Ya allá a lo lejos quedaron las tardes de verano, cuando con Iván nos juntábamos a jugar a las cartas con amigos, tomar mate y comer bizcochitos. El naranja de las flores del árbol central del patio de lo de mi amigo Pedro era vibrante y su polen manchada cada cosa que tocaba. Debajo del árbol, del que tantas veces nos tiramos a charlar, volvemos a encontrarnos, diez años después.
Magui nos contó que estaba de novia, y para nosotros eso resultaba totalmente nuevo. Muchos de nosotros no habíamos tenido más que algún romance juvenil, y ella ya tenía novio. Ese día nos dijo que el fin de semana nos íbamos a encontrar todos y que él iba a venir. Yo no le di importancia.
-Vas?- me preguntó en un mensaje de texto- a la fiesta de cumpleaños de Pedro te pregunto-. Yo no le di importancia al mensaje. Ya hace mucho no nos hablábamos y la verdad con él no terminó todo bien. Pero igual para esa fiesta me puse la mejor camisa y me compré un pantalón bien achupinado para que me marque el orto que venía laburando en el gimnasio.
Nos encontramos todos después del colegio. Eran los últimos días. Y los primeros de calor del verano. Esos insoportables, que el cuerpo te pide que lo mojes a toda costa. Llegó él. Morocho. Unos años más grande que nosotros. Cuando lo ví llegar quedé roto. Detrás de los rulos negros que le caían de la cabeza, estaban unos ojos marrones grandes y achinados. Una remera Verde y una bici playera azul llegaron con él. Emprendimos viaje para la casa de Pedro, que estaba llena de juegos y no iban a estar sus papás.
Yo nunca anduve en bici. Me aburre y me cansa. Me duelen los oídos porque hago mucha fuerza para ir más rápido de lo que se puede ir. Me gana la ansiedad. Y por supuesto yo no tenía bici en ese entonces. -Te llevo?- me dijo y me sorprendió. Siempre pensé que algo de ternura le daba. O pena. Pero prefiero quedarme con la primera.
Media hora antes de la fiesta de cumpleaños me agarró un miedo muy profundo. Hacía varios años que no lo veía. -Dale, Manuel- me dije -no seas pelotudo-. No sabía lo que se venía. Me tomé un trago del Mezcal que tengo para ocasiones especiales. Para tomar valor.
La tarde fue como siempre. Entre juegos, charlas y mates pasaban las horas. Él intercambiaba sus ratos entre Magui, su novia, y yo. Un nadie que había conocido poco rato antes. En las rondas de mate el siempre se me ponía al lado ya se preparaba para el intercambio que se iba a dar después. La tarde se estaba terminando, cuando voló la primera bombacha con agua. Una guerra de agua, barro y cuerpos se desató. Nunca pude saber cuánto duró.
-Dónde estás? No te veo -fue el segundo mensaje de la noche. No le contesté. Estaba en el patio, fumando un pucho y hablando pelotudeces con el hermano de Pedro. Ya me había servido un whisky y estaba un poco lengua floja. Guarde el teléfono y al toque volvió a sonar. -Nos vemos en el baño?-. Todo volvía a empezar.
-Así que me querés pelear putito- me tenía agarrado de los brazos, en un charco de barro y con la cara encima mío al minuto de que le haya pegado con una bombacha en la cara. Yo lo miraba atónito y caliente. De adentro mío surgió una fuerza que no sabía que tenía. Me concentré, junté odio y le escupí la geta. El me la devolvió. Pero se aseguró de que me caiga en la boca. Los dos acostados, mojados, escupidos y frotandonos la verga. Para cuándo lo llamaron, mi cabeza estaba en cualquier lado y volvió en sí cuando me soltó.
Saludé al cumpleañero, agarré mi saco y busqué las llaves del auto. La tranquera de la puerta estaba abierta, así que solo me quedaba salir y volver a casa. Cuando pongo la mano en el auto, su mano me agarra del hombro. -Sé que me evitaste- siempre fue frontal y directo. -vamos-. Abrió la otra puerta y se subió.
