Hola Juan:
Otra vez quiero escribirte, otra vez te escribo. No se muy bien por qué lo hago, nunca te lo voy a enviar. Soy parte de tus redes, estoy en tu face, en todas tus otras redes sociales, tengo tu email, tu celu, el fono de tu trabajo, la dirección de tu casa, pero este texto nunca llegará a vos. Y entonces, por qué te escribo? Tal vez para sentirte cerca. Tal vez porque lo que para vos fue una locura de pendejo, para mí no lo fue. Por eso estás casado con Ana, mi querida Ana, por eso nuestros amigos de la infancia ya están todos en pareja, casados y con hijos, o ya separados y lidiando con sus ex y sus novias y yo sigo solo, con mis 26, sigo solo.
Ayer llegué de nuevo a Pehuen-hue, te acordás? Cuando estuvimos juntos con nuestras familias por acá éramos apenas púberes. Y aquí pasó, en los médanos, entre los tamariscos.
No fue de improviso, ya algo teníamos, te acordás? Decir que éramos amigos es poco, éramos grandes amigos, como lo seguimos siendo ahora. Eras lindo, lindísimo, una cara dulce y siempre sonriente, ojos oscuros y vivaces, cabello cortito enrulado, entre las piernas una pijita que ya comenzaba a notarse, más grande que la mia, morocha, derechita, y un culito chiquito que terminaba en dos hoyitos. Nos estábamos duchando juntos en tu casa luego de haber jugado a la pelota con los pibes de la secu, como siempre. Estábamos de frente enjabonándonos, yo parloteaba boludeces, vos, callado, cabeza gacha, jabonabas y volvías a jabonar tu pija. De repente me miraste y mostrándomela, más en broma que en serio, me dijiste "me la chupás Lucas?". No sé qué pasó por mi cabeza, creo que ni lo pensé, no me sentí extrañado, simplemente me arrodillé y me metí tu pija en la boca. Después que tragué el jabón comencé a sentir tu gusto, el sabor de tu pija, un sabor inolvidable que me marcó y me hizo descubrirme. Los dos sabíamos muy bien de qué se trataba, a esa edad con los compas del barrio y de la secu, a cada rato hablábamos de "eso", y todos íbamos aprendiendo las palabras prohibidas: coger, putas, concha, gomas, leche, chupar, forros, gays, maricas, putos..., con tu pija en la boca y el agua de la ducha dándome en la cara, empecé a tomar conciencia que era gay.
Chuparte la pija se convirtió en un nuevo juego, no es que lo hiciéramos todos los días, pero jugábamos bastante, jeje. Vos me mirabas a los ojos y luego bajabas la vista, no hacía falta más. Buscábamos el lugar, te bajabas el cierre y me ofrecías la pija semi-erecta que mi boca hacía poner dura a fuerza de labios, lamidas y besos. Nunca me pediste otra cosa.
Mi convencimiento total tardó un poco, dudaba, no era bueno ser puto, además mi relación con los demás amigos era aséptica, el sexo no me interesaba. Se decían cosas en voz baja, que a uno de la otra cuadra se lo cogía el hijo del verdulero, cosas por el estilo, pero a mi ni me llamaban la atención ni me excitaban. En nuestro grupo, te acordás de Elías?, cada vez que se ponía a discutir con Gastón, éste le decía "vos callate, chupa pijas", Elías se ponía rojo de bronca pero se callaba, así que seguro alguna vez de alguna manera Elías se la había chupado a alguien y Gastón lo sabía y yo entendía la vergüenza de que te consideraran puto. Me daba miedo que vos contaras. Por vos yo sentía algo especial, si no estaba con vos, te extrañaba, pero no te deseaba, en mi cabeza y en mi cuerpo no se disparaban los rayos del deseo, no sentía ganas de tocarte la pija y ni pensaba en mamártela. Pero apenas me lo pedías, te lo hacía.
El convencimiento total llegó unos meses después, un noviembre caluroso. Saliendo de la secu fuimos a almorzar a tu casa. "Chicos, para la comida faltan 20 minutos, dejen las cosas en la pieza y cámbiense". Nos metimos en tu pieza, de inmediato te sentaste en la cama, abriste las piernas y te bajaste el cierre, metí mi mano, te la saqué por arrriba del slip y arrodillado entre tus piernas te la empecé a mamar, la mezcla de olor a machito y transpiración me pusieron loco. Por primera vez tomé la acción, te desabotoné el jean, te bajé todo y casi me atraganto cuando de una sola embestida mis labios tocaron tu pubis que ya bien poblado de pendejos. Mi mano izquierda acariciaba tus huevos y mis labios se apretaban contra tu palo, arriba y abajo, arriba y abajo, te la pelé y lamí cada rincón de tu glande, qué delicioso! No sé cuanto tiempo estuve con los ojos cerrados deleitándome con tu palito, los abrí cuando sentí crecer tu pija en mi boca, te miré, tus ojos desmesuradamente abiertos, tus manos estrujando mi pelo y luego un chorro tibio y cremoso se estrelló contra mi paladar, me asusté un poco, pero no dejé de chupar, los siguientes trallazos fueron a dar a mi lengua y comenzaron a salir por la comisura de mis labios: tu eyaculación por primera vez fue mi bebida ese día. No sé si te acordás de todo esto, pero yo lo tengo grabado en mi mente, porque con cada chorro de tu semen, con cada gota de tu leche, mi mente, mi corazón, terminaron de darse cuenta que mi sexualidad estaba completamente definida, era gay. Y te amaba. Pero nunca te lo dije.
Y después?, después casi nada. Una noche, durmiendo juntos, en tu casa o en la mía, no me acuerdo, me desperté sintiendo que me acariciabas el culito por arriba del slip, me quedé muy quieto, con los ojos cerrados. Metiste tu mano por dentro del calzón y me empezaste a acariciar las nalgas. No pude evitar temblar y me sacaste la mano de inmediato. Otra noche diste un paso más, esa vez me desperté sintiendo tu dedo en la puerta de mi hoyito, logré quedarme quieto y sentir tu dedo entrar en mi, pero tu uña me lastimó y no pude evitar el quejido que acabó con tu intento. Nunca hablamos de eso, en realidad nunca hablamos demasiado de lo que hacíamos. A los dos nos gustaba y punto.
Todo siguió así, te la mamaba todas las veces que me lo pedías, a veces me tragaba tu leche, a veces no lograba hacerte acabar. Yo tenía bien claro que era puto, para vos nomás, pero puto al fin. Miraba y remiraba videos porno gay, me llevaba la laptop a la cama, me ponía los auriculares y con el sonido al mango escuchaba los gemidos de los pibes que se la comían por el culo. A veces iba al baño a masturbarme. Pensaba si me pedirías alguna vez que me dejara, lo deseaba, cada vez más.
Ese verano fue la oportunidad, nuestras familias decidieron irse de vacaciones juntas a Pehuen-hue. Vos me decías que me iba a doler la panza de tanta leche que me ibas a hacer tomar, yo sonreía y no te decía nada, pero deseaba tanto que me hicieras definitivamente tuyo!, que dejaras tu semen ahí donde a ningún macho se le deja, que me dieras mi diploma definitivo de puto! Que lo que me doliera (y cómo me dolió!), fuera no mi panza sino mi culito virgen.
La casa que alquilaron nuestros viejos era chiquita, te acordás?, dos dormitorios, uno para cada pareja y los hermanitos chicos. A nosotros, adolescentes, nos acomodaron en un sofá cama en el comedor, nada cómodo para nuestros juegos, aunque eso de dormir los dos juntos toda una quincena, me excitaba un poco. Tuvimos que descartar el proyecto de mamártela cada noche en la cama, porque para ir al baño, había que pasar por el comedor y nos podían ver, -qué les pasa a estos dos que andan con cara de culo?- decían nuestros viejos, te acordás?
Una cadena de médanos cubiertos de tamariscos separaba la playa de la última calle del pueblo, igual que ahora. Los subimos, vimos el mar, corrimos y disfrutamos del agua como lo que éramos, dos pendejos, dos pibes. Una vez saciada nuestras ganas de juego, nuestra mirada fue a los médanos, a pesar de la arena caliente y de lo empinado, comenzamos a subir los senderos que se formaban entre los troncos retorcidos y el abundante ramaje de los tamariscos, por puro juego, por pura curiosidad. Llegamos arriba, la vista de la playa era hermosa, la vista del pueblo sumergido entre los grandes árboles tambien, pero nuestro más hermoso descubrimiento fue la intimidad que nos daban el intrincado ramaje de los tamariscos. Formaba muros, túneles verdes, senderos, que nos protegían de las vistas indiscretas. Y con la arena caliente y lo empinado de la subida, seguro que nuestras madres y hermanitos ni se iban a acercar. Ahí, a metros de la playa llena de gente, íbamos a tener lo que el sofá cama nos impedía. No había pasado un minuto cuando ya hiciste caer al piso tu short, y no pasaron otros 10 segundos para que yo me arrodillara entre tus piernas para darte la primer mamada en Pehuen-hue, estabas recaliente, duraste poco y casi me atragantaste con toda la lechita tibia que me diste. Me preocupé.
-Che, no traje los caramelos para sacarme el olor a leche.
-El agua salada saca cualquier olor, vamos?
Te subiste el short y bajamos corriendo desde el médano directo al mar, felices, como si nada, como si en lugar de chuparte la pija, sólo te hubiera sacado la arena de la ojota.
Entre ola y ola, entre risa y risa, comentamos lo bueno que estaban los médanos con tamariscos, que salvaban al pueblo de la inundación del mar pero que no me iban a salvar a mi de inundarme con tu leche.
Antes de volver a la casa para almorzar te vacié de nuevo los huevos y a la tarde otra dos veces más, puta che!, que sos lechero y calentón! Mientras mi boca engullía tu palito y mis manos acariciaban tus huevos, casi lampiños aún, el sol me daba en la cara y podía escuchar las risas de los chicos que jugaban a pocos metro de ahí, el rumor de los vendedores y el tranquilizador rumor del mar que nos esperaba. Era diferente, era casi como chupártela delante de la gente, era como mostrarle al mundo lo que yo era sin tapujos. A veces levantaba los ojos y te miraba iluminado por el sol, brillante, varonil, magnífico, me recordabas al Perseo de Cellini, pero claro, en tu brazo el trofeo no era la cabeza de Medusa sino mis bolas y mi pija, que yo como puto no usaba. Y yo?, yo era ese pequeño y afeminado Mercurio que está en la base de la estatua de Perseo, a tus pies, con el regalo de tu virilidad en mi boca.
Sacarte el cuarto fue laaargo, te acordás?, me quedaron las mandíbulas doloridas, y además mi vieja nos cagó a pedos porque no podíamos irnos por ahí sin avisarle antes (maaaa, se la chupo a Juan y vuelvo, si?).
Esa noche, mientras nos acomodábamos en el sofá cama y se iban silenciando los últimos ruidos de la casa, cuchicheábamos nuestras aventuras del día, te reiste de mi dolor de mandíbulas y empezamos a bromear.
- No me eches la culpa si la leche te engorda eh?
- Mañana le digo a mi vieja que no voy a tomar más café con leche a la mañana, que me haga café solo.
- Jajaaaa, sabés que leí el otro día?, que si tomás mucha leche de pija te empieza a crecer el culo.
- Andaaa, cuando terminen las vacaciones no me van a entrar más los jeans
- mmm, ya te quedan bastante ajustaditos...
- Qué?, me estás mirando el culo, creés que soy puto?
- Noo, jamás!, pero qué querés?, que camine siempre adelante tuyo? Si vos me lo mostrás yo te lo miro. Además con ese short tan grande, hoy las olas te dejaron el culito a la vista varias veces, Luquita!
- Bueno, me voy dormir, ya me cargaste bastante.
- Mañana vamos de noche a la playa?
- Qué, querés que tampoco me entre el short?
- Jajaaa, con lo grande que te queda el short se la vas a tener que mamar a los bañeros y a los vendedores de churros también.
- Si, salí, media playa me debe haber visto el culo. Bueno, ya callate que quiero dormir.
Me puse de costado, como siempre con mi colita para tu lado y me quedé en silencio. Nunca había pensado en mis nalgas, no había relacionado mi deseo con mis cachitas. Claro boludo!, si las minas tienen que tener buenas tetas, yo tenía que tener buen culo!, cómo sería el mio? Ya llegarían mis selfies y tus halagos, pero por ahora, mi culito estaba sin calificar, no tenía ningún "like", jeje.
Comencé a hacerme el dormido. Deseaba que tu juego con mi ojetito volviera a aparecer y no me fallaste. El short grande dejó entrar muy fácil tu mano y tus caricias llegaron. Si me las acariciabas, pensé, era porque te gustaban.
