Habían pasado algunos meses desde que conocí a Valeria. El negocio había mejorado mucho, ser un escort masculino era lo que me hacía feliz en ese momento, era mi vocación, mi trabajo soñado. Hasta se me hizo tan rentable que abandone mi oficio de atención al público en la oficina de encomiendas y aun así generaba mejores ingresos dedicándome full time a alquilar mi cuerpo a mujeres libidinosas, infieles, pervertidas y hasta alguna que otra ninfómana.
Si bien no era un trabajo perfecto era agradable, algunas veces era solo acompañar a señoras que no querían sentirse solas en reuniones de trabajo, cenas, viajes y otras veces era ser usado por ellas como un pedazo de carne sumiso que complacía todos sus deseos. Cuando uno se dedica a esto supongo que empieza a reconocer la verdad en las personas, aprende a ver a través de esa mascara que se vuelve transparente en la intimidad de una habitación oscura, liberando el verdadero ser primal que se desata con el deseo sexual y las ansias del poder.
En el poco tiempo de mis actividades me había cruzado de todo, mujeres buenas, cariñosas, maternales, y también del otro extremo manipuladoras, movidas por la venganza de alguna infidelidad del marido, o que simplemente querían degustar por un rato el poder de controlar a una persona aunque solo fuera en el ámbito sexual.
Eran los gajes del oficio, como siempre nos decíamos con Valeria. Ella siempre estaba interesada en escuchar mis experiencias de la semana y aunque podía notar cierto recelo de su parte, seguía aceptando mi trabajo y consentía que nuestra relación fuera abierta siempre y cuando fuera su “papi”, el semental que la satisfacía por completo y por el que ella se sacrificaba para complacer cada uno de sus deseos.
La verdad la pasábamos muy bien juntos, poco a poco, quizás casi imperceptiblemente, casi sin darnos cuenta, nos fuimos enamorando el uno del otro.
Ella cada vez era más femenina, su figura iba cambiando con el pasar del tiempo, su cuerpo y mente se iban moldeando con las hormonas, y salvo algún desvarío emocional producto de las mismas nos llevábamos más que bien. Éramos amigos, amantes, almas gemelas. Yo me fui soltando con mi sexualidad, a decir verdad con su sexualidad, me fui animando a salir en público con ella y aceptarla como era.
Su feminidad hacia pasar desapercibida en público su verdadero sexo, si aún quedaba algo de el en ella. Salíamos juntos siempre que podíamos, buscábamos disfrutar juntos nuestra mutua compañía, mientras no interfiriera con nuestros trabajos u obligaciones. Yo me quedaba casi todos los fines de semanas, casi religiosamente en su departamento, me encantaba tener la intimidad de la convivencia con ella, que solo se veía quebrantada por algún pedido de trabajo.
Sabía que ella se quebraba, que algo en su alma se incendiaba irremediablemente reflejándose en sus ojos cada vez que tenía que despedirme para tener sexo con alguna mujer que requería mis servicios. A mí no me gustaba mucho tampoco, sentía algo de culpa de abandonarla así aunque fuera solo por un par de horas. Ese sentimiento de culpa hacia que al volver siempre le diera una sorpresa para reparar ese daño que tan frecuentemente le propinaba. La compensación tomaba distintas formas, a veces era material, ropas, accesorios, salidas a un bar, cines o a comer, a veces era un buen polvo, un desayuno en la cama o un cálido abrazo.
Sabía que ella sufría por mí, aunque nunca me lo dijera, pero mi amor por el dinero fácil sobrepasaba mi voluntad.
Fue el día de su cumpleaños en su casa, ella cumplía 20 años, organizo una cena con los pocos amigos que había podido hacer en tan poco tiempo una pareja de la oficina y un hombre mayor que me presentó como su jefe, este último estuvo un rato y se fue argumentando que tenía que madrugar .
Recuerdo que ese día estaba radiante, sus ojos reflejaban felicidad, nada podía borrarle su sonrisa. Lucía una cadenita de plata que le había regalado la noche anterior. Me abrazaba y presumía como si quisiera darle envidia a sus amigos del macho que había conseguido, de nuestra felicidad juntos.
Ya eran como las 3 de la mañana y habiendo pasado varias botellas de alcohol, anécdotas y risas ellos anunciaron su retirada. Valeria los acompaño a la puerta y volvió corriendo, lo supe por el sonido de sus tacos mientras se acercaban a mí mientras estaba ahí sentado. Ella me abrazo por la espalda y apoyo su cabeza en mi hombro.