El baño de la casa de Pedro tenía un espacio grande con bachas y un mueble. Luego una puerta y del otro lado, lo privado. De este lado yo, embarrado y perdido. Del otro, el, duchandose. -Cuando salga Iván, te metes vos. Acá tenes una toalla- me dijo Pedro. Me senté y esperé. -Pasá, ya terminó- se escuchó del otro lado. El vapor que salió cuando abrí la puerta me encegueció un toque. Ahí estaba el. Bañándose en boxer. Me saque la ropa y con un gesto me invitó a pasar. Al toque me chapó. -No sabes las ganas que tenía- me dijo. Yo no podía hablar. La espuma de jabón permitía que nos toquemos con todo. El vapor, nublaba la vista y nos ocultaba del afuera.
Cuando me senté le pregunté a dónde quería ir. Su respuesta fue poco clara. -Yo voy a casa si te sirve genial-. Me agarró la mano y me la puso en su bulto. Ya sabía por dónde venía la cosa. El tenía un jean suelto que no opuso resistencia cuando le abrí el cierre. Su pija estaba dura. -Cómo me calienta que siga sin depilarse pensé-.
-Mirá que yo nunca…- no me dejó terminar la frase. Me agarró de la cintura y me siguió chapando. Bajo sus manos y empezó a masajearme el culo. -Ella todavía no quiere, así que vos me lo vas a dar- me ordenó. Eso me volvió loco. Me arrodille y bajo el agua caliente de la ducha le empecé a chupar la pija por la cabeza que le asomaba por el borde del bóxer de rayas rojas y blancas. Me puso de pie, y me dió vuelta. Los besos en el cuello, con su barba recortada me volvían loco. -Por favor, despacio- suspiré. Entre que me agarraba la cabeza para chaparme, me corrió el bóxer y apunto su pija a mi ojete. El ardor y calor se multiplicaba por la situación. Me cogió un buen rato hasta que me acabe encima. El saco su pija, me hizo arrodillarme y me tiró la leche encima.
Otra vez tenía esa pija hermosa enfrente mío. Pero ahora más experimentado, iba a tomar más iniciativa. Le desabotoné la camisa y mientras le comía las tetas, empecé a sobarle la pija por arriba del, ahora sí, slip. -Aprendiste, eh- me dijo al oído, gimiendo. -Algún nuevo truco- respondí, con su pija en la mano y mirándolo con bronca.
Salió él primero, después yo. Nadie hablo de esto. Yo saludé y me fui. En el trayecto a casa no podía creerlo. Cuando volví. Me tire en la cama y con el ogete todo roto se me paró a full de nuevo. Me hice dos pajas y acabe como nunca.
Con una mano lo pajeaba y con el otro jugaba con sus huevos, mientras seguía concentrado en chuponearle el pecho y el cuello. - baja más- lo escuche bien bajito. Cuando quise mover la cabeza, me paró. -No, no-. Ahí entendí. Él corrió el asiento y subió las piernas. Yo por mi parte, solté los huevos y la paja. Una mano fue a mi pija, la otra a su culito. El auto apestaba a sexo y las ventanas volvían a empañarse. Al ratito el dio un salto arriba mío y empezó a chaparme sentado encima. -Por favor, despacito- gemía suavecito. Le baje el pantalón, me acomodé y empecé a puertearlo. El se agarraba fuerte de mis gambas, y yo maniobraba para metérsela y para pajearlo, aunque se le había bajado por los nervios y el alcohol. Cuando accedí a su primer anillo, se le paró al toque. Despacito y ahora sí más cómodos, le comía el cuello y el orto a la vez. Al ratito escucho que empieza a gemir más fuerte y me dice -acabo, boludo. Déjala adentro-. Frené y me concentré en comerle el cuello, la oreja y agarrarle la pija para que no se pueda tocar. En dos contracciones llegó la leche y su suspiro final. La saqué y lo mire. Su sonrisa era mortal, estaba agotado y feliz. Había conocido una parte suya que no conocía. Me agarró la pija, le dió los sacudones finales y yo también largué unos buenos chorros. Nos dimos unos besos más y él volvió a la fiesta. Yo volví a casa. Está vez, no hizo falta pajearme. Me dormí al toque.
