1.- Encuentro en el baño.
Lucas era un porteño típico. Le gustaba sentarse en el bar con amigos a tomar café y arreglar el mundo, o discutir a muerte si Messi sí o si Messi no. Pero claro, por hacerse el moderno y el metro sexual, cambió su viejo bar de gallego por el patio de comidas del shopping del barrio X.
Le encantaba pasarse dos o tres horas, con su novia o con amigos, con un taza del humeante brebaje o un par de long neck de birra y unos maníes viendo pasar la vida, ligándose algún pellizcón de la novia cuando la vida pasaba con un buen par de tetas o un culo voluptuoso.
Tenía 32 años, era empleado público y estaba bastante bien, alto, delgado, pancita apenas, barbita rala, buenas gambas de jugar al fútbol, culo duro y parado, vello asomando por el cuello de la camisa, un tipo común, pero también un lindo macho al que nunca le faltaron minas. Su familia era del interior de la provincia, así que vivía solo en un departamento de Capital.
Una de esa veces, luego de varias birritas, le dieron muchas ganas de orinar. Siempre iba al baño general del shopping, grande y muy concurrido, pero esa vez se le ocurrió ir a uno más cercano que estaba en una de las esquinas del local, pequeño y medio escondido en una especie de entre piso. Entró, sólo un lavatorio, tres mingitorios y dos boxes. Un tipo de cuarenta y pico, traje gris, corbata azul, bastante feo, estaba en el mingitorio más cercano a la pared, bastante alejado del aparato, por lo que se veía un buen trozo de su pija oscura y gruesa. Tal vez como signo premonitorio, Lucas siempre tuvo curiosidad por saber "cómo son la de los otros", por lo que sus ojos pasaron discretamente por la herramienta del tipo, por pura curiosidad, nada más. Se puso a mear en el primer mingitorio, un poco avergonzado por su indiscreción, mirando sólo el chorro que salía de su linda pijita. Una carraspera intensa que vino de su derecha le hizo voltear la cabeza, su vecino se había alejado más del mingitorio y ahora le mostraba completamente la verga, su cabezota marcada y la piel sobrante que indicaba que parada debía ser de temer. No supo cuánto tiempo se la miró, pero al fin sonrojado volvió a la suya, la sacudió adecuadamente, la guardó y volvió apurado a la mesa donde lo esperaba la novia.
-Vamos?-, le dijo en tono perentorio. En el acto salieron para el estacionamiento. Lucas se sentía raro, una extraña calentura lo estaba invadiendo. Apenas entraron al auto, sin aviso la agarró a Judith, así se llamaba, le zampó un beso como para romperle la boca y comenzó a manosearla. Judith, algo asombrada, respondía tibiamente. -Vamos al telo amor?- Fueron. La desnudó desesperado, le mordió los pezones, la chupó toda y en cinco minutos, entre gemidos mutuos, le llenó la concha de leche. Pero seguía caliente, más que antes, no entendía que le pasaba, la vagina de Judith, que siempre había sido su inacabable fuente de placer, no le alcanzaba. Por primera vez la dio vuelta, sin pedirle permiso, le escupió en el ojetito cerrado y se la mandó a guardar, la mina gritó, y más de una vez, pero se la mandó hasta el fondo y la empezó a culear furiosamente, fue largo, la destruyó, nunca sintió salir su leche tan caliente como esa vez, ardía, el semen quemaba en su uretra, vaciarlo dentro de ella fue más alivio que placer. Cuando terminó, Judith ni le dirigió la palabra, él tampoco le dijo nada. Se vistió y lo esperó en la puerta. La dejó en la casa. Esa noche, cerca de las 12 Judith le mandó un mensaje por el celu: "chau Lucas, no quiero verte más, no me llames, no me escribas, saliste de mi vida para siempre". Francamente, no se entristeció para nada, era una relación de conveniencia, casi diríamos profiláctica, ella le sacaba la leche, él le bajaba la histeria; además era más lindo ir al cine o a bailar en pareja que sólo. Pero, por qué esa tarde la había casi violado por el culo?, qué lo llevó a eso?, lo que había visto en el baño?, el intento de un viejo puto y feo lo había excitado de esa manera? Nooo, andá a saber que fue, seguro que fue por la cerveza.
Al otro día, luego del laburo, se fue nuevamente al shopping, no es que fuera todos los días, pero algo lo llevaba, era más fuerte que él. Pidió un café en jarrito y una media luna. Tal vez le agarraron ganas de mear. Fue al bañito de la esquina, nadie. Se ubicó en el mingitorio de la derecha, donde estuvo el viejo puto de traje gris, intentó orinar pero no salía, se quedó un rato, por si salía el meo, claro! Entró un chico lindo, de pantalón azul, camisa blanca y corbata roja, cabello castaño claro, mediana estatura. Lucas, por vergüenza se arrimó al mingitorio. El chico se acomodó en el primer mingitorio pero no sacó su pija, solamente acariciaba sus nalgas y lo miraba. Lucas fisgoneaba de reojo, pero prefirió agachar la cabeza y ver sólo su glande seco de orinas. El nene se fue. Lucas se fue. No daba volver a la mesa. Volvió al departamento caminando las 15 cuadras que lo separan del shopping. Consumió tiempo en cosas futiles, malhumorado, nervioso. Cenó cualquier cosa y se fue a la cama. Daba vueltas y vueltas pero no conseguía conciliar el sueño. Se convenció que debía usar el remedio infalible para el insomnio: una buena paja. Se sacó el pijama y se sacó el slip. El roce de las sábanas en sus nalgas lo excitó, en sus nalgas???, sí, pero también en su pecho y en su espalda. Se la comenzó a menear y se fue calentando de a poco hasta llegar a la etapa de desesperación, de frenetismo, de imaginación morbosa, pero en su imaginación esa noche no apareció Judith desnuda pajeándole la pija con sus generosas tetas, en su lugar un bello chico desnudo, con una corbata roja por toda vestimenta se acariaba las nalgas y le decía "comelas, son tuyas papito". Saltó la leche por donde quiso y un par de sábanas fueron a parar al lavarropas. A los 5 minutos roncaba.
Se propuse no volver, pero no pudo. Ese mundo desconocido, morboso y prohibido copaba su subconciente. Salió del laburo y de nuevo al shopping, de nuevo las inexistentes gana de mear, de nuevo el baño de la esquina, de nuevo nadie y Lucas haciendo que meaba en el mingitorio de la pared. No tardó en aparecer otro pibe, un vendedor de la conocida casa de electrodomésticos Z, con su pantalón negro y su camisa blanca con el logo del comercio sobre el bolsillo. Le miró descaradamente la pija con ojos de deseo y luego le sonrió, Lucas le devolvió la sonrisa mientras meneaba su pija. Fue un instante, un segundo, el vendedor se abalanzó sobre él y lo introdujo en uno de los boxes, casi sin darse cuenta Lucas estaba sentado en el inodoro y el vendedor entre sus piernas con su pija en la boca. Era esto lo que buscaba?, en ese momento no lo sabía, pero su pija pensaba por su cuenta y en segundos se puso dura. El pibe estaba completamente desesperado, se la mamaba como si de eso dependiera su vida, jadeaba, acariciaba sus mejillas contra la verga de Lucas, la besaba y la volvía a tragar hasta el fondo, Lucas no la tenía chica, pero el nene la engullía como si fuera un maní. Nunca una mina le sacó la leche mamando pero el vendedor de tostadoras en cinco minutos lo tenía conteniendo los gemidos, cuando ya se venía, Lucas, todo un caballero, le avisó para sacársela, pero el nene lo miró como si le hubiera propuesto gritar un gol de Boca en la tribuna de River, se la agarró con una mano e intensificó su mamada. Instantes después toda la leche de Lucas se descargó en su boca, qué placer, por favor! El pibe, con los ojos cerrados se quedó quieto, inmóvil, luego se retiró de la pija y mirándolo a los ojos abrió su boca, para que Lucas viera la leche en el hueco de su lengua y chorreando por la comisura de sus labios, era mucha. Sin sacarle los ojos de encima la tragó, sonrió, y sin dejar de sonreir saboreó con la lengua lo que le quedaba en los labios. Volvió a lai pija y se la dejó más limpia que la de un bebé. Se incorporó, le dió apenas un pico en los labios y se fue. Luca se quedó solo sentado en el inodoro, con la pija húmeda asomando por la bragueta del jean. Escuchó correr el agua del lavatorio y luego silencio. Se quedó un rato más por la dudas y luego salió. Necesitaba algo fuerte. Fue al patio de comidas y pidió un escocés solo, sin hielo. Se tomó su tiempo, lo sorbió muy despacio para bajar la adrenalina y recuperar la cordura, se le notaría que estaba reloco? Una hora después decidió irse a su casa, pasó por la puerta del local de Z, allí estaba su, ¿violador?, ofreciendo sonriente una heladera a una pareja de novios.
Pasó una semana, su cabeza le decía de no volver nunca más al shopping, que ya había probado, que era suficiente, que no necesitaba más, pero sus hormonas desorbitadas o quizás una oscura conciencia de su verdadero ser le decían -andá, andá, andá-.
Las hormonas se combaten fácil, arrancó una orgía de pajas, una a la mañana en la ducha, otra en el baño del laburo, otra como postre luego del almuerzo en el baño del restaurant y tres o cuatro más en casa, leche en el living, en la cocina, en la cama. Quedó con los huevos secos, sus generosas lechadas matinales culminaban en míseras escupiditas nocturnas. No hubo caso, hormonas de más no eran. Ese viernes después del trabajo se fue directo al shopping.
Ni pasó por el patio de comidas. Directo al baño. Peló, hizo que meaba, nada, nadie, o algún tipo desentendido que meaba y se iba sin siquiera mirarlo por el rabillo del ojo. Salió, se compró un café, se sentó en una mesa, leyó el diario, miró el reloj, intentó distraerse un poco evaluando los culos de las pibas que pasaban, nada, el baño lo llamaba. Acabó el café, miró para todos lados para encontrar una excusa de quedarse sentado y ya no resistió más. Encaró para el baño a fingir mear. Nadie nuevamente, el mingitorio del fondo lo estaba esperando como siempre, se quedó parado frente al aparato sin siquiera abrir su bragueta, mirando la puerta.
Martín entró al shopping desde el estacionamiento. Desde la pelea con su novio, hacía ya más de dos meses, que no tenía una pija en el culo. Ya en el ascensor su esfinter comenzó a latirle, no daba más. A los 30 años aún parecía de 20, delicado, para nada musculado, delgado, alto, piel trigueña clara, colita hermosa enfundada en un pantalón ajustado de corderoy, tiro corto, que le marcaba el angelical arco en que terminaban sus nalgas.Su cara era bella, su mirada dulce, sus labios carnosos. Ayer había venido pero no pasó nada, hoy?, quien sabe!, él era muy selectivo.