- Gor… te amo.
Me impacto mucho su declaración, a decir verdad no la esperaba, era la primera vez que alguien me declaraba su amor por mí. Por unos segundos no supe cómo reaccionar, podía sentir la calidez de su abrazo. Estaba confundido, halagado, sentía miedo de no corresponder sus sentimientos.
- Yo también, Valeria. Te amo.
Ella dio la vuelta y sin decir palabra alguna se abrió sus piernas y envolviéndome con ellas se sentó en mi regazo y me dio un beso que termino expresando todo lo que las palabras no hubieran podido.
- Vale, sos hermosa
- Vos más bombón
- Eso sin duda, pero no quita lo hermosa que sos vos
- Jajaj creído, pero si, somos hermosos.
- Hay algo que siempre he querido hablarte, pero no sé cómo lo tomes.
- Mmm, a ver decime
- No, no sé, me cuesta
- Dale tontín, estamos en confianza.
- Bueno, pero me cuesta. En realidad siempre me he preguntado si te gustaría “afianzar” tu feminidad.
- No entiendo a qué te réferis… me siento una mujer hermosa, “tu mujer hermosa”
- Me refiero a… (mientras con mis manos hice el ademan de agarrar 2 grandes tetas en mi pecho)
- Ahh. Tetas? Tengo tetas pero chiquitas!! No te gustan??? La verdad si, lo he pensado pero no podría pagar la cirugía.
- Me encanta todo de vos, pero solo si vos querés, te puedo ayudar a pagarlas y de paso nos tomamos unos días de vacaciones para estar juntitos sin que nadie moleste, sin trabajar, solo nosotros 2.
- Hmmm, no sé, no creo que este bien que hagas ese sacrificio por mí.
- Pero yo quiero hacerlo, además el que más las va a disfrutar soy yo.
- Jajaj, sos un tonto. No sé déjame pensarlo bien y te digo. Ahora vamos a la cama que te voy a demostrar lo que una nena de tetas chiquitas puede hacerte.
- Auxilio una adolescente pervertida me quiere violar!!!!
- Jajaja tonto, no me hagas reír.
Cuando llegamos a la habitación ella me sentó en la cama yo me aleje apoyándome en el respaldo y ella puso música, jamás voy a olvidar esa canción, era de una vieja película de vampiros pero encajó de la forma más perfecta posible en la situación.
https://www.youtube.com/watch?v=3Pc_KMsR6rc
Ella me dio la espalda y levantando sus brazos empezó a mover sus caderas muy despacio y de forma muy sensual, casi tímidamente. Los efectos del alcohol y el repentino flujo de sangre que pareció abandonar mi cabeza respondiendo al momento, hicieron que la habitación pareciera dar vueltas, acompañando el compás de su cintura.
Era el cielo, si en verdad existe debía ser algo similar a eso.
Sin dejar de bailar dejo caer uno de los breteles de aquel corto vestido negro, luego el otro. Este cayo hasta su cintura, desnudando su espalda. Estaba demasiado perdido en la imagen de su cuerpo, solo éramos ella y yo en ese instante, pensé en decirle lo hermosa que era, lo que me hacía sentir pero cualquier palabra hubiera arruinado el momento, el silencio era perfecto.
Se agachó un poco y sacando cola hizo que su vestido cayera a sus pies, al igual que yo en ese momento. Su cola era perfecta, no me pude aguantar y tuve que bajarme un poco el pantalón para sacar mi verga adolorida por estar aprisionada, quería ser partícipe del espectáculo y me lo hacía saber.
La imagen de sus nalgas moviéndose al compás de la música termino de hacer que mi erección pareciera a punto de explotar, incontenible. Lo único que quedaba de sus ropas eran sus zapatos de tacón fino.
Termino de desnudarse al sacarse una pequeña tanga blanca que rodo por sus piernas. Tomo algo del cajón y se dio vuelta hacia mí.
En sus manos tenía unas esposas y un consolador azul. Ella sonreía mientras yo me perdía en sus ojos. Me hizo volver en mi cuando me lanzó las esposas las cuales atrapé en pleno vuelo.
- Y esto?
- Para vos, ponetelas.
- No!
- No?
- Hoy es tu día especial, tu cumpleaños si hay alguien que las tiene que disfrutar sos vos, veni!
