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Me cogió un amigo de mi padre

Hola a todos:


Les contaré una historia de cómo me acosté con un amigo de mi viejo y que me hizo llorar del dolor y la emoción. Espero que les guste y disfruten como yo disfruté.

Me cogió un amigo de mi padre.

Mi nombre es Johnnatan. Soy un chico de unos 23 años y me descubrí gay en los primeros años de la adolescencia. Tenía muchas chicas a mi alrededor, pero realmente ninguna llegaba a interesarme. Por el contrario, me atraían sexualmente los chicos de la escuela secundaria, especialmente los más revoltosos, los más guarros.
Con el tiempo mis gustos fueron variando y me enfoqué más hacia los hombres maduros, como los amigos de mi padre que pasaban de los cuarenta años pero, como antes, me gustaban los más guarros. 
De vez en cuando mi padre invitaba a sus amigos del laburo a mirar los partidos de fútbol en mi casa. Estos hombres hablaban todo tipo de guarangadas, escupian en el patio, tomaban cerveza, eruptaban y se cagaban de risa y se iban un poco borrachos. ¡Me encantaban todos ellos! Me gustaba su masculinidad y falta de prejuicios. Sobre todo me gustaba uno en particular, Marcelo. Era un tipo de unos 42 años, siempre usaba pantalones de vaquero, camisas a cuadros, a veces usaba gorra de béisbol y a veces no. Venía en su vieja camioneta Ford un poco oxidada, pero ese aspecto descuidado de su vehículo le daba un plus de masculinidad. 
Una tarde, Marcelo, vino a mi casa para ver el tradicional partido de los domingos, pero resulta que nadie le había avisado que la reunión se canceló, mi viejo no estaba y solamente estaba yo en casa. 
Marcelo me saludó y preguntó:

Marcelo: -¿Y tu viejo? ¿Dónde están todos, no llegaron todavía?
Yo: -Se ve que no te avisaron. Mi viejo no está, fue con mi vieja a visitar a mis abuelos que están un poco enfermos. Ya avisó a todos. ¿A vos no te avisaron?
Marcelo: -No. Mi celular anda bastante para el culo. Anduvo mal toda la semana.
Yo: -¡Uy, qué mal!. Se ve que viniste para nada. O... si querés, podés pasar un rato... Y tomar una cerveza... No sé, si querés, vah...

Yo hablaba tímidamente pero con muchas ansias que decidiera quedarse.

Marcelo: -Bueno, dale. Voy a pasar un rato y después me voy.

Lo hice pasar. Se sentó en el sillón y puse el partido.

Marcelo: -¡Qué calor que hace! ¿No?
Yo: -Sí, a veces sueño con tener aire acondicionado. ¡Jaja! Si querés sacate la camisa- Le dije mientras le alcanzaba una cerveza. 

Marcelo me vio con unos ojos pícaros y empezó a quitase la camisa y yo no le sacaba los ojos de encima. Nunca lo había visto sin camisa. Marcelo tiene un cuerpo bastante fornido, los pectorales bien formados y los brazos bien gruesos, el pecho bastante peludo. Me gustó desde ya. Supongo que se dio cuenta que yo no podía parar de mirarlo, y me guiñó un ojo. Instantáneamente miré hacia el suelo por vergüenza.

Marcelo: -No te preocupes- Dijo. Y continuó: -Tengo una idea. ¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta? 

Yo: -¿Vos y yo? ¿Los dos, en la camioneta?
Marcelo: Sí, vos y yo solos. En mi camioneta.

La idea me excitaba muchísimo. Creo que tuve una erección en ese mismo momento. Le dije: 

Yo: -Bueno, dale. 
Marcelo: -Andá a traer un par de cervezas más para el camino.

Obedecí y fui inmediatamente a buscar un par de cervezas y las puse en una heladera portátil.

