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Miguel, el farmacéutico

Hola gente linda.... como prometí voy a contarles mi experiencia con Miguel.
Para aquellos que leen por primera vez mis relatos, recuerdo que son todos reales y estoy haciendo un repaso de todos los machos con los que tuve algo...

Ya instalado en Mardel y con trabajo fijo, seguía estudiando y de vez en cuando, me encontraba con Darío para coger. Esto ya se los conté en mi anterior relato.

Un día estaba en la oficina con mucho dolor de cabeza y una compañera me sugirió ir hasta la farmacia que quedaba a dos cuadras a comprar algún analgésico. La cuestión es que encaré para el lugar y cuando llego veo que estaba lleno de gente. Claro, la farmacia es gremial por lo tanto van todos los afiliados a comprar ahí. Entré con desgano, saqué número y esperé mi turno. La espera se puso interesante cuando me di cuenta que uno que atendía no dejaba de mirarme alevosamente. Yo le seguí el juego hasta que me tocó el turno de ser atendido pero no lo hizo él. Antes de irme, me di vuelta para volver a mirarlo y el flaco no me sacaba la mirada de encima.

Volví al laburo y mi día continuó normalmente. Sin embargo, me había quedado la duda (como dice el dicho "la podonga duda") y a los 3 días volví a ir a la farmacia pero esta vez dispuesto a que me atendiera el flaco. No sabía como iba hacerlo porque uno sacaba el numero e iban llamando.... pero apenas me vio el flaco me hizo una seña que me acercara al final del mostrador. Me acerqué, me preguntó en qué podía ayudarme y la verdad ni había pensado qué iba a comprar así que lo primero que se me ocurrió fue aspirinas. Me dijo que se llamaba Miguel y que salía de laburar a las 19 horas.

18:55 ya estaba en la esquina de la farmacia. Lo vi salir, le hice señas y se acercó sonriendo. Miguel era un poco mayor que yo (digamos 8 o 9 años), flaco, medio morocho y muy simpático.
Me preguntó si tenía tiempo y comenzamos a caminar. En el recorrido me presenté y nos contamos boludeces. En un momento dado me mira y me pregunta si soy activo o pasivo. Le contesté que me adaptaba y el sonriendo me dijo "yo solo soy activo".
Llegamos a unos edificios cerca de la farmacia y me preguntó si me animaba a entrar e ir a la terraza. Quedé un poco sorprendido pero estaba tan caliente que acepté.
Miguel tenía llave de acceso al edificio; tomamos el ascensor hasta el piso anterior a la terraza y subimos lo que quedaba por las escaleras. También tenía llave de la puerta de la terraza.
Empezamos a franelear, el flaco besaba muy lindo y le gustaba dar besos en el cuello (cosa que me pone a mil).... nos manoseamos todo y me pidió que le chupe la pija. Ya estaba un poco oscuro y ahí no había ninguna luz. La pija no era grande pero tampoco pequeña. Se la chupé hasta que acabó en el piso (soy un master mamador) y después me ayudó a pajearme. En el ínterin se escuchaba el ruido del ascensor que subía y bajaba y el morbo de que en cualquier momento nos descubrían pero no sucedió.
Cuando nos íbamos me contó que ahí vivía su tía que era la única familiar que tenía en Mardel ya que no era del lugar. La verdad no me acuerdo de donde me dijo que era....
Quedamos en vernos en un par de días pero al mediodía en su casa.

Llegó ese día y me aparecí en su vivienda. Era un PH en el fondo, muy lindo. Apenas entré me di cuenta que no vivía solo. Dato que mas tarde me lo confirmaría el propio Miguel.
Comenzamos a besarnos, tocarnos, manosearnos, disfrutaba mucho de sus besos en el cuello... esta vez sabía que daríamos un paso más.
Me llamó la atención que cuando quise quitarle la chomba, no me lo permitió. Me confesó que no estaba conforme con su cuerpo y se sentía gordo..... un boludo importante porque de gordo no tenía nada... es más yo tenía más panza que él pero bue... cada loco con su tema.
Después de darle una buena mamada, me agarró el culo y me lo humedeció con su lengua de tal forma que no necesitó lubricante alguno. También es cierto que su pija no era ni gorda ni grande por lo que entró fácilmente. Me cogió todo el tiempo en cuatro, yo quería cambiar de posición pero no había forma. El flaco, con su chomba puesta, me daba duro y encima era uno de esos que tienen eyaculación retardada y no acaban más. Yo había terminado y Miguel le seguía dando el mete y saca hasta que finalmente acabó. Por supuesto que cogimos con preservativo.

Miguel no era de muchas palabras por lo que después de terminar de coger, se levantó, se fue al baño y cuando volvió me ofreció lavarme y ya estaba vestido como para irse. Un garche y me voy era el lema.
Me contó que vivía con un amigo para compartir gastos y que hacía mas de 4 años que trabajaba en la farmacia y que era farmacéutico.

Me fui con la sensación de vacìo.... me acuerdo que hasta me arrepentí de haber ido. No porque no lo había disfrutado sino porque todo había sido tan impersonal, tan mecánico que me dio la sensación que fue mi culo pero pudo haber sido el culo de cualquiera. Les recuerdo que yo soy bastante franela y me gusta tener un poco de post cogida con mimos, charla y/o boludeo.

Sin embargo, el saber donde encontrarlo me llevó a que unas semanas después, una tardecita invernal, vaya a la esquina de la farmacia para verlo y darle otra oportunidad pero me llevé una linda sorpresa: lo estaba esperando otro tipo y se besaron rápidamente. Yo lo reconocí al toque: era el "amigo" con el que vivía, por lo tanto Miguelito me había mentido.
Por supuesto, me di media vuelta y me fui al carajo.

Mi anterior relato finalizó diciéndoles que si bien Mar del Plata es una ciudad termina siendo un pueblo grande. Y les voy a contar el porque.
Nunca más fui a la farmacia y la verdad que la experiencia con Miguel quedó en el olvido. Después de él tuve varios encuentros más con otras personas (que les iré contando).

Habían pasado como 3 años de esa experiencia y yo en esa época estaba a full con el chat gay. Recuerdo que había chateado con un flaco, buena onda y quedamos en conocernos en una esquina de la ciudad. La sorpresa, cuando llegué, era que ese flaco del chat era Miguel (que por supuesto había inventado un nombre falso). Me acerqué y me empecé a cagar de risa. La cara que puso el flaco era entre sorpresa y decepción. Al principio quiso hacer como que no se acordaba de mí pero como yo enseguida lo deschavé no le quedó otra que aceptar quién era. En definitiva, nos dimos la mano y cada uno se fue por su lado.

Entretanto, después de mi experiencia con Miguel, seguí teniendo encuentros con Darío pero cada vez mas espaciados.

Una tarde, volviendo caminando de la Facultad, tipo 17 horas, me crucé con un chabón alto y delgado. Ese fue mi primer levante en la calle. Se los cuento la próxima.

Saludos a todos. Gracias por comentar y dar puntos.
Cuidense

2 comentarios - Miguel, el farmacéutico