Hola:
Continúo con la historia que empecé el otro día. Trabajé en la vigilancia de una fábrica abandonada y ahí conocí a un hombre que era bastante pícaro y muy sexual, totalmente desinhibido que me ofreció su pija para jugar, la cual acepté después de vencer mis propios miedos.
Una noche en la vigilancia (Segunda parte)
Después de la pequeña mañana de sexo que tuvimos con mi compañero de turno, un hombre de 48 años, morocho y muy calentón sexualmente hablando, le pedí que me prometiera que no iba a hablar de lo que hicimos. Por supuesto él me prometió que jamás diría una palabra. Tuve que creerle porque no me quedaba otra, yo ya le había hecho la paja esa mañana y no había vuelta atrás. Este hombre era muy charlatán y conversador así que solamente me quedaba esperar a que supiera guardar nuestro secreto.
Dormimos juntos en un colchón que había en las oficinas de la fábrica a modo de cama improvisada y a la mañana él se despertó muy ardiente, tenía la verga muy dura y me la ofreció para que yo se la tocara. La verdad yo tenía unas ganas locas de sentir esa pija en mis manos, y no pude resistirme. Me dio toda su leche que salió disparada como un volcán en erupción y después de eso nos vestimos y esperamos el cambio de turno lo más disimuladamente posible.
Los otros compañeros de turno eran bastante macanudos, un hombre de unos 42 años, grandote como de 1,85, espalda ancha, pelo renegrido muy negro y brillante, como un negro azabache, ojos muy grandes color café y unas grandes pestañas arqueadas. Siempre me quedaba viendo sus ojos porque era hermoso ver unos ojos con esas pestañas naturalmente tan largas y arqueadas. Era algo poco común pero aún así no era algo femenino, sino que algunos hombres tienen esa característica y es un atractivo adicional.
El otro era un pibe como yo de unos 23 o 24 años. Buen físico y una muy buena verga. Lo sé porque lo vi en el vestuario de la fábrica cuando nos bañábamos a veces. Los otros dos siempre lo cargaban por ese atributo y le hacían las típicas bromas entre hombres: ¡Eh, loco pará! ¡A media cuadra ya sabemos que viene éste porque primero se ve su bulto pinchudo y atrás viene él!
Mi otro compañero: ¡Este es puro raíz como la mandioca! ¡¡Jajajaja!!
Así jodían y por suerte me dejaban tranquilo a mí que la tengo muy corta, tirando a micropene jeje
El asunto es que estos dos compañeros se quedaban a veces al terminar su turno y hacíamos un pequeño asado de falda, con vino en cajita (Sí, éramos muy humildes y nuestro sueldo no era gran cosa) Pero la pasábamos bien con poco y la tranquilidad, la independencia y sumado a eso la reciente actividad sexual que yo estaba teniendo, lo convertían en un trabajo invalorable y fue un momento de los mejores que viví en mi vida.
Así que estos dos se quedaron a hacer un asado, comimos, nos pusimos bastante en pedo, y el pibe más joven se quedó a dormir porque no quería ir borracho a su casa. Como solamente había dos colchones, él durmió en uno de los colchones, y mi compañero y yo dormimos en el colchón de dos plazas.
Mi compañero como siempre con su desparpajo se había sacado la ropa y solamente estaba en calzoncillos slip, se levantaba cada tanto para cambiar la tele porque no teníamos control remoto. Cuando volvía el muchacho del otro turno le relojeaba el bulto. Mi compañero se dio cuenta y dice: ¡Mirá cómo me ve el bulto, éste! Lo decía hablándome a mí y señalando al otro muchacho con un ademán con la cabeza.
Entonces yo le digo: Mostrásela si tanto la quiere ver.
A lo que mi compañero sin importarle nada, se bajó el slip y peló la verga que estaba a medio parar.
El otro muchacho sintió vergüenza, se puso colorado pero no desvió la mirada y vio la verga de mi compañero pero sin demasiado entusiasmo.
Este pibe era bastante hétero así que supongo que veía como los hombres se miran unos a otros, más por curiosidad o para comparar tamaños que por un verdadero interés sexual.
