Soy un tipo trigueño oscuro que se crió en un barrio de blancos, de turcos, de gallegos, de tanos, en un suburbio de Neuquén. Ya de chiquito me decían "el mapuche" y, como era un apodo muy largo, para todos terminé siendo "el Mapu". De cuerpo estoy muy bien, musculoso a pesar de la ausencia total de gym, rostro agradable, buenas gambas, buen culo, lampiño como somos en general los que tenemos una buena dosis de sangre india, ardiente como todos los que tenemos sangre latina. Pero nadie es perfecto: mi pija, bien parada, con suerte llega a los 8 cm. Será por eso que soy pasivo? No creo, conozco a más de uno que calza sobrados 20 cm y se la come doblada.
Sexualmente no fui precisamente un niño precoz, era totalmente asexuado, sólo interesado en juegos infantiles y mucha pero mucha play. Las pocas veces que vi la pija de algún primo en una ducha compartida, mi manicito no era muy diferente al del primito. Pero las pijas de los demás pibes crecieron, y la mia apenas si se estiró un poco.
Yo lo sabía, entonces ni en pedo me mostraba desnudo. La confirmación la tuve en la secundaria, en la primera clase de educación física en que me animé a compartir la ducha con mis compañeros, qué boludo! El primero que me la vio fue el flaco García, que al fin y al cabo no calzaba más de 15 cm, oscuros, gruesos y provocadores, pero que me la señaló con el dedo y se empezó a cagar de risa, los demás compas siguieron. Jeremías la remató.
-Con ese manicito seguro que es puto. Ahhh, mirá de donde le viene lo de Mapu!: es un Manicero Puto, jajaaaa. A ver?, vamos a cogerlo"-
Yo estaba aturdido y muerto de vergüenza. Jeremías se acercó a mi y me puso de cara contra la pared, aterrado y confundido, lo dejé hacer. Se puso a mi espalda, me tomó de la cintura y empezó a hacer como si me cogiera, golpeando su pubis contra mis nalgas, mientras todos se cagaban de risa. Apenas pude liberarme salí llorando de las duchas y jamás volví a ducharme en público.
Si antes era algo tímido y retraído, después del espantoso porno bulling de esa tarde, fui un completo nerd, de pocos amigos y concentrado en el estudio. Mi sexualidad seguía siendo nula, no me interesaban ni las mujeres ni los hombres, ese pequeño adminículo que colgaba entre mis piernas apenas si era tenido en cuenta a la hora de la ducha para lavarlo prolijamente como me enseñó mi mami. Mi culito?, intocable!, yo tenia bien claro lo que era ser gay y después de ese bulling que me tildó de puto, creo que apenas si me lo rozaba con la esponja cuando me bañaba, no sea que descubriera que era cierto.
Nunca hice más actividad física que la obligatoria en la escuela, pero las hormonas fueron haciendo lo suyo y me fui convirtiendo en un joven de bello cuerpo, ni delgado ni gordo, no muy alto, piernas torneadas, brazos robustos, una cola perfecta y algo, muy poco, de pechitos, que yo atribuía a mis pocos kilos de más.
Vivía sólo con mi viejo, cajero de un banco oficial, serio, reconcentrado, poco comunicativo. Desde la muerte de mi vieja, cuando yo andaba por los 11, creo que nunca más me había acariciado siquiera.
No se si por idea de él, o por insistencia de mi tia que lo veía muy solo, mi viejo pidió el traslado a la pequeña ciudad del sur de Mendoza donde vivía mi tía con su esposo y mi primo Martín, un par de años más grande que yo, así que dejé las bardas neuquinas, dejé el colegio donde me habían resignificado el apodo de "Mapu" y nos fuimos a vivir a X, en el sur de Mendoza, donde seguí siendo el Mapu, pero donde nadie sabía de dónde venía el apodo.
Vivíamos en la casa de mis tios, los mejores tios del mundo, los amo, casi como amo a mi primo Martín. Para acomodarnos, Martín le cedió su dormitorio y su cama a mi viejo, y los dos primos fuimos a parar a un altillo que entre bromas y risas nos encargamos de desocupar y donde con mucho trabajo pudimos re-armar la cama matrimonial que fue de nuestros abuelos. Una pequeña ventana con vista a las sierras y una escalera empinada como para desalentar el ascenso de padre y tíos. ¿Qué mejor lugar para dos jóvenes? Martín, jugador empedernido de fútbol tenía unas gambas y un lomo espectaculares. Pero eso era lo de menos, me encantaba de él su sonrisa franca, sus ojos grandes y chispeantes, y esa alegría de vivir que se le notaba en cada gesto, más cuando la comparaba con mi siempre tímida actitud. Por supuesto, no tenía el menor empacho en pasearse delante mío completamente en bolas, con su palote grueso y largo meneándose entre las piernas. Yo ni en pedo me bajaba el slip en su presencia, comparar mis 8 contra sus 18 me hacía avergonzar.
