La luz de la mañana entra sin pedir permiso por la persiana entreabierta.
Me despierto lentamente, con esa sensación de vértigo que provoca despertar en una cama ajena, en una habitación ajena.
Un leve gruñido detrás de mi, un brazo fuerte que aprieta rodeando mi pecho y una dureza matinal presionando entre mis nalgas.
Giro lentamente mi cabeza y lo veo, es un cuarentón bastante lindo, dormí con él, cogí con él y el ardor en el culo me recuerda los hermosos polvos que nos echamos.
Cierro los ojos intentando dormir un poco más pero no lo consigo, miro alrededor y veo mis ropitas diseminadas por el suelo de la habitación, mi baby doll, mi corpiñito y mi bombachita.
La visión de esas prendas y la hermosa sensación de ese cuerpo varonil pegado a mi cuerpo, esa pija apoyada en mi culo, provocan en mi una erección incontrolable.
Si, una erección, porque soy varón, soy puto. Y me gusta vestirme de mujer y que me cojan, me gusta chupar pijas, me encanta tragarme toda la lechita y me gusta sentir como me penetran con esas vergas enormes, venosas, chorreantes de baba, me gusta que me acaricien, que me besen, que me empalen diciéndome todo tipo de guarradas. Me vuelvo loca cuando me dicen "puta", porque me siento una puta, mucho más puta que cualquiera de las mejores o las peores putas.
Y me hago una vez más la pregunta de siempre: ¿Cómo llegué a esto?
La respuesta es simple. llegué a esto como la mayoría, desde chico me gustaron los chicos y me gustaba jugar con sus penecitos y me gustaba que me los apoyaran en el culito.
Y desde siempre sentí una fascinación especial por las ropas femeninas y cuando me quedaba solo en casa, que por suerte era bastante frecuente, asaltaba el ropero de mi mamá y me colocaba con éxtasis sus ropas. Lo que más me gustaba eran las medias, deliraba con la inexplicable sensación de sentirlas sobre mi piel, el tacto de la seda, el raso, las puntillas, eran para mí caricias de ángeles.
Todo terminaba en unas pajas estrepitosas, ardientes, y acababa exhausto sobre la cama de mis padres con uno o más dedos enterrados en mi culo. Sintiéndome una nena y ansiando que aquellos dedos se transformaran en una pija real que me desvirgara de una vez por todas.
Pasó la infancia y ya en la adolescencia abandoné un poco mis sesiones. Ser puto estaba mal visto por la sociedad y por todas las personas que conocía. Sobre todo por mi padre, que era militar y al que veía bastante poco, pero en los pocos ratos que pasaba en mi casa no cesaba de destilar su homofobia.
Aquello me provocaba un miedo terrible e hizo que reprimiera mis tendencias tratando de convertirme en un muchachito ejemplar, deportista y estudioso.
Pero al destino, que tiene un libreto escrito para cada uno de nosotros, es inútil intentar engañarlo.
A mi papá lo ascendieron y con el ascenso llegó un cambio de destino. Así que de Mar del Plata nos fuimos a vivir a Bahía Blanca.
El cambio fue terrible, dejar atrás amigos, lugares y afectos fue bastante traumático para mi. Me convertí en un chico retraído y mi oscuro secreto volvió a tomar fuerza. Mi papá además del ascenso de rango, logró también un ascenso en el status social y si bien estaba más tiempo en casa, lo cierto es que él y mamá se la pasaban de reuniones y agasajos.
Lo cual derivaba en más tiempo solo. Solo con las ropitas de mamá. El único problema es que mamá había engordado bastante y su lencería me quedaba grande.
En la escuela me iba bastante bien y poco a poco fui trabando amistad con un chico con el que desde el primer momento tuve un feeling especial.
A los pocos meses ya éramos amigos del alma y compinches en todo. Y, por supuesto, llegó el día en que comenzamos con las revistas porno y las pajas a duo.