Siguió tu dedo, ay!, Juan, que difícil no gemir cuando la yema de tu índice me acariciaba el esfinter!, pero lo logré. Y tu dedo siguió, y me lo banqué, no paraste hasta que estuvo todo adentro. Te quedaste quietito, yo escuchaba tu respiración agitada. La cama se comenzó a mover, te estabas masturbando! Me moví un poco, me sacaste de raje el dedo y dejaste de pajearte. Qué importaba el riesgo que nos descubrieran?, cómo iba a dejar que te pajearas?, sin decirte nada, giré en la cama para dejar mi cabeza a la altura de tu pija que seguía dura, y debajo de las sábanas te la agarré y te la comencé a chupar. Vos sólo me acariciabas las nalguitas, te gustaban!
Esa mañana, a pesar de la protesta de mi vieja, tomé café solo. Con el primer sorbo te miré y vos me sonreíste cómplice. El día?, normal, mar, playa... y tamariscos.
Llegó la noche, las viejas protestaron pero nos dejaron ir solos a la playa, ya éramos dos "chicos grandes" y además Pehuén-hue era tan tranquilo! La luna teñía de plata la cresta de las olas, los dos caminábamos en silencio, lado a lado, las manos en los bolsillos de los busos, estabas tenso. Yo reconcentrado, pensaba, hoy me cogerías al fin? Y si no me lo pedías, te lo pedía yo?, nooo, seguro ibas a pensar que yo era puto!, ¿Y no era verdad?, ¿qué drama había si vos te dabas cuenta que yo era puto?, si al fin y al cabo yo era puto para vos solo! Decidido, si me decías que te la mamara, primero te la mamaba y después te pedía que me rompieras el culo, dolería mucho?
La playa estaba vacía, por allá, a unos 200 m, un pescador solitario con un farol, de tanto en tanto algún corredor pasaba trotando y tratando de compensar el exceso de fritanga del almuerzo. Y nosotros, y el murmullo del mar. Nos arrimamos a la base del médano, miramos para todos lados, nadie. Subimos despacio hasta nuestro lugar, abrigado y cubierto por el ramaje y los troncos retorcidos de los tamariscos, la arena estaba helada, el silencio contrastaba con el bullicio de la playa durante el día, sólo el cantar del mar, nuestra respiración y el suave gemido del viento.
Apenas llegamos te sacaste el buzo y el short, lo colgaste de una rama. Hice lo mismo. Quedamos los dos desnudos, nuestras pijas dormidas entre nuestros muslos, nuestros brazos caídos, yo te miraba, vos rehuías mi mirada. Si el reflejo del sol te hacía mi Perseo, la luz de la luna te hacía mi Adonis. Al fin hablaste.
-Lucas-, un silencio que me pareció eterno, tu vos extrañamente seria- te quiero coger, te dejás?
Quería saltar de alegría, pero primero me iba a vengar de tus bromas de la noche anterior y de la larga espera para pedírmelo, cosas de pendejo, no? Me puse todo lo serio que podía, te miré con enojo, agaché la cabeza y tomé mi buzo y mi short de la rama.
-Nooo, pará, perdoná, si no querés no importa. Yo, yo...- Me pusiste una mano en el hombro. Temblabas como una hoja. Disculpame, yo......
Puse el buzo extendido en el piso, tomé tu buzo y lo puse a continuación. Con los dos shorts hice una almohada. Me acosté boca abajo y me abrí las nalguitas.
-Esto querés?
Caíste entre mis pierna y te recostaste sobre mi. Me besaste la espalda
-Qué susto me diste boludo!, creí que te habías enojado!
-Cuidado con lo que me vas a hacer, soy virgen Juan.- Te quedaste callado un ratito.
-Vos cuidame a mi, yo también soy virgen.
-Pero si te la chupé mil veces!
-Pero nunca cogí Lucas.- Le sonreí
- Si te pido que me la saques, me la sacás, si?- Apoyé mi cabeza sobre los shorts y me quedé esperando.
Te arrodillaste entre mis piernas y sentí cómo te masturbabas. Vi tus manos al costado de mis hombros y sentí el contacto de tu pija en mis nalgas, empujaste, nada, te reacomodaste, nada. No la acertabas con mi agujerito.
-Pará-, levanté un poco la cola, te agarré la pija y la llavé al esfinter.- Dale!
Decir que vi las estrellas es poco, el dolor fue tan intenso que no pude evitar el grito, por suerte habíamos elegido bien el lugar. Diste un segundo empujón y volví a gritar, era como si mil agujas se me hincaran en el esfinter. No aguanté.
-Sacámela, sacámela!- Lo hiciste.
-Te duele?
-Mucho. Aguantá- Nos quedamos un rato en silencio. Me acordé de los videos porno.
-Escupime el agujero.
-Qué?, que te escupa?
-Si boludo, si no tenemos lubricante, me lo tenés que mojar. Y después escupite la pija.- Te reíste nervioso, pero lo hiciste.
Esa vez dolió menos, solamente era como si me hubieras metido una brasa caliente que me quemaba el esfinter, me quejé pero me la banqué. A vos tambié te dolía, pero seguimos.
Por primera vez mis nalgas sintieron la tibieza de tu pubis, el orto me quemaba, me ardía, me arrancaba lágrimas de dolor, pero ese calorcito tuyo me premiaba por el esfuerzo, te apoyaste despacito en mi, y tu pecho me abrigó, se llevó el frío de la brisa marina y me llenó de felicidad. Las lágrimas de dolor fueron reemplazadas por otras de emoción, estabas dentro mío al fin. Sin saberlo, sin darme cuenta, mi culito se fue dilatando y los dolores se fueron y de a poco pude sentir también la tibieza de tu pija en mi conchita de macho.
-Ya la tenés toda adentro, Luqui, te gusta?
- Si, me gusta- Me angustié, necesitaba que me hicieras definitivamente tuyo, que me rompieras el culo.
-Por favor Juan cogeme, cogeme Juan, por favor, por favor-, te dije casi llorando.
Empezaste a moverte, a subir y bajar, lo hiciste bien, primero cortito, despacito, después más largo, más rápido, mi orto siguió cediendo, tu preseminal, mis jugos rectales hicieron su milagro, entrabas y salías de mí como si mi culo fuera una concha, el dolor desapareció y comenzó el placer, un placer que ninguna mamada me había dado, una sensación deliciosa que tu pija bombeaba dentro de mi, y que de mi esfinter se difundía a mi perineo, mis bolas, mi pija, mi pancita, comencé a volar, el mundo se esfumó, éramos vos y yo, y tu verga y mi culito, vos adentro, marcándome, haciéndome tuyo para siempre, haciéndome conocer al fin la felicidad de ser poseído por un hombre. Aceleraste, tu pubis golpeaba violento en mis nalguitas, jadeaste, gemiste y te quedaste quieto. Una deliciosa tibieza se expandió en mi pancita, como debajo del ombligo, me habías preñado, me sentí tan relajado, tan bien como nunca me había sentido, con mi mejilla sobre el dorso de mi mano, sonreía, casi reía.
Me dio pena sentir cuando salías de mi, mi culito abierto se sintió abandonado, vacío. Giré un poco la cadera y te miré. Estabas de rodillas entre mis piernas mirándote la pija.
-Te gustó?- me preguntaste.
-Quiero más- te respondí. Te quedaste en silencio, serio.
-A vos no te gustó Juan?
- Me duele la pija
-A ver?- Me senté sobre mis pantorrillas y te la alumbré con el celu. Tu frenillo estaba rojo, rojísimo! Mientras te miraba sentí un flujito tibio salir de mi orto, lo miré, era tu leche pero teñida de rosa.
-Uy, casi se te corta el frenillo.
-Vos como estás?
-Feliz
-Pero te duele?
-Poquito, me siento abierto como si mi culo fuera una caverna, tu leche salió con algo de sangre, pero casi no me duele.
-Le vamos a decir a nuestras viejas?
-Estás en pedo?????, bancátela, no seas marica- Me rio de sólo recordalo, yo era el puto, pero vos el mariconazo asustado, jeje.
-Vamos a casa
-Si, pero mi buzo está lleno de jugo de pija y el tuyo de tu leche ensangrentada. Si nos bañamos con ropa y todo? Además el agua fria desinflama.
Bajamos caminado despacio, era tan lindo sentir mi culo mojado y abierto cuando caminaba que casi reía de felicidad!, Vos, pobre!, estabas cagado en las patas. Para colmo el agua salada te hacía arder más la lastimadura del frenillo, pero el frio sirvió y de a poco el dolor se te fue, pero el cagaso, no.
Por suerte todos dormían, dejamos la ropa mojada afuera, nos pusimos shorts limpios y nos acostamos. Por primera vez, te dormiste para el otro lado, en posición casi fetal, sin hablarme, como si yo tuviera la culpa del dolor de tu pija. Yo estaba demasiado feliz para darte bola en eso, me puse de costado, te abracé y en minutos me quedé dormido.
El otro día fue raro, casi ni me diste bola, no subimos al médano ni una sola vez. Y no sabés las ganas que tenía de que me volvieras a coger!, pero me la banqué. Cuando nos acostamos me diste otra vez el lado del culo y te quedaste en silencio. Ni te toqué. Al otro día todo igual, nada de pija y a la noche te pusiste de espaldas, siempre en silencio. Yo hice lo mismo, parecíamos dos momias, los dos lado a lado, hombro con hombro, los brazos cruzados sobre la panza, los ojos cerrados, pero era evidente que no dormíamos. Me animé, llevé mi mano a tu pija por debajo del short, estaba dormida y chiquita. Me la sacaste bastante brusco. Me puse a pensar -qué le pasa?, no le habrá gustado cogerme?, se van a cortar hasta las chupadas? Pero no, después de haber sentido lo que sentí, no me podía amedrentar. Insistí, esta vez despacito, te apoyé la palma de la mano y te la empecé a acariciar suave sobre el short, mi amorcito, ese rico pedazo de carne que me había desvirgado comenzó a reaccionar. No me sacaste la mano. Tampoco cuando despacito me di vuelta y apoyé mis labios sobre tu short. Al fin me acariciaste la cabeza. Te bajé un poco el short y con más delicadeza que las que se tiene con un recién nacido, te la agarré y la llevé a mi boca. Mis labios apenas te la rozaban, cuidando en no pelar tu glande, te la lamí, te la besé, la tragué hasta sentir tus pendejos en mis labios y fui subiendo despacito, bajé y subí, bajé y subí, siempre cuidando tu pielcita lastimada, pero tenía que probar. Te avisé.
-Juan, te la voy a pelar-
-Despacito, nene, despacito-
Pasé mi lengua por la abertura del prepucio y comencé a lamerte el agujerito mojado ya de preseminal, te fui bajando el prepucio mientras te chupaba el glande, despacito, despacito, vos, mariconazo como siempre, me estrujabas el pelo del cagazo. Llegué al final, todo tu glande era mio!, te pregunté -duele?-, -casi nada-, mmm, tu glande fue el más delicioso postre, y la abundante leche que estalló en mi gargante, el más exquisito y raro vino que alguna vez tomé. Quería decirte que te amaba, quería dormir desnudo abrazado a vos, quería que me volvieras a hacer tuyo esa misma noche, allí, a un par de metros de la cama de nuestros viejos, pero no podía, en el mayor de los sigilos fui al baño a lavarme la boca y volví a acostarme.
-Mañana me cogés, Juan?-
-Sí, te cojo- Me dormí con una sonrisa en los labios.
Y la pucha que cumpliste tu promesa!, yo esperaba mamadas y toqueteos durante el día y una escapada a los tamariscos a la noche, de donde volvería con mi culito lleno de leche, pero te adelantaste, te acordás? El día estaba medio nublado y recaluroso, bastante gente en la playa. Mientras estábamos en el agua, mojándonos las patas, me lo dijiste al oído.
-Lucas, vamos a coger ahora?- Miré hacia los médanos por sobre el hombro, había gente, había pibes jugando que a veces los trepaban, me pareció medio riesgoso.
-No Juan, nos pueden ver, hay mucha gente. Si alguien viene y te la estoy chupando, vos hacés que meás y a otra cosa, pero si nos encuentran garchando, qué hacemos?
-Dale, animate-
-No, loco, el culo al aire es el mio, el que va a quedar como puto, soy yo-
-Bueno, está bién. Si vamos a otro lugar?-
-Adonde?-
-Están todos en la playa, vamos a casa-
-Ni en pedo-
Te quedaste pensando.
- Luqui, el pueblo es re-chiquito, si caminamos 20 cuadras para cualquier lado, las únicas que nos van a ver son las gaviotas.
Si cruzábamos el pueblo para el lado de la ruta era más corto, ni 10 cuadras y empezaban los médanos, pero no tenían tamariscos, era puro pasto. Pensé que me iban a pinchar los abrojos, mejor por la playa. Caminamos en silencio, los dos nerviosos y deseosos, caminaba impulsado por el deseo, las ganas de volver a bajarme el short, de ver tu chota dura y de sentirla tibiecita entre mis nalgas. Vos?, nunca supe que pensabas.