Nunca había compartido la cama con nadie, así que la primera noche estaba re-nervioso, no pasó nada, conversamos durante horas hasta que de a poco mi primo se fue quedando dormido. Yo no podía, tenía que procesar los cambios. Una sensación nueva me fue invadiendo, comencé a sentir la tibieza del cuerpo de mi primo a mi lado, me quedé contemplando su rostro sereno, iluminado por los rayos de la luna que entraban por la ventanita. Sus labios gruesos y bien formados, a los que jamás antes había prestado atención, comenzaron a despertarme deseos extraños, quería besarlo! -No!, mejor me doy vuelta e intento dormir-, me dije, y me puse de costado. De pronto mi primo giró y pasó su mano por sobre mi pecho. Temblé, su cuerpo estaba casi pegado al mio, su tibieza era deliciosa, me abrigaba, me llenaba de paz. Cada tanto sentía un roce en mi slip, un toque apenas, justo en la raya de mis nalgas. Me causó extrañeza, la curiosidad era grande, llevé con cuidado extremo mi mano al calzón de mi primo, su pija estaba dura y al sólo roce de mis dedos, pegó un latigazo. Éso era lo que había sentido!, la pija de mi primo cabeceando contra mi culo. Saqué mi mano con cuidado, con miedo y traté de dormir, pero ahora más que mis pensamientos, era mi culito que no me dejaba dormir, con cada toquecito de la pija de Martín mi esfinter cosquilleaba. Comencé a sentir un calor que me subía desde el culo y me invadía los huevos, mis 8 cm se pusieron duros y comenzaron a salirme unas gotas de líquido tibio. Noooo!, Jeremías tenía razón, yo era manicero y puto! Me levanté despacio para no despertar a mi primo y fui al baño. Cuando caminaba sentía mis nalgas raras, qué me pasaba? Me senté en el inodoro y fui a revisar por primera vez en mi vida mi ojetito, mis cachas estaban extrañamente mojadas, mi esfinter completamente blando. Volví a mi maní, tomé una gotita del líquido que segregaba y me lo llevé a la boca, era saladito, rico. Traté de serenarme, si apenas unos toques de la verga de mi primo me habían puesto así, entonces era más que cierto, yo era puto, qué digo puto?, era re-puto! Me di una ducha con agua helada y volví a la cama. Me acosté lo más lejos posible de Martín y con mucho trabajo me quedé dormido.
Estuve torturándome con el pensamiento todo el día. Cuando llegó la noche, estaba aterrado. Volvería a pasar? Me propuse estar todo el tiempo de espaldas, con mi maldito culo bien pegado al colchón. El tiempo estaba caluroso, pesado, anunciando las lluvias que tanto necesitaban los viñedos. El techo de chapa del altillo, después de un día ardiente, había convertido nuestro dormitorio en un sauna. Martín como de costumbre estaba dando vueltas de un lado a otro, yo, acostado de espaldas, sin moverme casi, lo seguía con los ojos y, por más que tratara de evitarlo, mis ojos iban una y otra vez a su bulto, que se marcaba hermosamente debajo de su boxer negro, a ese palote que la noche anterior había estado golpeando a las puertas de mi culito. De pronto, Martín me miró y me dijo:
-Che Mapu, tenés problemas si duermo en bolas?, me muero de calor!-.
-Nnno, no, dale, qué problemas va a haber?
-Vos?-
-No, yo estoy bien así.
Martín se quitó el boxer como si nada y también como si nada se acostó a mi lado, de costado y se puso a hablar de futbol. Yo, como pegado con poxipol al colchón trataba de seguirle la charla. De a poco se fue quedando dormido y al rato ya roncaba boca arriba a mi lado. Me relajé un poco y despegué mi culo de las sábanas. Las nubes dispersaban la luz de la luna llena y una extraña claridad insinuaba las formas de mi primo que dormía a mi lado. Muy rápidamente, demasiado rápidamente, me había convencido que yo era gay, mi pijita ínfima, la reacción de mi culo la noche anterior, qué podía ser?, era lo que todos conocían, era "el MaPu", el manicero puto. Martín roncaba. Cómo sería su pija?, le saldría juguito como a la mía?, qué sentiría si la tocaba? Con el mayor cuidado posible me di vuelta y puse mi cara cerca de la pija de mi primo, comencé a observarla, su raiz gruesa que se perdía en ese oscuro bosque de pendejos, su tronco dormido y arqueado, la piel floja esperando estirarse en una erección, el abultamiento del glande prominente, el lunarcito oscuro cerca de la boca, esa boca de dragón, que seguro escupiría fuego caliente en las conchas de las minas que seguro se estaría cogiendo. Martín seguía roncando. Me animé, con la yema del índice comencé a acariciarla, más que acariciarla, apenas a rozarla, desde la base hasta, hasta donde me animé, una y otra vez subía y bajaba con mi dedo por ese palito que aún no sabía si deseaba o no, pero que me fascinaba. Se sentía tibia, poderosa, el culito me empezó a cosquillear, -viste?, sos re puto Mapu!-, me dije. Martín seguía roncando, me animé un poco más y llevé mi dedo a la puertita que la piel dejaba para el hoyito de su glande.