Fuimos hasta su camioneta Ford del 78, abrió la puerta y subí. Tenía un asiento enterizo, me senté de un golpe y reboté varias veces, como en esos colchones de resortes. El aspecto de la camioneta por dentro y por fuera era bastante polvoriento, un poco grasoso y con óxido por acá y por allá. 

Marcelo: -Vamos a la orilla del río ¿Qué te parece?
Yo: -Dale, me encanta
Marcelo: -Vamos.

Puso en marcha y salimos. Tomamos por un camino de asfalto, después por un camino de tierra por varios kilómetros. Íbamos como a 60km/h agarrando varios pozos en el camino, yo rebotando en ese asiento tuve hasta miedo de golpearme la cabeza con el techo de la camioneta ¡Jaja!

Como hacía calor, Marcelo no había vuelto a ponerse la camisa. Hacían como 33° y era pleno verano. Íbamos por ese camino de tierra dejando una estela de polvo a nuestro paso. Yo miraba a Marcelo y lo veía hermoso: manejaba con una mano y la otra la tenía apoyada en la ventanilla abierta, masculino, su pecho peludo transpirado, su cabello un poco despeinado y por mi mente pasaban todo tipo de fantasías.

Cuando llegamos al río, Marcelo, paró al lado de unos árboles y me dijo mirándome a los ojos: 

Marcelo: -Hace calor, eh. ¿Qué te parece si te sacás la remera?
Yo: -Sí.- Me quité la remera y el corazón me latía a mil. 
Marcelo: -Mejor ¿No?
Yo: -Sí, mucho mejor.
Marcelo: Mirá, vi cómo me mirabas desde hace rato. Tengo buen ojo para los chicos como vos. Tengo lo que se dice "calle". No me asusto de nada, y al contrario, me gustan los putitos, acabar en una cola cerrada es lo mejor que hay.

Mis ojos eran como dos huevos fritos, abiertos de par en par. Me asusté al principio pensando en lo que pudiera pensar de mí, o en lo que podría contarle a sus amigos. Pero después me tranquilizó diciendo:

Marcelo: -No te preocupes, todo lo que pase aquí se va a quedar entre nosotros. No voy a decir una palabra nunca.

Tomé coraje porque ya no había más nada que disimular. "Ya está", pensé, "hay que hacerlo y listo".

Yo: -Bueno, dale. Vamos a hacerlo, pero prometeme que va a quedar entre nosotros.
Marcelo: -Lo prometo, con una mano en el corazón- Decía, mientras se manoteaba el bulto por encima del pantalón.

En ese momento, Marcelo, me abrazó por encima del hombro con una mano y me llevó hacia su entrepierna, mientras con la otra mano se desprendía el pantalón vaquero. Le bajé el pantalón y para mi sorpresa, no tenía calzoncillo. Algunos hombres cuando hace mucho calor no usan ropa interior. Le bajé los pantalones hasta los tobillos y su verga ya estaba dura como una piedra. Le eché la piel de la cabeza para atrás y Marcelo suspiró fuerte ¡Ahh!

Marcelo: -Chupala, pibito. Chupala fuerte.

Obedecí inmediatamente y chupé con fuerza, con los labios como me había enseñado mi amigo Enrique (otro día contaré esa historia). La mandé hasta la garganta y traté de aguantar las arcadas. Los suspiros de éxtasis de Marcelo me ponían a mil, y yo chupaba con más fuerza y más rápido.

Marcelo: -Pará, pará que no quiero terminar todavía, quiero probar esa cola golosa.

Yo que ya me había sacado la remera, me saqué el pantalón y el bóxer. Me di vuelta y me puse como culo para arriba. Marcelo terminó de sacarse el pantalón y se puso en bolas. Adentro de esa camioneta hacía un calor tremendo. Los dos estábamos muy transpirados y mi cola estaba muy mojada.

