizza fría, mascullando bronca por la actitud de mi papá, que me había tratado como a una cualquiera luego de saciar nuestros bajos instintos, y al abrir la puerta de mi habitación, me sorprendo con la presencia de mi abuelito, desnudo, en pose sexy ¿Abu, qué hacés acá y así? Exclamé
Él sin perder su aplomo me dijo ¡Ahora me toca a mi!
Haciendo clara referencia a que había sido testigo de todo el affaire con mi padre unos momentos antes. Yo no sabía si reírme abierta y descaradamente o sacarlo a las puteadas de mi cuarto.
Esto era joda, de ser la niña mimada, consentida, estudiosa y respetada, pasaba a ser de un momento a otro la putita de la casa. Ojo, que yo me lo estaba buscando, pero, una cosa era que yo lo buscara y otra muy distinta a que me tomen como un objeto, dando por descontado el fácil acceso conmigo y la ausencia de negativas y reparos de mi parte. Es decir, estaba regalando, rifando, mejor dicho, mi prestigio.
Él al no obtener una respuesta rápida continuó, me dijo ¡Mirá lo que tengo para vos! Se puso de perfil con la "chaucha" encendida, al palo y esbozó una sonrisa.
De verdad me daba entre otras cosas, gracia.
¡Andate abuelo, por favor! Atiné a decir, y él se sentó en el sofá que utilizaba yo cuando vivía con nosotros Julio, el ex amigo de mi hermano. Se agarró la verga la enderezó y me ordenó ¡Sentate! Indicándome con la mirada que lo hiciera sobre ella, arriba del choto, un desvergonzado el abuelito.
Lo saqué a empujones escaleras abajo hasta llegar a la cocina, era una escena de sainete, tragicómica. Entonces él abrió la puerta de la cocina que daba al fondo de la casa, al terreno libre y me dijo ¿O querés hacerlo al aire libre? Y en ese momento riéndose abiertamente.
Supe en ese momento, que también me había visto con los viejos de al lado, por eso tan seguridad en sus palabras y sus acciones, estaba decidido y convencido en que me iba a cojer.
¡Abu, si me viste, sabés que estoy cansada! ¡Te hago una paja! Le dije como máxima oferta
¡Puffff, bueno! Dijo mi abue
Nos sentamos en el sillón de tres cuerpos y se la empecé a amasar, pero el viejo quiso besarme, y bueno, pensé lo caliento un poco y terminamos rápido.
El abuelo era muy tierno al besar, me gustaron sus besos, la lengua habilidosa que ejecutaba una labor interesante, sentí que me excitaba, me mojaba, mis jugos genitales corrieron por mi entre pierna, yo también comencé a utilizar mi lengua.
Y bueno, me calentó y quien hace dos hace tres, y me volqué boca abajo y dejé que me poseyera, me penetrara.
Fue al estilo "perrito", sentí su miembro ingresar con dificultad, a pesar que estaba lubricada, era gordita la verga del abuelo, se afirmó con sus manos en mis caderas y bombeó una y otra vez dentro de mi, me hizo acabar rápido, sin embargo él le costaba.
Yo no sabía, si era por la edad, "ya no le quedarían muchos polvos" o por que lo estábamos haciendo en la mitad de la sala principal y temía ver aparecer a mi madre, la única moradora en ese momento de la casa junto a ambos, o yo no lo estaba calentando debidamente, ya que estaba exhausta.
Se retiró de mi cuerpo sin terminar, yo en cuatro patas, giré a mirarlo, para saber que quería, o si se la había bajado el instrumento. Yo soy gauchita, el que coje conmigo no se va decepcionado, así que quería, máximo que me había hecho llegar al orgasmo, darle su satisfacción, pero él estaba nervioso.
Así que me incorporé, lo miré sugestivamente mientras jugaba con mis pechos para que notara mi deseo de brindarle su goce.
El, lo entendió rápidamente y me pidió que se la chupara, y así lo hice, me la llevé a mi boca, y saboree el glande de mi "nono" suavemente, para ir de menor a mayor, acelerando la mamada y hacerlo acabar.
La tragué toda, y sus huevos lánguidos, estirados me golpeaban la barbilla, mi mentón.
Fui sintiendo poco a poco, como sus fluidos pre seminales se soltaban, el sabor amargo del próximo semen se pegaban en mi lengua, en mis labios, el abuelito estaba a punto de acabar, sentía sus temblores, las piernas le flaqueban.
Pero a pesar de ello, mantenía su caballerosidad, y acomodaba mi cabello tras mi oreja, como para que no se ensucie con su próxima eyaculación, un señor, muy cuidadoso, de hecho me hizo sentir apreciada, no como mi padre que me dejó tirada.
Y explotó dentro de mi cavidad bucal, todo su guasca.
Le sonreí conforme por la tarea realizada, el fue hasta la cocina, trajo un rollo de papel, y limpió todo, desde mis labios, mis mejillas, mis senos, mis muslos, en todas las partes de mi cuerpo que encontraba restos de su semen. En el suelo, y por supuesto en su pija,
Yo lo observaba desde el sofá de tres cuerpos, como higienizaba todo el lugar, y le regalé otra sonrisa, y le dije ¡Bien, ahora me voy a descansar hasta el mediodía! Él se acercó, y como cualquier abuelo, me besó en la frente y me dio una palmadita en mis glúteos.
A partir de ese momento, esos encuentros fugaces los convertimos en casi una rutina cotidiana.
73 comentarios - Abuelo ¿Qué pretende usted de mi?
excelente tu post