-Ché, ¿qué hacés Mapu?, ¿qué pasa?-
Cagué!, se despertó mi primo! Desesperado volví a poner mi cabeza en la almohada.
-Nnnada, nada Martín, nada.-, le dije con voz temblorosa.
-Me estabas tocando la pija! ¿Qué?, ¿sos puto Mapu?- me quedé en silencio.
El silencio sólo era cortado por el ruido del viento en las ramas de los árboles y las primeras gotas sobre la chapa del techo.
-No sé Martín, no sé.-, le mentí por miedo a su rechazo, por temor a su desprecio.
-No la voy con esa che! Yo no soy trolo Mapu, yo me la cojo a la Yoli-, me dijo con su dulce tonada mendocina (io no soy puto, io me cojo a la ioli)
Nos quedamos en silencio los dos un buen rato, los dos mirando el techo, los dos escuchando la lluvia que caía mansa sobre las chapas.
Después de un buen rato, Martín comenzó a confesarse.
-Bueno, me la cogí una vez..., una vez sola me la cogí. Nos metimos en los matorrales al fondo de la viña de don Victor, se bajó la bombacha y se la puse, pero a los dos minutos escuchamos ruidos, se la saqué y salimos rajando. No se si me gustó, me quedó ardiendo. Vos sos el primero que me toca la pija, Mapu.
El silencio volvió a envolvernos.
-Sabés Mapu?, me gustó cuando me la tocabas-, me dijo casi en un susurro.
-Querés que....?-
-Sssi, dale-
Volví a bajar a su pija y comencé a acariciarla con mis dedos, ahora sin temor, sonriendo, jugué con todo su tronco, su piel se fue estirando, su curva fue desapareciendo y de a poco su glande fue asomando la cabecita. Fui de inmediato al hoyito y busqué el juguito, no había, mis labios, sin mi permiso, se abrieron y comenzaron a recorrer la cabecita del dragón, mi primo comenzó a gemir y a acariciar mi cabeza. De a poco la fui tragando, mientras Martín me ayudaba con el movimiendo de su cadera. Cuando su glande llegaba al fondo de mi garganta me daba arcadas, pero las fui dominando y en minutos estaba mamando desesperado, como si de esa pija dependiera mi vida, el dragón creció, mi primo gritó, y un chorro tibio y cremoso estalló en mi boca. Sin sacarla lo miré a Martín, estaba agitado y con una expresión de felicidad en el rostro como jamás le había visto. Me quedé quieto sin saber qué hacer, con ese líquido raro en mi boca. No quería largar la pija, así que la tragué y seguí mamando.
-Vení Mapu-, escuché.
Martín estaba recostado contra el respaldo de la cama. Me acosté a su lado, acurrucado, confundido, deseo, vergüenza, deseo. Sentía aún el sabor de su semen en mi boca, me estaba empezando a gustar.
-Arrimate, Mapu-. Acomodó mi cabeza en su pecho y me rodeó con sus brazos. Casi me pongo a llorar, hacía tanto que nadie me acariciaba!
-Gracias Mapu-. Medio con miedo lo miré.
-Querés que siga?- Sonrió.
-No, es tu turno, Mapu, vos ya me hiciste acabar, ahora te la chupo yo-
Yo seguía con mi slip puesto, -ahora te la chupo yo-, mi pijín se redujo a la mínima expresión. Martín se iba a enterar de mi secreto, se cagaría de risa como mis compas de la secu?
-No, no Martín, no hace falta-
-No, Mapu, si no te la chupo voy a sentir que me abusé de vos, encima que te acabé en la boca sin siquiera avisarte, no te voy a dejar caliente ahora-
Mi primo me trataba como si yo fuera su par, como si mi deseo fuera idéntico al suyo, como si yo fuera tan hétero como él. No sabía que hacer, pero al fin me convencí que tarde o temprano me la tenía que ver. Además no quería por nada del mundo perder esas caricias que me estaba haciendo.
