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De Alfa a esclava I

Hola, en esta serie de relatos voy a intentar contarles la historia de mi vida, con la dificultad que eso trae aparejado.
¿Cómo hace una persona  para relatar tantas cosas que uno vive, tantos momentos, emociones, relaciones y  sentimientos? como plasmar en una hoja aquellos mínimos detalles como una palabra o una acción  que pueden tener tanta significancia en el devenir de la vida?
Descubrámoslo juntos. Bienvenidos a mi historia.

Mi nombre es Joaquín, actualmente tengo 20 años. Nací en el seno de una familia que diría que apenas puedo calificar de clase media, mis padres eran ambos laburantes, muy humildes y de una rectitud moral intachable.

Mi mamá, Amanda, es empleada del gobierno, trabaja en el poder judicial, es una persona de descendencia europea. Tiene 53 años en este momento, es gordita, rubia natural, y ojos claros de un color que describiría entre celeste  y grises, los cuales agradezco haber heredado. En sus fotos de joven se puede ver una mujer hermosa, fácilmente confundible con una modelo de las actuales.
Mi padre, Juan Carlos,  también es una persona agradable físicamente, es alto, tez blanca, ahora un poco panzón, de ojos negros y ya entrado en años ha perdido parte de su cabello dejando ver  una aureola “franciscana” como solía llamarle yo.  Actualmente está pensionado por discapacidad. Perdió  parte de su movilidad en la mano derecha al cortarse los tendones en un accidente el cual también afecto su caminar.

Por desgracia soy hijo único, aunque no siempre lo fui. Mi hermano falleció a sus 11 años en dicho accidente vial, en ese momento yo tenía solo 2 años por lo que me cuesta tener algún recuerdo de él.  
Mis padres como consecuencia de esto, aunque trataban de disimularlo frente a mí, llevaban mucho dolor a sus espaldas. Ellos volcaron su amor en mí, me hacían sentir muy querido, me sobreprotegían. Siempre intentaron satisfacer todas mis necesidades, económicas siempre que podían, y afectivas.

Vivíamos en una ciudad algo pequeña pero bastante linda y que crecía pasos agigantados.
 Uno de mis pasatiempos era juntarme con amigos tomarnos  un colectivo y salir a caminar al campo, mientras me perdía en mis pensamiento y ocasionalmente hacíamos alguna nueva amistad.
 
De Alfa a esclava I

Mi niñez y adolescencia fue casi normal. Iba a un colegio privado de muy buena reputación por el que mis padres se esforzaban para pagar la cuotas mes a mes. Era un colegio solo de varones en el que durante los últimos años de secundaria me sentía un poco desplazado por mis compañeros cuyas familias atravesaban un mejor pasar económico que la mía.  

La sobreprotección de mis padres, hizo que se me dificultara relacionarme con las personas, esto desarrolló en mí una timidez que al día de hoy estoy dejando dejar atrás.
Desde niño siempre fui gordito, incitando la burla de algunos compañeros, nada fuera de lo común de la crueldad inocente de algunos niños, algo que hoy en día podría calificarse como bullyng, pero nada imposible de soportar.

Con el correr del tiempo y el “estirón” de la adolescencia mi cuerpo fue adelgazando y estilizándose, para mi desgracia mi cola, seguía siendo algo gorda, haciendo que pareciera algo femenina marcada en los pantalones reglamentarios del colegio. Esto incitaba las burlas, a veces en forma de piropos de algunos compañeros de curso.
Si bien no era muy sociable había logrado forjar una amistad fuerte con algunos de ellos, con la característica que eran personas económicamente humildes, al igual que yo, sumándolos a los amigos del barrio, con los cuales tenía más confianza.

El terminar la secundaria, fue un alivio sobre todo en la parte emocional, habíamos discutido con mis padres que siguiera en una carrera universitaria, pero termine abandonándola después de un año en el que no me fue tan bien académicamente.

De mas esta decir que las relaciones sociales tampoco fueron un punto a favor, me costaba muchísimo relacionarme con mujeres, por lo que tenía una vida social y sexual mucho menos desarrollada de lo que a mí  me hubiera gustado.