Ella intentó un paso a adelante
- Así no
- Y como
- A 4 patas perrita
Dudó un poco, no sabía qué hacer con el consolador.
Lo coloco de costado en su boca y lo sujeto entre sus dientes. Se arrodillo y mientras miraba mi pija al palo con sus ojos inundados de lujuria se dejó caer sobre sus manos quedando a 4 patas.
Se acercó lentamente moviendo su cola de forma sexy, subiendo a la cama se acercaba a mí, me pareció tardar una eternidad. Me era difícil contenerme y continuar con el ritmo del juego.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca abrió sus labios dejando caer el consolador en mi pecho y sin dudarlo busco mi boca y mordió mis labios con la fuerza justa para regalarme una sensación que era imposible definir entre placer o dolor.
Sin pensarlo intento agarrar mi verga.
- No, no te di permiso
- Perdón mi amo
- Shhhh, las perritas no hablan.
Se quedó en silencio y expectante, esperando por una orden. Cuando le mostré las esposas, se incorporó quedando de rodillas y dándome la espalda puso sus manos detrás de su cintura las cuales no tardé en esposar.
Volvió a darme la cara, aun de rodillas, esposada, sumisa. Tome el consolador y puse la punta sobre sus labios, ella saco la lengua apenas y empezó a recorrerlo suavemente. Jugaba con el consolador en su cara pasándolo por todos lados, ella buscaba lamerlo siempre que pasaba cerca de su boca.
Lo frote contra la cabeza de mi verga, mojándolo con mi liquido pre seminal. Ella abrió su boca como esperando degustar todo mi sabor. Se lo acerqué lo suficiente como para que ella tomara la iniciativa de chuparlo pero no se lo iba a hacer tan fácil. Cuando quiso llevárselo a su boca, se lo alejé rápidamente, ella me miro como enojada soltando un “grrrr”, imitando a una perrita enojada.
Jugamos así un rato hasta que deje que probara su sabor, ella lo disfruto jugando con su lengua mientras estaba dentro de su boca.
Me fui detrás de ella y empujándola de su espalda su cabeza quedo pegada al colchón, dándome acceso total a ese hermoso culo que no dudé en lamer y si cabe, penetrar con mi lengua de manera bestial.
La hice gemir de placer, estaba seguro que de poder hablar me hubiese pedido que la penetre como un toro en celo, sin compasión, pero estaba metida en el rol que le había dado, solo gemía como una cachorra, disfrutaba nuestro juego.
El sentir el consolador pasar entre su cola, haciendo contacto con su ano la motivo mucho más, movía su cola y daba pequeños saltitos como suplicando su recompensa.
A mi me gustaba estar en control de la situación, haciendo suplicar en silencio a la persona que más quería en ese momento.
Escupí en su cola y pase un par de veces más el consolador lubricándolo bien, ella entendió lo que se avecinaba, su cintura ya no se movía, estaba expectante a ser penetrada.
No pude contenerme, al hacer un poco de presión ella abrió un poco más sus piernas y no pudo soportar más y lanzó un gemido que ensordeció la habitación.
Mi mano se dirigió rápidamente a sus nalgas, dando una cachetada a su culo que al hacer contacto se estremeció, dejando de nuevo en silencio la habitación.
- Las perritas no gimen, parece que no estas entendiendo.
Mas nalgueadas no se hicieron esperar, no recuerdo cuantas fueron, pero recuerdo que su cola termino roja del castigo. Yo también sabía hacerla disfrutar jugando entre los límites del placer y el dolor.
Terminado el castigo, volví a lamer su culo, esta vez mordiéndola en sus nalgas entre lamidas, cuando consideré que estaba bien lubricada retomé a intentar penetrarla con el juguete azul que tanto se había hecho desear.
Esta vez en completo silencio, ella había aceptado su destino, su rol. El consolador se abrió paso lentamente pero sin detenerse, ya sin resistencia ella lanzó un pequeño quejido cuando hizo tope. Se lo había metido hasta el fondo y de una sola vez. Se lo metía y sacaba lentamente, haciendo que sintiera cada milímetro de ese juguete azul entrar y salir de su cola. Mis movimientos se fueron haciendo cada vez más rápidos y profundos hasta el punto de la brutalidad, ella gemía sin control, tratando de aguantarse mientras mordía sus labios y a veces las sabanas.
