"Sólo soy feliz cuando llueve"
(Ryuko Matoi y Satsuki Kiryuin x BBC).
Autor: NidoranDuran
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Resumen:
Satsuki quiere arreglar las cosas con Ryuko y "empezar a llevarse bien", pero ella no cooperará con ninguna chica que no tenga una fijación oral, una manía de escupir y algo por los hombres negros, así que Satsuki decide que Ryuko tiene que aprender a conseguir las tres cosas.
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"Gluk glukgluk", fue lo que escuchó Ryuko al despertar. Ruidos. Ruidos sucios y descuidados. Se despertó despacio, confusa, frustrada, sus ojos se abrieron de par en par al ver a Satsuki con la garganta llena de polla negra, lanzándose ala pasión implacable de sorberlo, atragantándose con el grueso tronco y arrojándose a las profundidades de un caos imprudente y desenfrenado. Tampoco fue sutil al respecto, sus manos acariciaban sus hinchadas bolas negras mientras se amordazaba, dejando su miembro cubierto de gruesos hilos de saliva y sus pensamientos centrados en la temblorosa y vertiginosa adoración de su enorme verga.
Lo más desconcertante era que Ryuko estaba en una cama. Una cama con Satsuki y un hombre negro acostado en ella. Al darse cuenta, se sobresaltó, recordando que Satsuki la había derrotado y arrastrado hasta allí.
―¿Qué diablos está pasando? ―gritó Ryuko, rugiendo con total pánico y furia.
Satsuki se levantó lentamente de la polla del hombre, con los ojos entrecerrados.
―Estoy adorando una polla negra, estúpida ―dijo―. Cállate y déjame terminar.
Volvió a empujar hacia abajo, un insistente deslizamiento descendiendo en el ardor del placer y el calor, el éxtasis y el hambre de dejarse llevar por el placer más profundo la golpeó con fuerza. Siguió atragantándose con la amplia longitud de la verga gorda y negra, despreocupada, sin arrepentirse. El hombre gimió de placer, su mano encontró la nuca de ella y la empujó hacia abajo, forzando su garganta a entregarse por completo al momento.
Ver a Satsuki tan feliz dejándose dominar de esa manera inspiraba un montón de sentimientos aturdidores y miserables dentro de Ryuko, que no tenía ni idea de qué sentir ante esas vistas. Satsuki era su enemiga más feroz, y se veía tan feliz de dejar que él le agarrara la nuca y la obligara a bajar sobre su polla. Era irreal, la miserable visión de algo carente de razón que la golpeaba con un ardor de ideas extrañas y desconcertantes. Todo lo que creía saber sobre Satsuki se estaba derritiendo mientras babeaba sobre toda la polla negra en una indulgencia babeante y obsesiva, la perversa fascinación de las cosas que continuaban desgarrándola.
Pero Satsuki era imparable, mantenía la cabeza en movimiento, sorbiendo, babeando, dejando un desastre baboso en el regazo del hombre. Su reverencia por su verga era feroz y mudo, empujando con una insistencia desesperada que la mantenía hambrienta, atrapada. Satsuki mostró una falta de voluntad para reducir la velocidad, atrapada en la intensidad palpitante y el deseo de ceder más caliente, profundizando en lujurias que la mantenían activa, hacia adelante y perdiendo todo el control. No se detuvo hasta que la polla alojada en su garganta entro en erupción, su cabeza se echó hacia atrás en una repentina y espasmódica oleada de alegría, la lujuria ardiente y codiciosa de dejarse sucumbir al mareo más completo, un calor desesperado y pegajoso que la hizo saborear la alegría.
El semen brotó en su boca y, cuando Satsuki se levantó, apretó los labios con fuerza. Ryuko había estado observando por el rabillo del ojo con disgusto y vergüenza, sin estar preparada para ver cómo Satsuki de repente la agarró, sostuvo el pelo corto dela marimacho y la atrajo hacia sí, escupiéndole semen en la boca.
—Traga.
El agarre en la parte posterior de su cabeza y la presión de los labios contra los suyos hicieron que una indignada y desconcertada Ryuko tragara, no porque quisiera, sino por una repentina y autoritaria insistencia que la desconcentró de inmediato.
Cuando se separó, Satsuki escupió en la boca de Ryuko.
—¿Qué diablos está pasando? —volvió a preguntar. Más fuerte esta vez. Más alto.