Había tenido novias y no era virgen. Había debutado en un prostíbulo a la edad de 16 años, el padre de un amigo del barrio nos llevó. En realidad mi primera experiencia sexual fue con un amigo mientras caminábamos al borde de las sierras, pero nunca le conté de esto a nadie y es un secreto que sigo guardando en mi,  del cual si se hubieran enterado mis padres quien sabe cómo hubiesen reaccionado.

Mis relaciones amorosas habían durado poco,  nunca mucho más que medio año, si bien me enganchaba sentimentalmente perdía el interés por estar con la misma mujer con el pasar el tiempo. Esto no significa que fuese un mujeriego o engañara a mi pareja, simplemente el amor se desvanecía.
El acontecer  económico  del país hizo que la crisis en casa fuera poco a poco profundizándose, yo intentaba ayudar a mis padres.
Trabajaba en ese momento en un despacho de encomiendas, atendiendo al público, un trabajo bastante aburrido y no tan bien pago, pero me servía para aliviar a mis padres al menos  de mis propios gastos.

Básicamente mis obligaciones eran pasarme el día solo en la oficina, boludeando  en Facebook, Messenger y ocasionalmente cuando me animaba  Poringa, salvo que alguien ingresara al local con intenciones de enviar o retirar una encomienda, en cuyo caso debía atenderlo.

Me parecía  mucho más fácil socializar a través de las redes sociales de  internet, había conocido variedad de personas, en su mayoría mujeres de mi edad, con las cuales hablaba casi a diario, ocasionalmente salía algún bar o boliche  y hasta algunas con las cuales tuve alguna noche de sexo.
Siempre que podía  los fines de semana hacia trabajos de mantenimiento hogareños obteniendo dinero extra,  para de vez en cuando darme un lujo, o ahorrarlo para cumplir mi sueño de independizarme.

Aburrido en el trabajo, un día como tanto otros, recibo una notificación de Facebook, una solicitud de amistad de una tal Mariela, una cuarentona o quizás mayor, pero muy bien mantenida. Su cara me sonaba de algún lado, la reconocía pero no podía recordar de dónde.
Investigué sus fotos de perfil, era una mujer hermosa, aunque un poco entrada en años, tenía unos pechos grandes que al instante alteraron mis hormonas, provocándome una leve erección, la cual facilitó mi decisión al momento de aceptar su solicitud.

Pasaron unos días hasta que me hablo.

-    Hola Joaquín
-    Hola que tal?
-    Muy bien y vos?
-    Bien
-    Soy Mariela, compañera de tu mamá, ella me dijo que hacías reparaciones de la casa y la verdad que me vendría bien una mano, son cosas fáciles, si te interesa ganar algo de dinero.
-    Si si, no hay problema, solo que podría solamente el fin de semana.
-    Okas, pásame tu celular yo te llamo el viernes y arreglamos.

Le pasé mi número y arreglamos para juntarnos el domingo después de almorzar, a la siesta. Recuerdo que vivía lo bastante lejos como para justificar tomarme un colectivo. Era un día de verano, soleado y de bastante calor. Camine unas cuadras desde la parada más cercana hasta su casa, no pude evitar transpirar por el calor. Toque timbre y salió a recibirme, a pesar que era un barrio lindo, mantenía la reja de su casa cerrada con llave. Ella era una mujer agradable, muy bien conservada, alta, bronceada, ojos oscuros,  de linda sonrisa, labios carnosos y cabellos oscuros atados por un colín  que caían sobre su espalda.

-    Pasá!

Tras haber entrado, me ofreció algo de tomar, termino siendo un vaso de agua fría.

-    Disculpá que te atienda así, estoy hecha un desastre. Refiriéndose a sus ropas.
Estaba de pantuflas un pantalón  de gimnasia gris, y una remera blanca algo apretada por la cual  parecía que sus pechos eran asfixiados marcando el corpiño que había debajo.
-    No sé si vos te acordás de mí, yo te conozco desde que eras así, haciendo un ademan de medirme a no más de un metro del suelo. Yo solía ir a tu casa a las reuniones de venta de utensilios que tu madre vendía hace tiempo ya.
-    No la verdad me suena su cara, pero no me acuerdo.
-    Has crecido mucho Joaquín, a mí también me hubiese costado mucho reconocerte de no ser por tus ojos, son iguales a los de tu vieja, muy lindos.
-    Bueno muchas gracias, dije mientras miraba al piso y me sonrojaba.
-    Necesito cambiar unos focos de la cocina que la tormenta quemó en el garaje esta la escalera, mientras señalaba el camino que tenía que tomar para buscarla. Después quiero que veas unas canillas del baño que pierden y otras cositas que ya me iré acordando.

