Licencia para el placer 16

Fue maravilloso tenerlo de nuevo en casa a mi hijo, luego de haber corrido a su encuentro, abrazarlo y llenarlo de besos, a pesar de la molesta intromisión de mi hija Felina, hermana de Leo, que también lo besaba y abrazaba, entramos todos a nuestro hogar.
Leo estaba famélico de hambre, sus días en el ejército lo habían puesto mucho más delgado, estaba sufriendo la abstinencia en todos los sentidos imaginables. En este caso era apetito alimenticio, así que sin mediar palabras, todos marchamos hacia una parrilla del barrio y vimos comer a nuestro hijo. Todos nosotros ya habíamos cenado, pero lo acompañamos comiendo menudencias.
Felina, en un momento dado, se tuvo que despedir, ya que tenía que verse con su novio, sin embargo, no lo explicitó en ese momento, dijo que tenía un compromiso y se marchó, ante la desagradable sorpresa de Leo.
Yo acoté ¡Dejala, vos sabés como es ella!
Luego de saciar su voracidad alimenticia, Leo volvió a ser el de siempre, sentí como sus manos y sus dedos buscaban entre mis piernas lo que era de él, mi concha (aunque a veces no tan exclusiva como yo quisiese o ellos quisieran) regresamos los tres, mi marido y padre de Leo, mi hijo y yo, nosotros dos del brazo.

Bruno, mi esposo, guardó el automóvil y se despidió dando las buenas noches para irse a dormir, el era un hombre rutinario, que seguía a "pie juntillas" las mismas costumbres y hábitos.
Nos quedamos solos, Leo y yo, su madre, de manera simbiótica ambos nos incorporamos al unísono y nos estrechamos en un profundo abrazo, mientras sus manos y sus dedos se introducían por sobre mi ropa en la zanja del orto, me mojé de manera instantánea con ese contacto.

Estábamos solos, Bruno durmiendo, Felina no regresaría hasta la mañana y Julio había viajado a Corrientes, la provincia de donde era oriundo por temas familiares.
Leo estaba al palo, durísimo. Así que sin mediar más palabras o convenciones, comenzamos a desvestirnos y tocarnos en el comedor.

Luego de ese precalentamiento, nos dirigimos a la habitación de él.
Le quité lentamente su ropa, paso a paso bajé sus pantalones y me encontré ante la ausencia de calzoncillos y su sexo brincó sobre mi rostro.

Lo empujé sobre la cama y subí sobre él, me ensarté de una, parecía que calzábamos justo y cabalgué con bríos, dispuesta a derrotar, tumbar su falo, secarlo, abatirlo.

Sin embargo, con un movimiento simple, firme y brusco, me giró y quedé bajo de él, dominándome se movió rápidamente y me hizo acabar por primera vez.

Luego de terminar con mis temblores de placer, le practiqué sexo oral hasta hacerlo terminar en mi garganta.

Continuamos hasta las cinco de la madrugada cojiendo, tuve que marcharme por Bruno, mi marido, su padre, ya que como un hombre de tradiciones, y usanzas reiteradas, se levantaría como habitualmente lo hacía, alrededor de esa hora para ir al cuarto de baño y vaciar su vejiga.

Lamentablemente la noche no terminó como empezó, es decir, para acelerar su eyaculación me permití jugar con todas sus zonas erógenas y cuando comenzó a saltar su semen en mi boca, tuve la poca feliz idea de perderle un dedo en su ano, ja. Se enojó tanto que le interrumpí el orgasmo y me echó de la habitación. Aunque eso hizo que me salvara de ser descubierta por mi marido Bruno, ya que no fue más que meterme en la cama con él, que este se levantó, encendió un cigarrillo mientras se vestía y fue al baño a mear.

