Les quiero compartir un relato de mi primera vez, espero que les guste 😀
Siempre fui un chico bastante tímido en el colegio. Tenía mi grupo de amigos con los que me juntaba después de clases, pero no era el que más se destacaba por su vida social.
Cuando mis compañeros hablaban de chicas, pensaba en que yo nunca siquiera había besado a una y ellos ya desde los 16 años tenían novia.
En especial, envidiaba a Miguel. Más allá de su cara con rasgos casi perfectos, siempre se destacaba en las clases de educación física por ser el más habilidoso y fuerte. Él tenía novia, le iba bien en las clases, era perfecto. Yo en cambio, le tenía miedo a las chicas, no tenía un físico tan marcado y nunca me consideré lindo.
Durante las vacaciones de verano, casi siempre estaba solo. Ya que mis amigos no vivían en mi barrio y si no era a través del colegio, no surgían otras actividades en común. De esta forma, podía olvidarme de Miguel por un rato y no pensar todo el tiempo en que debería ser más parecido a él.
Fue antes de mi último año del colegio cuando empieza esta historia, yo tenía 17 años recién cumplidos.
En los días de calor, mayormente en enero y febrero, solía ir por la tarde a la casa de mis tíos, que tenían una piscina grande. Ahí podía soportar mejor las altas temperaturas de Tucumán durante el verano.
Como mis tíos trabajaban hasta tarde, solía pasar el tiempo con mis primos Sebastián y Darío. Sebastián tenía 18 años y Darío 22.
Darío se pasaba todo el tiempo estudiando en su habitación, para poder rendir los exámenes de medicina en marzo.
Con Sebastián solía pasar la mayor parte de las vacaciones. No eramos los mejores amigos, pero antes que estar solo en mi casa era algo aceptable.
Un día, después de estar casi toda la tarde en el agua, decidimos salir e ir a mirar la televisión al living. Estaban por pasar una serie de animé que nos gustaba a ambos.
Cuando terminó el episodio, Sebastián empezó a hacer zapping para ver si podía encontrar algo más divertido que mirar.
Entre tanto cambiar, pasó por uno de los canales para adultos donde solo se podían distinguir algunas partes de un cuerpo humano entre rayas e interferencia de la señal codificada. Y casi sin preocuparse por mi, lo dejó un momento ahí.
Yo le dije que era un pajero por tratar de ver algo entre tanta interferencia. Y mirándome a los ojos me dijo:
- en mi habitación tengo un decodificador para poder verlo mejor, ¿querés ir?
Casi sin pensarlo mucho y dejándome llevar asentí con la cabeza y lo seguí hasta su habitación. Cerró la puerta con llave por las dudas que Darío entre sin avisar (de todas formas no lo hubiera hecho), y buscó en un cajón un aparato que lo enchufó detrás del televisor.
Primero bajó el volumen al mínimo y después empezó a buscar nuevamente el canal XXX.
Sin hablar, nos sentamos en la cama y empezamos a ver como una mujer con un cuerpo casi perfecto le hacía sexo oral a un hombre de unos 25 años como máximo.
Casi inmediatamente empecé a sentir como mi pene empezaba a crecer. Como todavía tenía el traje de baño tuve que tratar de acomodarme para que no se me note la erección. Sebastián sin embargo se dio cuenta enseguida. Y me preguntó si me gustaba la película. Yo asentí con la cabeza casi sin soltar un sonido. Luego, de la nada me pregunta:
- ¿querés que nos hagamos una paja?
Yo me puse todavía más nervioso y no sabía que contestar, con lo que vuelve a preguntar:
- ¿se te paró? Yo estoy al palo.
Inmediatamente se baja el traje de baño, y me muestra su pene.
Era la primera vez que veía el pene de otro chico en primera persona. Y en particular el de Sebastián era un poco más grueso que el mío.
Al ver que mi vista se había fijado en su entrepierna, me dice:
- Mostrame como estás vos, quiero ver.
Yo dudando de lo que estaba pasando, y con mucha timidez. Primero me puse rojo por los nervios. Pero después para no parecer un "nenito miedoso" hice lo mismo. Me bajé el traje de baño y le mostré mi pene, ahora mucho más duro de lo que estaba antes.