Me predisponía a entrar al garaje cuando me dijo que si no me importaba si tomaba sol mientras yo trabajaba a lo que le respondí que no.

Cambiaba los focos de la cocina cuando saliendo de su habitación con un bikini rosa que dejaba poco a la imaginación. “Cualquier cosa estoy en el patio”.

Como la mayoría de los adolescentes no pude evitar mirar mientras se alejaba, su cintura de deslizaba de un lado llevando consigo la linda cola que tenia “la vieja”.
Ya había terminado con todas las tareas que me había dado, siempre que pasaba por la cocina, miraba de reojo al patio donde ella acostada con lentes oscuros tomaba sol a un lado de la pileta.
Me dirijo hacia ella, que no notó mi presencia.

-    Ya terminé señora, necesita alguna otra cosa?
-    Ay! Joaquín no me digas señora,  me haces sentir vieja jaja. No, no necesito nada más. Decime cuanto de debo.
-    La verdad no sé cuánto cobrarle, lo que su conciencia le diga.
-    300? te parece bien?
-    Si esta más que bien eso, muchas gracias.
-    Mira, estas todo transpirado, no querés tirarte un rato a la pile, a mí no me molesta
-    No, está bien, no quiero molestar, además no tengo malla.
-    No es ninguna molestia, tírate así nomás en calzoncillos, si no te va a ver nadie.

El calor, la pileta y el saber que en verdad estaba transpirado me convencieron de aceptar la propuesta. Me senté al lado de la pileta en el piso y comencé a desvestirme. Primero fueron mis zapatillas y medias, luego mi remera. Ella me observaba tras esos lentes oscuros, lo pude notar. Me paré para sacarme el pantalón con cuidado de no bajar por error mis calzoncillos en un descuido.

-    Ponéte bronceador antes de tirarte, está muy fuerte el sol, me dijo mientras me ofrecía la botella.
-    Gracias.

Me puse bronceador en el pecho, la cara, los brazos los hombros e intentaba cubrir lo mejor que podía mi espalda, como luchando por alcanzar lo más recóndito de la misma. Ella miraba atenta la situación, su vista estaba clavada en mi lo que me excitó un poco, haciendo que mi hombría se pusiera morcillona.

-    Te ayudo?
-    No está bien, gracias, (si lo se soy un pelotudo)

La idea que notara el bulto en mis boxers no me gustó para nada  y reaccioné de la única forma que imagine en ese momento, me tiré a la pileta.
Estuve nadando un rato, el agua fría ayudo a tranquilizarme. Me acerqué a ella que me miraba mientras yo estaba en la pileta, mientras seguía acostada en la reposera. Me quedé mirándola mientras me sostenía del borde de la pileta con mis brazos.  El momento se tornó incomodo tras un par de segundos, ella nuevamente rompió el hielo.

-    Como andas tu viejos, hace mucho que no sé nada de ellos. Solo me cruzo a tu mamá en el trabajo pero no tenemos mucho tiempo para charlar.
-    Bien, tirando para adelante, les cuesta pero no le aflojan.
-    Vos estudias no? Ya debes estar en la universidad, que edad tenés?
-    20, por el momento estoy trabajando. Estuve un año en la facultad pero la dejé.
-    Buenísimo que trabajes, y estas de novio?
-    No, soltero por ahora
-    Qué raro, sos un pibe muy fachero, seguro debés tener un montón de chicas persiguiéndote.


Solo pude reír, no le dije nada,  entendí que la mujer me estaba tirando onda y yo no reaccionaba a  hacer nada por vergüenza. Me sentí el pelotudo más exitoso que alguna vez pisó la faz de la tierra.
Salí de la pileta, no pasó nada más que les pueda interesar. Me vestí, me pagó y me fui. Mientras volvía en el colectivo, medité todo el trayecto de vuelta por qué era tan nabo.

Las siguientes semanas pasaron  con la cotidianeidad habitual de la vida. Fue un viernes a la mañana que recibí un mensaje de Mariela, “la vieja”.

