El relato que voy a narrar nunca se lo conté a nadie, y es sobre la primera vez que tuve sexo. Fui virgen durante toda la adolescencia, estaba a un paso de los 20 cuando esto pasó. A algunos podrá parecerles algo morboso, quizás a otros no, pero para mí es la situación más erótica que viví en mi vida y nunca la voy a olvidar.
Ese verano mi situación económica era bastante mala, así que ese año no iba a haber vacaciones. Yo vivía con mis padres y mi hermano mayor. Para ese momento yo estaba seguro de que era gay, y si bien mi hermano no hablaba de su sexualidad, solía traer chicas y chicos a casa y se encerraban en su cuarto varias horas cuando mis papás no estaban.
Uno de esos chicos era Sebastián. No hablaba mucho con él (ni con nadie en realidad) pero por alguna razón me calentaba de manera abrumadora. Él era el protagonista de casi todas mis pajas.
Finalmente, un día de Febrero mi papá nos dijo de un compañero de trabajo que le había ofrecido alquilarle una quinta. Era cerca de Buenos Aires, y el viaje en auto apenas tomaba más de una hora, pero era mejor que nada. También nos dijo que el lugar era grande, así que si ayudábamos un poco con los gastos podíamos llevar algún amigo. La mayoría de mis amigos ya se había ido de vacaciones, pero mi hermano, que al principio no le entusiasmaba la idea de la quinta, terminó accediendo y llevando a un amigo. Adivinen a quién. Sip, a Sebastián.
Yo no sabía que él iba a venir, pensé que iba a traer a algún otro amigo, pero cuando paramos en la puerta de su casa y él apareció mi corazón se aceleró y mi cara se puso bordó. Quería que se siente al lado mío, pero al final en el medio quedó el idiota de mi hermano, que en ese momento subió varios peldaños en la escala de mi odio.
Cuando llegamos al lugar, nos acomodamos. La casa era bastante grande y tenía 3 habitaciones, así que yo me quedé con una y los demás con las otras. Hubiera dado mi sangre para dormir con Seba, pero era imposible eso. En fin, no sabía si estar contento de estar con el solo por unos días o huir de ahí sin mirar atrás. Desde ese día me acompañó una mezcla de alegría y terror que todavía recuerdo bien.
Después de comer, fuimos todos a dormir un rato. A la tarde fuimos a la pileta. Seba usaba esas mayas horrendas tipo surfista que eran populares a fines de los 90/principios de los 00s. Era enorme y no marcaba nada, así que me decepcionó bastante. Nos pusimos a jugar con una pelota y después él, mi hermano y yo jugamos Marco Polo. Me deje agarrar varias veces por Sebastian, me encantaba que me tocara. Cuando me tocaba a mí atrapar a los demás, obvio que lo buscaba a él primero, y cuando lo atrapé, como un acto reflejo, lo manoseé todo. Me daba mucha taquicardia y me ponía demasiado nervioso, pero era algo que no podía controlar.
Y así pasaron los primeros días. Trataba de espiarlo cuando se bañaba y se cambiaba, lo espiaba mientras dormía, lo manoseaba todo lo que podía en la pileta, aunque el miedo de que alguien se diera cuenta me paralizaba. Una vez me bañé después que él y se había olvidado el bóxer en la ducha. Le pasé la lengua, me lo pasé por todo el cuerpo, lo olfateé... vivía con la pija al palo esos días, parecía que iba a explotar en algún momento.
Pero al cuarto día todo cambió. En aquella época mi abuelo paterno vivía, y como era muy mayor a mi papá no le gustaba dejarlo solo mucho tiempo, así que él y mi mamá decidieron ir a ver cómo estaba. A último momento, mi hermano les pidió ir porque quería traer de la casa algunas cosas que se había olvidado y de paso visitar al abuelo, ya que el papá de mi papá siempre había sido su abuelo favorito. Cuando me di cuenta de que estaba solo con Sebastián me quedé helado. Si dudaba de la existencia de Dios, esa tarde fui más creyente que nunca.