Estaba en mi completo control, los dedos de sus manos esposadas a su espalda se contraían y estiraban sucumbiendo al placer. Pude ver cuando acabó, su minúsculo pene parecía escupir pequeños chorritos de líquido pre seminal, yo seguía metiéndole el consolador hasta que vi que su eyaculación había cesado. Le deje aquella pija de plástico clavada en el fondo de su culo y tomándola del pelo violentamente la deje acostado boca arriba y acerqué mi verga a su cara. Ella respondió abriendo su boca desesperada por sentirla. Pasaba la cabeza de mi pija por toda su cara y su lengua mientras ella se mantenía con su boca abierta. Cuando la puse dentro de su boca ella me la chupaba y jugueteaba con su lengua, estaba poseída por el placer.
- Abri bien la boca
Ella respondo esforzándose por abrirla lo más posible, y se la metí hasta donde pude. Tenía media vergo adentro, mi cabeza toco el fondo de su paladar lo que le provocó tos y alguna que otra arcada.
Cuando la saque ella intento escupir derramando saliva por su propia cara, me calentó mucho esto, me sentía que la degradaba, la usaba, la violaba. Era nuestro juego y lo estábamos disfrutando. Acerque mis huevos a su boca y ella los lamia desesperada, se quedó quieta un instante y volvió a abrir su boca ofreciéndomela. Escupí dentro de su boca y volví a metérsela lo más profundo que pude, esta vez un poco más adentro. Estuvimos asi un rato entre la asfixia, la saliva, la sumisión y la dominación hasta que le entro toda y mis huevos hicieron contacto con su nariz cayendo arriba de sus ojos. Cuando se la saqué ella tras tomarse unos segundos para respirar y escupir, esbozó una sonrisa y me miraba como orgullosa de haber cumplido tan sacrificado objetivo.
Yo no aguantaba más mi pija iba a explotar como un volcán de semen. Rápidamente la ayude a incorporarse. Le costó mantenerse en pie aun con el consolador adentro de su ser. La tenia parada frente a la cama, hice que se fuera para adelante y con su cabeza apoyada en el colchón le saqué el consolador que cambie de una sola embestida por mi verga.
Le di realmente muy fuerte mientras la sostenía de sus brazos esposados. La intensidad de sus gritos y la fuerza con la que la estaba cogiendo hubieran supuesto un intento de violación a cualquiera que no conociera la situación. Mis huevos revotaban en un su culo y al chocar hacían ruido. Mis embestidas eran cada vez más profundas hasta que la embestida final llego y con toda mi verga enterrada lo más profundo que se podía pude sentir como bombeaba leche e inundaba su interior. Fue un placer como nunca había sentido. Ella no resistió mas y cuando solté sus brazos cayo en la cama como un peso muerto.
Podía ver como su cuerpo y sus piernas temblaban. Yo me acosté sobre ella y dándole un beso en la mejilla nos quedamos en silencio.
Estuvimos así un rato, hasta que decidimos bañarnos. Entramos juntos en la ducha donde nos fundíamos entre besos y nos enjabonábamos el uno al otro nos contábamos lo mucho que lo habíamos disfrutado, y lo feliz que nos hacía habernos encontrado y estar juntos.
Habían pasado un par de semanas desde su cumpleaños, era un día de semana como cualquier otro cuando me comentó.
- Gordo
- Que paso bebe?
- Nada, te quería comentar que tengo una amiga que me pidió un favor. Que si conocía a alguien que pudiera arreglar unas cosas en su casa, pero tenía que ser súper discreto, ya lo vas a entender si vas. Yo le comenté de vos.
- La verdad que ni ganas de hacer esos trabajos, pero bueno si es amiga tuya puedo hacerle un favor.
- Dale gracias, ahora le mando un mensaje y le aviso
- Ok
Concretamos que iba a ir el siguiente día a la tarde. Preparé una caja de herramientas y me dirigí al lugar. Me costó un poco encontrar la casa ya que no conocía la zona. Cuando llegué toque timbre y me atendió una rubia hermosa con un cuerpo que parecía un reloj de arena, aun debajo de esas ropas sueltas que llevaba. Su pelo era largo y algo rizado, tenía ojos azules que escondían algo de dolor, lo sabía porque encontré algo de la mirada de mis padres en la suya. Aun así aquella mujer me parecía un ángel.