Estudiábamos en la escuela industrial, en esa época no asistían chicas a esas escuelas y las posibilidades de debutar eran bastante remotas, así que la imaginación y la paja eran nuestras novias obligatorias.
Ël la tenía bastante más grande y siempre me lo hacía notar, yo aprovechaba para mirársela bien y refrenaba mis ganas de tocársela. Él me la mostraba como ofreciéndomela y yo me hacía el desentendido pero la verdad es que se me hacía agua la boca.
Pero él siempre elogiaba mi culo, me decía que parecía el culo de una chica, y a veces lo comparaba con las fotos que veíamos en alguna revista. Yo me reía, pero la verdad es que por adentro me moría de ganas de que me lo acariciara.
El miedo podía más que mis deseos, pero sabía que estábamos muy cerca de cruzar la línea. Solamente tendría que animarme, estirar la mano y tomar su pija, lo demás vendría solo.
Tanto él como yo éramos hijos únicos. Pero otro compañero con el que teníamos buena onda y con el que compartíamos esporádicamente nuestras sesiones de pajas, tenía una hermana, un poco mayor que nosotros y bastante putarraca, actitud que compartía con sus amigas.
Era frecuente que cuando coincidíamos los tres con ella y algunas de sus amigas sufriéramos todo tipo de burlas, nos hacían mostrarles las manos para ver si teníamos pelitos y cosas asi.
Mis amigos se babeaban con ellas, pero yo las miraba con otros ojos, casi con envidia, admiraba sus tetitas, sus culos y sus ropas.
Una vez fui al baño y al pasar por su habitación, la puerta estaba entreabierta y pude verla en ropa interior mientras se vestía. Me quedé con la boca abierta, pero no de lascivia, lo mio era admiración, un deseo irrefrenable de ser como ella.
Al entrar al baño, noté que alguien se había bañado, era ella, inmediatamente busqué en el canasto de la ropa sucia y encontré un conjuntito usado de color rosa. Lo olí y casi pierdo el sentido, el olor a mujer me embriagó, me froté las prendas por el cuerpo y no pude evitar hacerme una paja allí mismo, parado ante el inodoro, oliendo, chupando, saboreando esas ropas.
Sin pensarlo, me las guardé.
Volví con mis amigos y dando alguna excusa me fui a mi casa. Apretando con ilusión aquellas ropas que parecían latir en mis bolsillos.
Al llegar, vi con alegría que no había nadie en mi casa. Me desnudé con premura y después con lentitud me vestí con esas ropitas de algodón, suave, como copos de nieve.
Esas si me calzaban perfectamente, el espejo me devolvió la visión de una muchachita hermosa. Acabé sin tocármela, sólo con la deliciosa sensación que aquellas prendas me proporcionaban,
Lavé el conjuntito y lo sequé con la estufa en cuestión de minutos. Después lo escondí debajo del colchón.
Quedé agitado y cuando regresó mi mamá me preguntó si me sentía bien. Le contesté que sí, cené y me fui a acostar. Era viernes y al otro día no tenía clases, podría haberme quedado un rato más viendo tele, pero no aguantaba las ganas de ir a mi cuarto, desnudarme y vestirme con ese conjuntito.
A los pocos minutos ya estaba acostado y vestido de nena. Me dormí y tuve un sinfín de sueños rosa.
Al despertar me saqué el corpiñito y me dejé la bombachita puesta. Me vestí y fui a desayunar. Mis padres no estaban, pegada en la heladera había una nota informándome que iban a pasar el día en la estancia del almirante nosecuanto.
Llamé a mi amigo y lo invité a venir a casa. Me dijo que en un par de horas venía.
Volví a mi habitación y me puse el corpiñito y terminé de vestirme con un pantalón de jogging y una remera, estaba súper excitado.
Llegó mi amigo con unas revistas escondidas entre los libros. Se alegró cuando le dije que mis padres no estaban y que no regresarían hasta tarde.
Fuimos a mi habitación.
Sacó las revistas y comenzó a desnudarse. Yo me quedé quieto, observándolo.