Me incorporé, me paré al borde de la cama, respiré hondo y de un golpe me saqué el slip, cerré los ojos esperando la risotada. Nada. Los abrí, Martín sonreía.
-Es muy....-, -mejor, así no me da arcadas- Se paró frente a mi, me dio un beso suave en los labios, se arrodilló y se puso toda mi pijita en la boca. Mi pitín se fue parando y Martín comenzó a chuparlo. Mi primo me tomó de las nalgas y me corrió un escalofrío por todo el cuerpo, ahí es donde quería sentir a mi primo, mi pija no me importaba un carajo! De nuevo me comenzó a cosquillear el ojetito, empecé a temblar, me costaba pedírselo, hasta que no aguanté más.
-Martín, cogeme por favor, por favor cogeme, metémela en el culo, por favor.- le dije con desesperación, casi llorando.
Mi primo no se hizo esperar, me puso en 4 en el borde de la cama y me la mandó a guardar de un solo golpe, dolió, la mierda que dolió!, pero en medio minuto ya estaba gimiendo de placer. Martín me cogía con toda la animalidad del adolescente que era y con toda la calentura del debut, su pubis golpeaba en mis nalgas y con cada embestida me hacía descubrir un nuevo rinconcito de sensaciones dentro de mi culo, a veces llevaba mi cadera hacia atrás con tanta fuerza mientras él pujaba hacia adentro que parecía que me quería enterrar los huevos. La electricidad que brotaba de mi esfinter se fue extendiendo, invadió mis bolas y endureció mi pijín, hasta que mordiendo las sábanas para sofrenar mis gemidos dejé un grueso charco de semen debajo mio. Quedé tan extenuado que se me aflojaron los piernas y no pude evitar caer sobre mi propio charco de semen. Miré por detrás de mi cabeza a Martín, que parado me miraba interrogativo mientras se masturbaba furioso.
-No querés más, Mapu?-, -rompeme el culo, Martín, pero acostado, si?- Me acomodó boca abajo en el medio de la cama y me la clavó de nuevo. Ay!, que maravilloso sentir todo el calor de su cuerpo en mi espalda! Me fui, me fui del mundo, cada pijazo me hacía volar más alto, me olvidé de la vergüenza del colegio, del padre ausente, de mis años de angustia y soledad, de mi sentimiento de inferioridad, la pija de mi primo, su cuerpo tibio, sus gemidos, sus manos fuertes recorriendo mi cuerpo me transportaron a otro mundo, a un mundo donde ser puto era bienvenido, donde tenerla chica no importaba, donde un tipo me abrazaba con dulzura.
Antes que mi primo me llenara con su leche, acabé otras dos veces, soy multi-orgásmica, jeje, la naturaleza compensó mi pijín con dos huevos lecherísimos y un culo que se dilata y se moja más que una concha de mujer.
Cuando Martín acabó se desplomó arriba mío, reía, me besaba el cuello, las orejas, de a poco se fue serenando, nos fuimos serenando, fui sintiendo su pija abandonar mi culito. Martín se levantó y se sentó a mi lado con las piernas abiertas, me hizo acomodar entres sus piernas, me abrazó y me besó toda la cara, nunca me sentí tan feliz. De mi culito bajaba un hilito tibio de leche. Mi pijín?, a quién le importaba?, había descubierto mi culo, mi conchita de macho, mi verdadera sexualidad, mi primo me había preñado, yo era otro, en paz con el mundo y protegido por los brazos fuertes de Martín, que me salvaban de todo mal. Podía pedir más?, había algo mejor que ser puto?
-Te gustó Mapu?-
-Me hiciste feliz, Martín, como nunca!-
-Hace mucho que te la comés?-, me quedé en silencio
-Una hora es mucho?- Reímos
-No me digas que te desvirgué!-
-Todo Martín, todo me rompiste, sos el número uno por todos mis agujeritos-
-Entonces, nunca......?-. Me quedé en silencio, tomé valor y le conté mis penurias de manicero en la ducha del colegio, mi conversión de "mapuche" a "manicero puto", mi encierro en el estudio y mi desconexión con el mundo después de esa tarde. Martín me abrazó fuerte, tomó mi cara entre sus manos, me sonrió y me dijo -bueno, pero ahora ya no sos más "Mapu", después de esta noche sos "Repu"-, -siii, soy reputo, Martín-, le retruqué sonriendo feliz.
-Si sos repu, vení repu, chupá-, me ordenó.