-    Hola Joaquín, soy Mariela.
-    Hola, como estas?
-    Mas o menos, vos?
-    Yo bien. Porque Ud. más o menos?
-    Tuteame je, no me trates de “ud”. No me gusta.
-    Ok, perdón, que te anda pasando?
-    Me da cosa decírtelo, me prometes que si te lo cuento, no vas a pensar cualquier cosa de mi o se lo vas a contar a alguien.
-    No Mariela, podes confiar en mí.

Pasaron unos minutos que no recibí respuesta alguna, chequeaba el celular, veía  el “escribiendo…”, por un momento me dije  que estaba redactando un testamento, dejé de darle importancia al celular, hasta que sentí el ruido de la notificación. Cuando vi el mensaje me fue difícil  digerirlo

-    Mira Joaquín, no pienses mal de mí por favor, pero desde que te vi en la pileta, me dejaste re caliente, no puedo sacarte de mi cabeza. He soñado con vos, que me hacías el amor, y quiero que se haga realidad, que cumplas mi fantasía. Además sé que vos también te calentaste conmigo mientras estábamos en la pileta, no me lo podés negar. Quiero que estemos juntos aunque sea solo una vez, aceptame, si querés te pago, el dinero nunca fue un problema para mí, pero por favor no me digas que no.


Mientras leía esto, no pude evitar ponerme al palo, era la primera vez que alguien declaraba su “amor” por mí y el hecho que sea alguien mayor me daba morbo, sumado a que había ofrecido pagarme por eso, me calentaba aún más teniendo en cuenta que había desarrollado un profundo afecto  por la guita.

-    Bueno, no sé, cómo querés que hagamos?
-    Podes esta noche? Si querés te paso a buscar por donde vos me digas.
-    Si puedo, decime a qué hora y voy para allá.
-    Tipo 22 podes?
-    Dale, así quedamos, un beso.
-    Te espero, besos.

La cabeza me ardía, estaba re caliente. Pensé en clavarme una paja en el baño pero me quería guardar todo para la noche, no quería siquiera cansarme. No veía la hora de salir del laburo.
Estaba frente a la puerta de su casa, miré la hora en mi celular, faltaban 15 para las 22, estaba listo, me había bañado, me recorte los pelitos de mis partes íntimas, que no eran muchos, bien vestido y peinado. Respiré profundo como tomando coraje, y toque el timbre.

El nerviosismo intentaba apoderase de mí, me daba valor diciéndome que fuera hombre, servía de poco, podía intentar parecer calmo, era lo mejor que podía hacer.

Salió a atenderme. Entramos. Ella estaba vestida con vestido entallado, que marcaba su figura. Me ofreció una copa de vino, la cual acepté, no me gustaba mucho el alcohol, pero la situación lo ameritaba. Nos pusimos al idea con una charla a la que no le di mucha importancia, mi cabeza estaba en otro lado, torturándome con nervios. Mariela noto el temblor en mi mano mientras tomaba unos tragos de la copa de vino. Las palabras sobraron, ella me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Cuando entramos apagó la luz y  cerró  la puerta.

Quedamos totalmente a oscuras, me empujó a la cama, tras caer ella se abalanzó sobre mi como un depredador, rodeando mi cintura con sus piernas. Mi erección parecía romper mi pantalón en cualquier momento.

Me respiraba cerca de mi boca mientras acariciaba mi pelo y mis mejillas.

-    Que rico que estas pendejo, soñé con este momento, te voy a comer, vas a ser mío.

 Me decía mientras me daba besos cortitos apretando mis labios con los suyos, me tenía a su merced. Yo estaba a mil.

Me sentó para sacarme la remera, comenzó a besarme el pecho bajando a mi vientre, yo me retorcía del placer, enmudecido por la situación de la cual ya no tenía control. Desprendió mi cinturón, y me bajo el pantalón, comenzó a acariciarme el bulto que mi pija ya erecta a full hacía en mis calzoncillos.  Me la besaba, la tocaba, la disfrutaba en anticipación.
Me bajo los calzoncillos de la misma forma que había hecho con mis pantalones, y me la agarro con una mano.

-    Mira pendejo!!! el pedazo de verga que tenés la puedo agarrar con las 2 manos y me sobra pija. la lujuria la invadia.