Ojala les haya gustado. Compartamos cultura erótica con otros! Compartí este realto con tu chongx, con tu amigo, con tus compañerxs de paja.
Y si te gusto escribime.
Magui nos contó que estaba de novia, y para nosotros eso resultaba totalmente nuevo. Muchos de nosotros no habíamos tenido más que algún romance juvenil, y ella ya tenía novio. Ese día nos dijo que el fin de semana nos íbamos a encontrar todos y que él iba a venir. Yo no le di importancia.
-Vas?- me preguntó en un mensaje de texto- a la fiesta de cumpleaños de Pedro te pregunto-. Yo no le di importancia al mensaje. Ya hace mucho no nos hablábamos y la verdad con él no terminó todo bien. Pero igual para esa fiesta me puse la mejor camisa y me compré un pantalón bien achupinado para que me marque el orto que venía laburando en el gimnasio.
Nos encontramos todos después del colegio. Eran los últimos días. Y los primeros de calor del verano. Esos insoportables, que el cuerpo te pide que lo mojes a toda costa. Llegó él. Morocho. Unos años más grande que nosotros. Cuando lo ví llegar quedé roto. Detrás de los rulos negros que le caían de la cabeza, estaban unos ojos marrones grandes y achinados. Una remera Verde y una bici playera azul llegaron con él. Emprendimos viaje para la casa de Pedro, que estaba llena de juegos y no iban a estar sus papás.
Yo nunca anduve en bici. Me aburre y me cansa. Me duelen los oídos porque hago mucha fuerza para ir más rápido de lo que se puede ir. Me gana la ansiedad. Y por supuesto yo no tenía bici en ese entonces. -Te llevo?- me dijo y me sorprendió. Siempre pensé que algo de ternura le daba. O pena. Pero prefiero quedarme con la primera.
Media hora antes de la fiesta de cumpleaños me agarró un miedo muy profundo. Hacía varios años que no lo veía. -Dale, Manuel- me dije -no seas pelotudo-. No sabía lo que se venía. Me tomé un trago del Mezcal que tengo para ocasiones especiales. Para tomar valor.
La tarde fue como siempre. Entre juegos, charlas y mates pasaban las horas. Él intercambiaba sus ratos entre Magui, su novia, y yo. Un nadie que había conocido poco rato antes. En las rondas de mate el siempre se me ponía al lado ya se preparaba para el intercambio que se iba a dar después. La tarde se estaba terminando, cuando voló la primera bombacha con agua. Una guerra de agua, barro y cuerpos se desató. Nunca pude saber cuánto duró.
-Dónde estás? No te veo -fue el segundo mensaje de la noche. No le contesté. Estaba en el patio, fumando un pucho y hablando pelotudeces con el hermano de Pedro. Ya me había servido un whisky y estaba un poco lengua floja. Guarde el teléfono y al toque volvió a sonar. -Nos vemos en el baño?-. Todo volvía a empezar.
-Así que me querés pelear putito- me tenía agarrado de los brazos, en un charco de barro y con la cara encima mío al minuto de que le haya pegado con una bombacha en la cara. Yo lo miraba atónito y caliente. De adentro mío surgió una fuerza que no sabía que tenía. Me concentré, junté odio y le escupí la geta. El me la devolvió. Pero se aseguró de que me caiga en la boca. Los dos acostados, mojados, escupidos y frotandonos la verga. Para cuándo lo llamaron, mi cabeza estaba en cualquier lado y volvió en sí cuando me soltó.
Saludé al cumpleañero, agarré mi saco y busqué las llaves del auto. La tranquera de la puerta estaba abierta, así que solo me quedaba salir y volver a casa. Cuando pongo la mano en el auto, su mano me agarra del hombro. -Sé que me evitaste- siempre fue frontal y directo. -vamos-. Abrió la otra puerta y se subió.
