Hola:
Estuve en una de estas tardes de verano tomándome fotos para Grindr. Y para buscar una ambientación diferente, salí al jardín de mi casa para sacarme las fotos con sol y plantas de fondo.
Me había puesto una tanga y me depilé la cola. Me puse en varias posiciones sugerentes con la cola para arriba, tomándome fotos sin pensar demasiado.
Cuando me doy vuelta me di cuenta que el vecino de al lado me miraba a través de la ligustrina. Se nota que estuvo viendo toda esa escena de mi culo y las tomas fotográficas desde hacía rato. A penas pude ver sus ojitos y su carita, parecía bastante entretenido. No me dijo nada, yo tampoco a él. No supe qué hacer y me metí a mi casa.
Un par de días después lo crucé en su vereda y me dijo:
Vecino: ¡Buen día, pibe! ¿Hoy no te sacás fotos?
Yo, rojo de vergüenza no supe qué decir y no le contesté, caminé rapidito y entré a mi casa. Pero después me surgió la curiosidad, así que decidí hacer otra sesión de fotos a ver cuál era su reacción.
Salí al patio soleado otra vez, me había puesto un culotte de encaje y me ubiqué en posición de cuatro, también con las patas para arriba imitando a Isabel Sarli en la película "Carne". Hice toda una serie de escenas un tanto fingidas esperando que apareciera mi vecino, y al cabo de unos minutos noté que me miraba desde su patio. Sin decir nada se fue hacia adentro. Pensé que no estaba interesado, así que dejé mis poses y solamente las publiqué en Grindr.
Al cabo de uno o dos días siento el timbre de la puerta sonando. Salgo a ver quien es, y para mi sorpresa era mi vecino. Estaba ahí parado viéndome con ojos pícaros y una cierta sonrisa que no terminaba de dibujarse en su rostro. Una sonrisa amistosa y ojitos picaros.
Lo hice pasar.
Yo: Hola, vecino
Vecino: Hola
Se sentó en el sillón de la sala y le ofrecí algo de tomar. No quiso tomar nada
Nos pusimos a hablar y me dijo que me había visto tomándome fotos. Le respondí que sí, a veces me saco fotos.
Yo: ¿Y te gustó lo que viste?
Vecino: Linda cola tenés.
Ya listo y jugado no tenía más nada que ocultar. Dejé la vergüenza de lado y me dirigí a él sin más rodeos
Yo: ¿Y te gustaron mis poses? ¿Te gustaría que haga algunas para vos ahora?
Vecino: Me encantaría, sería bárbaro.
Sin dar muchos rodeos puse música y me fui desvistiendo de a poco. Me desabroché el pantalón y movía la cola sugerentemente, hice una especie de striptease que duró unos segundos y le presenté mi lindo trasero redondo depilado y entangado. Caminando en cuatro patas como una gata, fui hasta él, y empecé a bajarle el cierre del pantalón. Acaricié lentamente su suave pene que ya se estaba despertando. Era gordito pero no muy largo, con una hermosa cabeza rosada parecida a una deliciosa frutilla. Me la devoré sin piedad y sin cesar, haciendo mi famosa técnica de garganta profunda. La relamía por todo el contorno de esa hermosa cabeza para después tragármela de un golpe. Seguí clavándome la verga que ya estaba muy dura hasta el fondo de mi garganta. Él simplemente estaba ahí sentado disfrutando y gimiendo. Seguí con mi técnica de garganta profunda, a los hombres les excita mucho sentir lo ajustado de la garganta apretándoles la cabeza del pene, es como coger una conchita suave y rosada pero más dura, más rígida como es la garganta provoca mucho placer. Al poco sentí el sabor del líquido pre seminal en mi boca, es ese sabor salado muy parecido al sabor de la leche, y supe que mi vecino estaba por acabar. Se agarraba fuerte del sillón con las dos manos, y tirando la cabeza hacia atrás empezó a gemir con más fuerza. Yo clavé su verga en mi garganta hasta el fondo todo lo más que pude y su leche empezó a salir a borbotones. Tomé su mano y la puse en mi nuca para que fuerce mi cabeza y que me la clave más todavía. Lo hizo y su hermosa leche llegó directo del fondo de mi garganta hasta mi estómago en un solo paso.