Eso me calentó a pleno, ya estaba toda lubricada. Me la besaba y lamia en toda su extensión como si la estuviera calculando su extensión desde la cabeza hasta los huevos con su lengua, yo podía sentir su respiración chocando contra mi pija, me puso a full, me era difícil aguantar. Pude sentir sus labrios abriéndose dándole paso a mi verga mientras que con una mano me agarraba fuertemente del tronco. Se la trago hasta donde pudo así de una, hizo una pequeña arcada, me la chupaba suavemente cuando no pude resistir más. Acabé.

Lejos de sentir desilusión ella recibió mi carga sin sacarla de su boca, tragando todo y masturbándome mientras hacía presión con su mano, como intentando sacar hasta la última gota de mí.

Se levantó y saco mis zapatillas y medias, siguiendo con el resto de la ropa que aún me quedaba puesta, me desnudo completo. En total oscuridad supuse que ella también se tomó el tiempo para  desnudarse y sin decir palabra alguna se acostó a mi lado.

Tomándome de mis cachetes me clavó un beso al que me resistí un poco, sabiendo que me había chupado la pija. Logro su acometido, su lengua exploraba las profundidades de mi boca a mí me dio un poco de asco sentir el gusto a semen pero poco importaba.

Yo le manoseaba y apretaba el culo, la cintura, las tetas, ella abriendo las piernas un poco, me indico que su concha también estaba permitida. Estaba mojada por todos lados, me calenté y como buen adolescente mi pija volvía a estar a full. Me perdí chupándole sus tetas mientras le metía un dedo en la concha que entró con suma facilidad. Ella me tomaba de la nuca apretándome contra ellas, y movía su cintura respondiendo a mi dedo.

Sin previo aviso  repentinamente me sacó de mi éxtasis y montándose a mi cintura me agarro la verga y se sentó sobre ella clavándosela hasta el fondo y lanzando un gemido en el proceso.  Se tomó un momento para acostumbrarse y comenzó a cabalgarme como ninguna de mis amantes adolescentes había hecho jamás.

Ella gozaba a full empalándose en mi verga se la ensartaba de punta a punta dando pequeños saltos que hacían balancear sus tetas. Yo estaba viviendo una fantasía, envidia de todo adolescente. Yo acompañe sus movimientos con mis caderas haciendo que mis huevos chocasen cuando subían en su prominente cola, ella se inclinó un poco hacia adelante para facilitar mis movimientos.  

La agarré de la cintura y comencé a darle lo más rápido que podía, después de un ratito de mi brutal desenfreno le dije que acababa ella respondió, “no, no, no”.
Era demasiado tarde, ya estaba bombeando leche en su concha mientras mantenía mi pija lo más profundo de ella que podía clavarla.

Ella se desmontó de mí y tomándome del pelo, de una forma que pensaría violenta me ordeno que la hiciera acabar. “Cómo?”, pregunte ingenuamente. Ella se acostó boca arriba y abriendo las piernas mientras guiaba mi cabeza hacia su vulva me dijo “me la vas a chupar hasta que acabé”
Recordé que su concha estaba llena de mi leche, a lo que me negué haciendo fuerza con mi cuello, en contra de su voluntad.

-    Mira pendejo de mierda, no es mi culpa que tengas una hermosa verga y no la sepas usar, vos de acá no te vas sin que yo acabe, menos si tenés pensado que te pague por esto, no me vas a dejar así.


No sé si el hecho que me recordara lo del dinero quebrantó mi voluntad, pero ignorando todos mis instintos deje que su mano me guiara hasta su entrepierna.

Con cierto recelo lamí tímidamente su concha, tratando de evitar abrirla con mi lengua y que mi leche saliera de allí adentro, el solo pensarlo me daba mucho asco. Ella soporto unos segundos y cuando no aguanto me tiró de los pelos, abriendo un poco más sus piernas.

-    Dale nene, chúpala bien. Quiero que me la comas toda. Hacete hombre.

La idea de tomar la leche de la almeja de una mujer no era precisamente mi referencia de masculinidad pero no pude negarme mucho tiempo más.

Había logrado que enterrara mi lengua dentro de ella, yo resignado  hacia mi mejor esfuerzo,  trataba de evitar sentir sabor alguno, pidiendo por favor que esto se terminase rápido.

-    Si así cómeme la concha, como te gusta, si ,así, seguí.

Sus jadeos se detuvieron, ella se paró en la cama y dándome vuelta sin darme tiempo a nada se sentó sobre mi como para hacer un 69.