Por supuesto, mi compañero haciendo gala de su exhibicionismo se cagaba de risa y volvió a guardar su pija como si nada hubiera pasado.
Una vez vino un vendedor a la fábrica, un relojero ofreciendo repuestos para los relojes de esos que marcan las tarjetas de entrada para el personal. Lo hicieron pasar y estuvo conversando y ofreciendo sus productos. No le compramos nada porque por supuesto nosotros no teníamos plata ni autorización para comprar nada para la empresa. Pero se quedó un rato más antes de seguir con su camino, y mi compañero se puso a mear en el patio, como a unos tres metros de nosotros. Y mientras meaba le decía al vendedor: -Mire Don, ¿vio cómo es? -Señalando su pija. -Está negra y cabezona
El tipo se puso rojo de la vergüenza y de indignación. Lo que menos quería era verle la verga a mi compañero. Pero así era éste, desvergonzado y exhibicionista.
Más tarde esa noche, cuando el pibe joven estaba dormido mi compañero insistía en ponérmela por debajo de las frazadas. Por supuesto que yo no quería saber nada. Me moría de vergüenza de pensar que el otro se despertara y nos viera cogiendo.
A la mañana temprano nos despertamos como a las seis de la mañana. Como era verano el sol ya se veía por la ventana y mi compañero me hablaba en susurros. Me dolía la cabeza por la borrachera que me había agarrado la noche anterior. Mi compañero me pedía que le toque la verga o que se la chupe por debajo de las sábanas. Su insistencia y su caradurez me hacían calentar a mí, yo estaba levantando temperatura y me estaban agarrando ganas de coger. A mí me gusta mucho coger, pero soy bastante tímido y a veces necesito un incentivo. Ese incentivo era la desfachatez de mi compañero que siempre me impulsaba a más.
Ya decidido le digo a mi compañero que vayamos a la otra habitación. Ahí hay otra oficina con grandes ventanales donde entra mucha luz solar, hay solamente dos escritorios y dos sillones de ejecutivo. Agarré de la mano a mi compañero adulto, casado, hétero dispuesto a cogerse a quien fuera. Esos son los mejores héteros, los que viven con la pija dura y no les importa donde ponerla con tal de coger y sacarse la leche.
Fuimos a la otra habitación y con la puerta cerrada empecé a manosear la verga de mi amigo. Se la frotaba por arriba del calzoncillo y de a poco éste se iba humedeciendo con el líquido pre-seminal que le salía de la verga. No aguantó más y se bajó el calconcillo y me dice: ¡Mirá cómo me las estás tocando! ¡Mirá cómo se pone, qué dura está!
Él siempre era muy charlatán y extrovertido así que lo que sentía lo tenía que expresar. Lo decía abiertamente casi sin medir las consecuencias.
- ¡Callate! -Le dije, haciendo la seña de silencio con un dedo sobre mis labios.
Entonces me dice susurrando: -Date vuelta que te voy a coger...
Hice caso como toda una sumisa que soy y me di vuelta bajándome el calzoncillo. Dejé mi cola al descubierto y él me echó un poco de saliva. Su verga no era de las más grandes, pero sí se ponía muy dura y cabezona. Una verga bien morocha con la cabeza colorada, casi morada cuando la apretaba con fuerza.
Me la fue metiendo de a poco pero siempre haciendo fuerza. No me tenía demasiada piedad, simplemente empujaba para que entre sin pensar en que yo estuviera dilatado o no.
Se me partía el ojete, me dolía a horrores y se me estaban cayendo las lágrimas. Me agarré fuerte de los bordes del escritorio y traté de apretar los dientes para no soltar un grito de dolor.
Me apretaba los cachetes del culo con sus manos y me manoseaba bien.
-¡Qué linda esta carne tierna que me estoy comiendo! -Decía susurrándome al oído. Me abrazaba de atrás y me cogía solamente moviendo su cintura. Su cuerpo se sentía tan bien frotándose contra el mío, su pelvis rebotaba contra mi cola y se sentía lo mejor del mundo.
Su pene adentro mío estaba muy duro y derecho, me causaba dolor pero también un placer increíble.
