Ese día habíamos quedado los tres para ir al cine. Nada especial, sólo que hace mucho no veía a mi amiga y decidimos que era lo más divertido para hacer. Después iríamos a cenar a algún elegante restaurante.
Ella me preguntó si tenía algún problema en invitar a un amigo, con el que también tiene mucho tiempo que no veía, y que sería bueno porque él tiene auto y nos llevaría a ambos a nuestras casas aún siendo de noche. Efectivamente me pareció buena idea, por lo que le dije que no tenía ningún problema.
Realmente no pensé mucho en cómo ir vestido, esperaba nada más que una salida de amigos, por lo que un jean y camisa con pulóver me pareció correcto.
Cuando salí a la avenida a esperar a ese chico quedé paralizado. No era un auto último modelo pero lo mantenía bien, y la verdad que pegaba mucho con su estilo.
Tenía barba y usaba lentes grandes, de esos que quedan muy bien con el pelo un poco despeinado y un perforado en su oreja derecha.
Me saludó con un beso de cachetes y su perfume hizo que sintiera un cosquilleo en la nuca, era de esos que los más atractivos caballeros usan y te lo cruzás en la calle, queriendo perseguirlos por la ciudad.
No hablamos mucho, sólo cómo estaba el tráfico y alguna otra boludés. Teníamos que tomar autopista y bajar en acceso oeste al departamento de mi amiga.
No entiendo mucho de manejar, pero él deslizaba suavemente su mano hacia la palanca de cambio a todo momento, estando el auto estacionado, y sentía que me rozaba el pantalón y con su codo mi brazo, pero no quise pensar otra cosa, sólo que hubiera sido mejor haberme sentado atrás.
-Hace calor, ¿no? -me preguntó, pero yo estaba tan nervioso que sólo asentí-. Lástima que se me rompió el aire.
-Podés abrir las ventanas.
-No, nos llenamos de bichos... -me dijo y levantó su pulóver y camisa. Yo amagué a verle debajo del vientre, pero me agarré la cara y me apoyé sobre la puerta, mirando desde lo alto los edificios -¿Por qué no mirás?
-¿Qué? -le dije intentando hacerme el desentendido. Él levantó su brazo y abrazó mi butaca, quedando muy cerca de mi cuello. Yo lo tomé del pecho y lo empujé, pero tomó mi brazo y me lo apoyó en su pecho.
Sentí su trabajado tórax y no pude evitar morderme el labio mirando a otro lado, pero era imposible no hacerlo: mientras con la otra mano mantenía su camisa levantada metí la mía y le acaricié los abdominales lampiños.
Comenzó a balancearse lentamente hacia adelante y atrás haciendo que mi mano baje a su cinturón. Nos acomodamos, ya no había que insinuar.
Con mis dos manos comencé a acariciarle el bulto, que iba ganando volumen mientras sentía su respiración acelerarse de a poco. Jugando con la hebilla el cinto ya podía ver su verga asomándose, pudiendo acariciárselo.
Con una mano se lo desabrochó y la verga totalmente parada saltó del boxer, habrá tenido unos veinte centímetros. Era perfecta, y no podía evitar acercármela.
Y me tomó del cuello.
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