El amigo de mi padre era un hombre espectacular, ¡tenía una fuerza en esas manos, tremenda! Me levantó de la cintura y me acostó a lo largo del asiento de la camioneta. Se echó arriba mío y me clavó la verga de una. Pegué un grito de mina dolida que se escuchó a cien metros.

Yo: -¡¡¡AAAYYHH!!!
Marcelo: -Gritá, putita. Gritá que acá no nos escucha nadie.
Yo: -¡¡AAAY!! ¡¡Aahhaaa!! ¡¡AAAhhhaaahh!!
Marcelo: ¡Qué hermosa culito gordito que tenés, putito goloso! ¡Qué hermoso y cerradito que está!

Yo estaba casi llorando y al mismo tiempo no quería que pare de cogerme. Su cuerpo transpirado resbalaba sobre mi espalda. Su verga entraba y salía de mi cola casi virgen con mucha fuerza y facilidad con tanta transpiración, ayudada por el asiento de resortes de la camioneta, era como una cama perfecta.
El olor a aceite de motor, a gasoil, combinadas con la tierra de no lavarse nunca esa camioneta, el calor y el olor a transpiración de ese hombre adulto, peludo y pesado me volvían loco. No quería que ese momento se termine nunca.

Marcelo subía y bajaba dándome empujones con su cintura, clavándome la pija. Se largaba sobre mí con todo su peso, me hacía gritar y sufrir como una condenada.

Después de un rato se quedó quieto respirando agitado en mi nuca, tirado sobre mí.

Yo: -¿Acabaste?- Le pregunté
Marcelo: -No, pendejito. Todavía no.

Estaba descansando y después de estar acostado un rato encima mío, me dio vuelta. Se acostó boca arriba y me pidió que me sentara arriba de su pija. Me hizo apoyar un pie en el volante de la camioneta y la otra pata sobre el asiento. Él se puso con los dos pies apoyados sobre el posa brazos de la puerta. De esa manera me senté sobre su verga bien parada y me la fui metiendo de a poco. El culo me ardía pero yo seguía teniendo ganas de más. Marcelo me abrazó por el pecho y me sostenía fuerte, yo apoyada sobre el volante con un pie y en el asiento con el otro, sostenía mi culo en el aire y de esa forma, Marcelo, me cogía de una manera magistral.

Así estuvimos un rato largo, hasta que me dijo:

Marcelo: -Ya está, quiero acabar.

Y abrió la puerta de la camioneta, se paró en bolas afuera y me hizo arrodillarme en el pasto.

Marcelo: -Vení, chupala que vos sabés bien cómo.

Obedecí con todas las ganas y con la cola adolorida me sentía más que dispuesta a hacerlo acabar dentro de mi boca.
Lo chupé con toda suavidad y después me la clavé hasta la garganta, la saqué de nuevo le pasé la lengua por toda la cabeza, pajeándolo bien. La babeaba y la pajeaba con mucha rapidez.
En un minuto más, Marcelo, empezó a gemir con más fuerza. ¡¡AHH!! ¡¡OhHHH!
Esa voz de macho me encantaba, y recibí toda su leche caliente en mi boca, deseosa de satisfacerlo completamente. ¡¡OOOHH!! ¡¡OHH! Decía con su voz ronca.


Después de un rato de estar sentados con la ropa a medio poner, nos tomamos las cervezas que habíamos traído. Ya un poco en pedo nos echamos un baño en el río los dos desnudos. Y volvimos a casa satisfechos y jamás dijimos una palabra de nuestro encuentro furtivo.





Me cogió un amigo de mi padre

9 comentarios - Me cogió un amigo de mi padre

tinchopajero +1
me dejaste la verga parada mal jaja genial
Osorosarino23 +1
exelente relato! yo también quiero un Marcelo
detrampa2 +1
Como me gustaría ser tu Marcelo
maximolu +1
alta poronga te comiste!!! cuando tengas libre avisa! te re doy!
Seffero +1
seguro que esta relacion continuara y en la foto flor de pija te comiste lo disfrutaste besis.😍