Vecino: ¡Qué bueno! Hace rato no me chupaban la pija así.
Yo: Me gusta que te haya gustado
Vecino: La bruja, mi mujer, hace bastante no me chupa la pija y cuando lo hace lo hace medio sin ganas.
Yo: Mirá, papi, esa verga es de lo más hermosa. Esa cabecita parece una rica fresa lista para ser devorada.
Vecino: Gracias, bebé. Entonces si te gustó podríamos repetir.
Yo: Contentísimo de la vida, papi. Cuando quieras chistame y hacemos algo.
Mientras se ponía los pantalones me dijo que cuando estuviera libre me iba a avisar. Y se despidió con una gran sonrisa. Yo me quedé contenta sabiendo que había cumplido una gran tarea. Me encanta dejar a los hombres satisfechos, hacerlos felices, es lo que más deseo y me excita mucho cuando los hago calentar y llegar a un buen orgasmo. Ser sumisa y complaciente, dejar a los hombres felices es lo que más me gusta.
Luego de unos días el vecino vino otra vez a golpear a mi puerta. Yo estaba esperando su visita, y había preparado algo para cuando él viniera.
Saqué una champaña de la heladera, puse unas copas, tomamos algo y empecé a saborearle la verga con un poco de champaña en su cabecita con forma de fresa. Fui hasta la heladera y traje un poco de crema de leche. Le unté bien la cabeza de su pija con crema y la chupé suavemente hasta el último bocado. Los gemidos de mi vecino se hacían escuchar. Obviamente toda esa situación se ve que le estaba gustando. Me alegró que así fuera, y continué. Me quité el pantalón y dejé mi cola descubierta luciendo un hilo dental rojo. Llevé su mano para que me meta un dedo en la cola mientras yo le seguía chupando la verga y los huevos. Lo acariciaba y lo franeleaba, sus firmes piernas peludas, su pancita y sus brazos musculosos, su pecho velludo, quería sentir todo ese cuerpo de macho que me excitaba tanto. El tipo me dedeaba y parecía interesado en mi cola, así que tomé un poco de lubricante y me coloqué en mi agujerito. Me puse en cuatro en la alfombra y él se acercó desde atrás.
Mi vecino casado, de trampa había venido a casa para cogerme y yo lo acepté de buena gana. Lo que más me calientan son los hombres casados o separados, son los más calientes y cogen como con bronca, bien duro. No quieren chuparte la pija ni que los cojan, solamente buscan sacarse las ganas y depositar la leche en un buen recipiente que los reciba con ansias.
Me la empezó a poner sin mucha resistencia porque mi cola ya estaba dilatada. Siempre uso algún juguete anal para mantenerme entrenado. Así que me la metió hasta el fondo, su hermosa pija gordita estaba clavada en mí. Cogiéndome cada vez más fuerte, gozando y gimiendo le demostré que me gustaba y le pedí más.
Yo: Enterrámela hasta los huevos, papi. ¡Quiero más, quiero más! ¡La quiero todaaa!
Vecino: Sí, mami. Ahí va, toda hasta los huevos
Me cogió como un toro, sin frenos y sin piedad. Me cogió con furia hasta que me llenó la cola de leche.
Fue fabuloso, me encantó. Deseaba que a él también le hubiera gustado. Sentados los dos desnudos en el sillón le pregunté:
Yo: ¿Y, te gustó, papi?
Vecino: Me encantó, bebé. Todo lo que hiciste, eso con la champaña y la crema, nunca me lo habían hecho. Mi jermu nunca me quiere dar la cola, y la chupada que me diste nunca lo había vivido
Yo: Buenísimo, me encanta que quedes bien contento
Vecino: ¿Enserio?
Yo: Sí, es lo que más deseo, que mi hombre quede feliz y satisfecho
Vecino: Espectacular.
En las semanas siguientes nuestros encuentros continuaron, se iban dando cada vez más seguido. El vecino se escabullía de su mujer cada vez que ella se iba a trabajar o a comprar. Tardaba varias horas así que teníamos tiempo para disfrutar a placer.
Luego de un tiempo mi vecino me confesó que la relación con su esposa no iba nada bien. Cada vez que ella quería coger, él no rendía. Estaba exhausto de las cogidas que me pegaba a mí.