Y así fue, un día de semana cualquiera, en una tarde como tantas otras de un día que se perdía en la cotidianeidad, como conocí a la persona que iba destruir mi vida por completo.
- Hola Joaquín, soy Gabriela, un gusto en conocerte. Pasá …
Continuará.
Si bien no era un trabajo perfecto era agradable, algunas veces era solo acompañar a señoras que no querían sentirse solas en reuniones de trabajo, cenas, viajes y otras veces era ser usado por ellas como un pedazo de carne sumiso que complacía todos sus deseos. Cuando uno se dedica a esto supongo que empieza a reconocer la verdad en las personas, aprende a ver a través de esa mascara que se vuelve transparente en la intimidad de una habitación oscura, liberando el verdadero ser primal que se desata con el deseo sexual y las ansias del poder.
En el poco tiempo de mis actividades me había cruzado de todo, mujeres buenas, cariñosas, maternales, y también del otro extremo manipuladoras, movidas por la venganza de alguna infidelidad del marido, o que simplemente querían degustar por un rato el poder de controlar a una persona aunque solo fuera en el ámbito sexual.
Eran los gajes del oficio, como siempre nos decíamos con Valeria. Ella siempre estaba interesada en escuchar mis experiencias de la semana y aunque podía notar cierto recelo de su parte, seguía aceptando mi trabajo y consentía que nuestra relación fuera abierta siempre y cuando fuera su “papi”, el semental que la satisfacía por completo y por el que ella se sacrificaba para complacer cada uno de sus deseos.
La verdad la pasábamos muy bien juntos, poco a poco, quizás casi imperceptiblemente, casi sin darnos cuenta, nos fuimos enamorando el uno del otro.
Ella cada vez era más femenina, su figura iba cambiando con el pasar del tiempo, su cuerpo y mente se iban moldeando con las hormonas, y salvo algún desvarío emocional producto de las mismas nos llevábamos más que bien. Éramos amigos, amantes, almas gemelas. Yo me fui soltando con mi sexualidad, a decir verdad con su sexualidad, me fui animando a salir en público con ella y aceptarla como era.
Su feminidad hacia pasar desapercibida en público su verdadero sexo, si aún quedaba algo de el en ella. Salíamos juntos siempre que podíamos, buscábamos disfrutar juntos nuestra mutua compañía, mientras no interfiriera con nuestros trabajos u obligaciones. Yo me quedaba casi todos los fines de semanas, casi religiosamente en su departamento, me encantaba tener la intimidad de la convivencia con ella, que solo se veía quebrantada por algún pedido de trabajo.
Sabía que ella se quebraba, que algo en su alma se incendiaba irremediablemente reflejándose en sus ojos cada vez que tenía que despedirme para tener sexo con alguna mujer que requería mis servicios. A mí no me gustaba mucho tampoco, sentía algo de culpa de abandonarla así aunque fuera solo por un par de horas. Ese sentimiento de culpa hacia que al volver siempre le diera una sorpresa para reparar ese daño que tan frecuentemente le propinaba. La compensación tomaba distintas formas, a veces era material, ropas, accesorios, salidas a un bar, cines o a comer, a veces era un buen polvo, un desayuno en la cama o un cálido abrazo.
Sabía que ella sufría por mí, aunque nunca me lo dijera, pero mi amor por el dinero fácil sobrepasaba mi voluntad.
Fue el día de su cumpleaños en su casa, ella cumplía 20 años, organizo una cena con los pocos amigos que había podido hacer en tan poco tiempo una pareja de la oficina y un hombre mayor que me presentó como su jefe, este último estuvo un rato y se fue argumentando que tenía que madrugar .
Recuerdo que ese día estaba radiante, sus ojos reflejaban felicidad, nada podía borrarle su sonrisa. Lucía una cadenita de plata que le había regalado la noche anterior. Me abrazaba y presumía como si quisiera darle envidia a sus amigos del macho que había conseguido, de nuestra felicidad juntos.
Ya eran como las 3 de la mañana y habiendo pasado varias botellas de alcohol, anécdotas y risas ellos anunciaron su retirada. Valeria los acompaño a la puerta y volvió corriendo, lo supe por el sonido de sus tacos mientras se acercaban a mí mientras estaba ahí sentado. Ella me abrazo por la espalda y apoyo su cabeza en mi hombro.
- Gor… te amo.