Sebastián se quedó algo sorprendido y me dice:
- ¡Mirá el primito, lo que tenía guardado!
Yo solamente sonreí y moví un poco mi pene como alardeando y para que lo pueda ver mejor. En ese momento pasó como una idea fugaz, tocarle el pene a mi primo. Y sin si quiera pensarlo, le pregunté:
- ¿Te lo puedo tocar?
Sebastián, simplemente se acomodó un poco más cerca mio y se bajó el traje de baño hasta las rodillas. Yo entendí ese gesto como un “si”. Y empecé a acariciar el tronco de su verga.
Cuando la tuve completamente rodeada por mis dedos, ahí noté realmente la diferencia de grosor con la mía. Era una sensación extraña, entre prohibido y excitante. Pero eso no me detenía. Yo seguí acariciando y con un movimiento hacía arriba y abajo fui estimulando a mi primo.
En un momento, el me ordena que me desnude igual que él. Yo accedo y él empieza a hacer lo mismo. Suavemente me empezó a masturbar, agarrando firmemente el tronco de mi pene y moviendo su mano hacia arriba y abajo.
De a poco empieza a aumentar la frecuencia de sus movimientos, y yo imitándolo, hice lo mismo.
De repente, sin decirme nada, me quita mis manos de su cuerpo. Pensé que le había hecho algo que le dolió. Pero veo que lo hace para ponerse más cómodo. Luego se inclina más hacia mi, y empieza a chuparme la cabeza de mi verga. Primer solo con la lengua, luego la envuelve poco a poco con sus labios hasta cubrirla por completo. Y continuó subiendo y bajando. Esto me dejó totalmente sorprendido e inmerso en placer.
En ese momento cerré los ojos, recosté mi espalda contra la pared y me quedé disfrutando de esta nueva experiencia. Lo único que podía hacer era jadear suavemente. Esa era toda la comunicación que había entre los dos. De a poco, empiezo a sentir ganas de acabar. Con lo cual hago fuerza sobre su cabeza para que pare. Sebastián se retira y me sonríe mirándome a los ojos con un gesto desafiante. Pero no deja de tocarme la verga con las manos. Luego me pregunta:
- ¿Me la chupás vos a mi?
Yo por un momento dudé, pero sentí que estaba obligado a recompensarlo por lo que había hecho. Así que me fui acercado a su pene que lo noté aún más grande que antes. Sin saber muy bien como hacer, confié en mi instinto y puse casi todo su pene en mi boca.
Comencé a chuparlo siguiendo el ejemplo de Sebastián. Trataba de ser suave, e ir jugando con mi lengua.
La sensación de tener toda su verga en mi boca era algo que me excitaba mucho. En un momento empecé a sentir como unas gotas de líquido preseminal se escapaban de mi pene.
Mientras yo me ocupaba con mi boca de mi primo, él me seguía tocando y acariciando mis huevos y mi verga. Yo a su vez trataba de hacer mi mayor esfuerzo por no ahogarme y mantener una frecuencia constante en mi trabajo.
Luego de unos minutos el jadeo de Sebastián empezó a ser más seguido y profundo. Yo sabía lo que estaba por pasar. Pero no pensé en sacar mi boca de su verga.
Su respiración se entrecortaba cada vez más y en un momento, dice:
- Voy a acabar.
Yo seguí chupando más fuerte y empecé a sentir como sus chorros de semen llenaban mi boca. Al principio tenía un gusto un poco dulce luego entre ácido y amargo, pero yo seguí chupando.
Esa sensación me excitaba aún más. Tanto que empecé a acabar entre sus manos que agarraban fuertemente el tronco de mi verga. Fue una experiencia increíble.
Cuando terminó de eyacular, Sebastián saca su pene aún duro de mi boca y se vuelve a subir el traje de baño. Yo sin saber que hacer, tragué toda su leche. No fue algo placentero, pero era lo único que se me ocurrió en el momento. Sentí que tenía restos de semen en la comisura de los labios que instintivamente recogí con mi lengua.
Finalmente Sebastián se paró y fue a limpiarse todo el semen que había saltado en su mano, y mientras yo aproveché para vestirme nuevamente.
Después bajamos al living y seguimos mirando la televisión, hasta que llegaron mis tíos. Pero entre los dos, sabíamos que esa no iba a ser nuestra última vez.