Me miró extrañado y se tiró en la cama boca arriba sobándose el pedazo que ya estaba prácticamente al palo.
Dejé atrás mis temores y me arrodillé en el suelo, quedando mis ojos a la altura de su pija.
-Es regrande -murmuré suspirando.
Me miró asombrado, notando mis ojos y boca abiertas. Sacó su mano y se giró un poco, ofreciéndola como un regalo largamente esperado.
Sin hacerme rogar estiré mi mano temblorosa y la toqué, él dió un respingo y se acomodó mejor. La rodeé con mi mano y la apreté suavemente, me sentía en la gloria, no era la primera pija que tocaba, pero era la primera vez que lo hacía con tantas ansias, sabiendo que aquello cambiaría mi vida para siempre.
Comencé a pajearlo con lentitud, al bajar el prepucio dejaba al aire una cabeza rosada y húmeda, acerqué mi cabeza y aspiré el olor que emanaba, saqué la lengua y rocé el glande, él cerró los ojos y gimió. Éramos dos novatos, pero el instinto y lo que habíamos aprendido en las revistas o en alguna película nos indicaba lo que teníamos que hacer.
Su mano se dirigió a mi nuca y acercó más mi cabeza y mi boca a su pija. Abrí los labios y dejé que aquel tronco soñado entrara con lentitud, me pareció flotar mientras el pedazo inundaba mi boca y mis labios y mi lengua se regodeaban con la sensación inigualable de esa piel rozándolas. Comencé a chuparla, subiendo y bajando, la tragué toda, hasta que la cabeza tocó mi garganta y me produjo arcadas, tomé aire y la tragué otra vez, él comenzó a mover la pelvis cogiéndome la boca, gemía y yo suspiraba, la sentí hincharse y una explosión de leche pasó directamente por mi garganta, también sentí que mi bombachita se humedecía, aparté la boca y los últimos chorros dieron en mi cara, me pasé los dedos enjugando aquel néctar y bebí lo que había quedado alrededor de mis labios, luego volví a su pija y la chupé hasta dejarla casi limpia.
No dijimos ni una palabra, él se quedó viéndome con una carita que más que de lujuria era de amor. Lo abracé y busqué su boca, nuestros labios se encontraron, mi lengua buscó la suya, él abrió la boca y el beso explotó como un volcán. Mis manos acariciaron su cuerpo perfecto y las suyas acariciaron mi espalda sobre la ropa notando el corpiñito. Hizo una pausa y metió sus manos por debajo de mi remera, palpó las tiras del corpiño y sus ojos se abrieron, con rapidez prácticamente me arrancó la remera dejándome con mi secreto expuesto.
Sus ojos estaban bien abiertos y sus manos se dirigieron con avidez hasta mis tetitas. Alli mi mente hizo un click y me sentí plenamente una chica. Me incorporé y me saqué las zapatillas, las medias y el pantalón. Me quedé parada sobre la cama vestida solamente con mi conjuntito rosa.
Su pija apuntaba hacia mi, amenazante y enhiesta como una espada.