-Como ordene, señor!- me acomodé entre sus piernas y me tragué toda su pija semidormida, con sabor a su semen, con olor a mis jugos rectales, qué importaba? Cuando se la puse dura y el gusto a garcha cambió a delicioso preseminal, me agarré del respaldo de la cama, abrí las piernas y las levanté.
-El repu quiere que se la ponga?, - Siiiiiiiii-
Sexualmente no fui precisamente un niño precoz, era totalmente asexuado, sólo interesado en juegos infantiles y mucha pero mucha play. Las pocas veces que vi la pija de algún primo en una ducha compartida, mi manicito no era muy diferente al del primito. Pero las pijas de los demás pibes crecieron, y la mia apenas si se estiró un poco.
Yo lo sabía, entonces ni en pedo me mostraba desnudo. La confirmación la tuve en la secundaria, en la primera clase de educación física en que me animé a compartir la ducha con mis compañeros, qué boludo! El primero que me la vio fue el flaco García, que al fin y al cabo no calzaba más de 15 cm, oscuros, gruesos y provocadores, pero que me la señaló con el dedo y se empezó a cagar de risa, los demás compas siguieron. Jeremías la remató.
-Con ese manicito seguro que es puto. Ahhh, mirá de donde le viene lo de Mapu!: es un Manicero Puto, jajaaaa. A ver?, vamos a cogerlo"-
Yo estaba aturdido y muerto de vergüenza. Jeremías se acercó a mi y me puso de cara contra la pared, aterrado y confundido, lo dejé hacer. Se puso a mi espalda, me tomó de la cintura y empezó a hacer como si me cogiera, golpeando su pubis contra mis nalgas, mientras todos se cagaban de risa. Apenas pude liberarme salí llorando de las duchas y jamás volví a ducharme en público.
Si antes era algo tímido y retraído, después del espantoso porno bulling de esa tarde, fui un completo nerd, de pocos amigos y concentrado en el estudio. Mi sexualidad seguía siendo nula, no me interesaban ni las mujeres ni los hombres, ese pequeño adminículo que colgaba entre mis piernas apenas si era tenido en cuenta a la hora de la ducha para lavarlo prolijamente como me enseñó mi mami. Mi culito?, intocable!, yo tenia bien claro lo que era ser gay y después de ese bulling que me tildó de puto, creo que apenas si me lo rozaba con la esponja cuando me bañaba, no sea que descubriera que era cierto.
Nunca hice más actividad física que la obligatoria en la escuela, pero las hormonas fueron haciendo lo suyo y me fui convirtiendo en un joven de bello cuerpo, ni delgado ni gordo, no muy alto, piernas torneadas, brazos robustos, una cola perfecta y algo, muy poco, de pechitos, que yo atribuía a mis pocos kilos de más.
Vivía sólo con mi viejo, cajero de un banco oficial, serio, reconcentrado, poco comunicativo. Desde la muerte de mi vieja, cuando yo andaba por los 11, creo que nunca más me había acariciado siquiera.
No se si por idea de él, o por insistencia de mi tia que lo veía muy solo, mi viejo pidió el traslado a la pequeña ciudad del sur de Mendoza donde vivía mi tía con su esposo y mi primo Martín, un par de años más grande que yo, así que dejé las bardas neuquinas, dejé el colegio donde me habían resignificado el apodo de "Mapu" y nos fuimos a vivir a X, en el sur de Mendoza, donde seguí siendo el Mapu, pero donde nadie sabía de dónde venía el apodo.
Vivíamos en la casa de mis tios, los mejores tios del mundo, los amo, casi como amo a mi primo Martín. Para acomodarnos, Martín le cedió su dormitorio y su cama a mi viejo, y los dos primos fuimos a parar a un altillo que entre bromas y risas nos encargamos de desocupar y donde con mucho trabajo pudimos re-armar la cama matrimonial que fue de nuestros abuelos. Una pequeña ventana con vista a las sierras y una escalera empinada como para desalentar el ascenso de padre y tíos. ¿Qué mejor lugar para dos jóvenes? Martín, jugador empedernido de fútbol tenía unas gambas y un lomo espectaculares. Pero eso era lo de menos, me encantaba de él su sonrisa franca, sus ojos grandes y chispeantes, y esa alegría de vivir que se le notaba en cada gesto, más cuando la comparaba con mi siempre tímida actitud. Por supuesto, no tenía el menor empacho en pasearse delante mío completamente en bolas, con su palote grueso y largo meneándose entre las piernas. Yo ni en pedo me bajaba el slip en su presencia, comparar mis 8 contra sus 18 me hacía avergonzar.