Siempre fui un chico bastante tímido en el colegio. Tenía mi grupo de amigos con los que me juntaba después de clases, pero no era el que más se destacaba por su vida social.
Cuando mis compañeros hablaban de chicas, pensaba en que yo nunca siquiera había besado a una y ellos ya desde los 16 años tenían novia.
En especial, envidiaba a Miguel. Más allá de su cara con rasgos casi perfectos, siempre se destacaba en las clases de educación física por ser el más habilidoso y fuerte. Él tenía novia, le iba bien en las clases, era perfecto. Yo en cambio, le tenía miedo a las chicas, no tenía un físico tan marcado y nunca me consideré lindo.
Durante las vacaciones de verano, casi siempre estaba solo. Ya que mis amigos no vivían en mi barrio y si no era a través del colegio, no surgían otras actividades en común. De esta forma, podía olvidarme de Miguel por un rato y no pensar todo el tiempo en que debería ser más parecido a él.
Fue antes de mi último año del colegio cuando empieza esta historia, yo tenía 17 años recién cumplidos.
En los días de calor, mayormente en enero y febrero, solía ir por la tarde a la casa de mis tíos, que tenían una piscina grande. Ahí podía soportar mejor las altas temperaturas de Tucumán durante el verano.
Como mis tíos trabajaban hasta tarde, solía pasar el tiempo con mis primos Sebastián y Darío. Sebastián tenía 18 años y Darío 22.
Darío se pasaba todo el tiempo estudiando en su habitación, para poder rendir los exámenes de medicina en marzo.
Con Sebastián solía pasar la mayor parte de las vacaciones. No eramos los mejores amigos, pero antes que estar solo en mi casa era algo aceptable.
Un día, después de estar casi toda la tarde en el agua, decidimos salir e ir a mirar la televisión al living. Estaban por pasar una serie de animé que nos gustaba a ambos.
Cuando terminó el episodio, Sebastián empezó a hacer zapping para ver si podía encontrar algo más divertido que mirar.
Entre tanto cambiar, pasó por uno de los canales para adultos donde solo se podían distinguir algunas partes de un cuerpo humano entre rayas e interferencia de la señal codificada. Y casi sin preocuparse por mi, lo dejó un momento ahí.
Yo le dije que era un pajero por tratar de ver algo entre tanta interferencia. Y mirándome a los ojos me dijo:
- en mi habitación tengo un decodificador para poder verlo mejor, ¿querés ir?
Casi sin pensarlo mucho y dejándome llevar asentí con la cabeza y lo seguí hasta su habitación. Cerró la puerta con llave por las dudas que Darío entre sin avisar (de todas formas no lo hubiera hecho), y buscó en un cajón un aparato que lo enchufó detrás del televisor.
Primero bajó el volumen al mínimo y después empezó a buscar nuevamente el canal XXX.
Sin hablar, nos sentamos en la cama y empezamos a ver como una mujer con un cuerpo casi perfecto le hacía sexo oral a un hombre de unos 25 años como máximo.
Casi inmediatamente empecé a sentir como mi pene empezaba a crecer. Como todavía tenía el traje de baño tuve que tratar de acomodarme para que no se me note la erección. Sebastián sin embargo se dio cuenta enseguida. Y me preguntó si me gustaba la película. Yo asentí con la cabeza casi sin soltar un sonido. Luego, de la nada me pregunta:
- ¿querés que nos hagamos una paja?
Yo me puse todavía más nervioso y no sabía que contestar, con lo que vuelve a preguntar:
- ¿se te paró? Yo estoy al palo.
Inmediatamente se baja el traje de baño, y me muestra su pene.
Era la primera vez que veía el pene de otro chico en primera persona. Y en particular el de Sebastián era un poco más grueso que el mío.
Al ver que mi vista se había fijado en su entrepierna, me dice:
- Mostrame como estás vos, quiero ver.
Yo dudando de lo que estaba pasando, y con mucha timidez. Primero me puse rojo por los nervios. Pero después para no parecer un "nenito miedoso" hice lo mismo. Me bajé el traje de baño y le mostré mi pene, ahora mucho más duro de lo que estaba antes.
Sebastián se quedó algo sorprendido y me dice:
- ¡Mirá el primito, lo que tenía guardado!