Me senté sobre su pecho y él me tomó de la cintura, su pija rozaba mi culo y a través de la tela sentía su dureza, llevé mi mano hacia atrás y la conduje hacia la raya, me incorporé un poco y él me la bajó hasta los muslos, acarició mi culo, paseó uno de sus dedos por la raya hasta llegar al hoyo que palpitaba hambriento, lo introdujo un poco y me dolió. Le tomé la mano y llevé sus dedos a mi boca y los llené de saliva. Nadie me había enseñado que la saliva era el lubricante natural, pero algo en mi interior me hizo hacerlo. Me llené de saliva mis propios dedos y me embadurné el ojete, luego dejé que su dedo volviera a intentarlo, esta vez entró con facilidad, miles de lucecitas estallaron en mi cabeza y tiré el culo hacia atrás haciendo que entrara más, los sacó y se los chupó, me metió dos dedos y ya comencé a saborear la gloría, los sacó y apoyó el glande en mi hoyito. Sentí ese gusano invasor presionando por abrirse paso, lo ayudé aflojándome, comenzó a entrar, me dolía, pero me aguanté el dolor, podían más las ganas de sentirla toda adentro que esas punzadas incómodas, despacito me fui dejando caer, sintiendo cada milímetro de carne que entraba en mi, saboreando el momento, me abrí las nalgas con ambas manos y me dejé caer sobre su pija. Fue como un choque eléctrico, pero al instante el dolor desapareció dejando paso a una sensación indescriptible. Aquello era el verdadero placer, mucho más sublime que cualquier paja. Comenzó a moverse y su pija entraba y salía acariciando los pliegues de mi recto. Nunca, ni en mis sueños más profundos había imaginado que una pija en el culo pudiera proporcionar tanto placer. Me enloquecí y comencé a cabalgar sobre su pija, me elevaba y me dejaba caer hasta que su pija golpeaba mis entrañas. Estaba cogiendo de verdad, era la primera vez que me comía una pija prácticamente adulta, era la primera vez que mi culo se abría como una flor tragando el nectar del amor.
Él aceleró sus embestidas, yo miré mi bombachita arrugada entre mis muslos, toqué mis pechitos enfundados en ese corpiñito de algodón, me inundé del color rosado de aquellas prendas y acabé, como nunca lo había hecho, de mi pija brotó un chorro espeso de leche hirviente que se desparramó sobre su vientre y mojó la bombachita, al mismo tiempo sentí en mis entrañas un chorro caliente, gemí y grité de la misma forma que la escuchaba a mi mamá algunas noches, moví mi culo sobre esa pija tragando todo lo que fuera posible mientras él gruñia como un perro rabioso, los ojos en blanco y la boca abierta.
Me dejé caer sobre su pecho aún con la pija adentro, me abrazó y me besó las orejas. Nos quedamos así un rato largo, sin hablar, jadeando, tratando de recuperar el aliento.
Desde ese día fui su novia, y cogimos prácticamente a diario, también desde ese día usé bombachita casi de forma permanente.
Hasta que un nuevo traslado de mi papá, esta vez al Gran Buenos Aires, me alejó para siempre de mi primer amor, del primer y único dueño de mi cuerpo y especialmente de mi culo. En aquella época no había internet, mails ni nada parecido. Solamente cartas, pero escribirse cartas de amor entre dos hombres era bastante peligroso. Con el tiempo se perdió la comunicación y sólo quedó el recuerdo.
Pero el cambio en mi ya se había producido, una marca de fuego imborrable: Era puto, me gustaba la pija, pero me gustaba hacerlo vestido de mujer.
Vuelvo a mirar la colaless negra con encajes y el corpiñito haciendo juego, mi pijita da un respingo. Una mano fuerte se posa en una de mis tetitas al tiempo que la otra empuja mi cintura hacia atrás, hacia donde una pija durísima intenta penetrar mi culito. No hay palabras, no hay un "buén día", nada, sólo una pija tratando de meterse en mi agujero y mi agujero que no sabe de ruegos se abre, dejando que esa pija entre de un empellón, hasta los huevos, hasta donde me gusta, y suspiro cuando mi esfinter deja pasar y después aprieta, y pego un gritito al sentir el vaivén, el tronco que va y viene llenándome de placer, levanto la pierna para que entre más y un poco más y entonces el me dice:
-Buen dia putita.
Y entonces estoy en la gloria y le contesto:
-Si, mi macho, soy tu puta, y es un dia maravilloso, cogeme, metémela toda, llename el culo de leche.
[/size]Me despierto lentamente, con esa sensación de vértigo que provoca despertar en una cama ajena, en una habitación ajena.
Un leve gruñido detrás de mi, un brazo fuerte que aprieta rodeando mi pecho y una dureza matinal presionando entre mis nalgas.