Me impacto mucho su declaración, a decir verdad no la esperaba, era la primera vez que alguien me declaraba su amor por mí. Por unos segundos no supe cómo reaccionar, podía sentir la calidez de su abrazo. Estaba confundido, halagado, sentía miedo de no corresponder sus sentimientos.
- Yo también, Valeria. Te amo.
Ella dio la vuelta y sin decir palabra alguna se abrió sus piernas y envolviéndome con ellas se sentó en mi regazo y me dio un beso que termino expresando todo lo que las palabras no hubieran podido.
- Vale, sos hermosa
- Vos más bombón
- Eso sin duda, pero no quita lo hermosa que sos vos
- Jajaj creído, pero si, somos hermosos.
- Hay algo que siempre he querido hablarte, pero no sé cómo lo tomes.
- Mmm, a ver decime
- No, no sé, me cuesta
- Dale tontín, estamos en confianza.
- Bueno, pero me cuesta. En realidad siempre me he preguntado si te gustaría “afianzar” tu feminidad.
- No entiendo a qué te réferis… me siento una mujer hermosa, “tu mujer hermosa”
- Me refiero a… (mientras con mis manos hice el ademan de agarrar 2 grandes tetas en mi pecho)
- Ahh. Tetas? Tengo tetas pero chiquitas!! No te gustan??? La verdad si, lo he pensado pero no podría pagar la cirugía.
- Me encanta todo de vos, pero solo si vos querés, te puedo ayudar a pagarlas y de paso nos tomamos unos días de vacaciones para estar juntitos sin que nadie moleste, sin trabajar, solo nosotros 2.
- Hmmm, no sé, no creo que este bien que hagas ese sacrificio por mí.
- Pero yo quiero hacerlo, además el que más las va a disfrutar soy yo.
- Jajaj, sos un tonto. No sé déjame pensarlo bien y te digo. Ahora vamos a la cama que te voy a demostrar lo que una nena de tetas chiquitas puede hacerte.
- Auxilio una adolescente pervertida me quiere violar!!!!
- Jajaja tonto, no me hagas reír.
Cuando llegamos a la habitación ella me sentó en la cama yo me aleje apoyándome en el respaldo y ella puso música, jamás voy a olvidar esa canción, era de una vieja película de vampiros pero encajó de la forma más perfecta posible en la situación.
https://www.youtube.com/watch?v=3Pc_KMsR6rc
Ella me dio la espalda y levantando sus brazos empezó a mover sus caderas muy despacio y de forma muy sensual, casi tímidamente. Los efectos del alcohol y el repentino flujo de sangre que pareció abandonar mi cabeza respondiendo al momento, hicieron que la habitación pareciera dar vueltas, acompañando el compás de su cintura.
Era el cielo, si en verdad existe debía ser algo similar a eso.
Sin dejar de bailar dejo caer uno de los breteles de aquel corto vestido negro, luego el otro. Este cayo hasta su cintura, desnudando su espalda. Estaba demasiado perdido en la imagen de su cuerpo, solo éramos ella y yo en ese instante, pensé en decirle lo hermosa que era, lo que me hacía sentir pero cualquier palabra hubiera arruinado el momento, el silencio era perfecto.
Se agachó un poco y sacando cola hizo que su vestido cayera a sus pies, al igual que yo en ese momento. Su cola era perfecta, no me pude aguantar y tuve que bajarme un poco el pantalón para sacar mi verga adolorida por estar aprisionada, quería ser partícipe del espectáculo y me lo hacía saber.
La imagen de sus nalgas moviéndose al compás de la música termino de hacer que mi erección pareciera a punto de explotar, incontenible. Lo único que quedaba de sus ropas eran sus zapatos de tacón fino.
Termino de desnudarse al sacarse una pequeña tanga blanca que rodo por sus piernas. Tomo algo del cajón y se dio vuelta hacia mí.
En sus manos tenía unas esposas y un consolador azul. Ella sonreía mientras yo me perdía en sus ojos. Me hizo volver en mi cuando me lanzó las esposas las cuales atrapé en pleno vuelo.
- Y esto?
- Para vos, ponetelas.
- No!
- No?
- Hoy es tu día especial, tu cumpleaños si hay alguien que las tiene que disfrutar sos vos, veni!
Ella intentó un paso a adelante
- Así no
- Y como
- A 4 patas perrita
Dudó un poco, no sabía qué hacer con el consolador.