Nunca había compartido la cama con nadie, así que la primera noche estaba re-nervioso, no pasó nada, conversamos durante horas hasta que de a poco mi primo se fue quedando dormido. Yo no podía, tenía que procesar los cambios. Una sensación nueva me fue invadiendo, comencé a sentir la tibieza del cuerpo de mi primo a mi lado, me quedé contemplando su rostro sereno, iluminado por los rayos de la luna que entraban por la ventanita. Sus labios gruesos y bien formados, a los que jamás antes había prestado atención, comenzaron a despertarme deseos extraños, quería besarlo! -No!, mejor me doy vuelta e intento dormir-, me dije, y me puse de costado. De pronto mi primo giró y pasó su mano por sobre mi pecho. Temblé, su cuerpo estaba casi pegado al mio, su tibieza era deliciosa, me abrigaba, me llenaba de paz. Cada tanto sentía un roce en mi slip, un toque apenas, justo en la raya de mis nalgas. Me causó extrañeza, la curiosidad era grande, llevé con cuidado extremo mi mano al calzón de mi primo, su pija estaba dura y al sólo roce de mis dedos, pegó un latigazo. Éso era lo que había sentido!, la pija de mi primo cabeceando contra mi culo. Saqué mi mano con cuidado, con miedo y traté de dormir, pero ahora más que mis pensamientos, era mi culito que no me dejaba dormir, con cada toquecito de la pija de Martín mi esfinter cosquilleaba. Comencé a sentir un calor que me subía desde el culo y me invadía los huevos, mis 8 cm se pusieron duros y comenzaron a salirme unas gotas de líquido tibio. Noooo!, Jeremías tenía razón, yo era manicero y puto! Me levanté despacio para no despertar a mi primo y fui al baño. Cuando caminaba sentía mis nalgas raras, qué me pasaba? Me senté en el inodoro y fui a revisar por primera vez en mi vida mi ojetito, mis cachas estaban extrañamente mojadas, mi esfinter completamente blando. Volví a mi maní, tomé una gotita del líquido que segregaba y me lo llevé a la boca, era saladito, rico. Traté de serenarme, si apenas unos toques de la verga de mi primo me habían puesto así, entonces era más que cierto, yo era puto, qué digo puto?, era re-puto! Me di una ducha con agua helada y volví a la cama. Me acosté lo más lejos posible de Martín y con mucho trabajo me quedé dormido.
Estuve torturándome con el pensamiento todo el día. Cuando llegó la noche, estaba aterrado. Volvería a pasar? Me propuse estar todo el tiempo de espaldas, con mi maldito culo bien pegado al colchón. El tiempo estaba caluroso, pesado, anunciando las lluvias que tanto necesitaban los viñedos. El techo de chapa del altillo, después de un día ardiente, había convertido nuestro dormitorio en un sauna. Martín como de costumbre estaba dando vueltas de un lado a otro, yo, acostado de espaldas, sin moverme casi, lo seguía con los ojos y, por más que tratara de evitarlo, mis ojos iban una y otra vez a su bulto, que se marcaba hermosamente debajo de su boxer negro, a ese palote que la noche anterior había estado golpeando a las puertas de mi culito. De pronto, Martín me miró y me dijo:
-Che Mapu, tenés problemas si duermo en bolas?, me muero de calor!-.
-Nnno, no, dale, qué problemas va a haber?
-Vos?-
-No, yo estoy bien así.
Martín se quitó el boxer como si nada y también como si nada se acostó a mi lado, de costado y se puso a hablar de futbol. Yo, como pegado con poxipol al colchón trataba de seguirle la charla. De a poco se fue quedando dormido y al rato ya roncaba boca arriba a mi lado. Me relajé un poco y despegué mi culo de las sábanas. Las nubes dispersaban la luz de la luna llena y una extraña claridad insinuaba las formas de mi primo que dormía a mi lado. Muy rápidamente, demasiado rápidamente, me había convencido que yo era gay, mi pijita ínfima, la reacción de mi culo la noche anterior, qué podía ser?, era lo que todos conocían, era "el MaPu", el manicero puto. Martín roncaba. Cómo sería su pija?, le saldría juguito como a la mía?, qué sentiría si la tocaba? Con el mayor cuidado posible me di vuelta y puse mi cara cerca de la pija de mi primo, comencé a observarla, su raiz gruesa que se perdía en ese oscuro bosque de pendejos, su tronco dormido y arqueado, la piel floja esperando estirarse en una erección, el abultamiento del glande prominente, el lunarcito oscuro cerca de la boca, esa boca de dragón, que seguro escupiría fuego caliente en las conchas de las minas que seguro se estaría cogiendo. Martín seguía roncando. Me animé, con la yema del índice comencé a acariciarla, más que acariciarla, apenas a rozarla, desde la base hasta, hasta donde me animé, una y otra vez subía y bajaba con mi dedo por ese palito que aún no sabía si deseaba o no, pero que me fascinaba. Se sentía tibia, poderosa, el culito me empezó a cosquillear, -viste?, sos re puto Mapu!-, me dije. Martín seguía roncando, me animé un poco más y llevé mi dedo a la puertita que la piel dejaba para el hoyito de su glande.