De repente su cabeza empezó a hincharse, a pulsar rítmicamente, se siente perfecto cuando la verga está bien dura y empieza a largar la leche adentro de uno.
Mi compañero estaba acabando adentro de mi cola, y como no podía ser de otra manera tenía que expresarlo a los cuatro vientos. Empezó a gritar de placer: -¡¡AAHh, AAhhh,, OOOhhh!! ¡¡Mirá, mirá, ahí va, AHÍ VA!!
Su verga estaba bien adentro mío y largando litros de leche. Cuando acabó me la sacó y estaba con un poquito de sangre...
En eso el pibe que estaba durmiendo en la otra pieza se levantó y golpeó la puerta. Como no le abrimos nosotros, abrió él mismo la puerta y ya para eso mi compañero y yo estábamos vestidos sólo con nuestros calzoncillos y nuestras remeras. Yo me había sentado en uno de los escritorios en el sillón presidencial, y mi compañero estaba paradito derechito como un soldado al lado del otro escritorio poniendo cara de yo no fui.
-¿Qué pasó? -Dice el pibe con una cara de dormido
A lo que mi compañero dice: Nada, me agarró un calambre en la pata y me hizo parir
-¿Y por qué están acá los dos? -Dice el pibe
Yo le contesto: -Porque estuvimos despiertos conversando hace rato y no queríamos hacer ruido para no despertarte a vos...
La verdad no sé si me creyó, pero no dijo más y se fue a vestir para desayunar. Luego de eso nos fuimos cada uno a su casa y no se habló más del asunto.
Por suerte los encuentros con mi compañero continuaron más o menos un año y medio más. Hasta que cada uno consiguió un trabajo independientemente del otro donde pagaban más y hasta el día de hoy no nos volvimos a ver.
Espero que les haya gustado esta historia de aventuras sexuales en el trabajo, porque han sido reales y así las conté. Si quieren leer la primera parte está en este post:
http://www.poringa.net/posts/gay/4095347/Una-noche-en-la-vigilancia.html
Continúo con la historia que empecé el otro día. Trabajé en la vigilancia de una fábrica abandonada y ahí conocí a un hombre que era bastante pícaro y muy sexual, totalmente desinhibido que me ofreció su pija para jugar, la cual acepté después de vencer mis propios miedos.
Una noche en la vigilancia (Segunda parte)
Después de la pequeña mañana de sexo que tuvimos con mi compañero de turno, un hombre de 48 años, morocho y muy calentón sexualmente hablando, le pedí que me prometiera que no iba a hablar de lo que hicimos. Por supuesto él me prometió que jamás diría una palabra. Tuve que creerle porque no me quedaba otra, yo ya le había hecho la paja esa mañana y no había vuelta atrás. Este hombre era muy charlatán y conversador así que solamente me quedaba esperar a que supiera guardar nuestro secreto.
Dormimos juntos en un colchón que había en las oficinas de la fábrica a modo de cama improvisada y a la mañana él se despertó muy ardiente, tenía la verga muy dura y me la ofreció para que yo se la tocara. La verdad yo tenía unas ganas locas de sentir esa pija en mis manos, y no pude resistirme. Me dio toda su leche que salió disparada como un volcán en erupción y después de eso nos vestimos y esperamos el cambio de turno lo más disimuladamente posible.
Los otros compañeros de turno eran bastante macanudos, un hombre de unos 42 años, grandote como de 1,85, espalda ancha, pelo renegrido muy negro y brillante, como un negro azabache, ojos muy grandes color café y unas grandes pestañas arqueadas. Siempre me quedaba viendo sus ojos porque era hermoso ver unos ojos con esas pestañas naturalmente tan largas y arqueadas. Era algo poco común pero aún así no era algo femenino, sino que algunos hombres tienen esa característica y es un atractivo adicional.
El otro era un pibe como yo de unos 23 o 24 años. Buen físico y una muy buena verga. Lo sé porque lo vi en el vestuario de la fábrica cuando nos bañábamos a veces. Los otros dos siempre lo cargaban por ese atributo y le hacían las típicas bromas entre hombres: ¡Eh, loco pará! ¡A media cuadra ya sabemos que viene éste porque primero se ve su bulto pinchudo y atrás viene él!