Lo coloco de costado en su boca y lo sujeto entre sus dientes. Se arrodillo y mientras miraba mi pija al palo con sus ojos inundados de lujuria se dejó caer sobre sus manos quedando a 4 patas.
Se acercó lentamente moviendo su cola de forma sexy, subiendo a la cama se acercaba a mí, me pareció tardar una eternidad. Me era difícil contenerme y continuar con el ritmo del juego.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca abrió sus labios dejando caer el consolador en mi pecho y sin dudarlo busco mi boca y mordió mis labios con la fuerza justa para regalarme una sensación que era imposible definir entre placer o dolor.
Sin pensarlo intento agarrar mi verga.
- No, no te di permiso
- Perdón mi amo
- Shhhh, las perritas no hablan.
Se quedó en silencio y expectante, esperando por una orden. Cuando le mostré las esposas, se incorporó quedando de rodillas y dándome la espalda puso sus manos detrás de su cintura las cuales no tardé en esposar.
Volvió a darme la cara, aun de rodillas, esposada, sumisa. Tome el consolador y puse la punta sobre sus labios, ella saco la lengua apenas y empezó a recorrerlo suavemente. Jugaba con el consolador en su cara pasándolo por todos lados, ella buscaba lamerlo siempre que pasaba cerca de su boca.
Lo frote contra la cabeza de mi verga, mojándolo con mi liquido pre seminal. Ella abrió su boca como esperando degustar todo mi sabor. Se lo acerqué lo suficiente como para que ella tomara la iniciativa de chuparlo pero no se lo iba a hacer tan fácil. Cuando quiso llevárselo a su boca, se lo alejé rápidamente, ella me miro como enojada soltando un “grrrr”, imitando a una perrita enojada.
Jugamos así un rato hasta que deje que probara su sabor, ella lo disfruto jugando con su lengua mientras estaba dentro de su boca.
Me fui detrás de ella y empujándola de su espalda su cabeza quedo pegada al colchón, dándome acceso total a ese hermoso culo que no dudé en lamer y si cabe, penetrar con mi lengua de manera bestial.
La hice gemir de placer, estaba seguro que de poder hablar me hubiese pedido que la penetre como un toro en celo, sin compasión, pero estaba metida en el rol que le había dado, solo gemía como una cachorra, disfrutaba nuestro juego.
El sentir el consolador pasar entre su cola, haciendo contacto con su ano la motivo mucho más, movía su cola y daba pequeños saltitos como suplicando su recompensa.
A mi me gustaba estar en control de la situación, haciendo suplicar en silencio a la persona que más quería en ese momento.
Escupí en su cola y pase un par de veces más el consolador lubricándolo bien, ella entendió lo que se avecinaba, su cintura ya no se movía, estaba expectante a ser penetrada.
No pude contenerme, al hacer un poco de presión ella abrió un poco más sus piernas y no pudo soportar más y lanzó un gemido que ensordeció la habitación.
Mi mano se dirigió rápidamente a sus nalgas, dando una cachetada a su culo que al hacer contacto se estremeció, dejando de nuevo en silencio la habitación.
- Las perritas no gimen, parece que no estas entendiendo.
Mas nalgueadas no se hicieron esperar, no recuerdo cuantas fueron, pero recuerdo que su cola termino roja del castigo. Yo también sabía hacerla disfrutar jugando entre los límites del placer y el dolor.
Terminado el castigo, volví a lamer su culo, esta vez mordiéndola en sus nalgas entre lamidas, cuando consideré que estaba bien lubricada retomé a intentar penetrarla con el juguete azul que tanto se había hecho desear.
Esta vez en completo silencio, ella había aceptado su destino, su rol. El consolador se abrió paso lentamente pero sin detenerse, ya sin resistencia ella lanzó un pequeño quejido cuando hizo tope. Se lo había metido hasta el fondo y de una sola vez. Se lo metía y sacaba lentamente, haciendo que sintiera cada milímetro de ese juguete azul entrar y salir de su cola. Mis movimientos se fueron haciendo cada vez más rápidos y profundos hasta el punto de la brutalidad, ella gemía sin control, tratando de aguantarse mientras mordía sus labios y a veces las sabanas.