Como se podrán imaginar, la mina no estaba nada contenta. Sospechaba que él la engañaba, pero no suponía con quién. Por supuesto él negaba todo. , redonda y depilada, siempre dispuesta a entregarse por completo a sus placeres y deseos.
Entonces me confesó:
Vecino: No puedo dejar de pensar en vos. Me calentás demasiado. No puedo parar de pensar en la manera en que me chupas la pija, en los juegos que preparas para recibirme, y no puedo dejar de pensar en esa cola golosa. Pibe, estás arruinando mi matrimonio. La frígida de mi mujer nunca quiere coger, y cuando quiere no me la chupa ni me entrega la cola. Es como aburrido hacerlo con ella. Vos me complacés en todos mis caprichos y me olvido de todo.
Yo: En mi caso hasta el culo te chupé, y lo haría mil veces más.
Vecino: Sí, lo sé. Me calentás muchísimo y por eso la boluda de mi mujer me parece una frígida en comparación. Pero si sigo así me voy a terminar separando porque ella ya sospecha demasiado
Después de eso nos seguimos viendo, seguimos cogiendo desenfrenadamente. El vicio y el placer a veces son más fuertes, y cuando uno quiere, o cuando los dos quieren, mejor dicho es difícil frenar esos impulsos carnales.
Pero como no me gusta arruinar matrimonios le pedí a mi vecino que nos veamos menos. Lo acepté solamente una vez por semana, tuve que sacrificar mi cola que lo deseaba, pero creo que es mejor así.
Supongo que su matrimonio sigue en marcha porque hasta ahora no se han separado. Y mientras pudiera tener su verga para disfrutar de vez en cuando yo estaba feliz. Y supongo que a él también le convenía disfrutar de los dos mundos, el placer que yo le daba, y un matrimonio estable donde sentirse a gusto sin que se termine de repente.
Hasta ahora sigo disfrutando de su pija untada con crema chantillí, con miel o la cubría toda con dulce de leche, hasta a los huevos le ponía dulce de leche para después saborear hasta el último bocado, y hacerlo acabar a gusto y placer.
Estuve en una de estas tardes de verano tomándome fotos para Grindr. Y para buscar una ambientación diferente, salí al jardín de mi casa para sacarme las fotos con sol y plantas de fondo.
Me había puesto una tanga y me depilé la cola. Me puse en varias posiciones sugerentes con la cola para arriba, tomándome fotos sin pensar demasiado.
Cuando me doy vuelta me di cuenta que el vecino de al lado me miraba a través de la ligustrina. Se nota que estuvo viendo toda esa escena de mi culo y las tomas fotográficas desde hacía rato. A penas pude ver sus ojitos y su carita, parecía bastante entretenido. No me dijo nada, yo tampoco a él. No supe qué hacer y me metí a mi casa.
Un par de días después lo crucé en su vereda y me dijo:
Vecino: ¡Buen día, pibe! ¿Hoy no te sacás fotos?
Yo, rojo de vergüenza no supe qué decir y no le contesté, caminé rapidito y entré a mi casa. Pero después me surgió la curiosidad, así que decidí hacer otra sesión de fotos a ver cuál era su reacción.
Salí al patio soleado otra vez, me había puesto un culotte de encaje y me ubiqué en posición de cuatro, también con las patas para arriba imitando a Isabel Sarli en la película "Carne". Hice toda una serie de escenas un tanto fingidas esperando que apareciera mi vecino, y al cabo de unos minutos noté que me miraba desde su patio. Sin decir nada se fue hacia adentro. Pensé que no estaba interesado, así que dejé mis poses y solamente las publiqué en Grindr.
Al cabo de uno o dos días siento el timbre de la puerta sonando. Salgo a ver quien es, y para mi sorpresa era mi vecino. Estaba ahí parado viéndome con ojos pícaros y una cierta sonrisa que no terminaba de dibujarse en su rostro. Una sonrisa amistosa y ojitos picaros.
Lo hice pasar.
Yo: Hola, vecino
Vecino: Hola
Se sentó en el sillón de la sala y le ofrecí algo de tomar. No quiso tomar nada
Nos pusimos a hablar y me dijo que me había visto tomándome fotos. Le respondí que sí, a veces me saco fotos.