Al fin alguien entraba. Lucas se apuró a bajarse el cierre, pelar la pija y hacer que meaba. Martín se paró antes del primer mingitorio, sonrió, se había dado cuenta de la apurada maniobra de Lucas. Lo miró de arriba a abajo, qué lindo estaba ese tipo! Volvió a sonreir y se acomodó en el meadero, tampoco peló, sólo miró de frente a Lucas y se acarició las nalgas. Bingo! Era el turno de Lucas, se alejó del mingitorio sólo un poco y giró levemente para mostrar tímidamente su pija al recién llegado. No hizo falta más. Martín se dirigió a él, lo tomó de la mano y lo metió en el retrete. Le dio primero un beso suave, tibio, eléctrico, el primer beso de otro hombre que Lucas recibía, le hizo señas con el dedo para indicarle silencio, se arrodillo entre sus piernas, le sacó la pija y comenzó a mamársela despacito. No tenía la desesperación del vendedor de tostadoras, pero lo hacía riquísimo. Lucas, extasiado, lo dejaba hacer, imaginaba que nuevamente le sacarían la leche con la boca, pero el plan de Martín era otro, siguió hasta que la pija comenzó a rezumar líquido preseminal. Ahora ya estaba lista para su necesitado y ardiente culito. Se bajó el pantalón y apareció una bombachita digna de novia en noche de bodas, se la bajó, sacó lubricante, se lo puso y comenzó a lubricar con una sonrisa la pija de Lucas. En la cabeza de Lucas comenzaron a resonar las palabras "SIDA", "gonorrea", "HIV". Paró al pibe, sacó de su bolsillo un condón y se lo dio. Martín, con un dulce mohín de nena contrariada, lo tomó, mejor pija vestida que culo caliente, pensó. Le puso el ponchito al paisano y se incorporó. Acomodó a Lucas contra la pared, le bajó la ropa, se puso de espaldas, le tomó la pija con la mano y se la llevó al agujerito mojado. Lo sabía hacer muy bien, el glande de Lucas comenzó a entrar en su esfinter deseoso. Lucas cerró los ojos, sería como el de Judith?, seguro que sí, un culo era un culo. Su pija fue resbalando suave dentro del culo de Martín y casi sin darse cuenta, las nalgas del pibe estaban apretadas contra su pubis. Martín comenzó a hacerle un mete y saca cortito. A la mierda con los preconceptos!, lo que Lucas sentía no se parecía ni de lejos al culo de su novia, ni de las otras minas que había cogido. El culito de Martín le transmitía unas sensaciones tan especiales, eléctricas, intensas, que los estaban llevando a las nubes! Un culo no era un culo, el putito lo estaba llevando a niveles de placer que jamás había sentido. Había que pasar a la acción, lo tomó de la cadera y empezó a culearlo él, con fuerza, con toda la locura que ese nuevo placer le daba. Comenzó el golpeteo de las nalgas. Martín dio vuelta la cabeza y metió sus manos para separar sus bombeadas nalguitas del pubis de su macho. De nuevo le hizo entender que había que hacerlo en silencio. Lucas paró y lo dejo hacer a Martín, estaba tan caliente que tenía que hacer un gran esfuerzo para no gemir. El putito comenzó a moverse de nuevo, atrás, adelante, en círculos, cortito, largo. Lucas se mordía los labios. Al rato Martín se quedó quieto. Lucas comenzó a sentir que el esfinter del nene se contraía espasmódicamente, apretándole deliciosamente la pija. Martín estaba acabando en el hueco de su mano. Lucas, apenas vio la leche, acabó también, largo, rico, sentidamente, abundante. De la cara de Martín rodaban lágrimas de felicidad. Esperó que Lucas terminara de vaciarse y lo dejó relajarse. Fue retirando el culo despacito, el molesto plástico apareció con su punta repleta de semen. Maniobrando con cuidado, ya que seguía con su mano izquierda llena de su propia leche, le sacó el forro y se lo llevó a la boca. Lucas, asombrado, pensando en los restos de caca que podría tener, le hizo señas que no lo hiciera. Martín, sonriente, se arrimó a la oreja de Lucas y le susurró "tranquilo amorcito, antes de venir me hice dos enemas, estoy limpito". Y bueno, si a él le gusta!, pensó Lucas. Martín no sólo bebió el contenido del forro sino que lo lamió hasta sacarle el último rastro de semen, lo dejó como para usarlo de nuevo. Luego, poniendose bien derecho y apoyando su mando izquierda sobre la derecha, puso delante de la boca de Lucas su pequeña laguna de semen. -Tomalo-, susurró. La primera reacción de Lucas fue sentir asco. Cogerse una vez a un puto estaba bien, pero tomarse su leche, nooo! Pero, el nene se había portado tan bien con él, lo había hecho gozar tanto, se había tomado su leche, que no sabía cómo decirle que no. Pensó entonces que el vendedor de tostadoras también se habia tomado el semen. Si dos lo hacen, entonces adelante, se justificó. Francamente esa primera vez no le gustó mucho, pero lo hizo. Martín, sonriendo feliz, se limpió la mano con la lengua y se fue a beber los restos de semen de la pija de Lucas. Se la guardó dentro del pantalón y se incorporó. Abrazó a Lucas como sólo se abrazan los grandes amigos, y suave al oido le dijo "gracias por hacerme feliz, cómo te llamás? Lucas inventó un nombre al azar.
El putito limpió todo, e hizo correr el agua del inodoro, lo abrazó de nuevo e intentó irse. Lucas lo tomó del brazo. Pará, dejame tu fono. Martín sonrió, sacó una tarjeta personal y se la dio. Lucas, avergonzado, le dijo - disculpame, soy Lucas, te dejo mi celu-. Al putito se le iluminó la cara. Le dijo, siempre en susurros, esperá un minuto, después salí. Lucas le invitó un café. - hoy no amorcito, te llamo-.
Cuando Lucas llegó a su casa, caminando despacito para digerir lo vivido en el baño del shopping, tenía dos voces adentro, una le decía "estás loco que te cogés putos en un baño público?, estás en pedo?, mirá si te descubren!, además vos no sos puto, qué mierda te metés en esas cosas?, con eso vos no la vás", la otra lo hacía sonreir mientras pensaba: "uy que rico que fue!, qué culo impresionante tiene ese pibe y qué bien que lo usa!, cómo me sacó la leche!, alguna vez alguna mina me hizo sentir lo mismo?, nooo". Comparaba, recordaba las minas que se había cogido, muchas, las más culonas, las más calentonas, las de conchita cerrada y las de tetas voluptuosas, nada, ninguna le había hecho sentir lo que había sentido con Martín, siempre le dejaban un regusto triste al finalizar, que él atribuía a que le recordaban a Melina, su amor de los 16, que nunca había podido olvidar. Claro, el morbo de la situación debía ser el desencadenante, el baño público, el riesgo, seguro que si se cogía a Martín en su casa se iba a desencantar, seguro! Y si se cogía una mina en una situación similar, se iba a poner loco como con Martincito ("Martincito" ya lo llamaba!).
Se fue a dormir sin cenar, se puso en bolas, (por qué ahora quería dormir en bolas?), y en instantes roncaba. Soñó con Martín, soñó con el vendedor, soñó que iba de la mano por los pasillos del shopping con un chico afeminado y entraba con él a uno de los locales de lencería femenina, que una vieja salía y los miraba con asco. Esto lo despertó. Eran las 2 de la mañana, su pija estaba semi erecta y mojada, con mucho líquido preseminal. Se la miró y no quiso pensar nada más, se masturbó furiosamente, acabó entre las sábanas, se dio vuelta y, con su propio semen mojándole las nalgas, se durmió profundamente.
El fin de semana fue largo. No quiso salir de su casa, buscó videos de sexo hetero en internet, se pajeó frente a la compu viendo cómo negros pijudos se la metían a rubias putonas, miró pechos turgentes, caderas abultadas, labios pintados chorreando semen, conchas mojadas, pensó en llamar a alguna amiga. Nada, el baño del shopping y sus habitantes volvían a él, y cada vez que acababa lo hacía pensando en la boca abierta y llena de leche del vendedor de tostadoras o en el bellísimo culo de Martincito. No quiso salir el sábado a la noche, a pesar que varios amigos lo invitaron a salir de joda y tratar de levantar alguna mina. El domingo trató de mantenerse ocupado. Se puso a lavar su ropa. Cuando revisaba el bolsillo de un pantalón que iba a mandar al lavarropas, encontró la tarjeta personal de Martín. Cuando el nene se la dio se la había puesto en el bolsillo sin siquiera mirarla. Martín Arenas, Contador Público, Montevideo XXX, Buenos Aires, fono, celu, mensajería. Lo llamaba?, no, ni en pedo, ya fue, ya había probado. Sintió ganas de romper la tarjeta. Pero no lo hizo, la guardó en su mesita de luz. Mientras alimentaba el lavarropas de sábanas manchadas con semen y slips mojados de preseminal, Martín aparecía en sus pensamientos. Cómo sería en su vida de todos los días?, se le notaba el puto que tenía adentro?, iría siempre a levantar chongos al baño del shopping?, tenía novia?, era feliz? Bueno, era cosa de él, qué le importaba! Cocinó, planchó, limpió la casa y trató de ocupar cada hora de ese día muerto de la manera más asexuada posible. Pero llegaba la noche, y la noche, la oscuridad, el silencio, suavemente hacen despertar el morbo, y ese oscuro y extraño deseo que venía de algún lugar prohibido y negado de su ser comenzó a voltear una a una sus barreras. Fue al dormitorio, abrió el cajón de la mesa de luz, no! Salió, trató de mirar una serie en la tele, no se concentraba, parecía que el sillón tenía agujas. Pensó en su eterna solución: la paja, se la hizo. Pero en lugar de serenarlo, la paja le encendió más la cabeza. Fue y vino, fue y vino, hasta que ya no quedaron barreras concientes por voltear. Temblando tomó el celular y llamó a Martín.
2.- La noche en el telo
Del otro lado escuchó una voz de timbre conocido, pero mucho más formal. Se presentó. Esperá un minuto, ruido de una y después otra puerta. Ahora una voz cálida. Hola amorcito, como estas?
Lucas tenía todo un discurso preparado para salvaguardar su machosidad frente al putito, pero Martín fue a los bifes
-Bien Martín, te llamaba para, paraaaa...-Querés que nos veamos de nuevo?
-Bueno, si, pero..
-Pero en otro lado, verdad? Este viernes podés?
- Si, pero Martín, yo..
- A las 6 en Callao y Santa Fe, en el bar X, te va?, con tu auto, si?
- Bueno
- Nos vemos chau amorcito, estoy en lo de mi vieja ahora. Besito
- Bueno, chau
El discurso se lo tuvo que meter ahí mismo donde quería metérsela a Martín, pero bueno, todo listo para volver a comerse el putito el viernes. Pero, dónde? Entrar al telo adonde iba con su novia pero esta vez con un macho?, ni en pedo! Buscó en internet y se decidió por uno cercano a una bajada de la autopista a La Plata, viaje largo.
La semana se le hizo eterna, no pudo dejar de masturbarse ninguna mañana, ninguna tarde, ninguna noche, Martín había invadido todo su ser, como jamás una mina lo había logrado. Sus sensaciones con las mujeres siempre fueron muy mentales, el cuerpo actuaba a la hora de ponerla, pero luego chau nena. Ahora en cambio, temblaba de deseo, vibraba, todo su ser le pedía a gritos estar con Martín. Ni se imaginaba aún que era el despertar de su homosexualidad más que Martín lo que lo ponía así.
Llegó el viernes, se encontraron, se saludaron con un apretón de manos, todo muy formal. Dentro del auto, casi ni hablaron. En realidad Martín intentó varias conversaciones, pero Lucas estaba tan nervioso que no atinaba a decir más que monosílabos, además la mano de Martín sobre su pierna, moviéndose sensual hacia sus zonas sensibles, lo hacían poner nervioso. Su heterosexualidad en retirada estaba batallando muy duro.
Llegaron al telo, Lucas estaba muerto de vergüenza. El conserje, como si nada, lo miró sonriendo con normalidad, pero a Lucas esa sonrisa le decía "así que sos puto y venís a coger acá?, tenés cara de que sos el que va abajo, mm que roto debés tener ese culo".
-Primera vez?
-Ehhh, si, si, nos conocimos esta sem....- El conserje se puso serio y completó su pregunta
- Primera vez en nuestro hotel?
-Ahhh, si, si
-Ok, entonces a ver..., sí, está libre. Habitación 7. Turno o pernoctan?
-Pernoctamos- se apresuró a contestar Martín, ante la evidente confusión de Lucas.
Entraron a la habitación, Martín tomó de la mano a Lucas antes de entrar, una mano fría y temblorosa.
Un pequeño vestíbulo enladrillado con una mesita de sitio. A través de un arco se pasaba al cuarto, una cama queen con sábanas blancas y perfectas, una TV led con una película gay light en silencio, sobre la cabecera de la cama, una foto en blanco y negro del torso desnudo de un hombre musculado, con un short de jean gastado y su generoso pene dormido asomando en la desabotonada bragueta. Al fondo un baño con jacuzzi. A un costado, una máquina de venta de juguetes sexuales mostraba bellas pijas de gel, consoladores, vibradores, plugs anales, excitadores prostáticos, lubricantes, condones. Una mesa pequeña de madera oscura, dos sillas.
Lucas asombrado de que un hotel pudiera tener una habitación especial para gays, Martín feliz, se colgó de sus hombros y antes del primer beso, sacó de su bolsillo una hoja y le pidió a Lucas que la leyera. Era una serie de análisis fechados el día anterior, que confirmaban que Martín estaba sano de toda enfermedad de transmisión sexual. Colgado de su cuello, y mirándolo con cara de nena traviesa, le preguntó, "hoy me la das sin globito mi amor?, quiero que me embaraces". Lucas confundido, no entendía, el pibe se había sacado sangre para encontrarse con él?, para que lo cogiera sin forro como si fuera su novia? Mejor no pensar. Lo abrazó con fuerza y lo besó como para romperle la boca.
