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Un viejo asqueroso, borracho y repugnante me hizo su mujer

Hola:


Estuve deambulando por el pueblo, buscando qué hacer. En mi búsqueda de placer y de encontrar mis propios límites, entré en un bar desolado y maloliente. Un antro de gente desalmada y desahuciada por la sociedad. Un refugio para los tahúres, timadores, borrachos perdidos, y por qué no también, degenerados que pasan su tiempo gastando dinero en sus vicios, o robando dinero a los incautos.


La más angurrienta de las ansias me arrastró hacia allí, buscando alguien con quien compartir mi lujuria. Si fuera maduro, mejor. Si fuera canoso y un poco gordo, lo acepto sin excusas. Si fuera fortachón además de ser gordito, mejor aún, es el clímax de mi placer. Todo lo que quiero es tener un macho que sea lo más lejano al estándar hegemónico de un jovencito modelo musculoso y bien parecido. Lo que me gusta es exactamente todo lo contrario, y cuanto más bajo caigo, más lo deseo. Cuanto más se pueda acercar al que podría ser mi abuelo, más antojable se me hace. 


En una esquina de ese antro de borrachos, estaba un viejo canoso, despeinado y sin afeitar. Pitando su cigarro me echó una mirada al pasar, sin interés por mí, tal vez sólo para saber si algo me pudiera sacar.
Cuando alguien propuso jugar una partida de truco, buscaba jugadores que se unieran. Hizo un paneo por el bar que estaba casi vacío, y nos invitó al viejo desgreñado y a mí. Acepté con miramientos, porque en realidad no me gusta jugar por dinero. Pero como no quería perder la oportunidad de interactuar con esos vejetes, me puse a la tarea de jugar unas partidas con ellos y socializar. Tal vez en ese acercamiento pudiera surgir una oportunidad de coger con alguno.


El viejo que había visto en la esquina del bar se puso como compañero mío en el truco. Ambos debíamos batir a otros dos viejos con cara de "buscas". Los buscas son personas que se ganan la vida estafando a los "pichis". Los pichis son personas que creen que saben jugar, o simplemente incautos que tienen dinero y son timados fácilmente por tramposos como esos buscas. 


Así que mientras los buscas me estudiaban de arriba a abajo tratando de encontrar una debilidad o de saber de qué va este joven desconocido, mi compañero adulto mayor, me miraba buscando una seña para  la próxima jugada. 


Viejo: -¿Tenés algo?
Yo: -Tengo un dos. -No estaba mintiendo, solamente tenía un dos y una reina.
Viejo: -Deciles un tanto.
Yo: ¡Envido!


El viejo me estudiaba esperando una señal mía. Pero mi interés era otro. Yo lo estudiaba a él y cada vez se me hacía más apetecible. Su rostro de macho desprolijo, su voz pastosa haciéndome preguntas, sus manos rudas y rústicas. Las soñaba apretándome las nalgas o mis pequeños pechos de hombre, pero haciéndome sentir placer. No sé si mi rostro reflejaba mis sueños, pero que yo lo veía fijamente, eso sí lo puedo asegurar.


Jugamos varios partidos de truco, algunos perdimos y otros ganamos. Quedamos hechos se podría decir, siempre dejándome guiar por el maduro adulto que era mi compañero. Como toda "mujercita" sumisa y obediente, me gustaba dejarme guiar por mi macho de ocasión. Y en el juego soy exactamente igual.


El viejo ya para esto me miraba con una cara rara. Algo evidentemente estaba notando en mí. Los tipos que tienen mucha calle y mucha noche han visto de todo. Por eso, de vez en cuando se me quedaba mirando con un dejo de desprecio y de desdén, pero también demostraba cierto interés al estudiarme con su mirada, como si quisiera aprovechar la oportunidad.
Cuando era la hora de retirarse, el viejo me llamó a la esquina. Bastante borracho, con olor a cigarro en su aliento y con su asquerosa voz pastosa de viejo mamado, me dijo al oído que si tenía yo algún lugar a donde ir. Un lugar para terminar la noche con un trago más y alguna ocasión de placer. Le dije que sí, y nos fuimos a mi casa.


¿Llevo a mi casa a cualquiera? Puede ser, a algunos que me caigan bien. Aunque parezca muy arriesgado de mi parte, tengo como un sexto sentido para las personas, y puedo reconocer quién me puede lastimar y quién no.


En un par de minutos llegamos a mi casa. El viejo me preguntó si tenía algo para tomar. Le ofrecí Whisky y aceptó. Estuvimos tomando algo por un rato, cuando el viejo no paraba de mirarme y estiró su mano hacia mi pierna. Me rozaba el muslo con su mano peluda. Apretaba mis piernas y se dirigió hacia mis nalgas. Sin decir palabra me hizo dar vuelta y quedé de rodillas en cuatro sobre el sofá del living, dándole la espalda a ese viejo asqueroso y libidinoso, ese viejo borracho, fumador y jugador que para la mayoría sería repulsivo, era para mí lo que más deseaba este mundo.


Sacó su pija blandengue, a penas empezaba a pararse. Siguió tocando mis nalgas a través de mi pantalón de vaquero, apretando firmemente, y mientras rozaba con su cabeza por la raya de mi culo. Yo podía sentirlo pero obviamente ese era sólo el comienzo. No puse resistencia cuando me desprendió el pantalón y me lo bajó hasta las rodillas. Yo había quedado "maneado" como las vacas cuando las van a ordeñar, como los caballos rebeldes a los que les atan las patas para que no pateen. No podía moverme ni liberarme y mi culito redondo y abierto quedó a merced de ese viejo tahúr desconocido, canoso y maloliente.