La absoluta locura de esta situación la dejó temblando de total desconcierto, confundida más allá de cualquier atisbo de razón mientras miraba fijamente a Satsuki.
—No puedo dejar de pelear contigo, pero puedo arreglar tu actitud. Eres una zorra engreída para ser japonesa, y tienes que aprender a servir a los hombres negros, y yo estoy aquí para ayudarte. —Volvió a tirar del aquel puñado de pelo y, cuando la boca de Ryuko abrió para protestar, escupió dentro—. Ahora, en lugar de discutir conmigo, envuelve estos labios alrededor de la verga de ese hombre negro y adórala.
—¡No voy a hacer ninguna jodida... ¡glurk gulk gack gluk!
La obstinada negativa de Ryuko le valió poco más que un empujón sobre una polla demasiado grande paras u boca. Ryuko se atragantó con una dura y palpitante porción de carne de carne de polla negra, sus ojos muy abiertos se llenaban de furia mientras se veía obligada a sorberla y atragantarse,
—Eso es, adora esta verga negra, pequeña zorra —gruñó el hombre que Satsuki había traído con el único finde arruinar a Ryuko. Agarró a Satsuki—. Abre, nena. —Ella empujó la cabeza hacia adelante y abrió la boca, dejándole escupir directamente en ella—. Buena chica.
—Gracias, señor —gimió Satsuki, que continuó atascando la cabeza de Ryuko hacia arriba y hacia abajo sobre su polla en una implacable tormenta implacable de atención y calentura, desgastando sin piedad la concentración de Ryuko con más fuerza a cada empujón. Indignada y mareada, cayendo en un pánico cada vez más profundo, Ryuko sigue su obstinada lucha mientras le destrozaban la garganta.
La mamada que le hizo fue, debido al caos absoluto de la situación, descuidada hasta la locura. Atragantándose y babeando sobre la enorme verga que le obstruía la garganta, Ryuko dejó gruesos hilos de baba por todas partes, un efecto secundario de lo duro que la estaban usando y faltando al respeto. Subía y bajaba, babeando por toda la enorme polla y acercándose demasiado para su propio gusto con cosas con las que Ryuko no quería lidiar en absoluto. El ardor de estas insistencias perversas la mantuvo en un espacio extraño.
Satsuki la tiró hacia atrás sin previo aviso y le escupió en la boca.
—Los negros son superiores a nosotras. Nosotras sólo somos putas sin valor para ellos. ¿Entiendes?
Ryuko devolvió el escupitajo a la cara de Satsuki, lo que le valió una bofetada y un empujón hacia abajo. El tormentoso estallido de arcadas y forcejeos continuó con un calor de pánico, el latido de las preocupaciones y el caos que seguía arruinándola. No había una buena manera de lidiar con estos sentimientos, la quemazón de confusiones y presiones que seguían brutalizándola. Se vio obligada a ahogarse, a luchar, a caer en un estado más extraño de puro delirio. Gruñía y se agitaba, pero siguió recibiendo polla, vaciló bajo la vergüenza que la desgarraba y continuó agotándola, destruyéndola. No podía respirar con esta enorme polla.
Pero mientras Satsuki continuaba con su despiadada presión y se sumergía en el caos descuidado para perseguirla, todavía estaba tratando de explicarle esto a Ryuko.
—Los hombres negros tienen pollas más grandes y mejores. Estamos destinadas a reproducirnos con ellos. Estamos destinadas a ser muñecas sexuales que saben que son mejores que nosotros —Volvió a levantar a Ryuko y le escupió en la boca—. No soy mejor que tú. Las dos no valemos nada. Pero soy mejor que tú hasta que aceptes tu lugar —Obligando a Ryuko a bajar de nuevo, la tormentosa presión de este maltrato continuó alejando todo sentido, rompiendo sus pensamientos, tratando de arruinarla.
Esto era un desastre. El caos palpitante y la fiebre de caer en este lío provocaron pánicos verdaderamente ruinosos, el temblor ardiente de algo que seguía arruinándola. Todo lo que Ryuko pudo responder fue: "Gluk gluk gluk", mientras la embrutecían. No podía hacer nada para salvarse allí, un caos en espiral en el que seguir cayendo, seguir luchando contra estas presiones cada vez peores. Su cabeza seguía moviéndose, con la preocupación temblorosa de que le follara en la cara, de verse obligada a enfrentarse a las ideas desquiciadas que Satsuki estaba ansiosa por enseñarle.