Rodaron a la cama, se comieron, se besaron, se acariciaron cada milímetro de piel, los pezones de Martín quedaron rojos, los vientres se mojaron de jugos de amor, la unión debía llegar. Lucas acomodó a Martín en el borde de la cama. Antes de ponérsela se detuvo a mirarlo, lo del shopping había sido tan rápido! Su cuerpo era casi lampiño, su pancita apenas, la pija paradísima, no llegaba a los 15 cm, pero sus huevos eran inmensos, los pechitos chiquitos pero de sabor dulcísimo, su mirada soñadora, su cabello suave y lacio. Lo dio vuelta. El culo era impresionante, parado, de formas suaves, perfectas, como para besarlo milímetro por milímetro, con sus dos oyitos arriba de la cintura y una espalda de estatua griega. Se arrodilló entre sus piernas y se lo besó milímetro por milímetro, le abrió las nalguitas para mirarle el agujerito, rosado, apenas abierto, su esfinter tembloroso lo llamaba, se sumergió en ese valle mágico, nunca había chupado un culo, pero su deseo era tan grande que comenzó a lamerlo, besarlo y morderlo, mientras Martín gemía. Su lengua comenzó a coger ese agujerito. Todos sus preconceptos se caían, no había mal gusto, no había olor feo, disfrutaba de cada lamida de esa caverna tibia y de cada quejido que le arrancaba a Martincito. Había chupado conchas, si, pero esto era diferente, esto lo hacía vibrar, esto le hacía doler la pija de calentura, esto lo apasionaba. Chuparle la concha a una mina era un trabajo necesario para calentarla, chuparle el culo a Martín le daba placer!
Un quejoso "por favor amor metémela ya" lo despertó de su apasionada mamada. Acomodó a Martín en el centro de la cama, boca abajo, le abrió un poco las nalguitas y se la puso despacito. La saliva y la calentura hicieron que la pija se deslizara feliz hasta el fondo del culito de Martín, sin dolor, sin esfuerzo. Lucas se apoyó sobre la espalda de Martín, los dos gimieron, ese contacto total era tan tibio, tan bello que los dos se sentían en el paraíso. Comenzó el mete y saca despacito, ese culito lo hacía sentir tan bien!, esa espalda tibia lo hacía sentir tan bien! que de a poco, envuelto en esa nube tibia, abrigado y protegido por la espalda suave de Martín, fue abandonando su heterosexualidad, fue destruyendo todos sus prejuicios y terminó dándose cuenta, era puto. Bueno, la palabra le parecía un poco dura, era "gay". Sonrió y se quedó quieto sobre esa espalda y esas nalgas. Suspiró relajado. Martín, que esperaba una culiada feroz, le preguntó extrañado "qué pasa Luquita?, tenemos que volver al baño del shopping? Como respuesta recibió un suave mordisco en el lóbulo de su oreja derecha y escuchó, en un secretísimo susurro "es que acá arriba tuyo creo que me acabo de recibir de gay" Martincito, que estaba calentísimo y necesitadísimo de pija, no dudó en contestarle "espere señor, recién pasó el teórico, ahora me tiene que dar el práctico". Lucas rió de buena gana y se puso a dar el examen. Llevó a Martín al borde de la cama, lo puso en perrito agachado y le dio una estocada como para sacársela por la boca. Martín gimió, pero pidió más. Desarmó la pose, se dio vuelta y se tomó las piernas, para que su agujerito, su conchita de macho quedara totalmente expuesta. Lucas vio ese hoyito rosado y húmedo y se volvió loco. Cayó de rodillas y se lo volvió a mamar, ahora su lengua entraba toda, y podía jugar con las paredes del esfinter a gusto y placer. Pero su pija lo llamaba, se incorporó y para felicidad de Martín, se la volvió a clavar. En esa pose su pija entraba profundo, tomaba a Martín de los hombros y empujaba, sentía que no sólo su verga entraba, sino que hasta el comienzo de su pubis y la bolsa de sus huevos entraban en Martín. El calor del esfinter de su nene en ese inicio primerísimo de su pija lo hacían sentir en la gloria, sentir cómo se ensanchaba el ojetito de su amigo para dejarlo entrar, y sentir el gemido intensísimo de Martín en ese momento, era algo que no se podía explicar, que justificaban su decisión de cambiar de sexo, porque Lucas ya no se sentía hombre, pero tampoco era mujer, era, no sabía que era, era lo que era ahora, viviendo en el paraíso de su unión profunda con Martín.
Martincito se había dilatado como nunca, esa penetración tan profunda lo llenaba de sensaciones nuevas, a pesar que en su vida se había cabalgado unas cuantas pijas, nunca había sentido tan rico. Ahora ansiaba la leche caliente de Lucas, su recto había desarrollado una sensibilidad especial y podía sentir la tibieza del río de semen dentro de él, era una sensación única que lo ponía en éxtasis, lo desconectaba del mundo. Eyaculó, no le importaba, estaba tan pendiente de su esfinter que su pija era un adorno, el orgasmo relajador le iba a venir de su concha de macho, de su útero ansioso de semen, de esa descarga de virilidad de Lucas.
Lucas creía que nada lo podía llevar más alto, pero el trallazo de leche de Martín pudo. Tomó al nene de la espalda y se incorporó, Martín se prendió de su cuello, Lucas caminó por el cuarto con el chico ensartado, lo apoyó en la pared, lo siguió bombeando, buscó una silla, se sentó y comenzó a besar a Martín como para devorarlo, sus lenguas se volvieron locas, entraron, jugaron, lamieron, las manos recorrieron la espalda del chico con furor, apretaron sus nalgas, franelearon sus pezones. Martín gemía como nunca había gemido, Lucas gozaba como nunca había gozado.
-Dame tu leche mi amor, bien adentro, lo más adentro que puedas, embarazame Lucas, ya, ya, ya. - El ruego de Martín no se podía ignorar, además sus huevos ya estaban por estallar. Lucas lo llevó al borde de la cama y aceleró el mete y saca bien duro, bien profundo, levantó un poco al chico para que la gravedad llevara su leche hasta el fondo de su recto, y con un grito final inundó de semen a Martincito, que casi llorando, como diosa hindú,comenzó a sentir la flor de loto naciendo de su pancita. Llegó el silencio, sólo la respiración agitada de Lucas. Martín, con los ojos cerrados, sólo vivía para las increíbles sensaciones que le nacían de su pancita. Lucas, sintiéndose en paz con el mundo, descubría una rara sensación de armonía y relajación que le inundaban el pubis.
Se la dejó adentro hasta que Martín abrió los ojos, lo abrazó, lo alzó del borde de la cama y lo recostó bien en el centro de la cama. Martín en seguida se puso boca abajo y levantó su cola para evitar que de su abiertísimo culito se escapara esa leche que tanto lo hacía disfrutar. Lucas se acostó también boca abajo a su lado. Estiraron las trompitas y se besaron. -Pasé el práctico profesor?- Siiii, con honores, me hiciste re-feliz Luquita! Los dos descansaron relajados.
Lucas estaba a punto de quedarse dormido cuando Martín se incorporó, puso las rodillas al costado de su cuerpo y comenzó a masajearle los hombros. Sus manos delicadas, con movimientos lentos, recorrían músculos y aflojaban nudos, acariciaban rozando apenas la piel de Luquita que con ojos entornados y gemidos suaves disfrutaba de esa mezcla de masajes y caricias eróticas. Las manos de Martín fueron bajando, despacio, de a poco, aflojando cada vértebra, cada músculo, cada rincón de la bella espalda de Lucas. Cuando terminó la espalda, Marín naturalmente siguió por las nalgas. Lucas levantó la cabeza pero no dijo nada, pero cuando el chico comenzó a separar los cachetes y Luquitas sintió su esfínter al aire, no pudo dejar de preguntar:
- Che, que hacés?
- Tranquilo mi amor, relajate.
- Mirá que yo no...
- Uy, qué machote!, quedate tranquilo Luqui, a mí se me para cuando me la ponen solamente, soy virgen de adelante y muy feliz de serlo. Solamente cerrá los ojos, relajate y sentí, si?
Lucas se quedó tranquilo. Trató de borrar los tabúes que pululaban en su novísima mente de puto asumido, y dejando en blanco en todo lo que pudo su cabecita, concentró sus sentidos en su culito. Al rato comenzó a disfrutar. Cada vez que por efecto de la separación de las nalgas, su esfínter se abría, la sensación que le venía de ahí se ponía rica. A medida que aceptaba ese nuevo placer, la sensación crecía, se expandía y, aunque le daba vergüenza hasta pensarlo, le hacía sentir "cosas" en la pija. Al fin se entregó, y Martín pudo sentir los aún casi imperceptibles gemidos de Lucas. Pensó "ay, que vida!, todos empiezan super machos y terminan como yo!", en el fondo sabía que Lucas nunca iba a ser pasivo como él, pero seguro que tarde o temprano se la iba comer. El culito virgen de un macho, pensaba, era como un potro sin domar, había que sacarle las cosquillas antes de montarlo. Pero, si él nunca se lo iba a coger, por qué lo hacía?, lo hacía porque entonces Martín, que siempre supo que esa tarde en el shopping su culito había sido la "primera vez" de un chico hétero, se sentía casi como el maestro que debía introducir a Lucas en todos los placeres de la homosexualidad.
Las caricias se detuvieron. -Esperame, amorcito.- Martín se incorporó, fue al dispenser de juguetes eróticos y volvió a su posición sobre Lucas. Le abrió las nalgas y con las yemas de los dedos mojadas en lubricante, comenzó a acariciarle el esfínter. Lucas apretó las nalgas de inmediato.
- No!, qué haces?
- Mi amor, ya te dije, ni queriendo se me para, relajate y sentí.
- Bue, pero no te pases.- Lucas volvió a relajar las nalgas.
Martín siguió apenas rozando el esfínter con sus dedos lubricados, separaba las nalgas, recorría en círculos el asteriquito virgen, volvía a masajear y separar los duros glúteos de Lucas y sin que su machote se diera cuenta, iba poniendo algo de lubricante dentro del agujerito que ya comenzaba a percibirse. No hacía falta escuchar a Lucas, que gozaba pero por vergüenza apretaba los labios, la primer dilatación de ese anito estaba a la vista y el siguiente paso en el bautismo de Lucas iba a llegar. Martincito mojó bien en lubricante un dilatador anal de gel, pequeñito, como para un culito virgen, y se lo metió de una vez.
-No, basta! - dijo Lucas incorporándose. Pero su tremenda erección decía otra cosa. No se lo sacó, pero volteó a Martincito boca abajo en la cama y sin miramientos le clavó la pija hasta el fondo.
-Ay, papitooo!!!, si con un conso tan chiquito reaccionás así, te voy a meter una botella de cerveza!
-Callate y gozá de mi pija Martincito, que mi culo no se usa!- respondió con voz de enojado Lucas. Pero no se sacó el dilatador.
Las subidas y bajadas de la culiada hacían mover el juguetito dentro de él y multiplicaban su placer. Ya no era solamente su pija, la sensación electrica nacía de su glande, bajaba por todo su tronco, cosquilleaba en su perineo, se expandía deliciosamente en su ojetito y le proporcionaban una sensación indescriptible. Empezó a gritar, era demasiado intenso. Martín gozaba y sonreía, se imaginaba a las parejas de los cuartos contiguos dejando de coger para escuchar los gritos de Lucas y eso lo hacía feliz. El polvo, ese primer polvo de punto G masculino, llegó con un último grito largo que fue bajando en volumen hasta que Lucas cayó extenuado sobre la espalda de Martín, que por supuesto había dejado un charco de su semen sobre la cama.
Cuando Lucas se despertó, el sol entraba a través de la ventila del baño. En realidad lo despertó una suave mamada de su putito, que mientras iba y veníapor la habitación ordenando la ropa tirada, vestía un baby doll negro que le llegaba a mitad del culito y una tanga chiquita, bella y sensual. Cada tanto se paraba y le chupaba el palito. Lucas se acordó del dilatador y llevó su mano a las nalgas. Por supuesto ya no estaba, Martín le contó que se había quedado dormido sobre él, como un tronco, que lo había acomodado en la cama, se lo había sacado, lo había arropado y se había puesto a dormir a su lado.