Giro lentamente mi cabeza y lo veo, es un cuarentón bastante lindo, dormí con él, cogí con él y el ardor en el culo me recuerda los hermosos polvos que nos echamos.
Cierro los ojos intentando dormir un poco más pero no lo consigo, miro alrededor y veo mis ropitas diseminadas por el suelo de la habitación, mi baby doll, mi corpiñito y mi bombachita.
La visión de esas prendas y la hermosa sensación de ese cuerpo varonil pegado a mi cuerpo, esa pija apoyada en mi culo, provocan en mi una erección incontrolable.
Si, una erección, porque soy varón, soy puto. Y me gusta vestirme de mujer y que me cojan, me gusta chupar pijas, me encanta tragarme toda la lechita y me gusta sentir como me penetran con esas vergas enormes, venosas, chorreantes de baba, me gusta que me acaricien, que me besen, que me empalen diciéndome todo tipo de guarradas. Me vuelvo loca cuando me dicen "puta", porque me siento una puta, mucho más puta que cualquiera de las mejores o las peores putas.
Y me hago una vez más la pregunta de siempre: ¿Cómo llegué a esto?
La respuesta es simple. llegué a esto como la mayoría, desde chico me gustaron los chicos y me gustaba jugar con sus penecitos y me gustaba que me los apoyaran en el culito.
Y desde siempre sentí una fascinación especial por las ropas femeninas y cuando me quedaba solo en casa, que por suerte era bastante frecuente, asaltaba el ropero de mi mamá y me colocaba con éxtasis sus ropas. Lo que más me gustaba eran las medias, deliraba con la inexplicable sensación de sentirlas sobre mi piel, el tacto de la seda, el raso, las puntillas, eran para mí caricias de ángeles.
Todo terminaba en unas pajas estrepitosas, ardientes, y acababa exhausto sobre la cama de mis padres con uno o más dedos enterrados en mi culo. Sintiéndome una nena y ansiando que aquellos dedos se transformaran en una pija real que me desvirgara de una vez por todas.
Pasó la infancia y ya en la adolescencia abandoné un poco mis sesiones. Ser puto estaba mal visto por la sociedad y por todas las personas que conocía. Sobre todo por mi padre, que era militar y al que veía bastante poco, pero en los pocos ratos que pasaba en mi casa no cesaba de destilar su homofobia.
Aquello me provocaba un miedo terrible e hizo que reprimiera mis tendencias tratando de convertirme en un muchachito ejemplar, deportista y estudioso.
Pero al destino, que tiene un libreto escrito para cada uno de nosotros, es inútil intentar engañarlo.
A mi papá lo ascendieron y con el ascenso llegó un cambio de destino. Así que de Mar del Plata nos fuimos a vivir a Bahía Blanca.
El cambio fue terrible, dejar atrás amigos, lugares y afectos fue bastante traumático para mi. Me convertí en un chico retraído y mi oscuro secreto volvió a tomar fuerza. Mi papá además del ascenso de rango, logró también un ascenso en el status social y si bien estaba más tiempo en casa, lo cierto es que él y mamá se la pasaban de reuniones y agasajos.
Lo cual derivaba en más tiempo solo. Solo con las ropitas de mamá. El único problema es que mamá había engordado bastante y su lencería me quedaba grande.
En la escuela me iba bastante bien y poco a poco fui trabando amistad con un chico con el que desde el primer momento tuve un feeling especial.
A los pocos meses ya éramos amigos del alma y compinches en todo. Y, por supuesto, llegó el día en que comenzamos con las revistas porno y las pajas a duo.
Estudiábamos en la escuela industrial, en esa época no asistían chicas a esas escuelas y las posibilidades de debutar eran bastante remotas, así que la imaginación y la paja eran nuestras novias obligatorias.
Ël la tenía bastante más grande y siempre me lo hacía notar, yo aprovechaba para mirársela bien y refrenaba mis ganas de tocársela. Él me la mostraba como ofreciéndomela y yo me hacía el desentendido pero la verdad es que se me hacía agua la boca.