Pero en algún lugar dela neblina, empezó a derretirse. Sus ojos se pusieron bizcos. El latido de la polla negra en su boca comenzó a invocar en ella algo más tembloroso, algo desconcertante en su fascinante caos. Se estaba rindiendo, luchando contra el calor implacable y el gozo despiadado que seguía hundiéndola. Deseaba con todas sus fuerzas encontrar más sentido a lo que la estaba arruinando, pero continuó sirviendo, babeando sobre la verga negra y descubriendo que era extrañamente tentadora. La rareza cada vez más profunda y el calor que la desgarraban, seguían rompiendo sus pensamientos y la obligaban a seguir chupando. Aquí solo había ruina, una rendición descuidada desgarrando sus pensamientos con más fuerza.
Sabía tan bien que a Ryuko se le hizo la boca agua y la polla empezó a quedar aún más resbaladiza y húmeda. El mero hecho de chuparla bastó suficiente para que su boca se rindiera, gimiendo por la confusión y el calor cada vez más baboso. Satsuki volvió a levantarla y le escupió en su boca, y esta vez, hizo gemir a Ryuko.
Esa fue la señal para Satsuki.
—Haz que tu amo negro se corra. Demuestra tu valor como mujer y muéstrale que estás lista para someterte por completo a él. —Las insensibles palabras de Satsuki vinieron acompañadas de unas arcadas y sorbidos más excitantes por parte de Ryuko. Por fin estaban llegando a la misma página, finalmente estaban de acuerdo la una con la otra sobre lo que estaban haciendo y por fin avanzaban hacia el éxtasis, unidas por ser un par de zorras temblorosas con los objetivos más vulgares.
Ryuko puso de su parte y, al poco tiempo, hizo que el hombre gimiera más fuerte.
—No te tragues ni una puta gota —gimió—. Quiero verlas besuqueándose con él.
Ryuko asintió felizmente, untando su polla con saliva y continuando con sus desordenados elogios, ofreciendo el placer en un arrebato intermitente de lujuria para entregarse a lo más profundo. Cuando su polla estalló en su boca, Ryuko estaba lista, agarrándose con firmeza a su verga y sacudiéndola a lo largo de su viscosa base mientras la ordeñaba en su boca, llenándola con la alegría salada y viscosa del semen, un sabor que de repente era mucho más capaz de disfrutar como era debido. El placer era una alegría perversa de calor ardiente, que la hizo desmoronarse por completo.
Levantándose con la boca casi desbordante, se inclinó hacia Satsuki, y ahora era el momento de devolverle el favor. La cabeza de Satsuki se inclinó hacia atrás y abrió la boca mientras Ryuko babeaba un chorro de esperma directamente en la boca abierta. Sus ojos se clavaron con fuerza, el ardor de unas pasiones increíbles que provocaban un gozo perverso bajo la pura dicha de dejarse llevar por estas pasiones. Perdida en la brillante excitación de un calor que ni siquiera podía empezara ignorar. La irresistible alegría la llevó a querer más de esto ahora. Quería caerse a pedazos.
La carga de semen que Ryuko se había ganado hizo que el placer se convirtiera en una indulgencia forzada del caos y un calor al que ceder más fuerte. Siguieron intercambiándolo en sus besos descuidados, sin importarles si algo del semen se derramaba y corría por sus barbillas. Todo era un lío de excitación descuidado, el calor gozoso y la indulgencia de entregarse cada vez más profundamente. El palpitar del calor y el caos mantenían los placeres que perseguir, el placer desgarrándola en una lujuria más extraña, en un estado de éxtasis descuidado demasiado despiadado para manejar. Se estaban entregando a todo esto.
—Ahora lo entiendo—gimió Ryuko—. Soy una puta chupapollas tonta cuyo propósito es servir a los hombres negros. Quiero ser una buena chica y adorar las pollas negras.
—Eso es, eso es —ronroneó Satsuki, acariciándole la mejilla. Se giró hacia su hombre, con la boca abierta. Él se inclinó hacia delante y babeó en su boca, y una Ryuko con los ojos muy abiertos asintió, su propia cabeza inclinada hacia abajo para que Satsuki pudiera babear su saliva en su boca—. Ya no soy superior a ti —dijo—. Estamos a mano.