-Ya pedí el desayuno amorcito. Sencillito mi amor, sólo pedí café con leche y medias lunas.
Lucas, con los ojos a media asta no dejaba de mirar el ajetreo de Martín, sus nalguitas asomando deliciosas por debajo del baby doll, su carita dulce, sus mohínes de marica. Nunca lo había visto así, siempre le había parecido bien varonil, pero ahora era una nena. No, no. No era como esos afeminados ridículos que alguna vez había visto, que parecían una mala parodia de una mina y que le daban asco, era un macho-nena, un cocktel exquisito de gestos varoniles y femeninos, de nuevo aparecía en su mente esa idea de tercer sexo y lo comenzó a asustar la idea de que él también comenzara a tener gestos afeminados, aún tenía mucho por elaborar en su cabecita para romper los tabués sociales. Pero, porqué ahora Martín mostraba su lado hembra? Un dejo de orgullo de macho, una sonrisa, evidentemente Martincito con él se podía mostrar como realmente era, sería que el semen que le había dejado dentro tenía algo de simbólico más allá del puro placer físico?
Toc toc, llegaba el desayuno. Lucas instintivamente se metío debajo de las sábanas. Martín tranquilo, meneando sus nalguitas fue al vestíbulo para abrir la puerta, vestido asi!!!, pero no tenía vergüenza? Una voz de mujer joven, un gracias de Martín y el aroma del café con leche. Esa desfachatez total asombraba a Lucas, él se había muerto de vergüenza por entrar al telo con un macho y Martincito recibía a la mucama en tanga y baby doll como si fuera una mina. Alguna vez se animaría a tanto?, no, no lo creía.
Martín apareció con una gran bandeja humeante y de manera muy estudiada, mostrándole desfachatadamente la cola a Lucas, se inclinó para apoyar la bandeja en la mesa. Lucas se incorporó de inmediato.
-Mmmm, putito, qué rico!- dijo mientras tomaba a Martín por la cadera y comenzaba a franelearle el culito con su verga en pleno crecimiento.
-El desayuno?
-Ma qué desayuno!, tu culito, putita, tu culito!
-Ay, Señor, qué pretende usted de mi?, contestó Martincito parafraseando a la Coca.
-Esto pretendo!-, respondió Lucas corriéndole la tanga y comenzando a clavar su pija en el culito de Martín, seco y cerradito. Cada pujoncito le arrancaba un quejido de dolor pero Martín ni loco le iba a pedir que se la sacara. Lucas retrocedió con Martín ensartado hasta sentarse en una silla y le dio la estocada final.
Ay!, mi amor, dejame dilatar un poquito mi vida.
Se quedaron los dos en silencio, mientras el café se enfriaba, el esfinter de Martín se dilataba, y con el confort vino su erección y vino su deseo de menear el culito. Despacito comenzó a moverse y subir y bajar su cadera para cogerse esa pija rica que lo perforaba. Enseguida los juguitos mutuos lubricaron el esfinter y su ortito se convirtió en conchita de macho. Los dos comenzaron a gemir de placer, comenzaron los abrazos, las caricias frenéticas, los besos a pesar de esa postura imposible. Lucas lo puso en cuatro en la cama y lo comenzó a taladrar con furia. La leche matinal es rápida y los dos acabaron entre gemidos y sonrisas de camaradería.
-Uy que rico desayuno me diste, Luquita!, esa leche calentita, mmmm!
Lucas sonrió mientras despacito le sacaba la pija del culito.
Desayunaron como dos amigos de toda la vida, se fueron a bañar juntos, se jabonaron sensualmente, se provocaron y se acariciaron como si algo parecido al amor los uniera. Se vistieron y se prepararon para irse, pero Lucas ya estaba caliente de nuevo. Tomó a Martín, le bajó el pantalón y lo apoyó contra la pared. Se la metió entre las nalgas y comenzó a presionar despacito el esfínter buscando lubricarlo. Martín giró su cabeza hacia él, estaba triste, su ojos húmedos. Ya no mi amor, debemos irnos. Lucas sintió vergüenza. Perdoná, yo, bueno, yo. Martín le acarició la mejilla. Vos nada Luquitas, son locuras mías, ya entenderás.Subieron al auto en silencio y tomaron la autopista. Se iba a terminar la cosa ahí? Por qué?
Lucas dudaba, esa estocada final sin pedir permiso estuvo fuera de lugar, pero..
-Che Martín perdoname, se que estuve un poco bruto, pero no quería herirte. Y vos seguro pensaste que te tomo como un cacho de carne.
Martín le apoyó la mano en la pierna. -Pará al costado. Lucas se detuvo sobre la banquina. Martín lo abrazó y lo besó muy suave en los labios.
-Amor, estoy super feliz por la noche que pasamos. No lloré por tu intento de romperme el culito a lo bestia, lloré porque se acababa y debíamos volver a la vida normal, a ser el señor formal de todos los días.
-Entonces no estás enojado conmigo?
-No
-Entonces si te invito a cenar a casa el viernes aceptás?
-Luquita, si no me invitabas, entonces sí iba a llorar.
En el viaje hasta Belgrano hablaron sin parar, se contaron infinidad de detalles de sus vidas, se dijeron docenas de cosas calientes, estuvieron a punto de meterse en otro telo, pero ganó la razón. Cuando llegaron al departamento de Martín, estacionaron en la vereda, donde el portero estaba limpiando los bronces, se besaron en el auto sin la menor vergüenza y Lucas vio alejarse a Martincito hacia el palier, el portero lo saludó amablemente y luego que pasó frente a él, le clavó los ojos en el culo largamente. Luego miró a Lucas con una sonrisa entre morbosa y envidiosa.
3.- El círculo se cierra
Había que empezar a acostumbrarse, tarde o temprano "su" portero lo iba a comenzar a mirar raro a él. Era vox populi que entre los porteros abundan los hombres de gustos especiales, el de Martín evidentemente los tenía. El suyo?, bue, mejor que lo mirara con deseo que con repulsión, verdad? Lucas se asombraba de cómo pensaba ahora, la noche, esa primera noche en un hotel con un hombre, le había trastocado la cabeza, asumía con total naturalidad su descubierta condición de gay y las implicancias que tendría en su vida de todos los días. Llegó a su departamento sonriendo y sin más se metió en la cama.
A las tres de la tarde abrió los ojos y se dijo "Luquita, arrancá tu primer día de puto". No fue muy distinto a sus demás días, salvo por esa llamada antes de cenar, a Martincito, que le dejó el slip mojado y el corazón blandito.
Su vida siguió como siempre, salvo que ahora en el laburo sus ojos ya no iban detrás del andar cadencioso de la secretaria del Director, sino detrás del culo del Director, por primera vez se daba cuenta que el tipo estaba re-bueno.
Los días transcurrieron y ese viernes salió a comprar portobelos, pechugas y crema. Quería recibir a Martincito como se merecía.
A las 9 sonó el timbre, la casa estaba llena del delicioso aroma de la cena, pero el cuello y la cabeza de Lucas olían a Kenzo. Martín sonriente lo besó en los labios, lo abrazó y apoyó su cabeza en su pecho, el delicado aroma del perfume tan varonil, lo llenó de emoción, abrazó más fuerte a Lucas. No necesitó más para despertar su lado femenino, el macho quedó del otro lado de la puerta.
Lucas lo ayudó a sacarse la mochila de la espalda y aprovechó para recorrer con su mano el costado de Martín, los pelitos de Martín se erizaron, su culito comenzó a cosquillear. Llegarían a la cena?
Lucas le mostró el departamento, na había mucho para ver, pero ninguno de los dos pudo evitar las sonrisa y de apretar con más fuerza la mano del otro cuando entraron al dormitorio.
- Esperame en el living mientras saco el pollo del fuego.
Martín vio alejarse a su amigo. Sintió un poco de envidia: de atrás no estaba nada mal con esos jeans ajustados. Se llevó la mano al estómago, luego se tocó las nalgas, por dónde sentía mas hambre?
Cuando Lucas regresó al living, Martín lo estaba esperando en el sillón, su cara reposaba sobre sus manos y su bello cuerpo desnudo boca abajo ocupaba todo el resto del sillón, lo miró con ojos soñadores y le dijo sonriendo, "antes del plato principal no me vas a dar una entradita?". Cómo podía negársela? Lucas se fue desvistiendo despacio, botón por botón, prenda por prenda, ante la mirada deseosa de Martín, su pija erecta asomó por arriba de su slip rojo, ya mojado. Se subió al sillón apoyando sus rodillas a ambos costados de Martín y se recostó sobre él. Las bocas se encontraron, las tibiezas se unieron, las manos se buscaron, los labios de Lucas recorrieron esa bella espalda y esas nalgas suaves y perfectas. Las abrió, ya Martín estaba mojado y dilatado. Llevó su glande al agujerito, volvió a apoyarse en la espalda de Martín y dio su primera clavada, la pija entró suavemente en ese canalito húmedo, arrancando el primer gemido de placer del nene, el primero de muchos, porque Lucas lo cogió despacito, acariciándolo con la pija más que perforándolo, nada de "rompeme el culo", "partime al medio", "tomá putita", "cométela toda", solo suaves besos, gemidos mutuos y ese vaivén que los llevaba a los dos al paraíso. El polvo llegó, el culito de Martín gozó de su primer lechita caliente de la semana y el sillón de Lucas tuvo la primera mancha del semen de Martín, la primera de muchas que vendrían.
Se incorporaron, Martín se colgó del cuello de Lucas, lo besó largo, y mirándolo a los ojos le dijo "gracias", igual que la primera vez en el baño del shopping. No había caso, aún tenía el estereotipo mental que el pasivo debía agradecer cuando un macho se lo cogía.
Se limpiaron un poco, y se vistieron un mínimo, el culo desnudo en la silla era incómodo. Cenaron tranquilos, con muchas caricias de manos, y muchas confesiones, algunas de Martincito entre lágrimas, como cuando le contó esa vez en que su amor secreto de la secundaria, que se lo cogía en su casa, trajo a dos pibes del barrio para que también se lo montaran y a pesar de la negativa de Martín y de su resistencia, terminó atado a la cama y cogido por los tres todas las veces que quisieron. Martín desde esa vez decidió que jamás se iba a enamorar de nuevo, sólo coger cuando tenía ganas con quien le calentara y nada más. El amor no era para putos. Por eso el baño del shopping, por eso coger con tipos que nunca había visto y que no volvería a ver. Comérsela, saciar el ardor de su culito y a otra cosa.
-Pero-, lo interrumpió Lucas, - A mi me conociste en el baño del shopping, porqué estás acá entonces?
Martín agachó la cabeza y buscó su mano.
-No se, Lucas. Me cogiste con mucho respeto, me trataste como amigo, te animaste a decirme tu nombre de verdad.
-mmm, te estás enamorando de nuevo?
-Jajaaaa, no Luquitas, perdoname pero no. La tengo clara, pero me siento tan bien con vos que no me costaría nada decirte que si me proponés que sea tu novio, bue, tu amigo especial, bue, tu putito personal, tu, tu......, bue tu hembra de cada vez que tengas ganas, te digo que siiiiiii.
Lucas se sentía raro. Se levantó, hizo levantar a Martincito y lo besó muy profundo. El que se estaba enamorando era él?, no, pero la soledad existencial del puto a veces juega malas pasadas y ahora les estaba jugando una. Necesitaba fundirse para siempre con ese pibe y el pibe quería ser uno con él. En alma, a pesar de lo que creían sentir, tal vez nunca lo lograrían, pero los cuerpos mandaban, gritaban, ordenaban esa unión. La cama no estaba lejos, la ropa era poca, la dilatación permanecía y su pija ya estaba dura.
Se revolcaron sobre las sábanas, se comieron a besos, exploraron cada rincón, las manos corrieron por costados, nalgas, vientres, pijas, pancitas, los pezones quedaron rojos de suaves mordiscos, las comisuras dolidas de tanto beso ardiente. La pija encontró su lugar en el tibio útero de Martín, Martín gimió y besó. Lucas enfurecido clavó, de nuevo el mundo se fue, y fueron Martín y Lucas, Lucas y Martín, solos en el universo, unidos por esa pija gruesa y ese culito tibio, unidos por esa pasión que sólo dos machos conocen, siendo un solo cuerpo caliente y total.
El portero de Martín ahora tiene dos culos para mirar, cuando los dos pibes, tomados de la mano, salen del ascensor todas las mañanas.