Yo no había hablado mucho con él. No hablaba mucho con nadie en realidad, era bastante tímido y callado. Mi corazón parecía que se iba a salir del pecho, y mi pito iba a romper el pantalón. Tenía que aprovechar el momento de alguna forma. Como hacía calor, obviamente no hizo falta hablar para que poco después estemos los dos en la pileta. Pero había algo distinto esa vez. Para empezar, en vez de era horrenda maya de surfista se puso un short tipo fútbol para nadar. Se excusó con la maya estaba mojada todavía, pero quién sabe. Ese short le lucia mucho mejor.
Jugamos un rato a pelota y otra vez al marco polo. Cuando lo agarré, mis manos, casi poseídas, fueron directo a su culo. Ya había intentando hacer eso antes, pero supo correrse después del primer manotazo. Esta vez me dejó tocarlo, a pesar de que el juego ni siquiera lo requería.
Cuando noté lo que estaba haciendo, me di cuenta y pegué un salto hacia atrás e hiperventile un poco. “¿Estás bien?” Me preguntó. “Si, es que me cansé. Creo que tengo sed”. Me dijo que saliéramos a tomar algo. Se secó y se metió en la casa a buscar algo para tomar, mientras yo arrastraba dos reposeras a la sombra. Las puse lo más cerca posible, casi sin espacio la una con la otra.
Al rato apareció con dos botellas de agua y me pasó una. Sin sentarse siquiera, la destapó y se la tomó casi toda de golpe. Verlo ahí parado con un short mojado y tomando agua me resultó extrañamente erotizante. Terminó de beber y no dijo nada, solo se sentó. Hizo un comentario sobre lo lindo y tranquilo que era eso, y cerró los ojos, como si estuviera tratando de dormir. Yo no intenté seguir con la conversación. Me le quedé viendo. Realmente me parecía un tipo muy lindo, y me encantaba verlo.
Pasaron los minutos, y él seguía con los ojos cerrados, y la parte pervertida de mi mente tomó el control. ¿Qué podía hacer? Bajarle el short. La respuesta fue automática. El elástico no era muy ajustado, pero tenía bóxer abajo. Lo miré a los ojos, seguían cerrados, como si estuviera dormido. Pero no roncaba, apenas se escuchaba su respiración. ¿Y si justo los abría? Pero ya no me importaba nada.
Puse los dedos disimuladamente sobre el elástico del short y del bóxer. Los bajé suavemente y su pija enseguida asomó. Me estaba por desmayar. Le estaba viendo la pija al hombre que más me calentaba del universo. Noté que la tenía un poco parada. ¿Y ahora? ¿Se la agarro? ¿Se la chupo? Por alguna razón pensé que era una buena opción olfatearla. Tenía olor a agua de pileta, por supuesto. Epic fail. Y justo en ese momento abrió los ojos.
“¿Qué haces boludo?”. Estaba entre tirarmele encima o correr. Empecé a balbucear. “Perdón, es que quería verla”. Me miró con una cara de desconcierto total. Y yo que pensaba que se había puesto el short para mi, que iluso. O a lo mejor era un buen actor. Quién sabe.
“Es que... soy virgen... todos mis amigos me cargan con que soy el Virgen. Pero no me gustan las chicas. Me gustas vos desde el primer día que te vi, es eso. Perdóname, en serio”. Se levantó y se metió adentro de la casa. Por un lado me moría de la vergüenza, por el otro sentía que la suerte estaba echada y que no estaba todo dicho.
Entré a su habitación. Se había cambiado el short por uno seco. “Basta Mati” me dijo. Lo ignoré y me acosté al lado de él. Bufó con fuerza. “Dale, por favor. Un poquito” “No, mirá si llegan tus viejos. Me matan. Tu hermano también, me asesina”. Me negaba a dejarlo así. Ya no era yo, toda mi timidez y mi miedo habían desaparecido. Hice lo que jamás pensé que haría, le metí la mano adentro del short y le empecé a tocar la pija.
“Mati...”. “Dale, no se entera nadie. Queda acá. Aparte la tenes un poco parada vos también”. Me miró y enseguida movió la cabeza al otro lado, como pensando. Le seguía tocando el pito mientras me preguntaba si se lo estaba haciendo bien. “Por favor...”. Me volvió a mirar y no dijo nada. Me acerque un poco a su cara, y corrió la cabeza una vez más. Después me volvió a mirar, y sin una palabra, me comió la boca.