Pero él siempre elogiaba mi culo, me decía que parecía el culo de una chica, y a veces lo comparaba con las fotos que veíamos en alguna revista. Yo me reía, pero la verdad es que por adentro me moría de ganas de que me lo acariciara.
El miedo podía más que mis deseos, pero sabía que estábamos muy cerca de cruzar la línea. Solamente tendría que animarme, estirar la mano y tomar su pija, lo demás vendría solo.
Tanto él como yo éramos hijos únicos. Pero otro compañero con el que teníamos buena onda y con el que compartíamos esporádicamente nuestras sesiones de pajas, tenía una hermana, un poco mayor que nosotros y bastante putarraca, actitud que compartía con sus amigas.
Era frecuente que cuando coincidíamos los tres con ella y algunas de sus amigas sufriéramos todo tipo de burlas, nos hacían mostrarles las manos para ver si teníamos pelitos y cosas asi.
Mis amigos se babeaban con ellas, pero yo las miraba con otros ojos, casi con envidia, admiraba sus tetitas, sus culos y sus ropas.
Una vez fui al baño y al pasar por su habitación, la puerta estaba entreabierta y pude verla en ropa interior mientras se vestía. Me quedé con la boca abierta, pero no de lascivia, lo mio era admiración, un deseo irrefrenable de ser como ella.
Al entrar al baño, noté que alguien se había bañado, era ella, inmediatamente busqué en el canasto de la ropa sucia y encontré un conjuntito usado de color rosa. Lo olí y casi pierdo el sentido, el olor a mujer me embriagó, me froté las prendas por el cuerpo y no pude evitar hacerme una paja allí mismo, parado ante el inodoro, oliendo, chupando, saboreando esas ropas.
Sin pensarlo, me las guardé.
Volví con mis amigos y dando alguna excusa me fui a mi casa. Apretando con ilusión aquellas ropas que parecían latir en mis bolsillos.
Al llegar, vi con alegría que no había nadie en mi casa. Me desnudé con premura y después con lentitud me vestí con esas ropitas de algodón, suave, como copos de nieve.
Esas si me calzaban perfectamente, el espejo me devolvió la visión de una muchachita hermosa. Acabé sin tocármela, sólo con la deliciosa sensación que aquellas prendas me proporcionaban,
Lavé el conjuntito y lo sequé con la estufa en cuestión de minutos. Después lo escondí debajo del colchón.
Quedé agitado y cuando regresó mi mamá me preguntó si me sentía bien. Le contesté que sí, cené y me fui a acostar. Era viernes y al otro día no tenía clases, podría haberme quedado un rato más viendo tele, pero no aguantaba las ganas de ir a mi cuarto, desnudarme y vestirme con ese conjuntito.
A los pocos minutos ya estaba acostado y vestido de nena. Me dormí y tuve un sinfín de sueños rosa.
Al despertar me saqué el corpiñito y me dejé la bombachita puesta. Me vestí y fui a desayunar. Mis padres no estaban, pegada en la heladera había una nota informándome que iban a pasar el día en la estancia del almirante nosecuanto.
Llamé a mi amigo y lo invité a venir a casa. Me dijo que en un par de horas venía.
Volví a mi habitación y me puse el corpiñito y terminé de vestirme con un pantalón de jogging y una remera, estaba súper excitado.
Llegó mi amigo con unas revistas escondidas entre los libros. Se alegró cuando le dije que mis padres no estaban y que no regresarían hasta tarde.
Fuimos a mi habitación.
Sacó las revistas y comenzó a desnudarse. Yo me quedé quieto, observándolo.
Me miró extrañado y se tiró en la cama boca arriba sobándose el pedazo que ya estaba prácticamente al palo.
Dejé atrás mis temores y me arrodillé en el suelo, quedando mis ojos a la altura de su pija.
-Es regrande -murmuré suspirando.