Después de andar un buen rato, nos paramos y miramos para atrás. Nadie. Los médanos eran un poco más bajos, pero igual las tupidas y retorcidas ramas de los tamariscos nos brindaban su complicidad. El sol había salido a pleno y la arena quemaba. Subimos. Revoleaste tu short, revoleaste tu remera, me quedé mirándote, me arrimé a vos y te agarré de esa manija deliciosa, arrimé mis labios a los tuyos y te besé, no me respondiste, me puse rojo de vergüenza, -vayamos a lo seguro- pensé. Me arrodillé, comencé a acariciar tu vientre con las dos manos, como adorándolo, a sopesar tus bolas, te la agarré y empecé a besártela. Te tomé de las caderas y empecé a mamártela, me tomaste de la cabeza y me empezaste a coger por la boca, nunca lo habías hecho antes, pero eras suave, me gustó. Me la sacaste.
-Pará, mirá lo que traje- Fuiste a la mochila y trajiste una botellita azul- El body milk de mi vieja, para ponerte en el agujerito. Vamos?-
Miré hacia la playa, no había nadie, miré hacia el otro lado, sólo médanos, algún ranchito solitario bien lejos, al fondo montecitos de eucaliptos marcaban algún puesto de estancia. El sol reververaba en las lagunitas de lluvia que había entre los médanos. Mi culito estaba resguardado de fisgones. Me bajé el short, me puse de espaldas a vos y me separé las nalgas. Sentí la crema fresca en el esfínter y luego tu dedo entrando.
-Ay, bruto, cuidado!- No me contestaste, seguiste metiendo el dedo encremado hasta el fondo y me cogiste un poco con el dedo para extender la crema.
-Entrarán dos?- Yo había visto muchos videos de sexo gay. -Probá-, te dije confiado. Ya no era virgen, me sentía capaz de comerme lo que fuera.
Los dos dedos encremados entraron e hicieron su trabajo. No te digo que gocé de eso, pero casi casi me gustaba, además tener el canal rectal encremado era extraño pero rico.
-Ahora es tu turno, lubricámela vos-, -Bueno!-
Te eché un chorrito del body milk a lo largo del tronco y te lo empecé a desparramar. Mi mirada estaba clavada en tu pija, mi mano con crema te la recorría de adelante a atrás y por todos los lados, te la acariciaba con la yema de los dedos. Se me hacía agua la boca, no podía dejar de mirarla y te diste cuenta.
-Te gusta mi pija?-
-No-, te dije bien serio sin dejar de acariciarla y mirarla.
-Ya está-, me di vuelta, me limpié la crema de las manos en los cachetes, me los abrí para ofrecerte mi ojetito y me acomodé parado mirando a la playa.
-No te vas a acostar?-
-No, mientras cogemos quiero estar seguro que no viene nadie-. Hiciste un gesto con los hombros y me la apoyaste. Mmm, que tibieza más rica!
Dolió, ardió, de nuevo fue como si me pusieras una brasa del asado en el culo, pero con la cremita tu glande se abría camino fácil y en medio minuto ya sentí tu pubis contra mis nalgas. Sonreí, ya no era virgen, mi culito se la bancaba, yo me la bancaba, un cierto orgullo, chiquito, se iba apoderando de mi.
-Ay, cómo arde Juan!, quedate quieto.- El dolor cedió, el ardor fue disminuyendo y de pronto comencé a sentir mi culo abierto lleno de tu carne tibia y eléctrica.
-Dale, cogeme!- Empezaste el mete y saca y yo empecé a sentir esa electricidad de la primer vez, en todo el ortito, en las bolas, en la pija, se me puso dura como nunca, vos jadeabas, no se si de placer o por el calor que nos quemaba las espaldas, empujé mi cadera hacia atrás y escuché tu ahhh, te gustaba!
-Agachate, dale!- Con tu pija dentro mio eras mi dueño, obedecí en el acto, bajé mi torso y apoyé mis manos en una rama baja de los tamariscos.
Me tomaste de las caderas y empezaste a bombearme con furia, tu pubis me abollaba las nalgas con cada embestida, plaf, plaf, plaf, sólo ese ruido sentía, el mar, las gaviotas, el viento, se habían borrado de mis oídos, sólo el chasquido de tu pubis sobre mis nalgas y la electricidad que invadía todo mi culito. Por entre las ramas de los tamariscos algún retazo del mar lejano y algún solitario caminante ignorante total de esa entrega para siempre de mi virilidad que entre el verde de los tamariscos y el ardiente reflejo del sol se estaba consumando a pocos metros de él. Mi culito empezó a mojarse, sabés lo mucho que me mojo, más que la concha de Loly me dijiste muchas veces, y al golpe de tu pubis se sumó el chaf, chaf del líquido que inundaba mi agujero, la cara interna de mis nalgas y hasta bajaba por mis muslos. Sólo faltaba tu leche. Y tu leche vino, gritaste y me apretaste tanto contra vos que me dejaste los dedos marcados en la cadera. Te apoyaste sobre mi espalda y te escuché reir.
-Te gustó mi culito?-
-No, pero te echaría otro-
-Dale, si querés...- Ni me la sacaste, nos quedamos un rato quietos, me levanté un poco y vos te quedaste descansando sobre mi espalda.
-Me gusta cogerte Lucas-
-Me gusta que me cojas, Juan, aunque no te guste mi culito.- Te reíste y me diste una palmada.
De a poco comenzaste a moverte, despacito al principio, te sentí crecer y endurecerte dentro mio. Al ratito tu virilidad insaciable de púber me estaba taladrando el culo de vuelta y tu pubis volvía a golpear violentamente mis nalguitas, mi pija, que se había dormido se volvió a poner dura, tanto que hasta me dolía, gotas de mi preseminal caían sobre la arena, empecé a pajearme tratando de sincronizar mi paja con tus embestidas, no tardé mucho en acabar, y la contracción de mi esfinter sobre tu pija con cada trallazo de mi leche nos hizo gemir a los dos, fue glorioso. Mis huevos se calmaron, mi desesperación se calmó, pero el placer que me dabas por el culito seguía, aunque claro, con mi mente despejada de leche, pude dedicarme a sentir y entender.
-Acabaste?-
-Que te parece boludo?-
-Querés que te la saque?
-Me la sacás y te la corto.- Te reíste.
-Qué sentís Luqui?
-No se Juan, pero es tan lindo tenerla adentro, es tan tibiecita tu pija, me llenás tan rico el ortito que cuando me la sacás casi me dan ganas de llorar.
-En serio?-, me preguntaste sin dejar de seguir golpeteando, ahora más pausadamente mis nalguitas. - A ver?-
Me la sacaste y la dejaste apoyada en mi puerta, mi esfinter comenzó a sentirse sólo, vacío, tu ausencia me lo hacía latir.
-No seas guacho, metémela, dale!
Te reiste y de un solo golpe me la clavaste hasta la garganta.
-Así está mejor?-
-Siiiiiiiii-
Empezaste a bombearme furioso, no se cuanto tiempo, mi pija dormida, mis huevos, se bamboleaban inútiles de un lugar a otro, pero qué importaba?, yo estaba en la gloria, tu pija me hacía feliz, vos me hacías feliz, me sentía íntimamente tuyo, pleno, tu cuerpo tibio, tu sonrisa, tus ojos ardiendo por esa calentura que yo sabía te estaba dando mi culito feo eran el mayor regalo que me podía dar la vida. Cuando me acabaste, me desarmé, esta vez te saliste de mi culito hecho casi un maní, cuando traté de incorporarme, casi me caí a la arena, las piernas, las rodillas, no me respondían, me tuve que agarrar de vos.
-Qué te pasa?-
-Me hiciste mierda, no tengo fuerza en los muslos, y el culo ni te cuento!, lo siento como un caño de 4 pulgadas.- Me abrazaste sonriendo
-Vení, acostate.- Pusiste tu remera sobre la arena y me ayudaste a acostarme boca abajo. Curioso, me abriste las nalgas
-A ver? Wau, Lucas!, te dejé un caño! Me reí
-Si Juan, si cuando me lo abrís hasta siento que me entra viento a la panza.
-Mejor que te lo cierre, no sea que los vientos empiecen a salir!
Nos reimos, te acostaste a mi lado
-Vos la tenés bien?-
-Perfecta, no me dolió para nada, mirá-
Me puse de costado, vos estabas apoyado sobre tus codos, tu pija brillante de mis juguitos anales semidormida entre tus bellos muslos. Me la acercé a los labios, te la olí, mmm, ese raro olor a garcha que después conocí tan bien!, tu leche, tu preseminal y mis moquitos rectales, te di un besito en la punta, no era tan asqueroso.
Abrí mis labios, te la pelé despacito y te la empecé a chupar, me acariciaste la cabeza
-Gracias Luqui- Te miré extrañado sin dejar de chupártela, no se puede hablar con la pija en la boca, es mala educación, pero me entendiste.
-Por qué?, por darme el culito, lo tenés hermoso!- Sonreir con la pija en la boca, eso sí se puede.
El agua del mar se llevó los olores y comenzó a cerrar mi culito, jugamos con las olas como dos pendejos más, como si nada hubiera pasado, nos divertimos como los dos pibes que éramos, y tal vez para vos no había nada más, pero yo ya era otro, era tuyo, aunque vos no te dieras cuenta.
La marea estaba baja y en la playa afloraban las restingas. Nos pusimos a buscar cangrejitos en los agujeros de las rocas. Entre las restingas aparecían unas piedras raras, como cilindros grises y rugosos, muchos agujereados, casi huecos, encontraste una que tenía un agujero como de 5 cm.
-Mirá, así tenés ahora el ortito, Lucas.
-Bueno, cogete a esa piedra entonces!, a mi no me cogés más.
-Uy, no Luquitas, perdón, perdón, me quedo con tu culito- me dijiste tirando la piedra todo lo lejos que te dieron los brazos.
Al rato encontré otra de esas piedras cilíndricas, pero esta vez fue mi turno.
-Mirá Juan, la pija del hombre de piedra de los 4 fantásticos, más larga y mas gruesa que la tuya, esta sí es la pija de un macho de verdad y no como la de algunos...
-A ver?- la miraste de cerca.- te entrará en el culo?
-Abrá que probar....-, me reí tomándolo en broma, pero vos no te lo tomaste tan en broma, y te guardaste la pija de piedra en el bolsillo del short.
Esa tarde no fuimos a la playa, estábamos tan quemados que nuestras viejas nos embadurnaron de crema y nos dijeron que nos quedáramos en casa. Por suerte tu vieja no exploró debajo del short, porque tus nalgas estaban más rojas que tu espalda. Las mías habían estado a la sombra de tu pubis, así que las tenía blanquitas como las de bebé, jeje. Nos arreglamos para coger sin tocarnos casi, y mientras todos estaban en la playa, me volviste a romper el culito en el borde del sofá cama.
Esa noche los tamariscos volvieron a cobijar nuestros gemidos y ya nunca más hubo sólo mamadas, mi culito te recibió una y otra vez, tu semen me llenó, me preñó me embarazó todas las noches y unas cuantas tardes. Decirte que fue la semana más feliz de mi vida, es casi ser redundante.
Pero quiero recordarte esa noche especial, la que voy a repetir hoy.
Me lo propusiste mientras relajados en el sofá cama, ya todos durmiendo, la luz apagada, mi mano jugaba con tu pija, que a esa altura ya era una experta en romperme el culito.
-Che, Lucas, te acordás de la pija de piedra?-
-Si, por?-
-Te animás?-
-Ahora????, estás en pedo?-
-No boludo, mañana a la noche.- Me quedé pensando, por los videos yo sabía que había tipos que tenían pijas enormes y que los pasivos gritaban pero igual se la comían hasta el fondo, y que había tipos que se metían consoladores gigantes con una sonrisa en el rostro. La piedra no debía pasar de los 18 cm, gruesita, bastante más gruesa que la verga de Juan, por qué no?
-Está bien, pero no quiero que me raspe el culo, le ponemos forro y mucha crema, si?
-Y donde conseguimos los forros?
-Mi viejo no usa, el tuyo?
-Tampoco, entonces?
-Vamos a tener que ir a la farmacia- Nos quedamos en silencio, dos adolescentes yendo a comprar forros a una farmacia?, y por qué no? Con lo de la educación sexual en la escuela.....
Te acordás?, estábamos cagados en las patas, pero el morbo y la calentura eran imparables, nos animamos, por suerte el farmaceutico era un tipo joven con cara simpática. Esperamos que no hubiera nadie en el local y entramos.
-Una caja de condones y una botella de body milk-, pedimos con las mejillas rojas y no precisamente por el sol.
El tipo nos miró a los ojos, sonrió, y cuando volvió con las cosas, nos dijo:
-Yo les recomiendo esto en lugar del body milk.-
Era un pomo que decía algo como "analube"o "analove" o algo así. Nos miramos, si antes estábamos rojos, nos pusimos bordó. No sé como se dio cuenta, pero se dirigió a mi.