Ryuko asintió y setragó la saliva de segunda mano con alegría.
—Porque ambas somos sus putas —declaró—. Las dos somos unas chupadoras de verga. Las dos somos propiedad de los negros. Ambas somos putas escupidas por hombres negros.
—Así es. —Satsuki giró la cabeza de Ryuko hacia el hombre para que pudiera babear en su boca a continuación. Los ojos de Ryuko se pusieron un poco bizcos cuando la saliva goteó directamente de la boca de un negro a la suya, lenta y apreciativamente, antes de que ella la babease a su vez en la de Satsuki. Estaba aprendiendo, progresando. Se estaba convirtiendo en una buena putita para los negros y su saliva, tal y como estaba destinada a ser.
Esta vez descendieron juntas sobre su polla, Satsuki tomó la iniciativa, pero esta vez sin la mano en la cabeza de Ryuko. No lo necesitaba. Esta vez, todos estaban en la misma página, listos para obedecer y cooperar mientras sus bocas se acomodaban juntas contra la gorda verga negra que tenían delante. Ryuko ni siquiera estaba completamente segura de cómo acercarse ahora que no le estaban cogiendo la cara como a una puta tonta, pero eso cambiaba mucho las cosas mientras navegaba hacia las profundidades del hambre y la necesidad ardiente y dolorosa. Estaba lista para aprender, lista para obedecer, lista para servir. Sólo tenía que seguir el ejemplo de Satsuki.
Sus lenguas se arrastraron juntas a lo largo del pene frente a ellas. Ambas chicas salivaron por el sabor y la excitación que las consumía, placeres que las empujaban a ambas a derretirse bajo estos goces sin sentido, una excitación espectacular que aumentaba constantemente de intensidad, que las empujaba a entregarse más profundamente a estas ideas. Todas ellas. El placer era irreal, la rareza y el caos de dejar que todo los atravesara. Ryuko aprendía ahora todo lo que Satsuki ya sabía, y las pasiones derretían sus pensamientos mientras reforzaba su devoción por su miembro con cada beso y sorbo.
La saliva de las chicas dejó la polla hecha un asco, y él se conformaba con tumbarse y recibirla.
—Ustedes dos parecen hermanas —gimió. Ninguna de las dos pensó mucho en el comentario mientras se deslizaban en una espiral de lujuria, hacia el caos continuo que seguía creciendo sin control—. Abran.
Su orden hizo que ambas se giraran hacia él, con las fauces abierta, para que pudiera inclinarse hacia delante y escupir en cada una de sus bocas. Mamadoras obedientes que felizmente le permitían reforzar su dominio sobre ellas. Aprendían mucho, putas bizcas que se escupían en la boca la una a la otra antes de escupir sobre la polla, frotándola con los dedos y adorándola. El placer era implacable, contundente, la insistente excitación de un caos al que seguir persiguiendo. Era un placer verdaderamente más allá del sentido, la sinrazón y el hambre llevándolas a necesitar más, reverenciando servilmente el eje y dejando que todo lo demás no importara.
Ryuko fue la primera en zambullirse en su verga, voluntariamente le hizo una garganta profunda y se amordazó, el caos chisporroteante la llevó a querer más de esto, necesitando solo derretirse bajo estos placeres enfermizos y vulgares. La satisfacción quela derrumbó era completamente insensata, el calor brillante y la dicha de dejar que todo la volviera loca. La pasión inagotable seguía exigiéndole demasiado, y ella se sentía tan feliz de ser consumida simplemente por ella ahora, ahogándose en su polla, untándola en la baba de su garganta antes de retirarse.
Satsuki lamió los hilos de saliva que colgaban de los labios de Ryuko y luego los babeó sobre la polla antes de dedicarse también a hacerle una garganta profunda. Se sentía mucho más feliz de tener a Ryuko "de su lado", de compartir ese pene con ella. Podrían ser aliados, tal vez. Podrían ser mejores juntas. Solo sabía que no apoyaría a ninguna mujer que no se sometiera por completo. Cuando se apartó y escupió en la boca de Ryuko, vio esa sumisión. Ambas estaban comprometidas con el caos arremolinado, el éxtasis salvaje de rendirse más profundamente, la alegría completa de una dicha a la que seguir entregándose, llevadas al límite de la ruina sin sentido.
