Todo lo que me quedó de ese día fueron un par de medias sucias de él que robé del baño mientras aguardaba salir. Las olí, obviamente, y acabé tres veces pajéandome con ellas. Imaginando que las usó tal vez estando de guardia, ya que eran medias verdes militar, largas, de algodón y con un tufo a macho que me mataban. Bueno, ¿habrán entendido ya que si dije que me pajeé 3 veces con ella fue por algo, no?
En fin, me acosté a recordar (sí, la paja me la hice ni bien llegué, para descargar pero de morboso me puse a recordar) cómo fue esa última escena; él estaba hablando muy fuerte a propósito, para que yo oyera la palabra clave que me hiciera disparar del baño. Al casi grito de "licorería" (no sé de qué empezó a hablarle, pero era experto en chamuyar), en menos de una fracción de segundo, tuve que escabullirme por la puerta del departamento y terminar de fugarme por la puerta de entrada y salida del lugar que era de las que se abrían sin necesidad de llave desde adentro, así que, en pocas palabras, todo salió diez puntos. Mi corazón latía a mil a pesar de no haber tenido que darle una explicación detallada a su mujer sobre por qué su marido semi-desnudo tenía sus patas sobre mi cara mientras yo estaba en el piso de su cocina. (Aunque tal vez me hubiese calentado mucho decírselo…)
Putito mañana no voy a trabajar, de todas maneras te veo en el bar de la esquina ni bien salgas. Sé puntual.
Ese mensaje casi me hace acabar en seco. La forma en la que tenía dominada la situación me encantaba y no me dejaba de asombrar. Ese tipo me podía decir para que vaya a las 3 de la mañana a la casa a cojer y yo iba a ir. Claramente que me podía era poco.
Al otro día, transcurrió sin mucho detalle la jornada laboral. Esperaba con ansias mi salida como si de ella dependiera mi felicidad, eh… sí, básicamente eso pasaba, era un putito feliz de ir a ver a su macho milico. Fui sumisamente puntual, él ni estaba en el bar cuando llegué. Me senté mirando para todos lados, no podía evitar pensar que me iba a encontrar con mi jefe, y que si bien desde afuera era una situación meramente común, el morbo de estar ahí después de haberle chupado la verga era tal para mí, que ya sentía el cosquilleo de la pija en el bóxer.
Lo que pasó a continuación, me dejó sin palabras y me demostró que su morbosidad estaba teñida con un poco de perversión; alzando la mirada me lo encontré parado frente a mi con su esposa.
—Él es el chico del que te hablé…—me señaló.
— Hola, ¿qué tal? —muy amable ella rompió el hielo.
—Siéntense—no sé ni de cómo me salió ser cortés, hasta me paré y le corrí la silla a ella.
Dejó su cartera y se sentó, en ese lapso mi jefe y yo nos miramos. Él me guiñó el ojo, yo quedé atónito pero intentaba no perder la calma, después de todo, estos últimos días no venían siendo muy coherentes.
—¿Y qué tal es trabajar con mi marido? —sus intenciones parecían muy amigables.
Esbocé una sonrisa, traté de mostrarme igual de amigable que ella:
—Bien, creo que no me puedo quejar…—adorné mi comentario como pude.
En ese momento sentí su zapato rozarme bajo la mesa, ¿a qué estaba jugando este hombre?
—Bueno, también me contó que ayer estabas en casa…—prosiguió ella juntando sus manos como si fuésemos a negociar.
Ahí me tenían contra las cuerdas los dos, definitivamente, no sabía cómo sostener la situación; nuevamente, algo inesperado pasó.
Jorge (mi jefe, sé que no digo mucho su nombre) puso la mano sobre la mía en señal de confianza y comodidad, creo yo, parecía prepararse para decirme algo importante.
—A ver putito…—soltó, ya con su tono que me empezó a ser habitual. Clavó sus ojos sobre mi al ritmo que dijo eso.
—Mi jermu tiene una propuesta para vos…—prosiguió.
Mi mandíbula habrá estado a menos de una milésima de caerse de mi cara, mis ojos habrán sido como dos platos enormes blancos. —¿Qué? —ya ni sé cómo articulaba palabra.
—Ya sé que se conocen bastante bien con Jorge—ya no parecía tan amigable, parecía siniestra. —Sé que lo conocés detalladamente bien—acotó. Marcó mucho la palabra “detalladamente”
—No sé de qué me habla señora—me corrí para atrás, ya me veía obligado a ponerme a la defensiva.
—Quiero proponerte algo, algo que como verás, Jorge no tiene drama en cumplirme, porque no estaríamos acá de no ser así—esta vez volvió a sonreír amablemente.
—Queremos hacer un trío…—lanzó el fulminante.
Yo quedé perplejo.
Jorge, (aclaro nuevamente, así se llama mi jefe), se me acercó al oído y me susurró:
—Quiero ver como la putita de mi mujer y el putito de mi empleado no solo me comen sino también que se pelean por comerse mi verga y mi leche—sollozó a modo de plan ultra-secreto. Sentí su aliento cálido en mi lóbulo, me estremecí. Pero ya ni sé si me estremecí por la situación ó por su comentario. Daba igual, ¿ó no?
2 comentarios - Capitulo 09 - Con mi jefe militar (COMPLETO)