“Si te duele, te molesta o no te gusta algo me avisas”. “Siiii” contesté con una alegría más propia de un nene al que le acaban de regalar un juguete nuevo. Sin que me dijera nada, me incorporé y le saqué el short. Mi mente no podría procesar el momento. Ahí lo tenía, el hombre que más había deseado, acostado y desnudo para mi.
Me acostó boca abajo y me sacó la maya. Me pasó la mano por toda la espalda, las piernas y el culo. Me hizo alzar la cadera, separó mis nalgas y me lo empezó a chupar. Por alguna razón eso me dio muchas cosquillas. Traté de aguantar la risa, pero se me terminó escapando una carcajada. “¿Te da cosquillas?” Me preguntó. “Sí” le contesté entre risitas. No pude ver su expresión porque estaba de cara contra la almohada, pero seguro fue poner los ojos en blanco. “Esperá” me dijo y se paró. Abrió su mochila, y sacó un preservativo y unos sobres de gel.
Me puso de costado y él también. Me abrió y puso su pija adentro mío. Primero la movió un poco y después empezó a meterla adentro. Grité de dolor. “¿Te duele?” “Un poquito, pero seguí”. Hizo un poco más de fuerza y entró un poquito más. Me dolía mucho pero traté de aguantarme. Volvió a empujar, y me quejé de nuevo, así que la sacó. “¿Te dolió?” Parecía preocupado. “Un poco” le contesté. Me dolía como la muerte, pero no iba a decirle eso. “¿Te animas a chuparla?”. No me pregunten por qué, pero dudé.
“Vení” me dijo al ver que dudaba, y se sacó el forro. Se acostó boca arriba y me acostó encima suyo. Empecé a frotar mi pija en la suya, y pensé que eso fue lo más placentero que habíamos hecho hasta ese momento. Me encantaba hacer eso, pero era poco, así que traté de tener más determinación.
“Te la quiero chupar” dije con seguridad. “¿Seguro?” Asentí con la cabeza y bajé. En ese momento me parecía una tremenda pija, pero seguro no era tan grande. Se la agarró y la peló. Le pasé la lengua por la cabeza, y me la metí suavemente en la boca. Le seguí pasando la lengua por la pija, bajé hasta la base y le chupé los huevos también. Después me la metí toda en la boca y se la seguí chupando un rato, hasta que me empezó a doler la mandíbula.
“Métemela de nuevo”. “¿Seguro?” Me preguntó otra vez. “Si...”. Nos volvimos a poner de costado, me puso más lubricante y me la metió de nuevo. Traté de relajarme. Me dolía, pero me gustaba también. Era una sensación muy rara. Cuando me di cuenta, me había metido la mitad de la pija adentro. Le pedí que siguiera. Me siguió cogiendo despacio un rato más, y la sensación de su pija moviéndose adentro de mi culo era maravillosa. Lo mejor que me había pasado en la vida. La habitación y la casa estaban en completo silencio a excepción de nuestros gemidos y respiraciones agitadas.
Me la sacó, y se acostó boca arriba. Automáticamente bajé y se la chupe un rato más, me incorpore y me acosté al lado de él de nuevo. Me agarró la mano y la llevo a su pija, y él agarró la mía con tres dedos. Lo hacía demasiado bien. Yo solté la suya y él la mía, y se empezó a pajear solo. De golpe empezó a gemir fuerte. “¿Vas a acabar?” Le pregunté. Asintió con la cabeza. “Acabame en la boca”. Esta vez no me dijo “¿Seguro?”.
Me metí la pija en la boca justo cuando estaba por acabar. Enseguida se me llenó la boca de semen caliente, que decidí tragué con cara de asco. “¿Lo tragaste?” Asentí y me acosté al de él, y me empecé a tocar. Sin que lo pidiera, decidió ayudarme, y sus tres dedos mágicos tomaron la posta. Sentía que me iba a desmayar, hasta que de golpe como una olla a presión exploté. Emití un gemido largo que se escuchó en cada rincón de la casa. Toda la leche que venía acumulando todo este tiempo salió de golpe, e hizo un enchastre. Seba terminó con un bello barniz de huasca también.