Salvo eso, todo bien y dormí hasta el mediodía.
Para Leo el día no terminó allí. Escuchó a su padre levantarse e ir al baño, y luego salir como lo hacía siempre a buscar el diario y pasear por el barrio, para terminar en la plaza leyendo el periódico.
Leo, volvió a tener hambre, se dirigió a la cocina a desayunar o tomar algo, cuando de repente sintió el ruido de un auto que estacionaba y al cabo de unos instantes sin apagar el motor arrancar haciendo chirriar las ruedas. Tras eso entró Felina a la casa, exactamente a la cocina, en su rostro se la notaba contrariada.
¿Qué pasó hermanita? ¿Te peleaste con tu novio? Preguntó sin saber que Felina tenía novio y que exactamente había discutido con Mingo.
¡Ya te contó tu madre! Respondió lacónica su hermana y Leo abrió grandes sus ojos entre el desconcierto y la sorpresa, dijo ¿Qué me tenía que contar?
¡Eso, que tengo novio! ¡Pero no tenía que hacerlo, lo iba hacer yo! Contestó manteniendo la contrariedad.
¡Pues tenés suerte, no me dijo nada, yo quise improvisar un chiste y acerté! Respondió Leo malhumorado.
¡No es un buen momento para hacerlo, pero si no tenés sueño te cuento! Aseguró ella
¡Lo que menos tengo es ganas de enterarme de eso! ¡Más aún, quisiera que no fuera verdad! Afirmó Leo
¿Por qué? ¡Eso no modifica nada de lo nuestro! Dijo ella
¿Qué pretendés que me quede soltera?
¡Sabés que nuestra relación no existe, está prohibida, no podemos ser pareja! Aclaró
¡Pero, puede mantenerse en el tiempo mientras no nos haga daño! Dijo eso y preguntó ¿Y la otra gente? Haciendo referencia a sus padres ¡Mamá duerme y papá se fue como siempre a comprar el diario! Respondió él
No fue más que escuchar eso, que Felina se desnudó en la cocina y se abalanzó sobre su hermano a los besos y abrazos, por supuesto Leo correspondió con efusividad.

El vértigo del deseo los inundó de ansia, hacía mucho tiempo que no estaban juntos, Leo en medio del juego y la calentura quería averiguar algo más del supuesto novio de su hermana, sin embargo ella con su accionar, le hizo posponer la testimonial que luego le esperaría. Ya que Felina, se arrodilló entre las piernas de su hermano y le brindó una encendida tirada de goma en la cocina, sentado en la silla, junto a la mesa de los desayunos en familia, ella lo chupó, su hermano estaba a punto de explotar por segunda vez en lo que iba del día.
Le pidió ¡Vamos a nuestro cuarto!
Y ella no se quejó, se levantó y corrieron al dormitorio que desde siempre compartían.

Allí continuó haciéndolo hasta retomar el clímax y recibir en su lengua, en sus amígdalas entre sus labios, llenándose la boca de la leche de su hermanito, el soldadito.
Al venirse dentro de ella, Leo se enfrió y recordó las malas nuevas, las novedades que había encontrado a su regreso del servicio militar.

¡Cómo es que tenés novio! Exclamó mientras su hermanita terminaba de tragar toda su esperma
¿Eh? Preguntó Felina de mal modo, no creyendo lo que su hermano le preguntaba, es decir, el mal momento que este elegía, dado que ella todavía no había disfrutado de un orgasmo.
¡Lo de que tenés novio! Reiteró Leo
¡Pero, a vos, ir a la colimba! ¿Te volvió más pelotudo? Inquirió retóricamente y sin esperar respuesta le dijo ¿No ves que no es oportuna tu consulta?
¡Bueno, lo siento si no te parece oportuna, a mi me cayó muy mal esa noticia! Afirmó Leo
¡Pero andá a cagar! Le dijo Felina a su hermano y se puso las bragas, recogió la ropas de ella en el suelo, salió de la habitación, dejo las prendas de vestir en el lavarropas y se fue acostar con su madre.
Leo reflexionó, que en ese casi bimestre de ausencia, las cosas habían cambiado diametralmente en su contra.
Así que al igual que su hermana, se vistió y salió de su domicilio, ya había amanecido eran las ocho de la mañana y se dirigió a la casa de su compañerita de colegio Marina.
La encontró en la vereda y ella, sin noticias de él desde más de tres meses corrió a sus brazos, Leo, la saludo en público como habitualmente lo hacía.