El cuento conocido dice que una joven y bella princesa, llamada Blancanieves, era envidiada por su madrastra y la entregó a un cazador para que la mate.
La realidad es que la pendeja era escandalosa, pues desde chica, todos los días, se masturbaba, a los gritos.
El cazador la llevó lejos, pero al verla tan excitante, la recogió!
Después la dejó sola. Y Blanca, hambrienta, se distrajo pajeándose...
Luego caminó y encontró una pequeña cabaña y entró. Comió lo que encontró y en eso entraron los dueños de la casa: eran siete enanos. Blanca, asustada, sólo atinó a mostrar sus encantos…
¡Chochos los enanos! Hacía mucho que no veían una hembra tan hermosa, por lo que eran muy pajeros. Y como todos los enanos, pijudos… Se metieron debajo de su vestido, la tocaron…
Happy se subió a una silla, le puso su vergota en las tetazas y le preguntó su nombre.
“Me llamo Blancanieves, y soy una princesa…”
“Desde ahora te llamarás Blancaleche, porque así te vamos a dejar los siete. Y serás nuestra putita…!”
La pendeja arrecha aceptó encantada! ¡Siete pijas gigantes, todos los días, a cada rato, por todas partes!
Todo iba de maravilla, hasta que Blancaleche comió una manzana embrujada y quedó dormida. La descubrió un macho alzado, quien le mandó su verga. ¡Y la puta, al sentir lo que más le gustaba, despertó!
Se fue con el macho y vivieron culeando. Y cuando él no podía, Blancaleche iba a la cabaña de los siete enanitos vergudos…
La realidad es que la pendeja era escandalosa, pues desde chica, todos los días, se masturbaba, a los gritos.
El cazador la llevó lejos, pero al verla tan excitante, la recogió!
Después la dejó sola. Y Blanca, hambrienta, se distrajo pajeándose...
Luego caminó y encontró una pequeña cabaña y entró. Comió lo que encontró y en eso entraron los dueños de la casa: eran siete enanos. Blanca, asustada, sólo atinó a mostrar sus encantos…
¡Chochos los enanos! Hacía mucho que no veían una hembra tan hermosa, por lo que eran muy pajeros. Y como todos los enanos, pijudos… Se metieron debajo de su vestido, la tocaron…
Happy se subió a una silla, le puso su vergota en las tetazas y le preguntó su nombre.
“Me llamo Blancanieves, y soy una princesa…”
“Desde ahora te llamarás Blancaleche, porque así te vamos a dejar los siete. Y serás nuestra putita…!”
La pendeja arrecha aceptó encantada! ¡Siete pijas gigantes, todos los días, a cada rato, por todas partes!
Todo iba de maravilla, hasta que Blancaleche comió una manzana embrujada y quedó dormida. La descubrió un macho alzado, quien le mandó su verga. ¡Y la puta, al sentir lo que más le gustaba, despertó!
Se fue con el macho y vivieron culeando. Y cuando él no podía, Blancaleche iba a la cabaña de los siete enanitos vergudos…
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