Me miró asombrado, notando mis ojos y boca abiertas. Sacó su mano y se giró un poco, ofreciéndola como un regalo largamente esperado.
Sin hacerme rogar estiré mi mano temblorosa y la toqué, él dió un respingo y se acomodó mejor. La rodeé con mi mano y la apreté suavemente, me sentía en la gloria, no era la primera pija que tocaba, pero era la primera vez que lo hacía con tantas ansias, sabiendo que aquello cambiaría mi vida para siempre.
Comencé a pajearlo con lentitud, al bajar el prepucio dejaba al aire una cabeza rosada y húmeda, acerqué mi cabeza y aspiré el olor que emanaba, saqué la lengua y rocé el glande, él cerró los ojos y gimió. Éramos dos novatos, pero el instinto y lo que habíamos aprendido en las revistas o en alguna película nos indicaba lo que teníamos que hacer.
Su mano se dirigió a mi nuca y acercó más mi cabeza y mi boca a su pija. Abrí los labios y dejé que aquel tronco soñado entrara con lentitud, me pareció flotar mientras el pedazo inundaba mi boca y mis labios y mi lengua se regodeaban con la sensación inigualable de esa piel rozándolas. Comencé a chuparla, subiendo y bajando, la tragué toda, hasta que la cabeza tocó mi garganta y me produjo arcadas, tomé aire y la tragué otra vez, él comenzó a mover la pelvis cogiéndome la boca, gemía y yo suspiraba, la sentí hincharse y una explosión de leche pasó directamente por mi garganta, también sentí que mi bombachita se humedecía, aparté la boca y los últimos chorros dieron en mi cara, me pasé los dedos enjugando aquel néctar y bebí lo que había quedado alrededor de mis labios, luego volví a su pija y la chupé hasta dejarla casi limpia.
No dijimos ni una palabra, él se quedó viéndome con una carita que más que de lujuria era de amor. Lo abracé y busqué su boca, nuestros labios se encontraron, mi lengua buscó la suya, él abrió la boca y el beso explotó como un volcán. Mis manos acariciaron su cuerpo perfecto y las suyas acariciaron mi espalda sobre la ropa notando el corpiñito. Hizo una pausa y metió sus manos por debajo de mi remera, palpó las tiras del corpiño y sus ojos se abrieron, con rapidez prácticamente me arrancó la remera dejándome con mi secreto expuesto.
Sus ojos estaban bien abiertos y sus manos se dirigieron con avidez hasta mis tetitas. Alli mi mente hizo un click y me sentí plenamente una chica. Me incorporé y me saqué las zapatillas, las medias y el pantalón. Me quedé parada sobre la cama vestida solamente con mi conjuntito rosa.
Su pija apuntaba hacia mi, amenazante y enhiesta como una espada.
Me senté sobre su pecho y él me tomó de la cintura, su pija rozaba mi culo y a través de la tela sentía su dureza, llevé mi mano hacia atrás y la conduje hacia la raya, me incorporé un poco y él me la bajó hasta los muslos, acarició mi culo, paseó uno de sus dedos por la raya hasta llegar al hoyo que palpitaba hambriento, lo introdujo un poco y me dolió. Le tomé la mano y llevé sus dedos a mi boca y los llené de saliva. Nadie me había enseñado que la saliva era el lubricante natural, pero algo en mi interior me hizo hacerlo. Me llené de saliva mis propios dedos y me embadurné el ojete, luego dejé que su dedo volviera a intentarlo, esta vez entró con facilidad, miles de lucecitas estallaron en mi cabeza y tiré el culo hacia atrás haciendo que entrara más, los sacó y se los chupó, me metió dos dedos y ya comencé a saborear la gloría, los sacó y apoyó el glande en mi hoyito. Sentí ese gusano invasor presionando por abrirse paso, lo ayudé aflojándome, comenzó a entrar, me dolía, pero me aguanté el dolor, podían más las ganas de sentirla toda adentro que esas punzadas incómodas, despacito me fui dejando caer, sintiendo cada milímetro de carne que entraba en mi, saboreando el momento, me abrí las nalgas con ambas manos y me dejé caer sobre su pija. Fue como un choque eléctrico, pero al instante el dolor desapareció dejando paso a una sensación indescriptible. Aquello era el verdadero placer, mucho más sublime que cualquier paja. Comenzó a moverse y su pija entraba y salía acariciando los pliegues de mi recto. Nunca, ni en mis sueños más profundos había imaginado que una pija en el culo pudiera proporcionar tanto placer. Me enloquecí y comencé a cabalgar sobre su pija, me elevaba y me dejaba caer hasta que su pija golpeaba mis entrañas. Estaba cogiendo de verdad, era la primera vez que me comía una pija prácticamente adulta, era la primera vez que mi culo se abría como una flor tragando el nectar del amor.