Todo esto se sentía tan bien, la frustración inagotable de sumergirse en lujurias más profundas, en un espectáculo extraño que hacía que todo pareciera delirante, la hizo dejar de procesar el pensamiento racional en su inmersión más profunda. Solo quería dejarse llevar, renunciar a estas ideas y que le resultara imposible navegar. El deseo ardiente llevó a Ryuko a seguir ansiando más, arrojándose a ideas más allá del sentido, la sinrazón y sus excitaciones más descuidadas la guiaron hacia espectáculos más profundos y ebrios. No pudo resistirlo, no pudo luchar contra la lujuria que la desgarraba mientras todo sentido se desvanecía.
Después de todo este tiempo de lucha, Ryuko y Satsuki no eran más que un par de chupavergas unidas que se turnaban para babear sobre una polla negra mientras él escupía en sus bocas. Era un espectáculo de idas y venitas tan desesperado y nebuloso como Ryuko jamás hubiera imaginado. Era demasiado, estos continuos pánicos y sus peores indulgencias la dejaban luchando en un delirio vacío y lleno de pánico, sin pensamientos en la cabeza y sin ganas de encontrar otros nuevos. Se lanzó con más fuerza, intercambiando con su polla de un lado a otro, intercambiando separa seguir chupando y jugando, para adorarle con su reverente y descuidado asombro mientras se hundían juntas en una fundida rendición. Las chicas eran imparables, tirando por la borda todo sentido común para continuar con su devoción servil, y perseguir una idea singular y aplastante que se sentía mejor y más caliente con cada empuje hacia adelante.
Sus babeos y su complacencia mantenían a las chicas hambrientas, la maraña de placeres para seguir persiguiendo, atiborrándose de carne negra con la brillante excitación de entregarse tan profundamente. Sus bocas estaban en su polla cuando él se corrió, los dedos entrelazados mientras sus manos acariciaban su polla cubierta desaliva en salvaje obediencia y rendición, entregándose al caos y a sus más salvajes y descuidadas ofrendas. El semen les corría a borbotones por la cara y dentro de sus bocas, ambas gimieron de gozo salvaje y de placer estremecedor, el calor extático de dejarse llevar por el placer. Las cuerdas de semen caliente y pegajoso las hicieron un lío de la forma más hermosa.
Fundirse la una contra la otra sin restricciones ni freno era un placer y un caos más allá del sentido, la pasión descuidada de ceder a estas ideas, el placer y el vértigo de dejarse llevar. No había sentido común para lidiar con estas ideas. Se agarraron los labios, gimiendo de una alegría babosa y descuidada mientras intercambiaban saliva de un lado a otro, separándose con más fuerza bajo las excitaciones y el hambre de querer más. Había un placer y un fuego detrás de estoque las seguían atrayendo. Las chicas estaban felices de babearse mutuamente, chupársela lengua y pasarse la leche de una a otra. Dos enemigas de antaño daban un espectáculo desaliñado, todo para alabar al hombre colgado que tenían delante. Era natural. Era bueno. Era lo que estaban destinadas a hacer.
Pero Satsuki quería más de Ryuko.
—Ahora que has demostrado lo que vales, es hora de dejarte coger —ronroneó Satsuki—.Necesitamos ennegrecer ese coño asiático.
—Necesitamos ennegrecer mi coño asiático —coincidió Ryuko.
En un abrir y cerrar de ojos, estaba boca arriba, con una mano alrededor del cuello y su boca se abrió por instinto. La saliva aterrizó en sus labios, y gimió de dulce alegría al sentir una presión de apareamiento, una frontera de placer que la desgarró. Una verga negra, gorda y palpitante se metió en su coño, y gritó de alegría, recibiendo el caos absoluto y la presión de sensaciones que hicieron que sus pensamientos se volvieran una espiral de felicidad salvaje. Nunca antes había sentido algo así, placeres y excitaciones en los que estaba dispuesta a caer de lleno, el palpitar de alegrías implacables a las que no podía resistirse. Había un placer en todo ello que se sentía realmente hermoso, la emoción y la fiebre de entregarse más profundamente.
—La polla negra es mi droga —se quejó Ryuko—. Escúpame en la boca otra vez, señor.