Lucas era un porteño típico. Le gustaba sentarse en el bar con amigos a tomar café y arreglar el mundo, o discutir a muerte si Messi sí o si Messi no. Pero claro, por hacerse el moderno y el metro sexual, cambió su viejo bar de gallego por el patio de comidas del shopping del barrio X.
Le encantaba pasarse dos o tres horas, con su novia o con amigos, con un taza del humeante brebaje o un par de long neck de birra y unos maníes viendo pasar la vida, ligándose algún pellizcón de la novia cuando la vida pasaba con un buen par de tetas o un culo voluptuoso.
Tenía 32 años, era empleado público y estaba bastante bien, alto, delgado, pancita apenas, barbita rala, buenas gambas de jugar al fútbol, culo duro y parado, vello asomando por el cuello de la camisa, un tipo común, pero también un lindo macho al que nunca le faltaron minas. Su familia era del interior de la provincia, así que vivía solo en un departamento de Capital.
Una de esa veces, luego de varias birritas, le dieron muchas ganas de orinar. Siempre iba al baño general del shopping, grande y muy concurrido, pero esa vez se le ocurrió ir a uno más cercano que estaba en una de las esquinas del local, pequeño y medio escondido en una especie de entre piso. Entró, sólo un lavatorio, tres mingitorios y dos boxes. Un tipo de cuarenta y pico, traje gris, corbata azul, bastante feo, estaba en el mingitorio más cercano a la pared, bastante alejado del aparato, por lo que se veía un buen trozo de su pija oscura y gruesa. Tal vez como signo premonitorio, Lucas siempre tuvo curiosidad por saber "cómo son la de los otros", por lo que sus ojos pasaron discretamente por la herramienta del tipo, por pura curiosidad, nada más. Se puso a mear en el primer mingitorio, un poco avergonzado por su indiscreción, mirando sólo el chorro que salía de su linda pijita. Una carraspera intensa que vino de su derecha le hizo voltear la cabeza, su vecino se había alejado más del mingitorio y ahora le mostraba completamente la verga, su cabezota marcada y la piel sobrante que indicaba que parada debía ser de temer. No supo cuánto tiempo se la miró, pero al fin sonrojado volvió a la suya, la sacudió adecuadamente, la guardó y volvió apurado a la mesa donde lo esperaba la novia.
-Vamos?-, le dijo en tono perentorio. En el acto salieron para el estacionamiento. Lucas se sentía raro, una extraña calentura lo estaba invadiendo. Apenas entraron al auto, sin aviso la agarró a Judith, así se llamaba, le zampó un beso como para romperle la boca y comenzó a manosearla. Judith, algo asombrada, respondía tibiamente. -Vamos al telo amor?- Fueron. La desnudó desesperado, le mordió los pezones, la chupó toda y en cinco minutos, entre gemidos mutuos, le llenó la concha de leche. Pero seguía caliente, más que antes, no entendía que le pasaba, la vagina de Judith, que siempre había sido su inacabable fuente de placer, no le alcanzaba. Por primera vez la dio vuelta, sin pedirle permiso, le escupió en el ojetito cerrado y se la mandó a guardar, la mina gritó, y más de una vez, pero se la mandó hasta el fondo y la empezó a culear furiosamente, fue largo, la destruyó, nunca sintió salir su leche tan caliente como esa vez, ardía, el semen quemaba en su uretra, vaciarlo dentro de ella fue más alivio que placer. Cuando terminó, Judith ni le dirigió la palabra, él tampoco le dijo nada. Se vistió y lo esperó en la puerta. La dejó en la casa. Esa noche, cerca de las 12 Judith le mandó un mensaje por el celu: "chau Lucas, no quiero verte más, no me llames, no me escribas, saliste de mi vida para siempre". Francamente, no se entristeció para nada, era una relación de conveniencia, casi diríamos profiláctica, ella le sacaba la leche, él le bajaba la histeria; además era más lindo ir al cine o a bailar en pareja que sólo. Pero, por qué esa tarde la había casi violado por el culo?, qué lo llevó a eso?, lo que había visto en el baño?, el intento de un viejo puto y feo lo había excitado de esa manera? Nooo, andá a saber que fue, seguro que fue por la cerveza.
Al otro día, luego del laburo, se fue nuevamente al shopping, no es que fuera todos los días, pero algo lo llevaba, era más fuerte que él. Pidió un café en jarrito y una media luna. Tal vez le agarraron ganas de mear. Fue al bañito de la esquina, nadie. Se ubicó en el mingitorio de la derecha, donde estuvo el viejo puto de traje gris, intentó orinar pero no salía, se quedó un rato, por si salía el meo, claro! Entró un chico lindo, de pantalón azul, camisa blanca y corbata roja, cabello castaño claro, mediana estatura. Lucas, por vergüenza se arrimó al mingitorio. El chico se acomodó en el primer mingitorio pero no sacó su pija, solamente acariciaba sus nalgas y lo miraba. Lucas fisgoneaba de reojo, pero prefirió agachar la cabeza y ver sólo su glande seco de orinas. El nene se fue. Lucas se fue. No daba volver a la mesa. Volvió al departamento caminando las 15 cuadras que lo separan del shopping. Consumió tiempo en cosas futiles, malhumorado, nervioso. Cenó cualquier cosa y se fue a la cama. Daba vueltas y vueltas pero no conseguía conciliar el sueño. Se convenció que debía usar el remedio infalible para el insomnio: una buena paja. Se sacó el pijama y se sacó el slip. El roce de las sábanas en sus nalgas lo excitó, en sus nalgas???, sí, pero también en su pecho y en su espalda. Se la comenzó a menear y se fue calentando de a poco hasta llegar a la etapa de desesperación, de frenetismo, de imaginación morbosa, pero en su imaginación esa noche no apareció Judith desnuda pajeándole la pija con sus generosas tetas, en su lugar un bello chico desnudo, con una corbata roja por toda vestimenta se acariaba las nalgas y le decía "comelas, son tuyas papito". Saltó la leche por donde quiso y un par de sábanas fueron a parar al lavarropas. A los 5 minutos roncaba.
Se propuse no volver, pero no pudo. Ese mundo desconocido, morboso y prohibido copaba su subconciente. Salió del laburo y de nuevo al shopping, de nuevo las inexistentes gana de mear, de nuevo el baño de la esquina, de nuevo nadie y Lucas haciendo que meaba en el mingitorio de la pared. No tardó en aparecer otro pibe, un vendedor de la conocida casa de electrodomésticos Z, con su pantalón negro y su camisa blanca con el logo del comercio sobre el bolsillo. Le miró descaradamente la pija con ojos de deseo y luego le sonrió, Lucas le devolvió la sonrisa mientras meneaba su pija. Fue un instante, un segundo, el vendedor se abalanzó sobre él y lo introdujo en uno de los boxes, casi sin darse cuenta Lucas estaba sentado en el inodoro y el vendedor entre sus piernas con su pija en la boca. Era esto lo que buscaba?, en ese momento no lo sabía, pero su pija pensaba por su cuenta y en segundos se puso dura. El pibe estaba completamente desesperado, se la mamaba como si de eso dependiera su vida, jadeaba, acariciaba sus mejillas contra la verga de Lucas, la besaba y la volvía a tragar hasta el fondo, Lucas no la tenía chica, pero el nene la engullía como si fuera un maní. Nunca una mina le sacó la leche mamando pero el vendedor de tostadoras en cinco minutos lo tenía conteniendo los gemidos, cuando ya se venía, Lucas, todo un caballero, le avisó para sacársela, pero el nene lo miró como si le hubiera propuesto gritar un gol de Boca en la tribuna de River, se la agarró con una mano e intensificó su mamada. Instantes después toda la leche de Lucas se descargó en su boca, qué placer, por favor! El pibe, con los ojos cerrados se quedó quieto, inmóvil, luego se retiró de la pija y mirándolo a los ojos abrió su boca, para que Lucas viera la leche en el hueco de su lengua y chorreando por la comisura de sus labios, era mucha. Sin sacarle los ojos de encima la tragó, sonrió, y sin dejar de sonreir saboreó con la lengua lo que le quedaba en los labios. Volvió a lai pija y se la dejó más limpia que la de un bebé. Se incorporó, le dió apenas un pico en los labios y se fue. Luca se quedó solo sentado en el inodoro, con la pija húmeda asomando por la bragueta del jean. Escuchó correr el agua del lavatorio y luego silencio. Se quedó un rato más por la dudas y luego salió. Necesitaba algo fuerte. Fue al patio de comidas y pidió un escocés solo, sin hielo. Se tomó su tiempo, lo sorbió muy despacio para bajar la adrenalina y recuperar la cordura, se le notaría que estaba reloco? Una hora después decidió irse a su casa, pasó por la puerta del local de Z, allí estaba su, ¿violador?, ofreciendo sonriente una heladera a una pareja de novios.
Pasó una semana, su cabeza le decía de no volver nunca más al shopping, que ya había probado, que era suficiente, que no necesitaba más, pero sus hormonas desorbitadas o quizás una oscura conciencia de su verdadero ser le decían -andá, andá, andá-.
Las hormonas se combaten fácil, arrancó una orgía de pajas, una a la mañana en la ducha, otra en el baño del laburo, otra como postre luego del almuerzo en el baño del restaurant y tres o cuatro más en casa, leche en el living, en la cocina, en la cama. Quedó con los huevos secos, sus generosas lechadas matinales culminaban en míseras escupiditas nocturnas. No hubo caso, hormonas de más no eran. Ese viernes después del trabajo se fue directo al shopping.
Ni pasó por el patio de comidas. Directo al baño. Peló, hizo que meaba, nada, nadie, o algún tipo desentendido que meaba y se iba sin siquiera mirarlo por el rabillo del ojo. Salió, se compró un café, se sentó en una mesa, leyó el diario, miró el reloj, intentó distraerse un poco evaluando los culos de las pibas que pasaban, nada, el baño lo llamaba. Acabó el café, miró para todos lados para encontrar una excusa de quedarse sentado y ya no resistió más. Encaró para el baño a fingir mear. Nadie nuevamente, el mingitorio del fondo lo estaba esperando como siempre, se quedó parado frente al aparato sin siquiera abrir su bragueta, mirando la puerta.
Martín entró al shopping desde el estacionamiento. Desde la pelea con su novio, hacía ya más de dos meses, que no tenía una pija en el culo. Ya en el ascensor su esfinter comenzó a latirle, no daba más. A los 30 años aún parecía de 20, delicado, para nada musculado, delgado, alto, piel trigueña clara, colita hermosa enfundada en un pantalón ajustado de corderoy, tiro corto, que le marcaba el angelical arco en que terminaban sus nalgas.Su cara era bella, su mirada dulce, sus labios carnosos. Ayer había venido pero no pasó nada, hoy?, quien sabe!, él era muy selectivo.