Yo solamente sonreí y moví un poco mi pene como alardeando y para que lo pueda ver mejor. En ese momento pasó como una idea fugaz, tocarle el pene a mi primo. Y sin si quiera pensarlo, le pregunté:
- ¿Te lo puedo tocar?
Sebastián, simplemente se acomodó un poco más cerca mio y se bajó el traje de baño hasta las rodillas. Yo entendí ese gesto como un “si”. Y empecé a acariciar el tronco de su verga.
Cuando la tuve completamente rodeada por mis dedos, ahí noté realmente la diferencia de grosor con la mía. Era una sensación extraña, entre prohibido y excitante. Pero eso no me detenía. Yo seguí acariciando y con un movimiento hacía arriba y abajo fui estimulando a mi primo.
En un momento, el me ordena que me desnude igual que él. Yo accedo y él empieza a hacer lo mismo. Suavemente me empezó a masturbar, agarrando firmemente el tronco de mi pene y moviendo su mano hacia arriba y abajo.
De a poco empieza a aumentar la frecuencia de sus movimientos, y yo imitándolo, hice lo mismo.
De repente, sin decirme nada, me quita mis manos de su cuerpo. Pensé que le había hecho algo que le dolió. Pero veo que lo hace para ponerse más cómodo. Luego se inclina más hacia mi, y empieza a chuparme la cabeza de mi verga. Primer solo con la lengua, luego la envuelve poco a poco con sus labios hasta cubrirla por completo. Y continuó subiendo y bajando. Esto me dejó totalmente sorprendido e inmerso en placer.
En ese momento cerré los ojos, recosté mi espalda contra la pared y me quedé disfrutando de esta nueva experiencia. Lo único que podía hacer era jadear suavemente. Esa era toda la comunicación que había entre los dos. De a poco, empiezo a sentir ganas de acabar. Con lo cual hago fuerza sobre su cabeza para que pare. Sebastián se retira y me sonríe mirándome a los ojos con un gesto desafiante. Pero no deja de tocarme la verga con las manos. Luego me pregunta:
- ¿Me la chupás vos a mi?
Yo por un momento dudé, pero sentí que estaba obligado a recompensarlo por lo que había hecho. Así que me fui acercado a su pene que lo noté aún más grande que antes. Sin saber muy bien como hacer, confié en mi instinto y puse casi todo su pene en mi boca.
Comencé a chuparlo siguiendo el ejemplo de Sebastián. Trataba de ser suave, e ir jugando con mi lengua.
La sensación de tener toda su verga en mi boca era algo que me excitaba mucho. En un momento empecé a sentir como unas gotas de líquido preseminal se escapaban de mi pene.
Mientras yo me ocupaba con mi boca de mi primo, él me seguía tocando y acariciando mis huevos y mi verga. Yo a su vez trataba de hacer mi mayor esfuerzo por no ahogarme y mantener una frecuencia constante en mi trabajo.
Luego de unos minutos el jadeo de Sebastián empezó a ser más seguido y profundo. Yo sabía lo que estaba por pasar. Pero no pensé en sacar mi boca de su verga.
Su respiración se entrecortaba cada vez más y en un momento, dice:
- Voy a acabar.
Yo seguí chupando más fuerte y empecé a sentir como sus chorros de semen llenaban mi boca. Al principio tenía un gusto un poco dulce luego entre ácido y amargo, pero yo seguí chupando.
Esa sensación me excitaba aún más. Tanto que empecé a acabar entre sus manos que agarraban fuertemente el tronco de mi verga. Fue una experiencia increíble.
Cuando terminó de eyacular, Sebastián saca su pene aún duro de mi boca y se vuelve a subir el traje de baño. Yo sin saber que hacer, tragué toda su leche. No fue algo placentero, pero era lo único que se me ocurrió en el momento. Sentí que tenía restos de semen en la comisura de los labios que instintivamente recogí con mi lengua.
Finalmente Sebastián se paró y fue a limpiarse todo el semen que había saltado en su mano, y mientras yo aproveché para vestirme nuevamente.
Después bajamos al living y seguimos mirando la televisión, hasta que llegaron mis tíos. Pero entre los dos, sabíamos que esa no iba a ser nuestra última vez.
13 comentarios - Mi primera vez (relato gay)
van p