Yo: ¿Y te gustó lo que viste?
Vecino: Linda cola tenés.
Ya listo y jugado no tenía más nada que ocultar. Dejé la vergüenza de lado y me dirigí a él sin más rodeos
Yo: ¿Y te gustaron mis poses? ¿Te gustaría que haga algunas para vos ahora?
Vecino: Me encantaría, sería bárbaro.
Sin dar muchos rodeos puse música y me fui desvistiendo de a poco. Me desabroché el pantalón y movía la cola sugerentemente, hice una especie de striptease que duró unos segundos y le presenté mi lindo trasero redondo depilado y entangado. Caminando en cuatro patas como una gata, fui hasta él, y empecé a bajarle el cierre del pantalón. Acaricié lentamente su suave pene que ya se estaba despertando. Era gordito pero no muy largo, con una hermosa cabeza rosada parecida a una deliciosa frutilla. Me la devoré sin piedad y sin cesar, haciendo mi famosa técnica de garganta profunda. La relamía por todo el contorno de esa hermosa cabeza para después tragármela de un golpe. Seguí clavándome la verga que ya estaba muy dura hasta el fondo de mi garganta. Él simplemente estaba ahí sentado disfrutando y gimiendo. Seguí con mi técnica de garganta profunda, a los hombres les excita mucho sentir lo ajustado de la garganta apretándoles la cabeza del pene, es como coger una conchita suave y rosada pero más dura, más rígida como es la garganta provoca mucho placer. Al poco sentí el sabor del líquido pre seminal en mi boca, es ese sabor salado muy parecido al sabor de la leche, y supe que mi vecino estaba por acabar. Se agarraba fuerte del sillón con las dos manos, y tirando la cabeza hacia atrás empezó a gemir con más fuerza. Yo clavé su verga en mi garganta hasta el fondo todo lo más que pude y su leche empezó a salir a borbotones. Tomé su mano y la puse en mi nuca para que fuerce mi cabeza y que me la clave más todavía. Lo hizo y su hermosa leche llegó directo del fondo de mi garganta hasta mi estómago en un solo paso.
Vecino: ¡Qué bueno! Hace rato no me chupaban la pija así.
Yo: Me gusta que te haya gustado
Vecino: La bruja, mi mujer, hace bastante no me chupa la pija y cuando lo hace lo hace medio sin ganas.
Yo: Mirá, papi, esa verga es de lo más hermosa. Esa cabecita parece una rica fresa lista para ser devorada.
Vecino: Gracias, bebé. Entonces si te gustó podríamos repetir.
Yo: Contentísimo de la vida, papi. Cuando quieras chistame y hacemos algo.
Mientras se ponía los pantalones me dijo que cuando estuviera libre me iba a avisar. Y se despidió con una gran sonrisa. Yo me quedé contenta sabiendo que había cumplido una gran tarea. Me encanta dejar a los hombres satisfechos, hacerlos felices, es lo que más deseo y me excita mucho cuando los hago calentar y llegar a un buen orgasmo. Ser sumisa y complaciente, dejar a los hombres felices es lo que más me gusta.
Luego de unos días el vecino vino otra vez a golpear a mi puerta. Yo estaba esperando su visita, y había preparado algo para cuando él viniera.
Saqué una champaña de la heladera, puse unas copas, tomamos algo y empecé a saborearle la verga con un poco de champaña en su cabecita con forma de fresa. Fui hasta la heladera y traje un poco de crema de leche. Le unté bien la cabeza de su pija con crema y la chupé suavemente hasta el último bocado. Los gemidos de mi vecino se hacían escuchar. Obviamente toda esa situación se ve que le estaba gustando. Me alegró que así fuera, y continué. Me quité el pantalón y dejé mi cola descubierta luciendo un hilo dental rojo. Llevé su mano para que me meta un dedo en la cola mientras yo le seguía chupando la verga y los huevos. Lo acariciaba y lo franeleaba, sus firmes piernas peludas, su pancita y sus brazos musculosos, su pecho velludo, quería sentir todo ese cuerpo de macho que me excitaba tanto. El tipo me dedeaba y parecía interesado en mi cola, así que tomé un poco de lubricante y me coloqué en mi agujerito. Me puse en cuatro en la alfombra y él se acercó desde atrás.