Mi otro compañero: ¡Este es puro raíz como la mandioca! ¡¡Jajajaja!!
Así jodían y por suerte me dejaban tranquilo a mí que la tengo muy corta, tirando a micropene jeje
El asunto es que estos dos compañeros se quedaban a veces al terminar su turno y hacíamos un pequeño asado de falda, con vino en cajita (Sí, éramos muy humildes y nuestro sueldo no era gran cosa) Pero la pasábamos bien con poco y la tranquilidad, la independencia y sumado a eso la reciente actividad sexual que yo estaba teniendo, lo convertían en un trabajo invalorable y fue un momento de los mejores que viví en mi vida.
Así que estos dos se quedaron a hacer un asado, comimos, nos pusimos bastante en pedo, y el pibe más joven se quedó a dormir porque no quería ir borracho a su casa. Como solamente había dos colchones, él durmió en uno de los colchones, y mi compañero y yo dormimos en el colchón de dos plazas.
Mi compañero como siempre con su desparpajo se había sacado la ropa y solamente estaba en calzoncillos slip, se levantaba cada tanto para cambiar la tele porque no teníamos control remoto. Cuando volvía el muchacho del otro turno le relojeaba el bulto. Mi compañero se dio cuenta y dice: ¡Mirá cómo me ve el bulto, éste! Lo decía hablándome a mí y señalando al otro muchacho con un ademán con la cabeza.
Entonces yo le digo: Mostrásela si tanto la quiere ver.
A lo que mi compañero sin importarle nada, se bajó el slip y peló la verga que estaba a medio parar.
El otro muchacho sintió vergüenza, se puso colorado pero no desvió la mirada y vio la verga de mi compañero pero sin demasiado entusiasmo.
Este pibe era bastante hétero así que supongo que veía como los hombres se miran unos a otros, más por curiosidad o para comparar tamaños que por un verdadero interés sexual.
Por supuesto, mi compañero haciendo gala de su exhibicionismo se cagaba de risa y volvió a guardar su pija como si nada hubiera pasado.
Una vez vino un vendedor a la fábrica, un relojero ofreciendo repuestos para los relojes de esos que marcan las tarjetas de entrada para el personal. Lo hicieron pasar y estuvo conversando y ofreciendo sus productos. No le compramos nada porque por supuesto nosotros no teníamos plata ni autorización para comprar nada para la empresa. Pero se quedó un rato más antes de seguir con su camino, y mi compañero se puso a mear en el patio, como a unos tres metros de nosotros. Y mientras meaba le decía al vendedor: -Mire Don, ¿vio cómo es? -Señalando su pija. -Está negra y cabezona
El tipo se puso rojo de la vergüenza y de indignación. Lo que menos quería era verle la verga a mi compañero. Pero así era éste, desvergonzado y exhibicionista.
Más tarde esa noche, cuando el pibe joven estaba dormido mi compañero insistía en ponérmela por debajo de las frazadas. Por supuesto que yo no quería saber nada. Me moría de vergüenza de pensar que el otro se despertara y nos viera cogiendo.
A la mañana temprano nos despertamos como a las seis de la mañana. Como era verano el sol ya se veía por la ventana y mi compañero me hablaba en susurros. Me dolía la cabeza por la borrachera que me había agarrado la noche anterior. Mi compañero me pedía que le toque la verga o que se la chupe por debajo de las sábanas. Su insistencia y su caradurez me hacían calentar a mí, yo estaba levantando temperatura y me estaban agarrando ganas de coger. A mí me gusta mucho coger, pero soy bastante tímido y a veces necesito un incentivo. Ese incentivo era la desfachatez de mi compañero que siempre me impulsaba a más.
Ya decidido le digo a mi compañero que vayamos a la otra habitación. Ahí hay otra oficina con grandes ventanales donde entra mucha luz solar, hay solamente dos escritorios y dos sillones de ejecutivo. Agarré de la mano a mi compañero adulto, casado, hétero dispuesto a cogerse a quien fuera. Esos son los mejores héteros, los que viven con la pija dura y no les importa donde ponerla con tal de coger y sacarse la leche.