Al fin alguien entraba. Lucas se apuró a bajarse el cierre, pelar la pija y hacer que meaba. Martín se paró antes del primer mingitorio, sonrió, se había dado cuenta de la apurada maniobra de Lucas. Lo miró de arriba a abajo, qué lindo estaba ese tipo! Volvió a sonreir y se acomodó en el meadero, tampoco peló, sólo miró de frente a Lucas y se acarició las nalgas. Bingo! Era el turno de Lucas, se alejó del mingitorio sólo un poco y giró levemente para mostrar tímidamente su pija al recién llegado. No hizo falta más. Martín se dirigió a él, lo tomó de la mano y lo metió en el retrete. Le dio primero un beso suave, tibio, eléctrico, el primer beso de otro hombre que Lucas recibía, le hizo señas con el dedo para indicarle silencio, se arrodillo entre sus piernas, le sacó la pija y comenzó a mamársela despacito. No tenía la desesperación del vendedor de tostadoras, pero lo hacía riquísimo. Lucas, extasiado, lo dejaba hacer, imaginaba que nuevamente le sacarían la leche con la boca, pero el plan de Martín era otro, siguió hasta que la pija comenzó a rezumar líquido preseminal. Ahora ya estaba lista para su necesitado y ardiente culito. Se bajó el pantalón y apareció una bombachita digna de novia en noche de bodas, se la bajó, sacó lubricante, se lo puso y comenzó a lubricar con una sonrisa la pija de Lucas. En la cabeza de Lucas comenzaron a resonar las palabras "SIDA", "gonorrea", "HIV". Paró al pibe, sacó de su bolsillo un condón y se lo dio. Martín, con un dulce mohín de nena contrariada, lo tomó, mejor pija vestida que culo caliente, pensó. Le puso el ponchito al paisano y se incorporó. Acomodó a Lucas contra la pared, le bajó la ropa, se puso de espaldas, le tomó la pija con la mano y se la llevó al agujerito mojado. Lo sabía hacer muy bien, el glande de Lucas comenzó a entrar en su esfinter deseoso. Lucas cerró los ojos, sería como el de Judith?, seguro que sí, un culo era un culo. Su pija fue resbalando suave dentro del culo de Martín y casi sin darse cuenta, las nalgas del pibe estaban apretadas contra su pubis. Martín comenzó a hacerle un mete y saca cortito. A la mierda con los preconceptos!, lo que Lucas sentía no se parecía ni de lejos al culo de su novia, ni de las otras minas que había cogido. El culito de Martín le transmitía unas sensaciones tan especiales, eléctricas, intensas, que los estaban llevando a las nubes! Un culo no era un culo, el putito lo estaba llevando a niveles de placer que jamás había sentido. Había que pasar a la acción, lo tomó de la cadera y empezó a culearlo él, con fuerza, con toda la locura que ese nuevo placer le daba. Comenzó el golpeteo de las nalgas. Martín dio vuelta la cabeza y metió sus manos para separar sus bombeadas nalguitas del pubis de su macho. De nuevo le hizo entender que había que hacerlo en silencio. Lucas paró y lo dejo hacer a Martín, estaba tan caliente que tenía que hacer un gran esfuerzo para no gemir. El putito comenzó a moverse de nuevo, atrás, adelante, en círculos, cortito, largo. Lucas se mordía los labios. Al rato Martín se quedó quieto. Lucas comenzó a sentir que el esfinter del nene se contraía espasmódicamente, apretándole deliciosamente la pija. Martín estaba acabando en el hueco de su mano. Lucas, apenas vio la leche, acabó también, largo, rico, sentidamente, abundante. De la cara de Martín rodaban lágrimas de felicidad. Esperó que Lucas terminara de vaciarse y lo dejó relajarse. Fue retirando el culo despacito, el molesto plástico apareció con su punta repleta de semen. Maniobrando con cuidado, ya que seguía con su mano izquierda llena de su propia leche, le sacó el forro y se lo llevó a la boca. Lucas, asombrado, pensando en los restos de caca que podría tener, le hizo señas que no lo hiciera. Martín, sonriente, se arrimó a la oreja de Lucas y le susurró "tranquilo amorcito, antes de venir me hice dos enemas, estoy limpito". Y bueno, si a él le gusta!, pensó Lucas. Martín no sólo bebió el contenido del forro sino que lo lamió hasta sacarle el último rastro de semen, lo dejó como para usarlo de nuevo. Luego, poniendose bien derecho y apoyando su mando izquierda sobre la derecha, puso delante de la boca de Lucas su pequeña laguna de semen. -Tomalo-, susurró. La primera reacción de Lucas fue sentir asco. Cogerse una vez a un puto estaba bien, pero tomarse su leche, nooo! Pero, el nene se había portado tan bien con él, lo había hecho gozar tanto, se había tomado su leche, que no sabía cómo decirle que no. Pensó entonces que el vendedor de tostadoras también se habia tomado el semen. Si dos lo hacen, entonces adelante, se justificó. Francamente esa primera vez no le gustó mucho, pero lo hizo. Martín, sonriendo feliz, se limpió la mano con la lengua y se fue a beber los restos de semen de la pija de Lucas. Se la guardó dentro del pantalón y se incorporó. Abrazó a Lucas como sólo se abrazan los grandes amigos, y suave al oido le dijo "gracias por hacerme feliz, cómo te llamás? Lucas inventó un nombre al azar.
El putito limpió todo, e hizo correr el agua del inodoro, lo abrazó de nuevo e intentó irse. Lucas lo tomó del brazo. Pará, dejame tu fono. Martín sonrió, sacó una tarjeta personal y se la dio. Lucas, avergonzado, le dijo - disculpame, soy Lucas, te dejo mi celu-. Al putito se le iluminó la cara. Le dijo, siempre en susurros, esperá un minuto, después salí. Lucas le invitó un café. - hoy no amorcito, te llamo-.
Cuando Lucas llegó a su casa, caminando despacito para digerir lo vivido en el baño del shopping, tenía dos voces adentro, una le decía "estás loco que te cogés putos en un baño público?, estás en pedo?, mirá si te descubren!, además vos no sos puto, qué mierda te metés en esas cosas?, con eso vos no la vás", la otra lo hacía sonreir mientras pensaba: "uy que rico que fue!, qué culo impresionante tiene ese pibe y qué bien que lo usa!, cómo me sacó la leche!, alguna vez alguna mina me hizo sentir lo mismo?, nooo". Comparaba, recordaba las minas que se había cogido, muchas, las más culonas, las más calentonas, las de conchita cerrada y las de tetas voluptuosas, nada, ninguna le había hecho sentir lo que había sentido con Martín, siempre le dejaban un regusto triste al finalizar, que él atribuía a que le recordaban a Melina, su amor de los 16, que nunca había podido olvidar. Claro, el morbo de la situación debía ser el desencadenante, el baño público, el riesgo, seguro que si se cogía a Martín en su casa se iba a desencantar, seguro! Y si se cogía una mina en una situación similar, se iba a poner loco como con Martincito ("Martincito" ya lo llamaba!).
Se fue a dormir sin cenar, se puso en bolas, (por qué ahora quería dormir en bolas?), y en instantes roncaba. Soñó con Martín, soñó con el vendedor, soñó que iba de la mano por los pasillos del shopping con un chico afeminado y entraba con él a uno de los locales de lencería femenina, que una vieja salía y los miraba con asco. Esto lo despertó. Eran las 2 de la mañana, su pija estaba semi erecta y mojada, con mucho líquido preseminal. Se la miró y no quiso pensar nada más, se masturbó furiosamente, acabó entre las sábanas, se dio vuelta y, con su propio semen mojándole las nalgas, se durmió profundamente.
El fin de semana fue largo. No quiso salir de su casa, buscó videos de sexo hetero en internet, se pajeó frente a la compu viendo cómo negros pijudos se la metían a rubias putonas, miró pechos turgentes, caderas abultadas, labios pintados chorreando semen, conchas mojadas, pensó en llamar a alguna amiga. Nada, el baño del shopping y sus habitantes volvían a él, y cada vez que acababa lo hacía pensando en la boca abierta y llena de leche del vendedor de tostadoras o en el bellísimo culo de Martincito. No quiso salir el sábado a la noche, a pesar que varios amigos lo invitaron a salir de joda y tratar de levantar alguna mina. El domingo trató de mantenerse ocupado. Se puso a lavar su ropa. Cuando revisaba el bolsillo de un pantalón que iba a mandar al lavarropas, encontró la tarjeta personal de Martín. Cuando el nene se la dio se la había puesto en el bolsillo sin siquiera mirarla. Martín Arenas, Contador Público, Montevideo XXX, Buenos Aires, fono, celu, mensajería. Lo llamaba?, no, ni en pedo, ya fue, ya había probado. Sintió ganas de romper la tarjeta. Pero no lo hizo, la guardó en su mesita de luz. Mientras alimentaba el lavarropas de sábanas manchadas con semen y slips mojados de preseminal, Martín aparecía en sus pensamientos. Cómo sería en su vida de todos los días?, se le notaba el puto que tenía adentro?, iría siempre a levantar chongos al baño del shopping?, tenía novia?, era feliz? Bueno, era cosa de él, qué le importaba! Cocinó, planchó, limpió la casa y trató de ocupar cada hora de ese día muerto de la manera más asexuada posible. Pero llegaba la noche, y la noche, la oscuridad, el silencio, suavemente hacen despertar el morbo, y ese oscuro y extraño deseo que venía de algún lugar prohibido y negado de su ser comenzó a voltear una a una sus barreras. Fue al dormitorio, abrió el cajón de la mesa de luz, no! Salió, trató de mirar una serie en la tele, no se concentraba, parecía que el sillón tenía agujas. Pensó en su eterna solución: la paja, se la hizo. Pero en lugar de serenarlo, la paja le encendió más la cabeza. Fue y vino, fue y vino, hasta que ya no quedaron barreras concientes por voltear. Temblando tomó el celular y llamó a Martín.
2.- La noche en el telo
Del otro lado escuchó una voz de timbre conocido, pero mucho más formal. Se presentó. Esperá un minuto, ruido de una y después otra puerta. Ahora una voz cálida. Hola amorcito, como estas?
Lucas tenía todo un discurso preparado para salvaguardar su machosidad frente al putito, pero Martín fue a los bifes
-Bien Martín, te llamaba para, paraaaa...-Querés que nos veamos de nuevo?
-Bueno, si, pero..
-Pero en otro lado, verdad? Este viernes podés?
- Si, pero Martín, yo..
- A las 6 en Callao y Santa Fe, en el bar X, te va?, con tu auto, si?
- Bueno
- Nos vemos chau amorcito, estoy en lo de mi vieja ahora. Besito
- Bueno, chau
El discurso se lo tuvo que meter ahí mismo donde quería metérsela a Martín, pero bueno, todo listo para volver a comerse el putito el viernes. Pero, dónde? Entrar al telo adonde iba con su novia pero esta vez con un macho?, ni en pedo! Buscó en internet y se decidió por uno cercano a una bajada de la autopista a La Plata, viaje largo.
La semana se le hizo eterna, no pudo dejar de masturbarse ninguna mañana, ninguna tarde, ninguna noche, Martín había invadido todo su ser, como jamás una mina lo había logrado. Sus sensaciones con las mujeres siempre fueron muy mentales, el cuerpo actuaba a la hora de ponerla, pero luego chau nena. Ahora en cambio, temblaba de deseo, vibraba, todo su ser le pedía a gritos estar con Martín. Ni se imaginaba aún que era el despertar de su homosexualidad más que Martín lo que lo ponía así.
Llegó el viernes, se encontraron, se saludaron con un apretón de manos, todo muy formal. Dentro del auto, casi ni hablaron. En realidad Martín intentó varias conversaciones, pero Lucas estaba tan nervioso que no atinaba a decir más que monosílabos, además la mano de Martín sobre su pierna, moviéndose sensual hacia sus zonas sensibles, lo hacían poner nervioso. Su heterosexualidad en retirada estaba batallando muy duro.
Llegaron al telo, Lucas estaba muerto de vergüenza. El conserje, como si nada, lo miró sonriendo con normalidad, pero a Lucas esa sonrisa le decía "así que sos puto y venís a coger acá?, tenés cara de que sos el que va abajo, mm que roto debés tener ese culo".
-Primera vez?
-Ehhh, si, si, nos conocimos esta sem....- El conserje se puso serio y completó su pregunta
- Primera vez en nuestro hotel?
-Ahhh, si, si
-Ok, entonces a ver..., sí, está libre. Habitación 7. Turno o pernoctan?
-Pernoctamos- se apresuró a contestar Martín, ante la evidente confusión de Lucas.
Entraron a la habitación, Martín tomó de la mano a Lucas antes de entrar, una mano fría y temblorosa.
Un pequeño vestíbulo enladrillado con una mesita de sitio. A través de un arco se pasaba al cuarto, una cama queen con sábanas blancas y perfectas, una TV led con una película gay light en silencio, sobre la cabecera de la cama, una foto en blanco y negro del torso desnudo de un hombre musculado, con un short de jean gastado y su generoso pene dormido asomando en la desabotonada bragueta. Al fondo un baño con jacuzzi. A un costado, una máquina de venta de juguetes sexuales mostraba bellas pijas de gel, consoladores, vibradores, plugs anales, excitadores prostáticos, lubricantes, condones. Una mesa pequeña de madera oscura, dos sillas.
Lucas asombrado de que un hotel pudiera tener una habitación especial para gays, Martín feliz, se colgó de sus hombros y antes del primer beso, sacó de su bolsillo una hoja y le pidió a Lucas que la leyera. Era una serie de análisis fechados el día anterior, que confirmaban que Martín estaba sano de toda enfermedad de transmisión sexual. Colgado de su cuello, y mirándolo con cara de nena traviesa, le preguntó, "hoy me la das sin globito mi amor?, quiero que me embaraces". Lucas confundido, no entendía, el pibe se había sacado sangre para encontrarse con él?, para que lo cogiera sin forro como si fuera su novia? Mejor no pensar. Lo abrazó con fuerza y lo besó como para romperle la boca.