Supongo que todos tuvimos un padre, un tío, un vecino o abuelo que le gustara tomar. Que quisiera solamente aferrarse a sus vicios y complacerlos sin importar nada. Y para la fantasía de todo joven putoncito, ese era el ideal de macho que alguna vez quisiéramos ser, pero al no poder serlo, solamente nos transformamos en sus admiradores, y luego ellos se convierten en nuestros objetos de deseo y de placer.


El viejo me daba fuertes cachetadas en mi culo blanco y depilado. Fuertes palmadas en los cachetes del culo que sonaban cada vez que me daba. Me quedó el culo rojo. Me apretaba y me daba nalgadas intermitentemente. Yo gozaba y le pedía más. Quería ser humillada, castigada por mi macho maduro de ocasión. Lo deseaba, lo necesitaba, quería sentir una pija en el culo y finalmente la recibí.


El viejo asqueroso, degenerado, con baba de borracho, me escupió su repulsiva saliva en el agujero de mi culo y apoyó la cabeza de su verga firmemente para empezar a empujar, a penetrarme. Y para mi sorpresa, a pesar de la edad y su evidente borrachera, su verga estaba totalmente dura, firme como un soldado marchando hacia la batalla. Disponible. "Apta para todo servicio", hasta para penetrar el culo de una marica que se apareciera en una noche cualquiera, en un bar de vagabundos y rufianes.


Sus lentos movimientos se aceleraban de a ratos, y de a ratos se tambaleaba por el pedo que tenía. Parado al lado mío, se sostenía de mi cuerpo para no caerse al suelo. Me seguía cogiendo mientras con su voz ronca y su aliento a alcohol y cigarro me decía: ¿Esto es lo que querías, puta?


Yo: -¡Sí, mi amo! ¡Sí, mi rey! ¡Esto es lo que quería!


No sé si lo sabían pero el polvo de un borracho dura más. De repente está bien dura, y de a ratos se hace más blanda. Endurece con los movimientos de mi cola, y de repente parece que se va a quedar dormido encima de uno. Yo disfrutaba cada momento, porque los viejos borrachos siempre me calentaron más. Este era un sueño para mí: Un viejo separado, heterosexual, habitante de la noche, acostumbrado a coger mujeres, que sea mi "marido" entregado a los vicios, era lo que siempre quise tener aunque sea por una noche.


El viejo hacía esfuerzos por no quedarse dormido, y yo lo despertaba con mis gemidos de puta salvaje. Quería seguir sintiendo su cuerpo desnudo sobre mí, su voz asquerosa y ronca diciéndome lo puta que soy. ¡Por supuesto que lo soy! ¡Lo soy y te deseo tal cual como sos! ¡No te cambiaría nada y te agradezco por hacer mi sueño realidad!
 
Viejo: ¡Callate, puta! ¡Cometela toda y gozala bien!


Su panza daba justo en la curva de mi cintura, su verga penetraba en mi cola mientras sentía sus bolas aplastarse contra mis nalgas. Se levantaba y se largaba de golpe contra mí. Sin hacer esfuerzo, usaba el peso de su cuerpo para clavarme con fuerza su verga venosa y cabezona. De vez en cuando largaba un eructo, y sin disculparse, seguía cogiendo mi cola dilatada al extremo.


Echado sobre mí, su cuerpo peludo con olor a sudor de días y a transpiración de alcohol, se movía con gran habilidad. Su cintura se movía con extrema destreza, me estaba dando una clase maestra de cómo se hace un culo. Se movía de una forma que no esperaba, pero a la vez deseaba.
 Los tipos acostumbrados a la noche aprenden en los años de vida nocturna, de encuentros furtivos con prostitutas, novias de ocasión y con la caradurez que los lleva a encararse a viudas y casadas, todas las habilidades amatorias que un hombre de mundo pueda aprender.
Mi macho borracho, mi marido por esa noche me estaba dando una cogida descomunal.


Cuando sus movimientos se hicieron más intensos y su respiración se aceleró, me pidió que me diera vuelta que quería acabarme en la boca.


Yo: ¡No, no quiero! ¡Qué asco!
Viejo: ¡Qué no vas a querer, si te gusta! 
¡Vení para acá! 


Me tomó del pelo y me obligó a arrodillarme en frente de él. Se pajeó por unos segundos y empezó a acabar en mi cara y adentro de mi boca. Entre arcadas y quejidos me obligó a chupar su apestosa leche.
Cuando terminó me dio una cachetada en la cara y me dijo:


Viejo: ¿Ves? ¡Así se trata a una puta!
Ahora andate porque quiero dormir, no tengo más ganas de verte
Yo: ¡Pero señor, esta es mi casa!
Viejo: Entonces pagame un remis que me quiero ir


Y como una puta sumisa y complaciente, le pagué el remis para que se fuera.

3 comentarios - Un viejo asqueroso, borracho y repugnante me hizo su mujer

Seffero +2
😍 si pero gozaste y te dio la chechona, lo vas ah extrañar, te dejo el celu?, besis quien te quita lo bailado.👅🔥💦
Tuhombrerudo +1
Quien quiere que se la meta toda?
soybastantegay
Yo
Tuhombrerudo
@soybastantegay manda mensaje
soybastantegay
@Tuhombrerudo Es inútil porque sos de otro país y no me gusta el cibersexo
JuanDelFuego +1
Ugffgggggggffffgf! Qué caliente quedé!!! Gracias, amor!!! Diez puntos!!!