-Primero te ponés un poco adentro, si? -Se inclinó sobre el mostrador y me dijo en un susurro al oído.- yo lo uso, quedate tranquilo, sólo tratá de relajarte-
Ahí descubrí lo que después aprendí, ese olfato especial que tenemos los putos para conocernos entre nosotros.
La noche, fresca como son las noches de Pehuen-hue, llegó y nos encaminamos a los médanos. Antes de salir, me ingenié para medirla, 19x6, sin punta, los 6 me tenían que entrar de una. Yo llevaba en mi canguro la pija de piedra, vos los condones y el lubricante en los bolsillos. Subimos, pusimos los buzos sobre la arena y me puse boca arriba apoyado sobre los codos, enseguida te arrodillaste, me pusiste la pija en la boca y me empezaste a coger despacito. Cuando ya tu pija reventaba me hiciste poner en cuatro y me pusiste el lubricante nuevo, mmm, otra cosa, tu verga se deslizó dentro mio como por un tobogán, el ardor apenas duró y gozamos como locos los dos, tu lechecita caliente volvió a habitar mi vientre y mi felicidad fue de nuevo plena.
Me deslicé y vos conmigo, quedaste descansando sobre mi espalda.
-Mmm, cada vez me gusta más tu culo, Lucas, no se que vamos a hacer cuando se acaben las vacaciones-
-En serio, Juan, dónde vamos a cojer?
-No sé, ya se nos va a ocurrir algo. Te meto la pija de piedra?-
-Levanté la cabeza, sonreí confiado, mi culo se la bancaba. No te dije nada, me entendiste. Comenzaste con los preparativos, me puse de costado para verte y darte instrucciones
-Ponele crema a la pija de piedra para que el forro entre más fácil, dale, así, ahora ponele el forro. No boludo, nunca viste poner un forro?, así, ahora ponele lubricante por afuera. Lubricame bien el culo.
-Pero si te lo dejé abierto y lleno de leche!
-Igual, meteme lubricante!
Me acosté y abrí las piernas.
-Ahí voy Lucas, aguantá-, me dijiste. Apoyaste la pija de piedra en la entrada, estaba re-fría y la sentí mucho más ancha que mi agujero, me asusté, pero ya estaba jugado. Empujaste, ay!, me hiciste parir, creí que el esfinter se me partía en pedazos, te asustaste de mi grito y dejaste de hacer fuerza, yo quedé ahí jadeando, con un par de centímetros de piedra metido en mi culo y 18 cm saliendo por entre mis nalgas. De a poco mi culo se fue acostumbrando y cuando mis jadeos disminuyeron, sin previo aviso me clavaste media pija de piedra en el culo, otro grito y otra detención, me comenzaste a acariciar las nalgas y la espaldas. Recordé el consejo del farmacéutico, cerré los ojos y traté de relajarme, respiré hondo y suave y me concentré en las dulces caricias que me hacías en ese momento en la colita. El dolor fue cediendo, la ominosa presión fue bajando, me apoyé en los codos y te dije -dale, terminá de meterla-
Lo que faltaba entró tranqui.
Era fría, pero la gran dilatación en mi esfinter me encantaba, ya me sentía un puto experto como los de los videos, un "bancador", como decían algunos perfiles de las páginas de contacto.
Vos estabas con cara de asustado, esa noche yo mandaba. Me puse de costado y levanté mi pierna.
-Cogeme con la piedra, dale.- Sonreíste morbosamente y me empezaste a meter y sacar la pija de piedra.
Te acostaste a mi lado, quedamos pija con pija, panza con panza, rostro con rostro, pasé mi pierna por sobre la tuya y vos te las ingeniaste para que tu mano tomara todo el control del misil de piedra que me habías clavado en el culo. Te excitaste, me excité, comencé a gozar y a gemir con cada movimiento de la pija de piedra en mi culito, vos, te acordás?, siempre callado mientras me cogías, empezaste a decirme cosas: cométela Luqui, cométela toda, así, te voy a romper el culo, dale gemí putito que te gusta la pija, dale, te cabe toda, tragón, así, así. Tus palabrotas me excitaron más, nuestra líbido nacía, nuestra lujuria nacía, nuestras pijas duras se besaban en la cuna de nuestros vientres apretados uno contra otro, grité y una erupción de semen explotó en mi pija, por tu panza, tu pecho, tu cara, ni en la más furiosa de mis pajas había sacado tanta leche. Te sorprendiste y bajaste el ritmo del mete y saca de la piedra en mi culo, yo caí rendido de espaldas, y despacito la pija de piedra fue resbalando fuera del culito.
Vos comenzaste a jugar con los laguitos de leche que había en tu pecho, la probaste.
-No está mal, querés?- me llevaste dos dedos a la boca con mi propio semen, te tomé la mano y te los chupé como si fueran tu pija parada, gemiste y te comenzaste a masturbar.
-Cojeme Juan, cojeme-, te supliqué. Me diste vuelta, cerré mis piernas, te arrodillaste. Sentí cuando sacaste el condón que había quedado en mi culito y luego tu pija entrar hasta las bolas de un solo envión. Me agarraste de los pechitos y comenzaste a subir y bajar tu cadera con toda tu furia, me mordías entre palabrotas el lóbulo de la oreja y me susurrabas "te voy a llenar de leche, Luqui, sos mi putito Luqui, que culito más rico que tenés, ahhh, me gusta, me gusta, me gusta que seas un culo roto". Y yo entre gemidos le respondía "siii, Juan, cogeme, cogeme, llename de leche, soy tuyo, rompeme el culo más, ahhh, así, metela toda". Comencé a subir las nalgas y a moverlas enloquecido, por primera vez te cogía con el culo. Se me ocurrió cambiar de pose. Me puse de espaldas y subí las piernas, me la volviste a clavar con furia, pero ahora tu cara estaba pegada a la mia, alumbrados por la luna veía tus ojos enloquecidos, tu boca jadeante, tu bello cuerpo sobre el mio, llevé por primera vez mi mano a mi culo abierto y destruido y toqué tu verga y toqué mi perineo allí donde se unían y tu carne entraba en mi, casi lloraba de felicidad. Sólo me faltaba una cosa, y me la diste sin que yo te la pidiera, tus labios se acercaron a los mios y me besaste, sentí tu lengua explorándome, jugaste con la mía, abriste tu boca como para devorarme, como una mantis invertida que se come a su hembra. Tu leche llegó poco después entre estertores y risas eufóricas de los dos. Agitado te tendiste a mi lado, yo me puse boca abajo y traté de subir mi cola para que tu leche se quedara dentro mio a pesar de la dilatación de mi esfinter destruido para siempre.
Regresamos a la casa como a las 2 de la mañana, todo en silencio, nos metimos en la cama y en 30 segundos roncábamos los dos. A las 12 nos despertaron los ruidos que hacía tu viejo en la parrilla, todos los demás estaban en la playa pero él había vuelto antes para hacer el asado. Lo saludamos con un beso como siempre y nos fuimos a desayunar unos mates. Apenas nos sentamos en la mesa del comedor con el termo, apareció con cara seria y ojos divertidos.
-Ahora entiendo por qué vuelven tan tarde- Nos miramos y comenzamos a sonrojarnos, que íbamos a decir?
Sacó de su bolsillo la caja de condones, con el cansancio de la noche había caído al piso y no nos dimos cuenta, y la tiró sobre la mesa.
-Cuidense chicos, que las pendejas de la costa vienen bravas, cojan pero no hagan cagadas, úsenlos siempre, si?-
Asentimos con nuestras mas falsas y cómplices sonrisas y por dentro respiramos aliviados.
La pija de piedra no volvió a mi culito, pero la tuya sí, muchas veces, y ya siempre acompañada de besos, de manoseos, de palabras calientes. La pija de piedra encendió nuestra líbido y comenzamos a explorar juntos el erotismo.
Las vacaciones se terminaron y nos ingeniamos para seguir cogiendo, llegamos a la adolescencia, tu pija se hizo casi tan grande como la pija de piedra de la playa y mi culito blandito ya era una conchita de macho, la conchita que rompías y llenabas de leche todos los fines de semana.
Pero llegó Loly al barrio y mis sueños con vos se vinieron abajo. Una mina de más de 20, tetona, putona, fácil. No pasó mucho tiempo hasta que te levantó y te la cogiste. Cuando con toda tu inocencia me lo contaste, los dos estábamos apoyados en el respaldo de tu cama, con el slip aún, acariciándonos las vergas, tus viejos en lo de no se quien, tu hermanito con tus viejos. Me lo contaste eufórico, su concha peluda, sus gomas, cómo te abrazaba con las piernas mientras te la montabas. Yo te escuchaba en silencio, me moría de celos, me moría de tristeza. Después empezaste a acariciarme los muslos, a pesar de Loly, me ibas a coger, pero esa vez tu Luqui no estaba de humor.
-Te pusiste forro?-
-No, la mina tiene puesto un coso que me dijo que se llama diu para prevenir el embarazo-
-Entonces no me cogés-, te dije serio, - yo que sé si por esa puta me vas a contagiar algo?-, la palabra "puta" la dije con bronca, con odio, con despecho. Me empecé a vestir. Intentaste convencerme, retenerme, pero me tenía que ir, no quería llorar delante tuyo.
Llegué a casa y me fui directo a mi pieza, sin saludar siquiera, me tiré en la cama y lloré como nunca había llorado en mi vida, la misma almohada que tantas veces había ahogado mis gemidos mientras me hacías tuyo, ahora recibía mis lágrimas.
Tus mensajes caían uno detrás del otro, después de un rato empecé a contestarte, celoso, enojado, pero te amo demasiado, boludo! Escondí mi tristeza, me tragué la bronca, me lavé la cara, volví a tu casa y me recogiste, sólo con la promesa que te la ibas a coger con forro. Me dolió, no me entraba, por más que lo intenté no pude dilatarme, no gocé tu semen, no lo sentí, pero no quería perderte.
De a poco la tristeza se fue pasando y se me hizo carne que tenía que compartirte. Estoy seguro que te cogiste a unas cuantas, de algunas me contaste. Cada vez me buscabas menos, seguíamos siendo grandes amigos, compartíamos miles de cosas, pero tus "vamos a..." fueron desapareciendo, dejamos de a poco de compartir nuestros cuerpos, nuestra pasión, dejé de recibir tu lechecita tibia, y no sabés cuánto la necesitaba!
Hasta esa tarde en el telo. Me había garchado a morir, te apoyaste en el respaldo, me tomaste de la cintura y me llevaste a sentarte entre tus piernas, frente a frente.
-Lucas, empecé a salir con Ana, creo que la amo-
Qué podía decirte!, Ana era amiga nuestra desde la infancia, siempre la quisimos, hasta estuve una vez a punto de contarle que te amaba y era tu amante, por suerte no me animé.
Te abracé, te felicité y me tragué la tristeza. Te besé en los labios sabiendo que era nuestro último beso, te la mamé con la desesperación del final y me entregué a vos con la pasión del adiós. Aún recuerdo la tibieza de tu último polvo dentro mío, cuando acabaste cerré los ojos y puse toda mi atención en mi pancita, ahí justo debajo del ombligo donde sentía el calor de tu semen, quería que ese calorcito no se fuera nunca, pero terminó yéndose.
Hice mi duelo, Juan, pero no me hice monje, no me cosí el culo, me costó pero al fin conocí otros tipos, tuve algún novio pero, qué querés que te diga!, coja quien me coja, cuando cierro los ojos mientras me bombean, veo tus sonrisa y me imagino acariciando tu cabeza ruluda mientras me rompés el culito. Si pienso en vos, eyaculo sin tocármela y mi compañero se siente el gran macho, si no pienso en vos, después que el tipo se va, me masturbo. Sigo siendo tuyo Juan y lo seré siempre. A veces te imagino en el medio de una cama matrimonial, con Ana de un lado y yo del otro, pero sé que es una fantasía que nunca se va a cumplir. No se, tal vez cuando te llegue la rutina de la pareja vuelvas a pensar en mi, qué se yo!
Y ahora de nuevo acá Juan, en Pehuen-hue, donde todo empezó. Poco ha cambiado, la misma arena, los mismos médanos cubiertos de tamariscos, las mismas piedras en la playa. Pasé por la farmacia, el farmaceutico está más viejo, (naturalmente, boludo!), cuarentón ya, con algunas canas, está bueno el tipo. No sé si acordó de mi, pero cuando compré los condones y el "analube" me dedicó una sonrisa cómplice. Volveré?
Y sabés qué Juan?, en las restingas de la playa sigue habiendo piedras raras, buscando un poco encontré una como ésa del recuerdo, cilíndrica, gruesa, provocadora. Esta noche, si la luna me acompaña, voy a subir al médano, me voy a desnudar, voy a poner mi buzo sobre la arena, me voy a lubricar bien, y con los ojos cerrados me la voy a clavar despacito en el culito mientras me imagino que me decís "ahí voy Lucas, aguantá".