“Ufff, la tenías guardada eh. Me gané un pase a bañarme primero creo”. Me reí y le dije que sí. Cuando se paró noté que las mayas y los pantalones que usaba no le hacían justicia al ostentoso culo que tenía. Me paré y caminé atrás de él. Antes de la ducha, abrió la heladera y sacó otra botella de agua. Ahora verlo desnudo, después del sexo que habíamos tenido y tomando agua me resultó muy cachondo. Recuerdo haberme masturbado varias veces recordando esa escena. Me pasó la botella y le di un buen sorbo.
Se metió en el baño y yo volví a la pieza. Volvió a los 10 minutos, bañado. Se sacó el toallon enfrente mío y se cambió. Ahí lo tenía, otra vez desnudo. No me cansaba nunca de verlo. Sentía que nunca iba a tener suficiente de ese hombre. “Dale, báñate y cámbiate, a ver si vienen tus viejos y te ven así”. Me paré y fui al baño. No podía creer lo que había vivido, tenía una felicidad que no me entraba en el cuerpo.
Salí de bañarme y quise darle su espacio, así que como él se había quedado en la habitación, me quedé en el comedor. Enseguida se apareció. “Nunca a nadie. En serio, esto no pasó. Y no va a volver a pasar”. Volví a asentir, y le dije que no se preocupe, que no tenía intención de contarlo. Seguía algo tímido, pero no pude evitar decirle algo más: “Che Seba. Usa pantalones más ajustados, que tenés un muy buen culo”. Me miró y esbozó una media sonrisa. Me hizo fuck you y se fue a la pieza de nuevo. Al rato llegaron mis papás y traté de disimular mi tremenda alegría lo mejor que pude.
Les cuento un secreto: Seba se equivocó, porque después de eso cogimos muchas veces más, e incluso en los 3 días que quedaban de vacaciones se la chupé dos veces en el baño mientras todos dormían. Pero esa es otra historia.
Ese verano mi situación económica era bastante mala, así que ese año no iba a haber vacaciones. Yo vivía con mis padres y mi hermano mayor. Para ese momento yo estaba seguro de que era gay, y si bien mi hermano no hablaba de su sexualidad, solía traer chicas y chicos a casa y se encerraban en su cuarto varias horas cuando mis papás no estaban.
Uno de esos chicos era Sebastián. No hablaba mucho con él (ni con nadie en realidad) pero por alguna razón me calentaba de manera abrumadora. Él era el protagonista de casi todas mis pajas.
Finalmente, un día de Febrero mi papá nos dijo de un compañero de trabajo que le había ofrecido alquilarle una quinta. Era cerca de Buenos Aires, y el viaje en auto apenas tomaba más de una hora, pero era mejor que nada. También nos dijo que el lugar era grande, así que si ayudábamos un poco con los gastos podíamos llevar algún amigo. La mayoría de mis amigos ya se había ido de vacaciones, pero mi hermano, que al principio no le entusiasmaba la idea de la quinta, terminó accediendo y llevando a un amigo. Adivinen a quién. Sip, a Sebastián.
Yo no sabía que él iba a venir, pensé que iba a traer a algún otro amigo, pero cuando paramos en la puerta de su casa y él apareció mi corazón se aceleró y mi cara se puso bordó. Quería que se siente al lado mío, pero al final en el medio quedó el idiota de mi hermano, que en ese momento subió varios peldaños en la escala de mi odio.
Cuando llegamos al lugar, nos acomodamos. La casa era bastante grande y tenía 3 habitaciones, así que yo me quedé con una y los demás con las otras. Hubiera dado mi sangre para dormir con Seba, pero era imposible eso. En fin, no sabía si estar contento de estar con el solo por unos días o huir de ahí sin mirar atrás. Desde ese día me acompañó una mezcla de alegría y terror que todavía recuerdo bien.
