Mi tía Gladis enferma de cancer, le pedía como última voluntad a mi viejo; dejarme pasar las vacaciónes en su casa. La hermána mayor de mi fináda madre tenía 13 híjos varónes, un puñado de prímos "del campo" a los que veía de vez en cuando y que me parecían cavernícolas a medio vestir y brutáles; la última vez que los había visto el mas chico tenía 14 y parecían un equipo de futbol americano cuyas réglas era lastimarse entre si.
-Tenés que ir ... yo sé que no te gusta, pero es por tu madre... --, me dijo papa en tóno nó negociáble..
-Son Testígos de Jehová... no te van a "joder"... - Me decía mi viejo tratando de responder a mis excúsas para no ir.
Llegámos un martes a las 11 de la mañana y todos mis primitos "chupamócos" , cómo los recordaba estában en el támbo o con las vácas.
Mi tía me acomodó en "el cuarto de los chiquilínes" dónde me tocába dormir con Edgardo, Edgardo, Enríque y Abél de 13 a 17... éran los cuatro mas chícos y yo con 15 combinába por edad.
En un cuarto con dos camas cuchétas y un cátre simple armádo para mí en un espácio en el médio.
Esos prímos a los que considerába "primátes" después de tres años de distáncia se habían transformádo en hermósos peónes de támbo, cristiános virgos e inocéntes que ya no jugában a lastimarse.
Y Yó, después de tres años me había transformádo en un vampíro muy hábil en estrenarme la virginidad de varoncítos crédulos e inocentes que por curiósos o pajéros terminaban dandome la lechíta en la boca
Todos adiestrádos y conmovídos por la enfermedad de su madre, tenían la ordén de complacer al primíto "porteño y huérfano" todo el tiempo que estuviéra.
Me serví "del temor a Dios" de esos 13 gauchítos pijúdos y lechéros a los que le híce la cabéza con mis cuéntos y relátos porno que mezclába con picardía y prendían como pólvora en la cabecita de ésos "indios pámpas" con huevos a reventar de léche y pijas que merecían un homenáje a diario.
Todos los "prímos testígos" cediéron a la tentación de dejarse "poseer" por el diáblo... Esas piézas de campo enormes y oscúras me permitían deslizarme entre las mantas y llegar a la entrepierna de esos "campesínos inocéntes" que creían en que una demonio los "atacaba" por las noches hasta que los hacia "mear encíma"y se desaparecía.
El demonio suelto era yo, que bien segúro de mi "chamullo" prévio... los habia convencído de que lo mejor era "ceder y dejarse hacer"... y cerrar lo ójos para no ver...
Cada noche convertído en Lilith, me escurría entre las sábanas de ésos creyéntes fanáticos que se creían el cuénto del "porteño" con lújo de detálle, del priméro al último...
Cómo un vampíro sediénto de sémen me absorví la leche de tódos esos varónes virgos y creyéntes a los que me tomó, póco y náda convencer de que todo era "voluntad del señor"... Así convencí priméro a mi prímo Edgardo, un criollito rubio y lampíño, de piel blanca y casi transparente salpicada de lunáres y recorrida por ríos de vénas azúles...
"El creyente" de 17 añitos "tenía temor de pecar por séxo"...
-Esa tentación te la envía el señor para que vívas la tentación y no cáigas...-, le dije bien segúro del próximo "conséjo".
-Si pása...dejáte llevar , cerrá los ójos...y rezá hasta que se vaya.
-Tenés que ir ... yo sé que no te gusta, pero es por tu madre... --, me dijo papa en tóno nó negociáble..
-Son Testígos de Jehová... no te van a "joder"... - Me decía mi viejo tratando de responder a mis excúsas para no ir.
Llegámos un martes a las 11 de la mañana y todos mis primitos "chupamócos" , cómo los recordaba estában en el támbo o con las vácas.
Mi tía me acomodó en "el cuarto de los chiquilínes" dónde me tocába dormir con Edgardo, Edgardo, Enríque y Abél de 13 a 17... éran los cuatro mas chícos y yo con 15 combinába por edad.
En un cuarto con dos camas cuchétas y un cátre simple armádo para mí en un espácio en el médio.
Esos prímos a los que considerába "primátes" después de tres años de distáncia se habían transformádo en hermósos peónes de támbo, cristiános virgos e inocéntes que ya no jugában a lastimarse.
Y Yó, después de tres años me había transformádo en un vampíro muy hábil en estrenarme la virginidad de varoncítos crédulos e inocentes que por curiósos o pajéros terminaban dandome la lechíta en la boca
Todos adiestrádos y conmovídos por la enfermedad de su madre, tenían la ordén de complacer al primíto "porteño y huérfano" todo el tiempo que estuviéra.
Me serví "del temor a Dios" de esos 13 gauchítos pijúdos y lechéros a los que le híce la cabéza con mis cuéntos y relátos porno que mezclába con picardía y prendían como pólvora en la cabecita de ésos "indios pámpas" con huevos a reventar de léche y pijas que merecían un homenáje a diario.
Todos los "prímos testígos" cediéron a la tentación de dejarse "poseer" por el diáblo... Esas piézas de campo enormes y oscúras me permitían deslizarme entre las mantas y llegar a la entrepierna de esos "campesínos inocéntes" que creían en que una demonio los "atacaba" por las noches hasta que los hacia "mear encíma"y se desaparecía.
El demonio suelto era yo, que bien segúro de mi "chamullo" prévio... los habia convencído de que lo mejor era "ceder y dejarse hacer"... y cerrar lo ójos para no ver...
Cada noche convertído en Lilith, me escurría entre las sábanas de ésos creyéntes fanáticos que se creían el cuénto del "porteño" con lújo de detálle, del priméro al último...
Cómo un vampíro sediénto de sémen me absorví la leche de tódos esos varónes virgos y creyéntes a los que me tomó, póco y náda convencer de que todo era "voluntad del señor"... Así convencí priméro a mi prímo Edgardo, un criollito rubio y lampíño, de piel blanca y casi transparente salpicada de lunáres y recorrida por ríos de vénas azúles...
"El creyente" de 17 añitos "tenía temor de pecar por séxo"...
-Esa tentación te la envía el señor para que vívas la tentación y no cáigas...-, le dije bien segúro del próximo "conséjo".
-Si pása...dejáte llevar , cerrá los ójos...y rezá hasta que se vaya.
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