-Ché, ¿qué hacés Mapu?, ¿qué pasa?-
Cagué!, se despertó mi primo! Desesperado volví a poner mi cabeza en la almohada.
-Nnnada, nada Martín, nada.-, le dije con voz temblorosa.
-Me estabas tocando la pija! ¿Qué?, ¿sos puto Mapu?- me quedé en silencio.
El silencio sólo era cortado por el ruido del viento en las ramas de los árboles y las primeras gotas sobre la chapa del techo.
-No sé Martín, no sé.-, le mentí por miedo a su rechazo, por temor a su desprecio.
-No la voy con esa che! Yo no soy trolo Mapu, yo me la cojo a la Yoli-, me dijo con su dulce tonada mendocina (io no soy puto, io me cojo a la ioli)
Nos quedamos en silencio los dos un buen rato, los dos mirando el techo, los dos escuchando la lluvia que caía mansa sobre las chapas.
Después de un buen rato, Martín comenzó a confesarse.
-Bueno, me la cogí una vez..., una vez sola me la cogí. Nos metimos en los matorrales al fondo de la viña de don Victor, se bajó la bombacha y se la puse, pero a los dos minutos escuchamos ruidos, se la saqué y salimos rajando. No se si me gustó, me quedó ardiendo. Vos sos el primero que me toca la pija, Mapu.
El silencio volvió a envolvernos.
-Sabés Mapu?, me gustó cuando me la tocabas-, me dijo casi en un susurro.
-Querés que....?-
-Sssi, dale-
Volví a bajar a su pija y comencé a acariciarla con mis dedos, ahora sin temor, sonriendo, jugué con todo su tronco, su piel se fue estirando, su curva fue desapareciendo y de a poco su glande fue asomando la cabecita. Fui de inmediato al hoyito y busqué el juguito, no había, mis labios, sin mi permiso, se abrieron y comenzaron a recorrer la cabecita del dragón, mi primo comenzó a gemir y a acariciar mi cabeza. De a poco la fui tragando, mientras Martín me ayudaba con el movimiendo de su cadera. Cuando su glande llegaba al fondo de mi garganta me daba arcadas, pero las fui dominando y en minutos estaba mamando desesperado, como si de esa pija dependiera mi vida, el dragón creció, mi primo gritó, y un chorro tibio y cremoso estalló en mi boca. Sin sacarla lo miré a Martín, estaba agitado y con una expresión de felicidad en el rostro como jamás le había visto. Me quedé quieto sin saber qué hacer, con ese líquido raro en mi boca. No quería largar la pija, así que la tragué y seguí mamando.
-Vení Mapu-, escuché.
Martín estaba recostado contra el respaldo de la cama. Me acosté a su lado, acurrucado, confundido, deseo, vergüenza, deseo. Sentía aún el sabor de su semen en mi boca, me estaba empezando a gustar.
-Arrimate, Mapu-. Acomodó mi cabeza en su pecho y me rodeó con sus brazos. Casi me pongo a llorar, hacía tanto que nadie me acariciaba!
-Gracias Mapu-. Medio con miedo lo miré.
-Querés que siga?- Sonrió.
-No, es tu turno, Mapu, vos ya me hiciste acabar, ahora te la chupo yo-
Yo seguía con mi slip puesto, -ahora te la chupo yo-, mi pijín se redujo a la mínima expresión. Martín se iba a enterar de mi secreto, se cagaría de risa como mis compas de la secu?
-No, no Martín, no hace falta-
-No, Mapu, si no te la chupo voy a sentir que me abusé de vos, encima que te acabé en la boca sin siquiera avisarte, no te voy a dejar caliente ahora-
Mi primo me trataba como si yo fuera su par, como si mi deseo fuera idéntico al suyo, como si yo fuera tan hétero como él. No sabía que hacer, pero al fin me convencí que tarde o temprano me la tenía que ver. Además no quería por nada del mundo perder esas caricias que me estaba haciendo.
Me incorporé, me paré al borde de la cama, respiré hondo y de un golpe me saqué el slip, cerré los ojos esperando la risotada. Nada. Los abrí, Martín sonreía.