Después de comer, fuimos todos a dormir un rato. A la tarde fuimos a la pileta. Seba usaba esas mayas horrendas tipo surfista que eran populares a fines de los 90/principios de los 00s. Era enorme y no marcaba nada, así que me decepcionó bastante. Nos pusimos a jugar con una pelota y después él, mi hermano y yo jugamos Marco Polo. Me deje agarrar varias veces por Sebastian, me encantaba que me tocara. Cuando me tocaba a mí atrapar a los demás, obvio que lo buscaba a él primero, y cuando lo atrapé, como un acto reflejo, lo manoseé todo. Me daba mucha taquicardia y me ponía demasiado nervioso, pero era algo que no podía controlar.
Y así pasaron los primeros días. Trataba de espiarlo cuando se bañaba y se cambiaba, lo espiaba mientras dormía, lo manoseaba todo lo que podía en la pileta, aunque el miedo de que alguien se diera cuenta me paralizaba. Una vez me bañé después que él y se había olvidado el bóxer en la ducha. Le pasé la lengua, me lo pasé por todo el cuerpo, lo olfateé... vivía con la pija al palo esos días, parecía que iba a explotar en algún momento.
Pero al cuarto día todo cambió. En aquella época mi abuelo paterno vivía, y como era muy mayor a mi papá no le gustaba dejarlo solo mucho tiempo, así que él y mi mamá decidieron ir a ver cómo estaba. A último momento, mi hermano les pidió ir porque quería traer de la casa algunas cosas que se había olvidado y de paso visitar al abuelo, ya que el papá de mi papá siempre había sido su abuelo favorito. Cuando me di cuenta de que estaba solo con Sebastián me quedé helado. Si dudaba de la existencia de Dios, esa tarde fui más creyente que nunca.
Yo no había hablado mucho con él. No hablaba mucho con nadie en realidad, era bastante tímido y callado. Mi corazón parecía que se iba a salir del pecho, y mi pito iba a romper el pantalón. Tenía que aprovechar el momento de alguna forma. Como hacía calor, obviamente no hizo falta hablar para que poco después estemos los dos en la pileta. Pero había algo distinto esa vez. Para empezar, en vez de era horrenda maya de surfista se puso un short tipo fútbol para nadar. Se excusó con la maya estaba mojada todavía, pero quién sabe. Ese short le lucia mucho mejor.
Jugamos un rato a pelota y otra vez al marco polo. Cuando lo agarré, mis manos, casi poseídas, fueron directo a su culo. Ya había intentando hacer eso antes, pero supo correrse después del primer manotazo. Esta vez me dejó tocarlo, a pesar de que el juego ni siquiera lo requería.
Cuando noté lo que estaba haciendo, me di cuenta y pegué un salto hacia atrás e hiperventile un poco. “¿Estás bien?” Me preguntó. “Si, es que me cansé. Creo que tengo sed”. Me dijo que saliéramos a tomar algo. Se secó y se metió en la casa a buscar algo para tomar, mientras yo arrastraba dos reposeras a la sombra. Las puse lo más cerca posible, casi sin espacio la una con la otra.
Al rato apareció con dos botellas de agua y me pasó una. Sin sentarse siquiera, la destapó y se la tomó casi toda de golpe. Verlo ahí parado con un short mojado y tomando agua me resultó extrañamente erotizante. Terminó de beber y no dijo nada, solo se sentó. Hizo un comentario sobre lo lindo y tranquilo que era eso, y cerró los ojos, como si estuviera tratando de dormir. Yo no intenté seguir con la conversación. Me le quedé viendo. Realmente me parecía un tipo muy lindo, y me encantaba verlo.
Pasaron los minutos, y él seguía con los ojos cerrados, y la parte pervertida de mi mente tomó el control. ¿Qué podía hacer? Bajarle el short. La respuesta fue automática. El elástico no era muy ajustado, pero tenía bóxer abajo. Lo miré a los ojos, seguían cerrados, como si estuviera dormido. Pero no roncaba, apenas se escuchaba su respiración. ¿Y si justo los abría? Pero ya no me importaba nada.