[s
Otra vez quiero escribirte, otra vez te escribo. No se muy bien por qué lo hago, nunca te lo voy a enviar. Soy parte de tus redes, estoy en tu face, en todas tus otras redes sociales, tengo tu email, tu celu, el fono de tu trabajo, la dirección de tu casa, pero este texto nunca llegará a vos. Y entonces, por qué te escribo? Tal vez para sentirte cerca. Tal vez porque lo que para vos fue una locura de pendejo, para mí no lo fue. Por eso estás casado con Ana, mi querida Ana, por eso nuestros amigos de la infancia ya están todos en pareja, casados y con hijos, o ya separados y lidiando con sus ex y sus novias y yo sigo solo, con mis 26, sigo solo.
Ayer llegué de nuevo a Pehuen-hue, te acordás? Cuando estuvimos juntos con nuestras familias por acá éramos apenas púberes. Y aquí pasó, en los médanos, entre los tamariscos.
No fue de improviso, ya algo teníamos, te acordás? Decir que éramos amigos es poco, éramos grandes amigos, como lo seguimos siendo ahora. Eras lindo, lindísimo, una cara dulce y siempre sonriente, ojos oscuros y vivaces, cabello cortito enrulado, entre las piernas una pijita que ya comenzaba a notarse, más grande que la mia, morocha, derechita, y un culito chiquito que terminaba en dos hoyitos. Nos estábamos duchando juntos en tu casa luego de haber jugado a la pelota con los pibes de la secu, como siempre. Estábamos de frente enjabonándonos, yo parloteaba boludeces, vos, callado, cabeza gacha, jabonabas y volvías a jabonar tu pija. De repente me miraste y mostrándomela, más en broma que en serio, me dijiste "me la chupás Lucas?". No sé qué pasó por mi cabeza, creo que ni lo pensé, no me sentí extrañado, simplemente me arrodillé y me metí tu pija en la boca. Después que tragué el jabón comencé a sentir tu gusto, el sabor de tu pija, un sabor inolvidable que me marcó y me hizo descubrirme. Los dos sabíamos muy bien de qué se trataba, a esa edad con los compas del barrio y de la secu, a cada rato hablábamos de "eso", y todos íbamos aprendiendo las palabras prohibidas: coger, putas, concha, gomas, leche, chupar, forros, gays, maricas, putos..., con tu pija en la boca y el agua de la ducha dándome en la cara, empecé a tomar conciencia que era gay.
Chuparte la pija se convirtió en un nuevo juego, no es que lo hiciéramos todos los días, pero jugábamos bastante, jeje. Vos me mirabas a los ojos y luego bajabas la vista, no hacía falta más. Buscábamos el lugar, te bajabas el cierre y me ofrecías la pija semi-erecta que mi boca hacía poner dura a fuerza de labios, lamidas y besos. Nunca me pediste otra cosa.
Mi convencimiento total tardó un poco, dudaba, no era bueno ser puto, además mi relación con los demás amigos era aséptica, el sexo no me interesaba. Se decían cosas en voz baja, que a uno de la otra cuadra se lo cogía el hijo del verdulero, cosas por el estilo, pero a mi ni me llamaban la atención ni me excitaban. En nuestro grupo, te acordás de Elías?, cada vez que se ponía a discutir con Gastón, éste le decía "vos callate, chupa pijas", Elías se ponía rojo de bronca pero se callaba, así que seguro alguna vez de alguna manera Elías se la había chupado a alguien y Gastón lo sabía y yo entendía la vergüenza de que te consideraran puto. Me daba miedo que vos contaras. Por vos yo sentía algo especial, si no estaba con vos, te extrañaba, pero no te deseaba, en mi cabeza y en mi cuerpo no se disparaban los rayos del deseo, no sentía ganas de tocarte la pija y ni pensaba en mamártela. Pero apenas me lo pedías, te lo hacía.
El convencimiento total llegó unos meses después, un noviembre caluroso. Saliendo de la secu fuimos a almorzar a tu casa. "Chicos, para la comida faltan 20 minutos, dejen las cosas en la pieza y cámbiense". Nos metimos en tu pieza, de inmediato te sentaste en la cama, abriste las piernas y te bajaste el cierre, metí mi mano, te la saqué por arrriba del slip y arrodillado entre tus piernas te la empecé a mamar, la mezcla de olor a machito y transpiración me pusieron loco. Por primera vez tomé la acción, te desabotoné el jean, te bajé todo y casi me atraganto cuando de una sola embestida mis labios tocaron tu pubis que ya bien poblado de pendejos. Mi mano izquierda acariciaba tus huevos y mis labios se apretaban contra tu palo, arriba y abajo, arriba y abajo, te la pelé y lamí cada rincón de tu glande, qué delicioso! No sé cuanto tiempo estuve con los ojos cerrados deleitándome con tu palito, los abrí cuando sentí crecer tu pija en mi boca, te miré, tus ojos desmesuradamente abiertos, tus manos estrujando mi pelo y luego un chorro tibio y cremoso se estrelló contra mi paladar, me asusté un poco, pero no dejé de chupar, los siguientes trallazos fueron a dar a mi lengua y comenzaron a salir por la comisura de mis labios: tu eyaculación por primera vez fue mi bebida ese día. No sé si te acordás de todo esto, pero yo lo tengo grabado en mi mente, porque con cada chorro de tu semen, con cada gota de tu leche, mi mente, mi corazón, terminaron de darse cuenta que mi sexualidad estaba completamente definida, era gay. Y te amaba. Pero nunca te lo dije.
Y después?, después casi nada. Una noche, durmiendo juntos, en tu casa o en la mía, no me acuerdo, me desperté sintiendo que me acariciabas el culito por arriba del slip, me quedé muy quieto, con los ojos cerrados. Metiste tu mano por dentro del calzón y me empezaste a acariciar las nalgas. No pude evitar temblar y me sacaste la mano de inmediato. Otra noche diste un paso más, esa vez me desperté sintiendo tu dedo en la puerta de mi hoyito, logré quedarme quieto y sentir tu dedo entrar en mi, pero tu uña me lastimó y no pude evitar el quejido que acabó con tu intento. Nunca hablamos de eso, en realidad nunca hablamos demasiado de lo que hacíamos. A los dos nos gustaba y punto.
Todo siguió así, te la mamaba todas las veces que me lo pedías, a veces me tragaba tu leche, a veces no lograba hacerte acabar. Yo tenía bien claro que era puto, para vos nomás, pero puto al fin. Miraba y remiraba videos porno gay, me llevaba la laptop a la cama, me ponía los auriculares y con el sonido al mango escuchaba los gemidos de los pibes que se la comían por el culo. A veces iba al baño a masturbarme. Pensaba si me pedirías alguna vez que me dejara, lo deseaba, cada vez más.
Ese verano fue la oportunidad, nuestras familias decidieron irse de vacaciones juntas a Pehuen-hue. Vos me decías que me iba a doler la panza de tanta leche que me ibas a hacer tomar, yo sonreía y no te decía nada, pero deseaba tanto que me hicieras definitivamente tuyo!, que dejaras tu semen ahí donde a ningún macho se le deja, que me dieras mi diploma definitivo de puto! Que lo que me doliera (y cómo me dolió!), fuera no mi panza sino mi culito virgen.
La casa que alquilaron nuestros viejos era chiquita, te acordás?, dos dormitorios, uno para cada pareja y los hermanitos chicos. A nosotros, adolescentes, nos acomodaron en un sofá cama en el comedor, nada cómodo para nuestros juegos, aunque eso de dormir los dos juntos toda una quincena, me excitaba un poco. Tuvimos que descartar el proyecto de mamártela cada noche en la cama, porque para ir al baño, había que pasar por el comedor y nos podían ver, -qué les pasa a estos dos que andan con cara de culo?- decían nuestros viejos, te acordás?
Una cadena de médanos cubiertos de tamariscos separaba la playa de la última calle del pueblo, igual que ahora. Los subimos, vimos el mar, corrimos y disfrutamos del agua como lo que éramos, dos pendejos, dos pibes. Una vez saciada nuestras ganas de juego, nuestra mirada fue a los médanos, a pesar de la arena caliente y de lo empinado, comenzamos a subir los senderos que se formaban entre los troncos retorcidos y el abundante ramaje de los tamariscos, por puro juego, por pura curiosidad. Llegamos arriba, la vista de la playa era hermosa, la vista del pueblo sumergido entre los grandes árboles tambien, pero nuestro más hermoso descubrimiento fue la intimidad que nos daban el intrincado ramaje de los tamariscos. Formaba muros, túneles verdes, senderos, que nos protegían de las vistas indiscretas. Y con la arena caliente y lo empinado de la subida, seguro que nuestras madres y hermanitos ni se iban a acercar. Ahí, a metros de la playa llena de gente, íbamos a tener lo que el sofá cama nos impedía. No había pasado un minuto cuando ya hiciste caer al piso tu short, y no pasaron otros 10 segundos para que yo me arrodillara entre tus piernas para darte la primer mamada en Pehuen-hue, estabas recaliente, duraste poco y casi me atragantaste con toda la lechita tibia que me diste. Me preocupé.
-Che, no traje los caramelos para sacarme el olor a leche.
-El agua salada saca cualquier olor, vamos?
Te subiste el short y bajamos corriendo desde el médano directo al mar, felices, como si nada, como si en lugar de chuparte la pija, sólo te hubiera sacado la arena de la ojota.
Entre ola y ola, entre risa y risa, comentamos lo bueno que estaban los médanos con tamariscos, que salvaban al pueblo de la inundación del mar pero que no me iban a salvar a mi de inundarme con tu leche.
Antes de volver a la casa para almorzar te vacié de nuevo los huevos y a la tarde otra dos veces más, puta che!, que sos lechero y calentón! Mientras mi boca engullía tu palito y mis manos acariciaban tus huevos, casi lampiños aún, el sol me daba en la cara y podía escuchar las risas de los chicos que jugaban a pocos metro de ahí, el rumor de los vendedores y el tranquilizador rumor del mar que nos esperaba. Era diferente, era casi como chupártela delante de la gente, era como mostrarle al mundo lo que yo era sin tapujos. A veces levantaba los ojos y te miraba iluminado por el sol, brillante, varonil, magnífico, me recordabas al Perseo de Cellini, pero claro, en tu brazo el trofeo no era la cabeza de Medusa sino mis bolas y mi pija, que yo como puto no usaba. Y yo?, yo era ese pequeño y afeminado Mercurio que está en la base de la estatua de Perseo, a tus pies, con el regalo de tu virilidad en mi boca.
Sacarte el cuarto fue laaargo, te acordás?, me quedaron las mandíbulas doloridas, y además mi vieja nos cagó a pedos porque no podíamos irnos por ahí sin avisarle antes (maaaa, se la chupo a Juan y vuelvo, si?).
Esa noche, mientras nos acomodábamos en el sofá cama y se iban silenciando los últimos ruidos de la casa, cuchicheábamos nuestras aventuras del día, te reiste de mi dolor de mandíbulas y empezamos a bromear.
- No me eches la culpa si la leche te engorda eh?
- Mañana le digo a mi vieja que no voy a tomar más café con leche a la mañana, que me haga café solo.
- Jajaaaa, sabés que leí el otro día?, que si tomás mucha leche de pija te empieza a crecer el culo.
- Andaaa, cuando terminen las vacaciones no me van a entrar más los jeans
- mmm, ya te quedan bastante ajustaditos...
- Qué?, me estás mirando el culo, creés que soy puto?
- Noo, jamás!, pero qué querés?, que camine siempre adelante tuyo? Si vos me lo mostrás yo te lo miro. Además con ese short tan grande, hoy las olas te dejaron el culito a la vista varias veces, Luquita!
- Bueno, me voy dormir, ya me cargaste bastante.
- Mañana vamos de noche a la playa?
- Qué, querés que tampoco me entre el short?
- Jajaaa, con lo grande que te queda el short se la vas a tener que mamar a los bañeros y a los vendedores de churros también.
- Si, salí, media playa me debe haber visto el culo. Bueno, ya callate que quiero dormir.
Me puse de costado, como siempre con mi colita para tu lado y me quedé en silencio. Nunca había pensado en mis nalgas, no había relacionado mi deseo con mis cachitas. Claro boludo!, si las minas tienen que tener buenas tetas, yo tenía que tener buen culo!, cómo sería el mio? Ya llegarían mis selfies y tus halagos, pero por ahora, mi culito estaba sin calificar, no tenía ningún "like", jeje.
Comencé a hacerme el dormido. Deseaba que tu juego con mi ojetito volviera a aparecer y no me fallaste. El short grande dejó entrar muy fácil tu mano y tus caricias llegaron. Si me las acariciabas, pensé, era porque te gustaban.