-Es muy....-, -mejor, así no me da arcadas- Se paró frente a mi, me dio un beso suave en los labios, se arrodilló y se puso toda mi pijita en la boca. Mi pitín se fue parando y Martín comenzó a chuparlo. Mi primo me tomó de las nalgas y me corrió un escalofrío por todo el cuerpo, ahí es donde quería sentir a mi primo, mi pija no me importaba un carajo! De nuevo me comenzó a cosquillear el ojetito, empecé a temblar, me costaba pedírselo, hasta que no aguanté más.
-Martín, cogeme por favor, por favor cogeme, metémela en el culo, por favor.- le dije con desesperación, casi llorando.
Mi primo no se hizo esperar, me puso en 4 en el borde de la cama y me la mandó a guardar de un solo golpe, dolió, la mierda que dolió!, pero en medio minuto ya estaba gimiendo de placer. Martín me cogía con toda la animalidad del adolescente que era y con toda la calentura del debut, su pubis golpeaba en mis nalgas y con cada embestida me hacía descubrir un nuevo rinconcito de sensaciones dentro de mi culo, a veces llevaba mi cadera hacia atrás con tanta fuerza mientras él pujaba hacia adentro que parecía que me quería enterrar los huevos. La electricidad que brotaba de mi esfinter se fue extendiendo, invadió mis bolas y endureció mi pijín, hasta que mordiendo las sábanas para sofrenar mis gemidos dejé un grueso charco de semen debajo mio. Quedé tan extenuado que se me aflojaron los piernas y no pude evitar caer sobre mi propio charco de semen. Miré por detrás de mi cabeza a Martín, que parado me miraba interrogativo mientras se masturbaba furioso.
-No querés más, Mapu?-, -rompeme el culo, Martín, pero acostado, si?- Me acomodó boca abajo en el medio de la cama y me la clavó de nuevo. Ay!, que maravilloso sentir todo el calor de su cuerpo en mi espalda! Me fui, me fui del mundo, cada pijazo me hacía volar más alto, me olvidé de la vergüenza del colegio, del padre ausente, de mis años de angustia y soledad, de mi sentimiento de inferioridad, la pija de mi primo, su cuerpo tibio, sus gemidos, sus manos fuertes recorriendo mi cuerpo me transportaron a otro mundo, a un mundo donde ser puto era bienvenido, donde tenerla chica no importaba, donde un tipo me abrazaba con dulzura.
Antes que mi primo me llenara con su leche, acabé otras dos veces, soy multi-orgásmica, jeje, la naturaleza compensó mi pijín con dos huevos lecherísimos y un culo que se dilata y se moja más que una concha de mujer.
Cuando Martín acabó se desplomó arriba mío, reía, me besaba el cuello, las orejas, de a poco se fue serenando, nos fuimos serenando, fui sintiendo su pija abandonar mi culito. Martín se levantó y se sentó a mi lado con las piernas abiertas, me hizo acomodar entres sus piernas, me abrazó y me besó toda la cara, nunca me sentí tan feliz. De mi culito bajaba un hilito tibio de leche. Mi pijín?, a quién le importaba?, había descubierto mi culo, mi conchita de macho, mi verdadera sexualidad, mi primo me había preñado, yo era otro, en paz con el mundo y protegido por los brazos fuertes de Martín, que me salvaban de todo mal. Podía pedir más?, había algo mejor que ser puto?
-Te gustó Mapu?-
-Me hiciste feliz, Martín, como nunca!-
-Hace mucho que te la comés?-, me quedé en silencio
-Una hora es mucho?- Reímos
-No me digas que te desvirgué!-
-Todo Martín, todo me rompiste, sos el número uno por todos mis agujeritos-
-Entonces, nunca......?-. Me quedé en silencio, tomé valor y le conté mis penurias de manicero en la ducha del colegio, mi conversión de "mapuche" a "manicero puto", mi encierro en el estudio y mi desconexión con el mundo después de esa tarde. Martín me abrazó fuerte, tomó mi cara entre sus manos, me sonrió y me dijo -bueno, pero ahora ya no sos más "Mapu", después de esta noche sos "Repu"-, -siii, soy reputo, Martín-, le retruqué sonriendo feliz.
-Si sos repu, vení repu, chupá-, me ordenó.
-Como ordene, señor!- me acomodé entre sus piernas y me tragué toda su pija semidormida, con sabor a su semen, con olor a mis jugos rectales, qué importaba? Cuando se la puse dura y el gusto a garcha cambió a delicioso preseminal, me agarré del respaldo de la cama, abrí las piernas y las levanté.
-El repu quiere que se la ponga?, - Siiiiiiiii-
3 comentarios - El mapu