Puse los dedos disimuladamente sobre el elástico del short y del bóxer. Los bajé suavemente y su pija enseguida asomó. Me estaba por desmayar. Le estaba viendo la pija al hombre que más me calentaba del universo. Noté que la tenía un poco parada. ¿Y ahora? ¿Se la agarro? ¿Se la chupo? Por alguna razón pensé que era una buena opción olfatearla. Tenía olor a agua de pileta, por supuesto. Epic fail. Y justo en ese momento abrió los ojos.
“¿Qué haces boludo?”. Estaba entre tirarmele encima o correr. Empecé a balbucear. “Perdón, es que quería verla”. Me miró con una cara de desconcierto total. Y yo que pensaba que se había puesto el short para mi, que iluso. O a lo mejor era un buen actor. Quién sabe.
“Es que... soy virgen... todos mis amigos me cargan con que soy el Virgen. Pero no me gustan las chicas. Me gustas vos desde el primer día que te vi, es eso. Perdóname, en serio”. Se levantó y se metió adentro de la casa. Por un lado me moría de la vergüenza, por el otro sentía que la suerte estaba echada y que no estaba todo dicho.
Entré a su habitación. Se había cambiado el short por uno seco. “Basta Mati” me dijo. Lo ignoré y me acosté al lado de él. Bufó con fuerza. “Dale, por favor. Un poquito” “No, mirá si llegan tus viejos. Me matan. Tu hermano también, me asesina”. Me negaba a dejarlo así. Ya no era yo, toda mi timidez y mi miedo habían desaparecido. Hice lo que jamás pensé que haría, le metí la mano adentro del short y le empecé a tocar la pija.
“Mati...”. “Dale, no se entera nadie. Queda acá. Aparte la tenes un poco parada vos también”. Me miró y enseguida movió la cabeza al otro lado, como pensando. Le seguía tocando el pito mientras me preguntaba si se lo estaba haciendo bien. “Por favor...”. Me volvió a mirar y no dijo nada. Me acerque un poco a su cara, y corrió la cabeza una vez más. Después me volvió a mirar, y sin una palabra, me comió la boca.
“Si te duele, te molesta o no te gusta algo me avisas”. “Siiii” contesté con una alegría más propia de un nene al que le acaban de regalar un juguete nuevo. Sin que me dijera nada, me incorporé y le saqué el short. Mi mente no podría procesar el momento. Ahí lo tenía, el hombre que más había deseado, acostado y desnudo para mi.
Me acostó boca abajo y me sacó la maya. Me pasó la mano por toda la espalda, las piernas y el culo. Me hizo alzar la cadera, separó mis nalgas y me lo empezó a chupar. Por alguna razón eso me dio muchas cosquillas. Traté de aguantar la risa, pero se me terminó escapando una carcajada. “¿Te da cosquillas?” Me preguntó. “Sí” le contesté entre risitas. No pude ver su expresión porque estaba de cara contra la almohada, pero seguro fue poner los ojos en blanco. “Esperá” me dijo y se paró. Abrió su mochila, y sacó un preservativo y unos sobres de gel.
Me puso de costado y él también. Me abrió y puso su pija adentro mío. Primero la movió un poco y después empezó a meterla adentro. Grité de dolor. “¿Te duele?” “Un poquito, pero seguí”. Hizo un poco más de fuerza y entró un poquito más. Me dolía mucho pero traté de aguantarme. Volvió a empujar, y me quejé de nuevo, así que la sacó. “¿Te dolió?” Parecía preocupado. “Un poco” le contesté. Me dolía como la muerte, pero no iba a decirle eso. “¿Te animas a chuparla?”. No me pregunten por qué, pero dudé.
“Vení” me dijo al ver que dudaba, y se sacó el forro. Se acostó boca arriba y me acostó encima suyo. Empecé a frotar mi pija en la suya, y pensé que eso fue lo más placentero que habíamos hecho hasta ese momento. Me encantaba hacer eso, pero era poco, así que traté de tener más determinación.