El baño de la casa de Pedro tenía un espacio grande con bachas y un mueble. Luego una puerta y del otro lado, lo privado. De este lado yo, embarrado y perdido. Del otro, el, duchandose. -Cuando salga Iván, te metes vos. Acá tenes una toalla- me dijo Pedro. Me senté y esperé. -Pasá, ya terminó- se escuchó del otro lado. El vapor que salió cuando abrí la puerta me encegueció un toque. Ahí estaba el. Bañándose en boxer. Me saque la ropa y con un gesto me invitó a pasar. Al toque me chapó. -No sabes las ganas que tenía- me dijo. Yo no podía hablar. La espuma de jabón permitía que nos toquemos con todo. El vapor, nublaba la vista y nos ocultaba del afuera.
Cuando me senté le pregunté a dónde quería ir. Su respuesta fue poco clara. -Yo voy a casa si te sirve genial-. Me agarró la mano y me la puso en su bulto. Ya sabía por dónde venía la cosa. El tenía un jean suelto que no opuso resistencia cuando le abrí el cierre. Su pija estaba dura. -Cómo me calienta que siga sin depilarse pensé-.
-Mirá que yo nunca…- no me dejó terminar la frase. Me agarró de la cintura y me siguió chapando. Bajo sus manos y empezó a masajearme el culo. -Ella todavía no quiere, así que vos me lo vas a dar- me ordenó. Eso me volvió loco. Me arrodille y bajo el agua caliente de la ducha le empecé a chupar la pija por la cabeza que le asomaba por el borde del bóxer de rayas rojas y blancas. Me puso de pie, y me dió vuelta. Los besos en el cuello, con su barba recortada me volvían loco. -Por favor, despacio- suspiré. Entre que me agarraba la cabeza para chaparme, me corrió el bóxer y apunto su pija a mi ojete. El ardor y calor se multiplicaba por la situación. Me cogió un buen rato hasta que me acabe encima. El saco su pija, me hizo arrodillarme y me tiró la leche encima.
Otra vez tenía esa pija hermosa enfrente mío. Pero ahora más experimentado, iba a tomar más iniciativa. Le desabotoné la camisa y mientras le comía las tetas, empecé a sobarle la pija por arriba del, ahora sí, slip. -Aprendiste, eh- me dijo al oído, gimiendo. -Algún nuevo truco- respondí, con su pija en la mano y mirándolo con bronca.
Salió él primero, después yo. Nadie hablo de esto. Yo saludé y me fui. En el trayecto a casa no podía creerlo. Cuando volví. Me tire en la cama y con el ogete todo roto se me paró a full de nuevo. Me hice dos pajas y acabe como nunca.
Con una mano lo pajeaba y con el otro jugaba con sus huevos, mientras seguía concentrado en chuponearle el pecho y el cuello. - baja más- lo escuche bien bajito. Cuando quise mover la cabeza, me paró. -No, no-. Ahí entendí. Él corrió el asiento y subió las piernas. Yo por mi parte, solté los huevos y la paja. Una mano fue a mi pija, la otra a su culito. El auto apestaba a sexo y las ventanas volvían a empañarse. Al ratito el dio un salto arriba mío y empezó a chaparme sentado encima. -Por favor, despacito- gemía suavecito. Le baje el pantalón, me acomodé y empecé a puertearlo. El se agarraba fuerte de mis gambas, y yo maniobraba para metérsela y para pajearlo, aunque se le había bajado por los nervios y el alcohol. Cuando accedí a su primer anillo, se le paró al toque. Despacito y ahora sí más cómodos, le comía el cuello y el orto a la vez. Al ratito escucho que empieza a gemir más fuerte y me dice -acabo, boludo. Déjala adentro-. Frené y me concentré en comerle el cuello, la oreja y agarrarle la pija para que no se pueda tocar. En dos contracciones llegó la leche y su suspiro final. La saqué y lo mire. Su sonrisa era mortal, estaba agotado y feliz. Había conocido una parte suya que no conocía. Me agarró la pija, le dió los sacudones finales y yo también largué unos buenos chorros. Nos dimos unos besos más y él volvió a la fiesta. Yo volví a casa. Está vez, no hizo falta pajearme. Me dormí al toque.
Ojala les haya gustado. Compartamos cultura erótica con otros! Compartí este realto con tu chongx, con tu amigo, con tus compañerxs de paja.
Y si te gusto escribime.
2 comentarios - El reencuentro con mi primera vez.