Él aceleró sus embestidas, yo miré mi bombachita arrugada entre mis muslos, toqué mis pechitos enfundados en ese corpiñito de algodón, me inundé del color rosado de aquellas prendas y acabé, como nunca lo había hecho, de mi pija brotó un chorro espeso de leche hirviente que se desparramó sobre su vientre y mojó la bombachita, al mismo tiempo sentí en mis entrañas un chorro caliente, gemí y grité de la misma forma que la escuchaba a mi mamá algunas noches, moví mi culo sobre esa pija tragando todo lo que fuera posible mientras él gruñia como un perro rabioso, los ojos en blanco y la boca abierta.
Me dejé caer sobre su pecho aún con la pija adentro, me abrazó y me besó las orejas. Nos quedamos así un rato largo, sin hablar, jadeando, tratando de recuperar el aliento.
Desde ese día fui su novia, y cogimos prácticamente a diario, también desde ese día usé bombachita casi de forma permanente.
Hasta que un nuevo traslado de mi papá, esta vez al Gran Buenos Aires, me alejó para siempre de mi primer amor, del primer y único dueño de mi cuerpo y especialmente de mi culo. En aquella época no había internet, mails ni nada parecido. Solamente cartas, pero escribirse cartas de amor entre dos hombres era bastante peligroso. Con el tiempo se perdió la comunicación y sólo quedó el recuerdo.
Pero el cambio en mi ya se había producido, una marca de fuego imborrable: Era puto, me gustaba la pija, pero me gustaba hacerlo vestido de mujer.
Vuelvo a mirar la colaless negra con encajes y el corpiñito haciendo juego, mi pijita da un respingo. Una mano fuerte se posa en una de mis tetitas al tiempo que la otra empuja mi cintura hacia atrás, hacia donde una pija durísima intenta penetrar mi culito. No hay palabras, no hay un "buén día", nada, sólo una pija tratando de meterse en mi agujero y mi agujero que no sabe de ruegos se abre, dejando que esa pija entre de un empellón, hasta los huevos, hasta donde me gusta, y suspiro cuando mi esfinter deja pasar y después aprieta, y pego un gritito al sentir el vaivén, el tronco que va y viene llenándome de placer, levanto la pierna para que entre más y un poco más y entonces el me dice:
-Buen dia putita.
Y entonces estoy en la gloria y le contesto:
-Si, mi macho, soy tu puta, y es un dia maravilloso, cogeme, metémela toda, llename el culo de leche.
^o^
19 comentarios - Biografía - Capítulo 2 - El primer amor.
Super caliente !
+ 10 y Reco !
Gracias por compartir.
Gracias ❤️
Busqué el Capítulo 1 pero no lo encontré 😞
Espero con ansias la continuación 🤤
+ PUNTOS
Gracias ❤️
+ 10
Impecable por supuesto el relato
Un momento inolvidable sin dudas, gracias my lady por estar siempre.
Un beso ❤️
Una genia escribiendo, me encanta ❤️
e encantaria alguna vez vivir esa experiencia es muy femenina, no se si es miedo o ya es tarde.
Una objecion: los buenos dias primero!
Me encantó.