Rodaron a la cama, se comieron, se besaron, se acariciaron cada milímetro de piel, los pezones de Martín quedaron rojos, los vientres se mojaron de jugos de amor, la unión debía llegar. Lucas acomodó a Martín en el borde de la cama. Antes de ponérsela se detuvo a mirarlo, lo del shopping había sido tan rápido! Su cuerpo era casi lampiño, su pancita apenas, la pija paradísima, no llegaba a los 15 cm, pero sus huevos eran inmensos, los pechitos chiquitos pero de sabor dulcísimo, su mirada soñadora, su cabello suave y lacio. Lo dio vuelta. El culo era impresionante, parado, de formas suaves, perfectas, como para besarlo milímetro por milímetro, con sus dos oyitos arriba de la cintura y una espalda de estatua griega. Se arrodilló entre sus piernas y se lo besó milímetro por milímetro, le abrió las nalguitas para mirarle el agujerito, rosado, apenas abierto, su esfinter tembloroso lo llamaba, se sumergió en ese valle mágico, nunca había chupado un culo, pero su deseo era tan grande que comenzó a lamerlo, besarlo y morderlo, mientras Martín gemía. Su lengua comenzó a coger ese agujerito. Todos sus preconceptos se caían, no había mal gusto, no había olor feo, disfrutaba de cada lamida de esa caverna tibia y de cada quejido que le arrancaba a Martincito. Había chupado conchas, si, pero esto era diferente, esto lo hacía vibrar, esto le hacía doler la pija de calentura, esto lo apasionaba. Chuparle la concha a una mina era un trabajo necesario para calentarla, chuparle el culo a Martín le daba placer!
Un quejoso "por favor amor metémela ya" lo despertó de su apasionada mamada. Acomodó a Martín en el centro de la cama, boca abajo, le abrió un poco las nalguitas y se la puso despacito. La saliva y la calentura hicieron que la pija se deslizara feliz hasta el fondo del culito de Martín, sin dolor, sin esfuerzo. Lucas se apoyó sobre la espalda de Martín, los dos gimieron, ese contacto total era tan tibio, tan bello que los dos se sentían en el paraíso. Comenzó el mete y saca despacito, ese culito lo hacía sentir tan bien!, esa espalda tibia lo hacía sentir tan bien! que de a poco, envuelto en esa nube tibia, abrigado y protegido por la espalda suave de Martín, fue abandonando su heterosexualidad, fue destruyendo todos sus prejuicios y terminó dándose cuenta, era puto. Bueno, la palabra le parecía un poco dura, era "gay". Sonrió y se quedó quieto sobre esa espalda y esas nalgas. Suspiró relajado. Martín, que esperaba una culiada feroz, le preguntó extrañado "qué pasa Luquita?, tenemos que volver al baño del shopping? Como respuesta recibió un suave mordisco en el lóbulo de su oreja derecha y escuchó, en un secretísimo susurro "es que acá arriba tuyo creo que me acabo de recibir de gay" Martincito, que estaba calentísimo y necesitadísimo de pija, no dudó en contestarle "espere señor, recién pasó el teórico, ahora me tiene que dar el práctico". Lucas rió de buena gana y se puso a dar el examen. Llevó a Martín al borde de la cama, lo puso en perrito agachado y le dio una estocada como para sacársela por la boca. Martín gimió, pero pidió más. Desarmó la pose, se dio vuelta y se tomó las piernas, para que su agujerito, su conchita de macho quedara totalmente expuesta. Lucas vio ese hoyito rosado y húmedo y se volvió loco. Cayó de rodillas y se lo volvió a mamar, ahora su lengua entraba toda, y podía jugar con las paredes del esfinter a gusto y placer. Pero su pija lo llamaba, se incorporó y para felicidad de Martín, se la volvió a clavar. En esa pose su pija entraba profundo, tomaba a Martín de los hombros y empujaba, sentía que no sólo su verga entraba, sino que hasta el comienzo de su pubis y la bolsa de sus huevos entraban en Martín. El calor del esfinter de su nene en ese inicio primerísimo de su pija lo hacían sentir en la gloria, sentir cómo se ensanchaba el ojetito de su amigo para dejarlo entrar, y sentir el gemido intensísimo de Martín en ese momento, era algo que no se podía explicar, que justificaban su decisión de cambiar de sexo, porque Lucas ya no se sentía hombre, pero tampoco era mujer, era, no sabía que era, era lo que era ahora, viviendo en el paraíso de su unión profunda con Martín.
Martincito se había dilatado como nunca, esa penetración tan profunda lo llenaba de sensaciones nuevas, a pesar que en su vida se había cabalgado unas cuantas pijas, nunca había sentido tan rico. Ahora ansiaba la leche caliente de Lucas, su recto había desarrollado una sensibilidad especial y podía sentir la tibieza del río de semen dentro de él, era una sensación única que lo ponía en éxtasis, lo desconectaba del mundo. Eyaculó, no le importaba, estaba tan pendiente de su esfinter que su pija era un adorno, el orgasmo relajador le iba a venir de su concha de macho, de su útero ansioso de semen, de esa descarga de virilidad de Lucas.
Lucas creía que nada lo podía llevar más alto, pero el trallazo de leche de Martín pudo. Tomó al nene de la espalda y se incorporó, Martín se prendió de su cuello, Lucas caminó por el cuarto con el chico ensartado, lo apoyó en la pared, lo siguió bombeando, buscó una silla, se sentó y comenzó a besar a Martín como para devorarlo, sus lenguas se volvieron locas, entraron, jugaron, lamieron, las manos recorrieron la espalda del chico con furor, apretaron sus nalgas, franelearon sus pezones. Martín gemía como nunca había gemido, Lucas gozaba como nunca había gozado.
-Dame tu leche mi amor, bien adentro, lo más adentro que puedas, embarazame Lucas, ya, ya, ya. - El ruego de Martín no se podía ignorar, además sus huevos ya estaban por estallar. Lucas lo llevó al borde de la cama y aceleró el mete y saca bien duro, bien profundo, levantó un poco al chico para que la gravedad llevara su leche hasta el fondo de su recto, y con un grito final inundó de semen a Martincito, que casi llorando, como diosa hindú,comenzó a sentir la flor de loto naciendo de su pancita. Llegó el silencio, sólo la respiración agitada de Lucas. Martín, con los ojos cerrados, sólo vivía para las increíbles sensaciones que le nacían de su pancita. Lucas, sintiéndose en paz con el mundo, descubría una rara sensación de armonía y relajación que le inundaban el pubis.
Se la dejó adentro hasta que Martín abrió los ojos, lo abrazó, lo alzó del borde de la cama y lo recostó bien en el centro de la cama. Martín en seguida se puso boca abajo y levantó su cola para evitar que de su abiertísimo culito se escapara esa leche que tanto lo hacía disfrutar. Lucas se acostó también boca abajo a su lado. Estiraron las trompitas y se besaron. -Pasé el práctico profesor?- Siiii, con honores, me hiciste re-feliz Luquita! Los dos descansaron relajados.
Lucas estaba a punto de quedarse dormido cuando Martín se incorporó, puso las rodillas al costado de su cuerpo y comenzó a masajearle los hombros. Sus manos delicadas, con movimientos lentos, recorrían músculos y aflojaban nudos, acariciaban rozando apenas la piel de Luquita que con ojos entornados y gemidos suaves disfrutaba de esa mezcla de masajes y caricias eróticas. Las manos de Martín fueron bajando, despacio, de a poco, aflojando cada vértebra, cada músculo, cada rincón de la bella espalda de Lucas. Cuando terminó la espalda, Marín naturalmente siguió por las nalgas. Lucas levantó la cabeza pero no dijo nada, pero cuando el chico comenzó a separar los cachetes y Luquitas sintió su esfínter al aire, no pudo dejar de preguntar:
- Che, que hacés?
- Tranquilo mi amor, relajate.
- Mirá que yo no...
- Uy, qué machote!, quedate tranquilo Luqui, a mí se me para cuando me la ponen solamente, soy virgen de adelante y muy feliz de serlo. Solamente cerrá los ojos, relajate y sentí, si?
Lucas se quedó tranquilo. Trató de borrar los tabúes que pululaban en su novísima mente de puto asumido, y dejando en blanco en todo lo que pudo su cabecita, concentró sus sentidos en su culito. Al rato comenzó a disfrutar. Cada vez que por efecto de la separación de las nalgas, su esfínter se abría, la sensación que le venía de ahí se ponía rica. A medida que aceptaba ese nuevo placer, la sensación crecía, se expandía y, aunque le daba vergüenza hasta pensarlo, le hacía sentir "cosas" en la pija. Al fin se entregó, y Martín pudo sentir los aún casi imperceptibles gemidos de Lucas. Pensó "ay, que vida!, todos empiezan super machos y terminan como yo!", en el fondo sabía que Lucas nunca iba a ser pasivo como él, pero seguro que tarde o temprano se la iba comer. El culito virgen de un macho, pensaba, era como un potro sin domar, había que sacarle las cosquillas antes de montarlo. Pero, si él nunca se lo iba a coger, por qué lo hacía?, lo hacía porque entonces Martín, que siempre supo que esa tarde en el shopping su culito había sido la "primera vez" de un chico hétero, se sentía casi como el maestro que debía introducir a Lucas en todos los placeres de la homosexualidad.
Las caricias se detuvieron. -Esperame, amorcito.- Martín se incorporó, fue al dispenser de juguetes eróticos y volvió a su posición sobre Lucas. Le abrió las nalgas y con las yemas de los dedos mojadas en lubricante, comenzó a acariciarle el esfínter. Lucas apretó las nalgas de inmediato.
- No!, qué haces?
- Mi amor, ya te dije, ni queriendo se me para, relajate y sentí.
- Bue, pero no te pases.- Lucas volvió a relajar las nalgas.
Martín siguió apenas rozando el esfínter con sus dedos lubricados, separaba las nalgas, recorría en círculos el asteriquito virgen, volvía a masajear y separar los duros glúteos de Lucas y sin que su machote se diera cuenta, iba poniendo algo de lubricante dentro del agujerito que ya comenzaba a percibirse. No hacía falta escuchar a Lucas, que gozaba pero por vergüenza apretaba los labios, la primer dilatación de ese anito estaba a la vista y el siguiente paso en el bautismo de Lucas iba a llegar. Martincito mojó bien en lubricante un dilatador anal de gel, pequeñito, como para un culito virgen, y se lo metió de una vez.
-No, basta! - dijo Lucas incorporándose. Pero su tremenda erección decía otra cosa. No se lo sacó, pero volteó a Martincito boca abajo en la cama y sin miramientos le clavó la pija hasta el fondo.
-Ay, papitooo!!!, si con un conso tan chiquito reaccionás así, te voy a meter una botella de cerveza!
-Callate y gozá de mi pija Martincito, que mi culo no se usa!- respondió con voz de enojado Lucas. Pero no se sacó el dilatador.
Las subidas y bajadas de la culiada hacían mover el juguetito dentro de él y multiplicaban su placer. Ya no era solamente su pija, la sensación electrica nacía de su glande, bajaba por todo su tronco, cosquilleaba en su perineo, se expandía deliciosamente en su ojetito y le proporcionaban una sensación indescriptible. Empezó a gritar, era demasiado intenso. Martín gozaba y sonreía, se imaginaba a las parejas de los cuartos contiguos dejando de coger para escuchar los gritos de Lucas y eso lo hacía feliz. El polvo, ese primer polvo de punto G masculino, llegó con un último grito largo que fue bajando en volumen hasta que Lucas cayó extenuado sobre la espalda de Martín, que por supuesto había dejado un charco de su semen sobre la cama.
Cuando Lucas se despertó, el sol entraba a través de la ventila del baño. En realidad lo despertó una suave mamada de su putito, que mientras iba y veníapor la habitación ordenando la ropa tirada, vestía un baby doll negro que le llegaba a mitad del culito y una tanga chiquita, bella y sensual. Cada tanto se paraba y le chupaba el palito. Lucas se acordó del dilatador y llevó su mano a las nalgas. Por supuesto ya no estaba, Martín le contó que se había quedado dormido sobre él, como un tronco, que lo había acomodado en la cama, se lo había sacado, lo había arropado y se había puesto a dormir a su lado.
-Ya pedí el desayuno amorcito. Sencillito mi amor, sólo pedí café con leche y medias lunas.