Mi vecino casado, de trampa había venido a casa para cogerme y yo lo acepté de buena gana. Lo que más me calientan son los hombres casados o separados, son los más calientes y cogen como con bronca, bien duro. No quieren chuparte la pija ni que los cojan, solamente buscan sacarse las ganas y depositar la leche en un buen recipiente que los reciba con ansias.
Me la empezó a poner sin mucha resistencia porque mi cola ya estaba dilatada. Siempre uso algún juguete anal para mantenerme entrenado. Así que me la metió hasta el fondo, su hermosa pija gordita estaba clavada en mí. Cogiéndome cada vez más fuerte, gozando y gimiendo le demostré que me gustaba y le pedí más.
Yo: Enterrámela hasta los huevos, papi. ¡Quiero más, quiero más! ¡La quiero todaaa!
Vecino: Sí, mami. Ahí va, toda hasta los huevos
Me cogió como un toro, sin frenos y sin piedad. Me cogió con furia hasta que me llenó la cola de leche.
Fue fabuloso, me encantó. Deseaba que a él también le hubiera gustado. Sentados los dos desnudos en el sillón le pregunté:
Yo: ¿Y, te gustó, papi?
Vecino: Me encantó, bebé. Todo lo que hiciste, eso con la champaña y la crema, nunca me lo habían hecho. Mi jermu nunca me quiere dar la cola, y la chupada que me diste nunca lo había vivido
Yo: Buenísimo, me encanta que quedes bien contento
Vecino: ¿Enserio?
Yo: Sí, es lo que más deseo, que mi hombre quede feliz y satisfecho
Vecino: Espectacular.
En las semanas siguientes nuestros encuentros continuaron, se iban dando cada vez más seguido. El vecino se escabullía de su mujer cada vez que ella se iba a trabajar o a comprar. Tardaba varias horas así que teníamos tiempo para disfrutar a placer.
Luego de un tiempo mi vecino me confesó que la relación con su esposa no iba nada bien. Cada vez que ella quería coger, él no rendía. Estaba exhausto de las cogidas que me pegaba a mí.
Como se podrán imaginar, la mina no estaba nada contenta. Sospechaba que él la engañaba, pero no suponía con quién. Por supuesto él negaba todo. , redonda y depilada, siempre dispuesta a entregarse por completo a sus placeres y deseos.
Entonces me confesó:
Vecino: No puedo dejar de pensar en vos. Me calentás demasiado. No puedo parar de pensar en la manera en que me chupas la pija, en los juegos que preparas para recibirme, y no puedo dejar de pensar en esa cola golosa. Pibe, estás arruinando mi matrimonio. La frígida de mi mujer nunca quiere coger, y cuando quiere no me la chupa ni me entrega la cola. Es como aburrido hacerlo con ella. Vos me complacés en todos mis caprichos y me olvido de todo.
Yo: En mi caso hasta el culo te chupé, y lo haría mil veces más.
Vecino: Sí, lo sé. Me calentás muchísimo y por eso la boluda de mi mujer me parece una frígida en comparación. Pero si sigo así me voy a terminar separando porque ella ya sospecha demasiado
Después de eso nos seguimos viendo, seguimos cogiendo desenfrenadamente. El vicio y el placer a veces son más fuertes, y cuando uno quiere, o cuando los dos quieren, mejor dicho es difícil frenar esos impulsos carnales.
Pero como no me gusta arruinar matrimonios le pedí a mi vecino que nos veamos menos. Lo acepté solamente una vez por semana, tuve que sacrificar mi cola que lo deseaba, pero creo que es mejor así.
Supongo que su matrimonio sigue en marcha porque hasta ahora no se han separado. Y mientras pudiera tener su verga para disfrutar de vez en cuando yo estaba feliz. Y supongo que a él también le convenía disfrutar de los dos mundos, el placer que yo le daba, y un matrimonio estable donde sentirse a gusto sin que se termine de repente.
Hasta ahora sigo disfrutando de su pija untada con crema chantillí, con miel o la cubría toda con dulce de leche, hasta a los huevos le ponía dulce de leche para después saborear hasta el último bocado, y hacerlo acabar a gusto y placer.
4 comentarios - Mi vecino me acusa de arruinar su matrimonio
de donde sos?