Siguió tu dedo, ay!, Juan, que difícil no gemir cuando la yema de tu índice me acariciaba el esfinter!, pero lo logré. Y tu dedo siguió, y me lo banqué, no paraste hasta que estuvo todo adentro. Te quedaste quietito, yo escuchaba tu respiración agitada. La cama se comenzó a mover, te estabas masturbando! Me moví un poco, me sacaste de raje el dedo y dejaste de pajearte. Qué importaba el riesgo que nos descubrieran?, cómo iba a dejar que te pajearas?, sin decirte nada, giré en la cama para dejar mi cabeza a la altura de tu pija que seguía dura, y debajo de las sábanas te la agarré y te la comencé a chupar. Vos sólo me acariciabas las nalguitas, te gustaban!
Esa mañana, a pesar de la protesta de mi vieja, tomé café solo. Con el primer sorbo te miré y vos me sonreíste cómplice. El día?, normal, mar, playa... y tamariscos.
Llegó la noche, las viejas protestaron pero nos dejaron ir solos a la playa, ya éramos dos "chicos grandes" y además Pehuén-hue era tan tranquilo! La luna teñía de plata la cresta de las olas, los dos caminábamos en silencio, lado a lado, las manos en los bolsillos de los busos, estabas tenso. Yo reconcentrado, pensaba, hoy me cogerías al fin? Y si no me lo pedías, te lo pedía yo?, nooo, seguro ibas a pensar que yo era puto!, ¿Y no era verdad?, ¿qué drama había si vos te dabas cuenta que yo era puto?, si al fin y al cabo yo era puto para vos solo! Decidido, si me decías que te la mamara, primero te la mamaba y después te pedía que me rompieras el culo, dolería mucho?
La playa estaba vacía, por allá, a unos 200 m, un pescador solitario con un farol, de tanto en tanto algún corredor pasaba trotando y tratando de compensar el exceso de fritanga del almuerzo. Y nosotros, y el murmullo del mar. Nos arrimamos a la base del médano, miramos para todos lados, nadie. Subimos despacio hasta nuestro lugar, abrigado y cubierto por el ramaje y los troncos retorcidos de los tamariscos, la arena estaba helada, el silencio contrastaba con el bullicio de la playa durante el día, sólo el cantar del mar, nuestra respiración y el suave gemido del viento.
Apenas llegamos te sacaste el buzo y el short, lo colgaste de una rama. Hice lo mismo. Quedamos los dos desnudos, nuestras pijas dormidas entre nuestros muslos, nuestros brazos caídos, yo te miraba, vos rehuías mi mirada. Si el reflejo del sol te hacía mi Perseo, la luz de la luna te hacía mi Adonis. Al fin hablaste.
-Lucas-, un silencio que me pareció eterno, tu vos extrañamente seria- te quiero coger, te dejás?
Quería saltar de alegría, pero primero me iba a vengar de tus bromas de la noche anterior y de la larga espera para pedírmelo, cosas de pendejo, no? Me puse todo lo serio que podía, te miré con enojo, agaché la cabeza y tomé mi buzo y mi short de la rama.
-Nooo, pará, perdoná, si no querés no importa. Yo, yo...- Me pusiste una mano en el hombro. Temblabas como una hoja. Disculpame, yo......
Puse el buzo extendido en el piso, tomé tu buzo y lo puse a continuación. Con los dos shorts hice una almohada. Me acosté boca abajo y me abrí las nalguitas.
-Esto querés?
Caíste entre mis pierna y te recostaste sobre mi. Me besaste la espalda
-Qué susto me diste boludo!, creí que te habías enojado!
-Cuidado con lo que me vas a hacer, soy virgen Juan.- Te quedaste callado un ratito.
-Vos cuidame a mi, yo también soy virgen.
-Pero si te la chupé mil veces!
-Pero nunca cogí Lucas.- Le sonreí
- Si te pido que me la saques, me la sacás, si?- Apoyé mi cabeza sobre los shorts y me quedé esperando.
Te arrodillaste entre mis piernas y sentí cómo te masturbabas. Vi tus manos al costado de mis hombros y sentí el contacto de tu pija en mis nalgas, empujaste, nada, te reacomodaste, nada. No la acertabas con mi agujerito.
-Pará-, levanté un poco la cola, te agarré la pija y la llavé al esfinter.- Dale!
Decir que vi las estrellas es poco, el dolor fue tan intenso que no pude evitar el grito, por suerte habíamos elegido bien el lugar. Diste un segundo empujón y volví a gritar, era como si mil agujas se me hincaran en el esfinter. No aguanté.
-Sacámela, sacámela!- Lo hiciste.
-Te duele?
-Mucho. Aguantá- Nos quedamos un rato en silencio. Me acordé de los videos porno.
-Escupime el agujero.
-Qué?, que te escupa?
-Si boludo, si no tenemos lubricante, me lo tenés que mojar. Y después escupite la pija.- Te reíste nervioso, pero lo hiciste.
Esa vez dolió menos, solamente era como si me hubieras metido una brasa caliente que me quemaba el esfinter, me quejé pero me la banqué. A vos tambié te dolía, pero seguimos.
Por primera vez mis nalgas sintieron la tibieza de tu pubis, el orto me quemaba, me ardía, me arrancaba lágrimas de dolor, pero ese calorcito tuyo me premiaba por el esfuerzo, te apoyaste despacito en mi, y tu pecho me abrigó, se llevó el frío de la brisa marina y me llenó de felicidad. Las lágrimas de dolor fueron reemplazadas por otras de emoción, estabas dentro mío al fin. Sin saberlo, sin darme cuenta, mi culito se fue dilatando y los dolores se fueron y de a poco pude sentir también la tibieza de tu pija en mi conchita de macho.
-Ya la tenés toda adentro, Luqui, te gusta?
- Si, me gusta- Me angustié, necesitaba que me hicieras definitivamente tuyo, que me rompieras el culo.
-Por favor Juan cogeme, cogeme Juan, por favor, por favor-, te dije casi llorando.
Empezaste a moverte, a subir y bajar, lo hiciste bien, primero cortito, despacito, después más largo, más rápido, mi orto siguió cediendo, tu preseminal, mis jugos rectales hicieron su milagro, entrabas y salías de mí como si mi culo fuera una concha, el dolor desapareció y comenzó el placer, un placer que ninguna mamada me había dado, una sensación deliciosa que tu pija bombeaba dentro de mi, y que de mi esfinter se difundía a mi perineo, mis bolas, mi pija, mi pancita, comencé a volar, el mundo se esfumó, éramos vos y yo, y tu verga y mi culito, vos adentro, marcándome, haciéndome tuyo para siempre, haciéndome conocer al fin la felicidad de ser poseído por un hombre. Aceleraste, tu pubis golpeaba violento en mis nalguitas, jadeaste, gemiste y te quedaste quieto. Una deliciosa tibieza se expandió en mi pancita, como debajo del ombligo, me habías preñado, me sentí tan relajado, tan bien como nunca me había sentido, con mi mejilla sobre el dorso de mi mano, sonreía, casi reía.
Me dio pena sentir cuando salías de mi, mi culito abierto se sintió abandonado, vacío. Giré un poco la cadera y te miré. Estabas de rodillas entre mis piernas mirándote la pija.
-Te gustó?- me preguntaste.
-Quiero más- te respondí. Te quedaste en silencio, serio.
-A vos no te gustó Juan?
- Me duele la pija
-A ver?- Me senté sobre mis pantorrillas y te la alumbré con el celu. Tu frenillo estaba rojo, rojísimo! Mientras te miraba sentí un flujito tibio salir de mi orto, lo miré, era tu leche pero teñida de rosa.
-Uy, casi se te corta el frenillo.
-Vos como estás?
-Feliz
-Pero te duele?
-Poquito, me siento abierto como si mi culo fuera una caverna, tu leche salió con algo de sangre, pero casi no me duele.
-Le vamos a decir a nuestras viejas?
-Estás en pedo?????, bancátela, no seas marica- Me rio de sólo recordalo, yo era el puto, pero vos el mariconazo asustado, jeje.
-Vamos a casa
-Si, pero mi buzo está lleno de jugo de pija y el tuyo de tu leche ensangrentada. Si nos bañamos con ropa y todo? Además el agua fria desinflama.
Bajamos caminado despacio, era tan lindo sentir mi culo mojado y abierto cuando caminaba que casi reía de felicidad!, Vos, pobre!, estabas cagado en las patas. Para colmo el agua salada te hacía arder más la lastimadura del frenillo, pero el frio sirvió y de a poco el dolor se te fue, pero el cagaso, no.
Por suerte todos dormían, dejamos la ropa mojada afuera, nos pusimos shorts limpios y nos acostamos. Por primera vez, te dormiste para el otro lado, en posición casi fetal, sin hablarme, como si yo tuviera la culpa del dolor de tu pija. Yo estaba demasiado feliz para darte bola en eso, me puse de costado, te abracé y en minutos me quedé dormido.
El otro día fue raro, casi ni me diste bola, no subimos al médano ni una sola vez. Y no sabés las ganas que tenía de que me volvieras a coger!, pero me la banqué. Cuando nos acostamos me diste otra vez el lado del culo y te quedaste en silencio. Ni te toqué. Al otro día todo igual, nada de pija y a la noche te pusiste de espaldas, siempre en silencio. Yo hice lo mismo, parecíamos dos momias, los dos lado a lado, hombro con hombro, los brazos cruzados sobre la panza, los ojos cerrados, pero era evidente que no dormíamos. Me animé, llevé mi mano a tu pija por debajo del short, estaba dormida y chiquita. Me la sacaste bastante brusco. Me puse a pensar -qué le pasa?, no le habrá gustado cogerme?, se van a cortar hasta las chupadas? Pero no, después de haber sentido lo que sentí, no me podía amedrentar. Insistí, esta vez despacito, te apoyé la palma de la mano y te la empecé a acariciar suave sobre el short, mi amorcito, ese rico pedazo de carne que me había desvirgado comenzó a reaccionar. No me sacaste la mano. Tampoco cuando despacito me di vuelta y apoyé mis labios sobre tu short. Al fin me acariciaste la cabeza. Te bajé un poco el short y con más delicadeza que las que se tiene con un recién nacido, te la agarré y la llevé a mi boca. Mis labios apenas te la rozaban, cuidando en no pelar tu glande, te la lamí, te la besé, la tragué hasta sentir tus pendejos en mis labios y fui subiendo despacito, bajé y subí, bajé y subí, siempre cuidando tu pielcita lastimada, pero tenía que probar. Te avisé.
-Juan, te la voy a pelar-
-Despacito, nene, despacito-
Pasé mi lengua por la abertura del prepucio y comencé a lamerte el agujerito mojado ya de preseminal, te fui bajando el prepucio mientras te chupaba el glande, despacito, despacito, vos, mariconazo como siempre, me estrujabas el pelo del cagazo. Llegué al final, todo tu glande era mio!, te pregunté -duele?-, -casi nada-, mmm, tu glande fue el más delicioso postre, y la abundante leche que estalló en mi gargante, el más exquisito y raro vino que alguna vez tomé. Quería decirte que te amaba, quería dormir desnudo abrazado a vos, quería que me volvieras a hacer tuyo esa misma noche, allí, a un par de metros de la cama de nuestros viejos, pero no podía, en el mayor de los sigilos fui al baño a lavarme la boca y volví a acostarme.
-Mañana me cogés, Juan?-
-Sí, te cojo- Me dormí con una sonrisa en los labios.
Y la pucha que cumpliste tu promesa!, yo esperaba mamadas y toqueteos durante el día y una escapada a los tamariscos a la noche, de donde volvería con mi culito lleno de leche, pero te adelantaste, te acordás? El día estaba medio nublado y recaluroso, bastante gente en la playa. Mientras estábamos en el agua, mojándonos las patas, me lo dijiste al oído.
-Lucas, vamos a coger ahora?- Miré hacia los médanos por sobre el hombro, había gente, había pibes jugando que a veces los trepaban, me pareció medio riesgoso.
-No Juan, nos pueden ver, hay mucha gente. Si alguien viene y te la estoy chupando, vos hacés que meás y a otra cosa, pero si nos encuentran garchando, qué hacemos?
-Dale, animate-
-No, loco, el culo al aire es el mio, el que va a quedar como puto, soy yo-
-Bueno, está bién. Si vamos a otro lugar?-
-Adonde?-
-Están todos en la playa, vamos a casa-
-Ni en pedo-
Te quedaste pensando.
- Luqui, el pueblo es re-chiquito, si caminamos 20 cuadras para cualquier lado, las únicas que nos van a ver son las gaviotas.
Si cruzábamos el pueblo para el lado de la ruta era más corto, ni 10 cuadras y empezaban los médanos, pero no tenían tamariscos, era puro pasto. Pensé que me iban a pinchar los abrojos, mejor por la playa. Caminamos en silencio, los dos nerviosos y deseosos, caminaba impulsado por el deseo, las ganas de volver a bajarme el short, de ver tu chota dura y de sentirla tibiecita entre mis nalgas. Vos?, nunca supe que pensabas.