Estaba en mi completo control, los dedos de sus manos esposadas a su espalda se contraían y estiraban sucumbiendo al placer. Pude ver cuando acabó, su minúsculo pene parecía escupir pequeños chorritos de líquido pre seminal, yo seguía metiéndole el consolador hasta que vi que su eyaculación había cesado. Le deje aquella pija de plástico clavada en el fondo de su culo y tomándola del pelo violentamente la deje acostado boca arriba y acerqué mi verga a su cara. Ella respondió abriendo su boca desesperada por sentirla. Pasaba la cabeza de mi pija por toda su cara y su lengua mientras ella se mantenía con su boca abierta. Cuando la puse dentro de su boca ella me la chupaba y jugueteaba con su lengua, estaba poseída por el placer.
- Abri bien la boca
Ella respondo esforzándose por abrirla lo más posible, y se la metí hasta donde pude. Tenía media vergo adentro, mi cabeza toco el fondo de su paladar lo que le provocó tos y alguna que otra arcada.
Cuando la saque ella intento escupir derramando saliva por su propia cara, me calentó mucho esto, me sentía que la degradaba, la usaba, la violaba. Era nuestro juego y lo estábamos disfrutando. Acerque mis huevos a su boca y ella los lamia desesperada, se quedó quieta un instante y volvió a abrir su boca ofreciéndomela. Escupí dentro de su boca y volví a metérsela lo más profundo que pude, esta vez un poco más adentro. Estuvimos asi un rato entre la asfixia, la saliva, la sumisión y la dominación hasta que le entro toda y mis huevos hicieron contacto con su nariz cayendo arriba de sus ojos. Cuando se la saqué ella tras tomarse unos segundos para respirar y escupir, esbozó una sonrisa y me miraba como orgullosa de haber cumplido tan sacrificado objetivo.
Yo no aguantaba más mi pija iba a explotar como un volcán de semen. Rápidamente la ayude a incorporarse. Le costó mantenerse en pie aun con el consolador adentro de su ser. La tenia parada frente a la cama, hice que se fuera para adelante y con su cabeza apoyada en el colchón le saqué el consolador que cambie de una sola embestida por mi verga.
Le di realmente muy fuerte mientras la sostenía de sus brazos esposados. La intensidad de sus gritos y la fuerza con la que la estaba cogiendo hubieran supuesto un intento de violación a cualquiera que no conociera la situación. Mis huevos revotaban en un su culo y al chocar hacían ruido. Mis embestidas eran cada vez más profundas hasta que la embestida final llego y con toda mi verga enterrada lo más profundo que se podía pude sentir como bombeaba leche e inundaba su interior. Fue un placer como nunca había sentido. Ella no resistió mas y cuando solté sus brazos cayo en la cama como un peso muerto.
Podía ver como su cuerpo y sus piernas temblaban. Yo me acosté sobre ella y dándole un beso en la mejilla nos quedamos en silencio.
Estuvimos así un rato, hasta que decidimos bañarnos. Entramos juntos en la ducha donde nos fundíamos entre besos y nos enjabonábamos el uno al otro nos contábamos lo mucho que lo habíamos disfrutado, y lo feliz que nos hacía habernos encontrado y estar juntos.
Habían pasado un par de semanas desde su cumpleaños, era un día de semana como cualquier otro cuando me comentó.
- Gordo
- Que paso bebe?
- Nada, te quería comentar que tengo una amiga que me pidió un favor. Que si conocía a alguien que pudiera arreglar unas cosas en su casa, pero tenía que ser súper discreto, ya lo vas a entender si vas. Yo le comenté de vos.
- La verdad que ni ganas de hacer esos trabajos, pero bueno si es amiga tuya puedo hacerle un favor.
- Dale gracias, ahora le mando un mensaje y le aviso
- Ok
Concretamos que iba a ir el siguiente día a la tarde. Preparé una caja de herramientas y me dirigí al lugar. Me costó un poco encontrar la casa ya que no conocía la zona. Cuando llegué toque timbre y me atendió una rubia hermosa con un cuerpo que parecía un reloj de arena, aun debajo de esas ropas sueltas que llevaba. Su pelo era largo y algo rizado, tenía ojos azules que escondían algo de dolor, lo sabía porque encontré algo de la mirada de mis padres en la suya. Aun así aquella mujer me parecía un ángel.
Y así fue, un día de semana cualquiera, en una tarde como tantas otras de un día que se perdía en la cotidianeidad, como conocí a la persona que iba destruir mi vida por completo.
- Hola Joaquín, soy Gabriela, un gusto en conocerte. Pasá …
Continuará.
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