Abrió bien sus piernas, bajando su pelvis. Su concha casi aprisionaba mi boca, mientras comenzó a chupármela de nuevo, esta vez con mejor ritmo y más fuerte apretando sus labios en mi verga, mientras me pajeaba. Se la saco de la boca, solo para decirme “Chupa!!”

Las sensaciones en mi pija eran muy fuertes, recién había acabado, eran una mezcla de placer y cosquillas que me incomodaban.
Mientras chupaba su cajeta podía sentir como mi leche salía de su concha, y caía en mi lengua y boca, era desagradable. De tanto en tanto intentaba escupir ese menjunje que ya recorría los cachetes de mi cara.

Ella seguía empeñada en chupármela como toda una experta, estaba en frenesí, me pajeaba muy rápido mientras succionaba con fuerza, de su concha ya no salía mi leche así que me anime a lamérsela  con más convicción.  Estuvimos así un rato, hasta que sentí que acababa de nuevo, un orgasmo muy fuerte como nunca había sentido, mi verga escupía semen a borbotones llenándole la boca de leche, ella no se detuvo y siguió masturbándome unos segundos hasta que acabó también, expulsando todo,  bañándome mi cara y pelo con su flujo vaginal.
Se levantó y se sentó de nuevo arriba mío, acariciando  mi verga atrapada en su  entrepierna mientras movía apaciblemente sus caderas.

 Ahí estábamos nosotros en plena oscuridad, disfrutándonos al máximo.

Ella pasaba sus dedos por mis labios, yo le ofrecía mi lengua lamiéndoselos.  Los metió en mi boca mientras los hacia jugar con mi lengua, yo estaba en éxtasis. Se inclinó hacia adelante para lo que en ese momento supuse que sería un beso. Terrible equivocación,  ella jaló con sus dedos mi mandíbula hacia abajo y cuando mi boca estuvo abierta escupió dentro el semen que había guardado secretamente en la de ella. No me dio tiempo a nada, rápidamente tapo mi boca con su mano y apretó mis narices entre sus dedos pulgar e índice.

-    Te la vas a tragar toda pendejo!!!

No pude procesar nada de lo que ocurría, sentía nauseas de tener ese líquido que había llenado mi boca y a la vez me estaba asfixiando producto de la mano de Mariela que me impedía respirar. Mi lucha fue férrea pero breve,  rendido terminé tragando todo como me lo había ordenado, en ese momento saco su mano de mi cara y tome una bocanada de aire recuperando mi aliento. Sin darme oportunidad de quejarme, me besó taladrando mi boca con su lengua mientras tomaba mi mano invitándome a jugar con sus pechos.

Cuando por fin me tranquilice ella prendió un velador, me miro como burlándose de mí, o al menos eso percibí yo, busco algo en su mesa de luz y me tiro un fajito de billetes que cayó sobre mi pecho.

-    Vestíte rápido y ándate.

La situación ya era lo bastante incomoda como para negarme a ese pedido y así lo hice. Sin posibilidad alguna de poder lavarme la cara o el pelo termine de vestirme.
Y sin cruzar palabra alguna me dirigí hacia la puerta de salida, dejando atrás esa noche que por distintas razones nunca iba a poder olvidar.

Volví caminando a casa, los colectivos ya no andaban y aunque recordé que tenía la plata que Mariela me había dado me daba vergüenza tomar un taxi después de haberme bañado en sus flujos vaginales. Fué una larga caminata, en las cuales tuve que frenarme a descansar un par de veces para darle reposo a mis piernas que flaqueaban por el cansancio y la distancia.

 Crucé  la ciudad pensando si realmente había disfrutado de la noche y de lo que había vivido. De alguna forma había terminado vendiendo no solo  mi cuerpo sino también mi dignidad, y aun no sabía por cuanto, no había tenido oportunidad de contar el dinero.

 Al llegar a casa solo tuve fuerzas para pegarme una ducha antes de caer rendido desfalleciendo en mi cama. Era la primera vez me vendia sexualmente, la primera vez con una veterana, y por sobre todo la primera vez que probaba "la leche".


Continuará.

5 comentarios - De Alfa a esclava I

Tsukuru
Juaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!! Tremendo!
Chechaurizar
Uffff me avisas cuando salga la continuacion!!!
TebiJ
Me gusta como empieza, muy bien!
ffll22
tremendo relato como me calienta cuando sigue