“Te la quiero chupar” dije con seguridad. “¿Seguro?” Asentí con la cabeza y bajé. En ese momento me parecía una tremenda pija, pero seguro no era tan grande. Se la agarró y la peló. Le pasé la lengua por la cabeza, y me la metí suavemente en la boca. Le seguí pasando la lengua por la pija, bajé hasta la base y le chupé los huevos también. Después me la metí toda en la boca y se la seguí chupando un rato, hasta que me empezó a doler la mandíbula.
“Métemela de nuevo”. “¿Seguro?” Me preguntó otra vez. “Si...”. Nos volvimos a poner de costado, me puso más lubricante y me la metió de nuevo. Traté de relajarme. Me dolía, pero me gustaba también. Era una sensación muy rara. Cuando me di cuenta, me había metido la mitad de la pija adentro. Le pedí que siguiera. Me siguió cogiendo despacio un rato más, y la sensación de su pija moviéndose adentro de mi culo era maravillosa. Lo mejor que me había pasado en la vida. La habitación y la casa estaban en completo silencio a excepción de nuestros gemidos y respiraciones agitadas.
Me la sacó, y se acostó boca arriba. Automáticamente bajé y se la chupe un rato más, me incorpore y me acosté al lado de él de nuevo. Me agarró la mano y la llevo a su pija, y él agarró la mía con tres dedos. Lo hacía demasiado bien. Yo solté la suya y él la mía, y se empezó a pajear solo. De golpe empezó a gemir fuerte. “¿Vas a acabar?” Le pregunté. Asintió con la cabeza. “Acabame en la boca”. Esta vez no me dijo “¿Seguro?”.
Me metí la pija en la boca justo cuando estaba por acabar. Enseguida se me llenó la boca de semen caliente, que decidí tragué con cara de asco. “¿Lo tragaste?” Asentí y me acosté al de él, y me empecé a tocar. Sin que lo pidiera, decidió ayudarme, y sus tres dedos mágicos tomaron la posta. Sentía que me iba a desmayar, hasta que de golpe como una olla a presión exploté. Emití un gemido largo que se escuchó en cada rincón de la casa. Toda la leche que venía acumulando todo este tiempo salió de golpe, e hizo un enchastre. Seba terminó con un bello barniz de huasca también.
“Ufff, la tenías guardada eh. Me gané un pase a bañarme primero creo”. Me reí y le dije que sí. Cuando se paró noté que las mayas y los pantalones que usaba no le hacían justicia al ostentoso culo que tenía. Me paré y caminé atrás de él. Antes de la ducha, abrió la heladera y sacó otra botella de agua. Ahora verlo desnudo, después del sexo que habíamos tenido y tomando agua me resultó muy cachondo. Recuerdo haberme masturbado varias veces recordando esa escena. Me pasó la botella y le di un buen sorbo.
Se metió en el baño y yo volví a la pieza. Volvió a los 10 minutos, bañado. Se sacó el toallon enfrente mío y se cambió. Ahí lo tenía, otra vez desnudo. No me cansaba nunca de verlo. Sentía que nunca iba a tener suficiente de ese hombre. “Dale, báñate y cámbiate, a ver si vienen tus viejos y te ven así”. Me paré y fui al baño. No podía creer lo que había vivido, tenía una felicidad que no me entraba en el cuerpo.
Salí de bañarme y quise darle su espacio, así que como él se había quedado en la habitación, me quedé en el comedor. Enseguida se apareció. “Nunca a nadie. En serio, esto no pasó. Y no va a volver a pasar”. Volví a asentir, y le dije que no se preocupe, que no tenía intención de contarlo. Seguía algo tímido, pero no pude evitar decirle algo más: “Che Seba. Usa pantalones más ajustados, que tenés un muy buen culo”. Me miró y esbozó una media sonrisa. Me hizo fuck you y se fue a la pieza de nuevo. Al rato llegaron mis papás y traté de disimular mi tremenda alegría lo mejor que pude.
Les cuento un secreto: Seba se equivocó, porque después de eso cogimos muchas veces más, e incluso en los 3 días que quedaban de vacaciones se la chupé dos veces en el baño mientras todos dormían. Pero esa es otra historia.
4 comentarios - Mi Primera Vez (Relato Gay)
Muy bien contado el relato. Me identifico mucho.... Genial