Fuimos a la otra habitación y con la puerta cerrada empecé a manosear la verga de mi amigo. Se la frotaba por arriba del calzoncillo y de a poco éste se iba humedeciendo con el líquido pre-seminal que le salía de la verga. No aguantó más y se bajó el calconcillo y me dice: ¡Mirá cómo me las estás tocando! ¡Mirá cómo se pone, qué dura está!
Él siempre era muy charlatán y extrovertido así que lo que sentía lo tenía que expresar. Lo decía abiertamente casi sin medir las consecuencias.
- ¡Callate! -Le dije, haciendo la seña de silencio con un dedo sobre mis labios.
Entonces me dice susurrando: -Date vuelta que te voy a coger...
Hice caso como toda una sumisa que soy y me di vuelta bajándome el calzoncillo. Dejé mi cola al descubierto y él me echó un poco de saliva. Su verga no era de las más grandes, pero sí se ponía muy dura y cabezona. Una verga bien morocha con la cabeza colorada, casi morada cuando la apretaba con fuerza.
Me la fue metiendo de a poco pero siempre haciendo fuerza. No me tenía demasiada piedad, simplemente empujaba para que entre sin pensar en que yo estuviera dilatado o no.
Se me partía el ojete, me dolía a horrores y se me estaban cayendo las lágrimas. Me agarré fuerte de los bordes del escritorio y traté de apretar los dientes para no soltar un grito de dolor.
Me apretaba los cachetes del culo con sus manos y me manoseaba bien.
-¡Qué linda esta carne tierna que me estoy comiendo! -Decía susurrándome al oído. Me abrazaba de atrás y me cogía solamente moviendo su cintura. Su cuerpo se sentía tan bien frotándose contra el mío, su pelvis rebotaba contra mi cola y se sentía lo mejor del mundo.
Su pene adentro mío estaba muy duro y derecho, me causaba dolor pero también un placer increíble.
De repente su cabeza empezó a hincharse, a pulsar rítmicamente, se siente perfecto cuando la verga está bien dura y empieza a largar la leche adentro de uno.
Mi compañero estaba acabando adentro de mi cola, y como no podía ser de otra manera tenía que expresarlo a los cuatro vientos. Empezó a gritar de placer: -¡¡AAHh, AAhhh,, OOOhhh!! ¡¡Mirá, mirá, ahí va, AHÍ VA!!
Su verga estaba bien adentro mío y largando litros de leche. Cuando acabó me la sacó y estaba con un poquito de sangre...
En eso el pibe que estaba durmiendo en la otra pieza se levantó y golpeó la puerta. Como no le abrimos nosotros, abrió él mismo la puerta y ya para eso mi compañero y yo estábamos vestidos sólo con nuestros calzoncillos y nuestras remeras. Yo me había sentado en uno de los escritorios en el sillón presidencial, y mi compañero estaba paradito derechito como un soldado al lado del otro escritorio poniendo cara de yo no fui.
-¿Qué pasó? -Dice el pibe con una cara de dormido
A lo que mi compañero dice: Nada, me agarró un calambre en la pata y me hizo parir
-¿Y por qué están acá los dos? -Dice el pibe
Yo le contesto: -Porque estuvimos despiertos conversando hace rato y no queríamos hacer ruido para no despertarte a vos...
La verdad no sé si me creyó, pero no dijo más y se fue a vestir para desayunar. Luego de eso nos fuimos cada uno a su casa y no se habló más del asunto.
Por suerte los encuentros con mi compañero continuaron más o menos un año y medio más. Hasta que cada uno consiguió un trabajo independientemente del otro donde pagaban más y hasta el día de hoy no nos volvimos a ver.
Espero que les haya gustado esta historia de aventuras sexuales en el trabajo, porque han sido reales y así las conté. Si quieren leer la primera parte está en este post:
http://www.poringa.net/posts/gay/4095347/Una-noche-en-la-vigilancia.html
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