Después de andar un buen rato, nos paramos y miramos para atrás. Nadie. Los médanos eran un poco más bajos, pero igual las tupidas y retorcidas ramas de los tamariscos nos brindaban su complicidad. El sol había salido a pleno y la arena quemaba. Subimos. Revoleaste tu short, revoleaste tu remera, me quedé mirándote, me arrimé a vos y te agarré de esa manija deliciosa, arrimé mis labios a los tuyos y te besé, no me respondiste, me puse rojo de vergüenza, -vayamos a lo seguro- pensé. Me arrodillé, comencé a acariciar tu vientre con las dos manos, como adorándolo, a sopesar tus bolas, te la agarré y empecé a besártela. Te tomé de las caderas y empecé a mamártela, me tomaste de la cabeza y me empezaste a coger por la boca, nunca lo habías hecho antes, pero eras suave, me gustó. Me la sacaste.
-Pará, mirá lo que traje- Fuiste a la mochila y trajiste una botellita azul- El body milk de mi vieja, para ponerte en el agujerito. Vamos?-
Miré hacia la playa, no había nadie, miré hacia el otro lado, sólo médanos, algún ranchito solitario bien lejos, al fondo montecitos de eucaliptos marcaban algún puesto de estancia. El sol reververaba en las lagunitas de lluvia que había entre los médanos. Mi culito estaba resguardado de fisgones. Me bajé el short, me puse de espaldas a vos y me separé las nalgas. Sentí la crema fresca en el esfínter y luego tu dedo entrando.
-Ay, bruto, cuidado!- No me contestaste, seguiste metiendo el dedo encremado hasta el fondo y me cogiste un poco con el dedo para extender la crema.
-Entrarán dos?- Yo había visto muchos videos de sexo gay. -Probá-, te dije confiado. Ya no era virgen, me sentía capaz de comerme lo que fuera.
Los dos dedos encremados entraron e hicieron su trabajo. No te digo que gocé de eso, pero casi casi me gustaba, además tener el canal rectal encremado era extraño pero rico.
-Ahora es tu turno, lubricámela vos-, -Bueno!-
Te eché un chorrito del body milk a lo largo del tronco y te lo empecé a desparramar. Mi mirada estaba clavada en tu pija, mi mano con crema te la recorría de adelante a atrás y por todos los lados, te la acariciaba con la yema de los dedos. Se me hacía agua la boca, no podía dejar de mirarla y te diste cuenta.
-Te gusta mi pija?-
-No-, te dije bien serio sin dejar de acariciarla y mirarla.
-Ya está-, me di vuelta, me limpié la crema de las manos en los cachetes, me los abrí para ofrecerte mi ojetito y me acomodé parado mirando a la playa.
-No te vas a acostar?-
-No, mientras cogemos quiero estar seguro que no viene nadie-. Hiciste un gesto con los hombros y me la apoyaste. Mmm, que tibieza más rica!
Dolió, ardió, de nuevo fue como si me pusieras una brasa del asado en el culo, pero con la cremita tu glande se abría camino fácil y en medio minuto ya sentí tu pubis contra mis nalgas. Sonreí, ya no era virgen, mi culito se la bancaba, yo me la bancaba, un cierto orgullo, chiquito, se iba apoderando de mi.
-Ay, cómo arde Juan!, quedate quieto.- El dolor cedió, el ardor fue disminuyendo y de pronto comencé a sentir mi culo abierto lleno de tu carne tibia y eléctrica.
-Dale, cogeme!- Empezaste el mete y saca y yo empecé a sentir esa electricidad de la primer vez, en todo el ortito, en las bolas, en la pija, se me puso dura como nunca, vos jadeabas, no se si de placer o por el calor que nos quemaba las espaldas, empujé mi cadera hacia atrás y escuché tu ahhh, te gustaba!
-Agachate, dale!- Con tu pija dentro mio eras mi dueño, obedecí en el acto, bajé mi torso y apoyé mis manos en una rama baja de los tamariscos.
Me tomaste de las caderas y empezaste a bombearme con furia, tu pubis me abollaba las nalgas con cada embestida, plaf, plaf, plaf, sólo ese ruido sentía, el mar, las gaviotas, el viento, se habían borrado de mis oídos, sólo el chasquido de tu pubis sobre mis nalgas y la electricidad que invadía todo mi culito. Por entre las ramas de los tamariscos algún retazo del mar lejano y algún solitario caminante ignorante total de esa entrega para siempre de mi virilidad que entre el verde de los tamariscos y el ardiente reflejo del sol se estaba consumando a pocos metros de él. Mi culito empezó a mojarse, sabés lo mucho que me mojo, más que la concha de Loly me dijiste muchas veces, y al golpe de tu pubis se sumó el chaf, chaf del líquido que inundaba mi agujero, la cara interna de mis nalgas y hasta bajaba por mis muslos. Sólo faltaba tu leche. Y tu leche vino, gritaste y me apretaste tanto contra vos que me dejaste los dedos marcados en la cadera. Te apoyaste sobre mi espalda y te escuché reir.
-Te gustó mi culito?-
-No, pero te echaría otro-
-Dale, si querés...- Ni me la sacaste, nos quedamos un rato quietos, me levanté un poco y vos te quedaste descansando sobre mi espalda.
-Me gusta cogerte Lucas-
-Me gusta que me cojas, Juan, aunque no te guste mi culito.- Te reíste y me diste una palmada.
De a poco comenzaste a moverte, despacito al principio, te sentí crecer y endurecerte dentro mio. Al ratito tu virilidad insaciable de púber me estaba taladrando el culo de vuelta y tu pubis volvía a golpear violentamente mis nalguitas, mi pija, que se había dormido se volvió a poner dura, tanto que hasta me dolía, gotas de mi preseminal caían sobre la arena, empecé a pajearme tratando de sincronizar mi paja con tus embestidas, no tardé mucho en acabar, y la contracción de mi esfinter sobre tu pija con cada trallazo de mi leche nos hizo gemir a los dos, fue glorioso. Mis huevos se calmaron, mi desesperación se calmó, pero el placer que me dabas por el culito seguía, aunque claro, con mi mente despejada de leche, pude dedicarme a sentir y entender.
-Acabaste?-
-Que te parece boludo?-
-Querés que te la saque?
-Me la sacás y te la corto.- Te reíste.
-Qué sentís Luqui?
-No se Juan, pero es tan lindo tenerla adentro, es tan tibiecita tu pija, me llenás tan rico el ortito que cuando me la sacás casi me dan ganas de llorar.
-En serio?-, me preguntaste sin dejar de seguir golpeteando, ahora más pausadamente mis nalguitas. - A ver?-
Me la sacaste y la dejaste apoyada en mi puerta, mi esfinter comenzó a sentirse sólo, vacío, tu ausencia me lo hacía latir.
-No seas guacho, metémela, dale!
Te reiste y de un solo golpe me la clavaste hasta la garganta.
-Así está mejor?-
-Siiiiiiiii-
Empezaste a bombearme furioso, no se cuanto tiempo, mi pija dormida, mis huevos, se bamboleaban inútiles de un lugar a otro, pero qué importaba?, yo estaba en la gloria, tu pija me hacía feliz, vos me hacías feliz, me sentía íntimamente tuyo, pleno, tu cuerpo tibio, tu sonrisa, tus ojos ardiendo por esa calentura que yo sabía te estaba dando mi culito feo eran el mayor regalo que me podía dar la vida. Cuando me acabaste, me desarmé, esta vez te saliste de mi culito hecho casi un maní, cuando traté de incorporarme, casi me caí a la arena, las piernas, las rodillas, no me respondían, me tuve que agarrar de vos.
-Qué te pasa?-
-Me hiciste mierda, no tengo fuerza en los muslos, y el culo ni te cuento!, lo siento como un caño de 4 pulgadas.- Me abrazaste sonriendo
-Vení, acostate.- Pusiste tu remera sobre la arena y me ayudaste a acostarme boca abajo. Curioso, me abriste las nalgas
-A ver? Wau, Lucas!, te dejé un caño! Me reí
-Si Juan, si cuando me lo abrís hasta siento que me entra viento a la panza.
-Mejor que te lo cierre, no sea que los vientos empiecen a salir!
Nos reimos, te acostaste a mi lado
-Vos la tenés bien?-
-Perfecta, no me dolió para nada, mirá-
Me puse de costado, vos estabas apoyado sobre tus codos, tu pija brillante de mis juguitos anales semidormida entre tus bellos muslos. Me la acercé a los labios, te la olí, mmm, ese raro olor a garcha que después conocí tan bien!, tu leche, tu preseminal y mis moquitos rectales, te di un besito en la punta, no era tan asqueroso.
Abrí mis labios, te la pelé despacito y te la empecé a chupar, me acariciaste la cabeza
-Gracias Luqui- Te miré extrañado sin dejar de chupártela, no se puede hablar con la pija en la boca, es mala educación, pero me entendiste.
-Por qué?, por darme el culito, lo tenés hermoso!- Sonreir con la pija en la boca, eso sí se puede.
El agua del mar se llevó los olores y comenzó a cerrar mi culito, jugamos con las olas como dos pendejos más, como si nada hubiera pasado, nos divertimos como los dos pibes que éramos, y tal vez para vos no había nada más, pero yo ya era otro, era tuyo, aunque vos no te dieras cuenta.
La marea estaba baja y en la playa afloraban las restingas. Nos pusimos a buscar cangrejitos en los agujeros de las rocas. Entre las restingas aparecían unas piedras raras, como cilindros grises y rugosos, muchos agujereados, casi huecos, encontraste una que tenía un agujero como de 5 cm.
-Mirá, así tenés ahora el ortito, Lucas.
-Bueno, cogete a esa piedra entonces!, a mi no me cogés más.
-Uy, no Luquitas, perdón, perdón, me quedo con tu culito- me dijiste tirando la piedra todo lo lejos que te dieron los brazos.
Al rato encontré otra de esas piedras cilíndricas, pero esta vez fue mi turno.
-Mirá Juan, la pija del hombre de piedra de los 4 fantásticos, más larga y mas gruesa que la tuya, esta sí es la pija de un macho de verdad y no como la de algunos...
-A ver?- la miraste de cerca.- te entrará en el culo?
-Abrá que probar....-, me reí tomándolo en broma, pero vos no te lo tomaste tan en broma, y te guardaste la pija de piedra en el bolsillo del short.
Esa tarde no fuimos a la playa, estábamos tan quemados que nuestras viejas nos embadurnaron de crema y nos dijeron que nos quedáramos en casa. Por suerte tu vieja no exploró debajo del short, porque tus nalgas estaban más rojas que tu espalda. Las mías habían estado a la sombra de tu pubis, así que las tenía blanquitas como las de bebé, jeje. Nos arreglamos para coger sin tocarnos casi, y mientras todos estaban en la playa, me volviste a romper el culito en el borde del sofá cama.
Esa noche los tamariscos volvieron a cobijar nuestros gemidos y ya nunca más hubo sólo mamadas, mi culito te recibió una y otra vez, tu semen me llenó, me preñó me embarazó todas las noches y unas cuantas tardes. Decirte que fue la semana más feliz de mi vida, es casi ser redundante.
Pero quiero recordarte esa noche especial, la que voy a repetir hoy.
Me lo propusiste mientras relajados en el sofá cama, ya todos durmiendo, la luz apagada, mi mano jugaba con tu pija, que a esa altura ya era una experta en romperme el culito.
-Che, Lucas, te acordás de la pija de piedra?-
-Si, por?-
-Te animás?-
-Ahora????, estás en pedo?-
-No boludo, mañana a la noche.- Me quedé pensando, por los videos yo sabía que había tipos que tenían pijas enormes y que los pasivos gritaban pero igual se la comían hasta el fondo, y que había tipos que se metían consoladores gigantes con una sonrisa en el rostro. La piedra no debía pasar de los 18 cm, gruesita, bastante más gruesa que la verga de Juan, por qué no?
-Está bien, pero no quiero que me raspe el culo, le ponemos forro y mucha crema, si?
-Y donde conseguimos los forros?
-Mi viejo no usa, el tuyo?
-Tampoco, entonces?
-Vamos a tener que ir a la farmacia- Nos quedamos en silencio, dos adolescentes yendo a comprar forros a una farmacia?, y por qué no? Con lo de la educación sexual en la escuela.....
Te acordás?, estábamos cagados en las patas, pero el morbo y la calentura eran imparables, nos animamos, por suerte el farmaceutico era un tipo joven con cara simpática. Esperamos que no hubiera nadie en el local y entramos.
-Una caja de condones y una botella de body milk-, pedimos con las mejillas rojas y no precisamente por el sol.
El tipo nos miró a los ojos, sonrió, y cuando volvió con las cosas, nos dijo:
-Yo les recomiendo esto en lugar del body milk.-
Era un pomo que decía algo como "analube"o "analove" o algo así. Nos miramos, si antes estábamos rojos, nos pusimos bordó. No sé como se dio cuenta, pero se dirigió a mi.