Consiguió lo que quería y dejó escapar sonidos de hambre y lujuria cada vez más salvajes mientras se dejaba llevar por el éxtasis aplastante de entregarse por completo. Se sentía impotente para hacer frente a esos placeres, la excitación de simplemente dejarse llevar. Ryuko no pudo evitar saborear la alegría de tener una enorme verga negra embutiéndola, sus gemidos eran eléctricos y extáticos mientras sus piernas se levantaban en el aire y se dejaba llevar por la completa desesperación de este momento. Todo esto era tan intenso, tan exigente, y el perverso éxtasis continuaba desafiándola, obligando a Ryuko a simplemente anhelar estos placeres. Cada vez que él le escupía en la boca o le apretaba la garganta, ella estaba allí para recibirlo.
—Y mientras estás ocupado cogiéndote a la chica nueva... —murmuró Satsuki, con la mirada fija en otra cosa mientras empujaba la lengua hacia delante, sumergiéndose para empezara lamerle todo el agujero del culo con una adoración servil y descuidada, el ardiente placer de entregarse a la máxima desesperación, una extensión de caos y fuego ala que era incapaz de resistirse. Solo se podía encontrar placer en toda esta loca satisfacción, el nebuloso desenredo del pensamiento que conllevaba ser una puta tan desagradable.
Lo que más le gustaba a Satsuki era chuparle el culo a un negro descuidadamente, y era feliz escupiendo en su agujero y jugando con él, usando su lengua para enloquecerlo mientras él machacaba a Ryuko, empujando su culo hacia su cara con cada embestida. No había nada como aquello, y placer que la consumía mantenía a Satsuki desesperada, hacia adelante, desgastando su concentración mientras dejaba que el coño de Ryuko ordeñara su verga y la drenara. Todas estas ideas, las más depravadas se acumulaban con escandalosa excitación, la codicia y el delirio demasiado maníacos para manejarlos, la obligaban a profundizar más. No había forma de escapar de estos placeres, y mientras su lengua hacía su magia serpenteante en el culo de un hombre, se concentró en asegurarse de que a Ryuko le cogieran los sesos.
—Soy una zorra negra y me encanta —gimoteó Ryuko, que seguía recibiendo saliva constantemente en su boca.
Estaba feliz de rendirse a esto, aceptando felizmente cada chorro de saliva en su boca, cada falta de respeto que reforzaba su espacio sumiso. Para Ryuko no había duda delo que quería aquí, de los placeres que la mantenían cayendo en un caos más profundo. Era simplemente increíble, la hermosa emoción de tener una verga negra hundiéndose en su agujero japonés una y otra vez, usándola como la carne de follar que era. Ahora tenía sentido. Todo tenía sentido. Tenía que agradecerle a Satsuki por la perspectiva, por la oportunidad de resolver sus conflictos con un amor unificador por la polla negra. Era perfecto.
Cada ruido que hacía Satsuki era profundo y descaradamente, la degradante desesperación de una zorra que le comía el culo a un negro sin tener en cuenta su propia dignidad. Sus lamidas, su cara frotándose desesperadamente en su trasero, el caos de babearen su agujero y dejar que su lengua esparciera saliva como si todo fuera un juego... Satsuki estaba sobrepasada, pero todo por una buena causa, todo para que las cosas salieran a la perfección.
—¡Abre mi agujero y escúpeme la boca! ¡Hazme aprender lo que es estar ennegrecida! —aulló Ryuko.
Por fin se estaba corriendo, un orgasmo bien merecido y ganado con esfuerzo que seguía arruinándola, destrozando sus pensamientos con pecaminosa insistencia. Obtuvo lo que quería, una carga, algo de saliva y el dulce éxtasis de correrse como loca. Su coño se apretó alrededor de la polla espasmódica, rogándole quela llenara, que la dejara embarazada, que la convirtiera de una marimacho vulgar, en una obediente zorra ennegrecida. Ahora lo comprendía todo y estaba dispuesta a desmoronarse, perdida en placeres que era incapaz de manejar.
Ryuko adornó con más besos de Satsuki, saboreando el culo negro en la lengua que empezó a chupar con muda desesperación de fijación oral. Ahora lo entendía y estaba muy agradecida por todo.
—No besamos a los negros porque no somos dignas de ello. —gimió Satsuki.
—Sólo besamos a otras chicas para poder compartir su gusto —respondió Ryuko. Ella lo entendió.
Ya no necesitaban pelear más. No querían hacerlo. ¿Para qué molestarse? En cambio, se iban a divertir mucho más como putas de boca negra.
Fin.
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