Lucas, con los ojos a media asta no dejaba de mirar el ajetreo de Martín, sus nalguitas asomando deliciosas por debajo del baby doll, su carita dulce, sus mohínes de marica. Nunca lo había visto así, siempre le había parecido bien varonil, pero ahora era una nena. No, no. No era como esos afeminados ridículos que alguna vez había visto, que parecían una mala parodia de una mina y que le daban asco, era un macho-nena, un cocktel exquisito de gestos varoniles y femeninos, de nuevo aparecía en su mente esa idea de tercer sexo y lo comenzó a asustar la idea de que él también comenzara a tener gestos afeminados, aún tenía mucho por elaborar en su cabecita para romper los tabués sociales. Pero, porqué ahora Martín mostraba su lado hembra? Un dejo de orgullo de macho, una sonrisa, evidentemente Martincito con él se podía mostrar como realmente era, sería que el semen que le había dejado dentro tenía algo de simbólico más allá del puro placer físico?
Toc toc, llegaba el desayuno. Lucas instintivamente se metío debajo de las sábanas. Martín tranquilo, meneando sus nalguitas fue al vestíbulo para abrir la puerta, vestido asi!!!, pero no tenía vergüenza? Una voz de mujer joven, un gracias de Martín y el aroma del café con leche. Esa desfachatez total asombraba a Lucas, él se había muerto de vergüenza por entrar al telo con un macho y Martincito recibía a la mucama en tanga y baby doll como si fuera una mina. Alguna vez se animaría a tanto?, no, no lo creía.
Martín apareció con una gran bandeja humeante y de manera muy estudiada, mostrándole desfachatadamente la cola a Lucas, se inclinó para apoyar la bandeja en la mesa. Lucas se incorporó de inmediato.
-Mmmm, putito, qué rico!- dijo mientras tomaba a Martín por la cadera y comenzaba a franelearle el culito con su verga en pleno crecimiento.
-El desayuno?
-Ma qué desayuno!, tu culito, putita, tu culito!
-Ay, Señor, qué pretende usted de mi?, contestó Martincito parafraseando a la Coca.
-Esto pretendo!-, respondió Lucas corriéndole la tanga y comenzando a clavar su pija en el culito de Martín, seco y cerradito. Cada pujoncito le arrancaba un quejido de dolor pero Martín ni loco le iba a pedir que se la sacara. Lucas retrocedió con Martín ensartado hasta sentarse en una silla y le dio la estocada final.
Ay!, mi amor, dejame dilatar un poquito mi vida.
Se quedaron los dos en silencio, mientras el café se enfriaba, el esfinter de Martín se dilataba, y con el confort vino su erección y vino su deseo de menear el culito. Despacito comenzó a moverse y subir y bajar su cadera para cogerse esa pija rica que lo perforaba. Enseguida los juguitos mutuos lubricaron el esfinter y su ortito se convirtió en conchita de macho. Los dos comenzaron a gemir de placer, comenzaron los abrazos, las caricias frenéticas, los besos a pesar de esa postura imposible. Lucas lo puso en cuatro en la cama y lo comenzó a taladrar con furia. La leche matinal es rápida y los dos acabaron entre gemidos y sonrisas de camaradería.
-Uy que rico desayuno me diste, Luquita!, esa leche calentita, mmmm!
Lucas sonrió mientras despacito le sacaba la pija del culito.
Desayunaron como dos amigos de toda la vida, se fueron a bañar juntos, se jabonaron sensualmente, se provocaron y se acariciaron como si algo parecido al amor los uniera. Se vistieron y se prepararon para irse, pero Lucas ya estaba caliente de nuevo. Tomó a Martín, le bajó el pantalón y lo apoyó contra la pared. Se la metió entre las nalgas y comenzó a presionar despacito el esfínter buscando lubricarlo. Martín giró su cabeza hacia él, estaba triste, su ojos húmedos. Ya no mi amor, debemos irnos. Lucas sintió vergüenza. Perdoná, yo, bueno, yo. Martín le acarició la mejilla. Vos nada Luquitas, son locuras mías, ya entenderás.Subieron al auto en silencio y tomaron la autopista. Se iba a terminar la cosa ahí? Por qué?
Lucas dudaba, esa estocada final sin pedir permiso estuvo fuera de lugar, pero..
-Che Martín perdoname, se que estuve un poco bruto, pero no quería herirte. Y vos seguro pensaste que te tomo como un cacho de carne.
Martín le apoyó la mano en la pierna. -Pará al costado. Lucas se detuvo sobre la banquina. Martín lo abrazó y lo besó muy suave en los labios.
-Amor, estoy super feliz por la noche que pasamos. No lloré por tu intento de romperme el culito a lo bestia, lloré porque se acababa y debíamos volver a la vida normal, a ser el señor formal de todos los días.
-Entonces no estás enojado conmigo?
-No
-Entonces si te invito a cenar a casa el viernes aceptás?
-Luquita, si no me invitabas, entonces sí iba a llorar.
En el viaje hasta Belgrano hablaron sin parar, se contaron infinidad de detalles de sus vidas, se dijeron docenas de cosas calientes, estuvieron a punto de meterse en otro telo, pero ganó la razón. Cuando llegaron al departamento de Martín, estacionaron en la vereda, donde el portero estaba limpiando los bronces, se besaron en el auto sin la menor vergüenza y Lucas vio alejarse a Martincito hacia el palier, el portero lo saludó amablemente y luego que pasó frente a él, le clavó los ojos en el culo largamente. Luego miró a Lucas con una sonrisa entre morbosa y envidiosa.
3.- El círculo se cierra
Había que empezar a acostumbrarse, tarde o temprano "su" portero lo iba a comenzar a mirar raro a él. Era vox populi que entre los porteros abundan los hombres de gustos especiales, el de Martín evidentemente los tenía. El suyo?, bue, mejor que lo mirara con deseo que con repulsión, verdad? Lucas se asombraba de cómo pensaba ahora, la noche, esa primera noche en un hotel con un hombre, le había trastocado la cabeza, asumía con total naturalidad su descubierta condición de gay y las implicancias que tendría en su vida de todos los días. Llegó a su departamento sonriendo y sin más se metió en la cama.
A las tres de la tarde abrió los ojos y se dijo "Luquita, arrancá tu primer día de puto". No fue muy distinto a sus demás días, salvo por esa llamada antes de cenar, a Martincito, que le dejó el slip mojado y el corazón blandito.
Su vida siguió como siempre, salvo que ahora en el laburo sus ojos ya no iban detrás del andar cadencioso de la secretaria del Director, sino detrás del culo del Director, por primera vez se daba cuenta que el tipo estaba re-bueno.
Los días transcurrieron y ese viernes salió a comprar portobelos, pechugas y crema. Quería recibir a Martincito como se merecía.
A las 9 sonó el timbre, la casa estaba llena del delicioso aroma de la cena, pero el cuello y la cabeza de Lucas olían a Kenzo. Martín sonriente lo besó en los labios, lo abrazó y apoyó su cabeza en su pecho, el delicado aroma del perfume tan varonil, lo llenó de emoción, abrazó más fuerte a Lucas. No necesitó más para despertar su lado femenino, el macho quedó del otro lado de la puerta.
Lucas lo ayudó a sacarse la mochila de la espalda y aprovechó para recorrer con su mano el costado de Martín, los pelitos de Martín se erizaron, su culito comenzó a cosquillear. Llegarían a la cena?
Lucas le mostró el departamento, na había mucho para ver, pero ninguno de los dos pudo evitar las sonrisa y de apretar con más fuerza la mano del otro cuando entraron al dormitorio.
- Esperame en el living mientras saco el pollo del fuego.
Martín vio alejarse a su amigo. Sintió un poco de envidia: de atrás no estaba nada mal con esos jeans ajustados. Se llevó la mano al estómago, luego se tocó las nalgas, por dónde sentía mas hambre?
Cuando Lucas regresó al living, Martín lo estaba esperando en el sillón, su cara reposaba sobre sus manos y su bello cuerpo desnudo boca abajo ocupaba todo el resto del sillón, lo miró con ojos soñadores y le dijo sonriendo, "antes del plato principal no me vas a dar una entradita?". Cómo podía negársela? Lucas se fue desvistiendo despacio, botón por botón, prenda por prenda, ante la mirada deseosa de Martín, su pija erecta asomó por arriba de su slip rojo, ya mojado. Se subió al sillón apoyando sus rodillas a ambos costados de Martín y se recostó sobre él. Las bocas se encontraron, las tibiezas se unieron, las manos se buscaron, los labios de Lucas recorrieron esa bella espalda y esas nalgas suaves y perfectas. Las abrió, ya Martín estaba mojado y dilatado. Llevó su glande al agujerito, volvió a apoyarse en la espalda de Martín y dio su primera clavada, la pija entró suavemente en ese canalito húmedo, arrancando el primer gemido de placer del nene, el primero de muchos, porque Lucas lo cogió despacito, acariciándolo con la pija más que perforándolo, nada de "rompeme el culo", "partime al medio", "tomá putita", "cométela toda", solo suaves besos, gemidos mutuos y ese vaivén que los llevaba a los dos al paraíso. El polvo llegó, el culito de Martín gozó de su primer lechita caliente de la semana y el sillón de Lucas tuvo la primera mancha del semen de Martín, la primera de muchas que vendrían.
Se incorporaron, Martín se colgó del cuello de Lucas, lo besó largo, y mirándolo a los ojos le dijo "gracias", igual que la primera vez en el baño del shopping. No había caso, aún tenía el estereotipo mental que el pasivo debía agradecer cuando un macho se lo cogía.
Se limpiaron un poco, y se vistieron un mínimo, el culo desnudo en la silla era incómodo. Cenaron tranquilos, con muchas caricias de manos, y muchas confesiones, algunas de Martincito entre lágrimas, como cuando le contó esa vez en que su amor secreto de la secundaria, que se lo cogía en su casa, trajo a dos pibes del barrio para que también se lo montaran y a pesar de la negativa de Martín y de su resistencia, terminó atado a la cama y cogido por los tres todas las veces que quisieron. Martín desde esa vez decidió que jamás se iba a enamorar de nuevo, sólo coger cuando tenía ganas con quien le calentara y nada más. El amor no era para putos. Por eso el baño del shopping, por eso coger con tipos que nunca había visto y que no volvería a ver. Comérsela, saciar el ardor de su culito y a otra cosa.
-Pero-, lo interrumpió Lucas, - A mi me conociste en el baño del shopping, porqué estás acá entonces?
Martín agachó la cabeza y buscó su mano.
-No se, Lucas. Me cogiste con mucho respeto, me trataste como amigo, te animaste a decirme tu nombre de verdad.
-mmm, te estás enamorando de nuevo?
-Jajaaaa, no Luquitas, perdoname pero no. La tengo clara, pero me siento tan bien con vos que no me costaría nada decirte que si me proponés que sea tu novio, bue, tu amigo especial, bue, tu putito personal, tu, tu......, bue tu hembra de cada vez que tengas ganas, te digo que siiiiiii.
Lucas se sentía raro. Se levantó, hizo levantar a Martincito y lo besó muy profundo. El que se estaba enamorando era él?, no, pero la soledad existencial del puto a veces juega malas pasadas y ahora les estaba jugando una. Necesitaba fundirse para siempre con ese pibe y el pibe quería ser uno con él. En alma, a pesar de lo que creían sentir, tal vez nunca lo lograrían, pero los cuerpos mandaban, gritaban, ordenaban esa unión. La cama no estaba lejos, la ropa era poca, la dilatación permanecía y su pija ya estaba dura.
Se revolcaron sobre las sábanas, se comieron a besos, exploraron cada rincón, las manos corrieron por costados, nalgas, vientres, pijas, pancitas, los pezones quedaron rojos de suaves mordiscos, las comisuras dolidas de tanto beso ardiente. La pija encontró su lugar en el tibio útero de Martín, Martín gimió y besó. Lucas enfurecido clavó, de nuevo el mundo se fue, y fueron Martín y Lucas, Lucas y Martín, solos en el universo, unidos por esa pija gruesa y ese culito tibio, unidos por esa pasión que sólo dos machos conocen, siendo un solo cuerpo caliente y total.
El portero de Martín ahora tiene dos culos para mirar, cuando los dos pibes, tomados de la mano, salen del ascensor todas las mañanas.
7 comentarios - Iniciándose en el shopping
van 10