-Primero te ponés un poco adentro, si? -Se inclinó sobre el mostrador y me dijo en un susurro al oído.- yo lo uso, quedate tranquilo, sólo tratá de relajarte-
Ahí descubrí lo que después aprendí, ese olfato especial que tenemos los putos para conocernos entre nosotros.
La noche, fresca como son las noches de Pehuen-hue, llegó y nos encaminamos a los médanos. Antes de salir, me ingenié para medirla, 19x6, sin punta, los 6 me tenían que entrar de una. Yo llevaba en mi canguro la pija de piedra, vos los condones y el lubricante en los bolsillos. Subimos, pusimos los buzos sobre la arena y me puse boca arriba apoyado sobre los codos, enseguida te arrodillaste, me pusiste la pija en la boca y me empezaste a coger despacito. Cuando ya tu pija reventaba me hiciste poner en cuatro y me pusiste el lubricante nuevo, mmm, otra cosa, tu verga se deslizó dentro mio como por un tobogán, el ardor apenas duró y gozamos como locos los dos, tu lechecita caliente volvió a habitar mi vientre y mi felicidad fue de nuevo plena.
Me deslicé y vos conmigo, quedaste descansando sobre mi espalda.
-Mmm, cada vez me gusta más tu culo, Lucas, no se que vamos a hacer cuando se acaben las vacaciones-
-En serio, Juan, dónde vamos a cojer?
-No sé, ya se nos va a ocurrir algo. Te meto la pija de piedra?-
-Levanté la cabeza, sonreí confiado, mi culo se la bancaba. No te dije nada, me entendiste. Comenzaste con los preparativos, me puse de costado para verte y darte instrucciones
-Ponele crema a la pija de piedra para que el forro entre más fácil, dale, así, ahora ponele el forro. No boludo, nunca viste poner un forro?, así, ahora ponele lubricante por afuera. Lubricame bien el culo.
-Pero si te lo dejé abierto y lleno de leche!
-Igual, meteme lubricante!
Me acosté y abrí las piernas.
-Ahí voy Lucas, aguantá-, me dijiste. Apoyaste la pija de piedra en la entrada, estaba re-fría y la sentí mucho más ancha que mi agujero, me asusté, pero ya estaba jugado. Empujaste, ay!, me hiciste parir, creí que el esfinter se me partía en pedazos, te asustaste de mi grito y dejaste de hacer fuerza, yo quedé ahí jadeando, con un par de centímetros de piedra metido en mi culo y 18 cm saliendo por entre mis nalgas. De a poco mi culo se fue acostumbrando y cuando mis jadeos disminuyeron, sin previo aviso me clavaste media pija de piedra en el culo, otro grito y otra detención, me comenzaste a acariciar las nalgas y la espaldas. Recordé el consejo del farmacéutico, cerré los ojos y traté de relajarme, respiré hondo y suave y me concentré en las dulces caricias que me hacías en ese momento en la colita. El dolor fue cediendo, la ominosa presión fue bajando, me apoyé en los codos y te dije -dale, terminá de meterla-
Lo que faltaba entró tranqui.
Era fría, pero la gran dilatación en mi esfinter me encantaba, ya me sentía un puto experto como los de los videos, un "bancador", como decían algunos perfiles de las páginas de contacto.
Vos estabas con cara de asustado, esa noche yo mandaba. Me puse de costado y levanté mi pierna.
-Cogeme con la piedra, dale.- Sonreíste morbosamente y me empezaste a meter y sacar la pija de piedra.
Te acostaste a mi lado, quedamos pija con pija, panza con panza, rostro con rostro, pasé mi pierna por sobre la tuya y vos te las ingeniaste para que tu mano tomara todo el control del misil de piedra que me habías clavado en el culo. Te excitaste, me excité, comencé a gozar y a gemir con cada movimiento de la pija de piedra en mi culito, vos, te acordás?, siempre callado mientras me cogías, empezaste a decirme cosas: cométela Luqui, cométela toda, así, te voy a romper el culo, dale gemí putito que te gusta la pija, dale, te cabe toda, tragón, así, así. Tus palabrotas me excitaron más, nuestra líbido nacía, nuestra lujuria nacía, nuestras pijas duras se besaban en la cuna de nuestros vientres apretados uno contra otro, grité y una erupción de semen explotó en mi pija, por tu panza, tu pecho, tu cara, ni en la más furiosa de mis pajas había sacado tanta leche. Te sorprendiste y bajaste el ritmo del mete y saca de la piedra en mi culo, yo caí rendido de espaldas, y despacito la pija de piedra fue resbalando fuera del culito.
Vos comenzaste a jugar con los laguitos de leche que había en tu pecho, la probaste.
-No está mal, querés?- me llevaste dos dedos a la boca con mi propio semen, te tomé la mano y te los chupé como si fueran tu pija parada, gemiste y te comenzaste a masturbar.
-Cojeme Juan, cojeme-, te supliqué. Me diste vuelta, cerré mis piernas, te arrodillaste. Sentí cuando sacaste el condón que había quedado en mi culito y luego tu pija entrar hasta las bolas de un solo envión. Me agarraste de los pechitos y comenzaste a subir y bajar tu cadera con toda tu furia, me mordías entre palabrotas el lóbulo de la oreja y me susurrabas "te voy a llenar de leche, Luqui, sos mi putito Luqui, que culito más rico que tenés, ahhh, me gusta, me gusta, me gusta que seas un culo roto". Y yo entre gemidos le respondía "siii, Juan, cogeme, cogeme, llename de leche, soy tuyo, rompeme el culo más, ahhh, así, metela toda". Comencé a subir las nalgas y a moverlas enloquecido, por primera vez te cogía con el culo. Se me ocurrió cambiar de pose. Me puse de espaldas y subí las piernas, me la volviste a clavar con furia, pero ahora tu cara estaba pegada a la mia, alumbrados por la luna veía tus ojos enloquecidos, tu boca jadeante, tu bello cuerpo sobre el mio, llevé por primera vez mi mano a mi culo abierto y destruido y toqué tu verga y toqué mi perineo allí donde se unían y tu carne entraba en mi, casi lloraba de felicidad. Sólo me faltaba una cosa, y me la diste sin que yo te la pidiera, tus labios se acercaron a los mios y me besaste, sentí tu lengua explorándome, jugaste con la mía, abriste tu boca como para devorarme, como una mantis invertida que se come a su hembra. Tu leche llegó poco después entre estertores y risas eufóricas de los dos. Agitado te tendiste a mi lado, yo me puse boca abajo y traté de subir mi cola para que tu leche se quedara dentro mio a pesar de la dilatación de mi esfinter destruido para siempre.
Regresamos a la casa como a las 2 de la mañana, todo en silencio, nos metimos en la cama y en 30 segundos roncábamos los dos. A las 12 nos despertaron los ruidos que hacía tu viejo en la parrilla, todos los demás estaban en la playa pero él había vuelto antes para hacer el asado. Lo saludamos con un beso como siempre y nos fuimos a desayunar unos mates. Apenas nos sentamos en la mesa del comedor con el termo, apareció con cara seria y ojos divertidos.
-Ahora entiendo por qué vuelven tan tarde- Nos miramos y comenzamos a sonrojarnos, que íbamos a decir?
Sacó de su bolsillo la caja de condones, con el cansancio de la noche había caído al piso y no nos dimos cuenta, y la tiró sobre la mesa.
-Cuidense chicos, que las pendejas de la costa vienen bravas, cojan pero no hagan cagadas, úsenlos siempre, si?-
Asentimos con nuestras mas falsas y cómplices sonrisas y por dentro respiramos aliviados.
La pija de piedra no volvió a mi culito, pero la tuya sí, muchas veces, y ya siempre acompañada de besos, de manoseos, de palabras calientes. La pija de piedra encendió nuestra líbido y comenzamos a explorar juntos el erotismo.
Las vacaciones se terminaron y nos ingeniamos para seguir cogiendo, llegamos a la adolescencia, tu pija se hizo casi tan grande como la pija de piedra de la playa y mi culito blandito ya era una conchita de macho, la conchita que rompías y llenabas de leche todos los fines de semana.
Pero llegó Loly al barrio y mis sueños con vos se vinieron abajo. Una mina de más de 20, tetona, putona, fácil. No pasó mucho tiempo hasta que te levantó y te la cogiste. Cuando con toda tu inocencia me lo contaste, los dos estábamos apoyados en el respaldo de tu cama, con el slip aún, acariciándonos las vergas, tus viejos en lo de no se quien, tu hermanito con tus viejos. Me lo contaste eufórico, su concha peluda, sus gomas, cómo te abrazaba con las piernas mientras te la montabas. Yo te escuchaba en silencio, me moría de celos, me moría de tristeza. Después empezaste a acariciarme los muslos, a pesar de Loly, me ibas a coger, pero esa vez tu Luqui no estaba de humor.
-Te pusiste forro?-
-No, la mina tiene puesto un coso que me dijo que se llama diu para prevenir el embarazo-
-Entonces no me cogés-, te dije serio, - yo que sé si por esa puta me vas a contagiar algo?-, la palabra "puta" la dije con bronca, con odio, con despecho. Me empecé a vestir. Intentaste convencerme, retenerme, pero me tenía que ir, no quería llorar delante tuyo.
Llegué a casa y me fui directo a mi pieza, sin saludar siquiera, me tiré en la cama y lloré como nunca había llorado en mi vida, la misma almohada que tantas veces había ahogado mis gemidos mientras me hacías tuyo, ahora recibía mis lágrimas.
Tus mensajes caían uno detrás del otro, después de un rato empecé a contestarte, celoso, enojado, pero te amo demasiado, boludo! Escondí mi tristeza, me tragué la bronca, me lavé la cara, volví a tu casa y me recogiste, sólo con la promesa que te la ibas a coger con forro. Me dolió, no me entraba, por más que lo intenté no pude dilatarme, no gocé tu semen, no lo sentí, pero no quería perderte.
De a poco la tristeza se fue pasando y se me hizo carne que tenía que compartirte. Estoy seguro que te cogiste a unas cuantas, de algunas me contaste. Cada vez me buscabas menos, seguíamos siendo grandes amigos, compartíamos miles de cosas, pero tus "vamos a..." fueron desapareciendo, dejamos de a poco de compartir nuestros cuerpos, nuestra pasión, dejé de recibir tu lechecita tibia, y no sabés cuánto la necesitaba!
Hasta esa tarde en el telo. Me había garchado a morir, te apoyaste en el respaldo, me tomaste de la cintura y me llevaste a sentarte entre tus piernas, frente a frente.
-Lucas, empecé a salir con Ana, creo que la amo-
Qué podía decirte!, Ana era amiga nuestra desde la infancia, siempre la quisimos, hasta estuve una vez a punto de contarle que te amaba y era tu amante, por suerte no me animé.
Te abracé, te felicité y me tragué la tristeza. Te besé en los labios sabiendo que era nuestro último beso, te la mamé con la desesperación del final y me entregué a vos con la pasión del adiós. Aún recuerdo la tibieza de tu último polvo dentro mío, cuando acabaste cerré los ojos y puse toda mi atención en mi pancita, ahí justo debajo del ombligo donde sentía el calor de tu semen, quería que ese calorcito no se fuera nunca, pero terminó yéndose.
Hice mi duelo, Juan, pero no me hice monje, no me cosí el culo, me costó pero al fin conocí otros tipos, tuve algún novio pero, qué querés que te diga!, coja quien me coja, cuando cierro los ojos mientras me bombean, veo tus sonrisa y me imagino acariciando tu cabeza ruluda mientras me rompés el culito. Si pienso en vos, eyaculo sin tocármela y mi compañero se siente el gran macho, si no pienso en vos, después que el tipo se va, me masturbo. Sigo siendo tuyo Juan y lo seré siempre. A veces te imagino en el medio de una cama matrimonial, con Ana de un lado y yo del otro, pero sé que es una fantasía que nunca se va a cumplir. No se, tal vez cuando te llegue la rutina de la pareja vuelvas a pensar en mi, qué se yo!
Y ahora de nuevo acá Juan, en Pehuen-hue, donde todo empezó. Poco ha cambiado, la misma arena, los mismos médanos cubiertos de tamariscos, las mismas piedras en la playa. Pasé por la farmacia, el farmaceutico está más viejo, (naturalmente, boludo!), cuarentón ya, con algunas canas, está bueno el tipo. No sé si acordó de mi, pero cuando compré los condones y el "analube" me dedicó una sonrisa cómplice. Volveré?
Y sabés qué Juan?, en las restingas de la playa sigue habiendo piedras raras, buscando un poco encontré una como ésa del recuerdo, cilíndrica, gruesa, provocadora. Esta noche, si la luna me acompaña, voy a subir al médano, me voy a desnudar, voy a poner mi buzo sobre la arena, me voy a lubricar bien, y con los ojos cerrados me la voy a clavar despacito en el culito mientras me imagino que me decís "ahí voy Lucas, aguantá".
[s
6 comentarios - Las piedras de la playa