Cuando llegué al cuarto de hotel me depilé, me maquillé, me hice un buen lavado, y me vestí así para esperarlo al macho que venía a cogerme.
Fíjense cómo tenía la verga de rica, ni siquiera está del todo parada en ésta foto.
Como se tardó un poco, le eché vaselina a un pepino que traía, y empecé a estirarme y a lubricarme el hoyito montándolo como si fuera una verga. Puse un video en mi teléfono de una traviesa blanca follada por tres negros grandotes, y empecé a hacer calentamiento. De repente me llegó un mensaje de texto que decía que ya había llegado, así que tirando el pepino en la pileta del baño, abrí la puerta del cuarto en par cómo me había ordenado, y fui y me empiné sobre el borde de la cama dando la espalda a la puerta mientras seguía mirando el video en mi teléfono.
Sentí que la puerta se abría, y la habitación se llenó de luz como era de día. Me dio mucho morbo porque esperó unos segundos con la puerta abierta y yo vestida así y con el culo apuntando hacia la puerta. La verdad no sabía con certeza si era él o no, si venía sólo o acompañado, o si había alguna otra persona pasando por ahí que podía verme. Lo único que sabía es que tenía el culito deseoso de verga y la pijita bien dura por lo mismo.
Después de que cerró la puerta reconocí su voz alagando mi culo y advirtiéndome que me lo iba a partir violentamente. Sentí sus manos grandes, fuertes, y ásperas nalgueándome y apretando mis cachetes.
Me dijo que me diera vuelta y cuando miré tenía esa tremenda verga negra en una mano, y se veía hinchada, dura, y super venosa. Se veía punzando de una manera que a la vez me asustaba y me excitaba también. “¿Era esto lo que querías? Saludalo con un beso.”
No dudé ni un instante. Sentándome en el borde de la cama empecé a mamar ese enorme falo. Tuve que abrir la boca grande para abarcar la punta entera y un poco más. Y a la medida que me fui acostumbrando al gran tamaño, me lo fui tragando más y más hasta sentir la punta en la entrada de la garganta. Haciendo un gran esfuerzo, pude hacer que la cabezota me la estirara lo suficiente para poder tragarme los últimos 4 o 5 centímetros de su verga, y sacando la lengua le empecé a lamber los huevos al mismo tiempo. En una de esas, la saqué de la boca lo suficiente como para comentar lo mucho que me encantaba mamársela. “¡Qué rica verga que tenés macho! Me encanta mamártela. Me estirás toda la boca y amo esos huevotes que tenés…”
Se la seguí mamando hasta que me ordenó que me pusiera en cuatro sobre la cama y me arrimara hasta el borde. Sentí sus manos nalgueándome y apretándome el culo otra vez hasta que sentí que me iba a romper la bombacha, así que mejor me la quité. No tardó en empezar a tratar de meterme dedo, así que le pedí que esperara y le pasé el tarro de vaselina. Se untó los dedos y me empezó a culear con un dedo, pero rápidamente pasó a darme con dos y a separarlos también estirándome el hoyito. Luego me jaló hacia él y acomodando mi culo hasta la altura idónea para él sentí la cabezota de su pene en la entrada, (sin forro por cierto), y me lo ensartó hasta la mitad. Bombeó un par de veces y ya me lo había encajado hasta el fondo. Le dije que sólo le pedía que por favor no terminara adentro de mí y me aseguró de que no lo haría.
La cojida que me dio fue brutal. Se escuchaba su pansa golpeando contra mi culo y sus huevos enormes golpeando contra mis huevitos de codorniz. A veces me dolían un poco por lo mismo, pero la sensación principal era la de sentirme totalmente llena de ese tremendo pedazo de carne. Tenía el anito super estirado y a la vez gozaba tanto que se lo apretaba contrayendo todo lo que rodeaba su verga. Mi culito punzaba y se contraía de una manera que a él le encantaba y me decía “Ay sí… así. Apretame la verga. Apretámela bien así. Qué rica putita… qué rico aprieta.”
Se escuchaban voces en el cuarto de a lado, y también de mucamas afuera en el pasillo. Yo me daba cuenta de que si los oíamos a ellos, ellos seguramente podían oírnos a nosotros ya que estábamos haciendo mucho ruido con la cojida como ya mencioné, y aparte él hacía todos sus comentarios en una voz mi fuerte. A veces me cojía tan duro que la cama se movía, se levantaban las patas pegando otra vez contra el piso, y también chocaba contra la pared. Se escuchaba el rugir de sus exclamaciones de gusto y tanto comentario que hacía acerca de lo maravilloso que sentía culearme. Yo, mientras tanto, gemía como actriz de porno en voz afeminada y daba gritos agudos cada vez que me lo encajaba hasta el fondo. Tanto las voces del otro lado de la pared como las del pasillo se escuchaban riéndose de vez en cuando y era obvio que era por tanto escándalo que andábamos haciendo. Eso me daba más morbo todavía ya que no sólo me encontraba siendo culeado por un negro super dotado, sino que también había gente enterándose. De vez en cuando me sentía sonrojándome de la pena y luego con la culeada brutal se me olvidaba. Empezaba a desear que no tardaría mucho más en venirse. De vez en cuando volvía a acomodarme ya que me iba abriendo más y más de piernas y él volvía a levantarme a la altura que quería. A veces me lo metía despacio y a veces con todo a diferentes velocidades también.
En una de esas me la sacó completamente y me sentí vacía. Me dijo entonces que me quería boca arriba y enseguida lo complací. A la vez que me agarró de las piernas y vi el contraste entre nuestros cuerpos, le dije “Mirá lo miniatura que es mi pijita en comparación a lo tuyo. Lo mío parece un clítoris.” Le dio un poco de risa en lo que empezó a darle garrotazos con esa tremenda verga a lo que yo acababa de referirme como clítoris. Cada vez que me pegaba con ella la sentía más y más dura hasta que de repente me la volvió a clavar y enseguida empezó a darme re-duro otra vez. Mi pijita se volvió a poner re-dura por tanto placer que me causaba ser ensartada así. Me levantaba las piernas y mi culo andaba en el aire mientras me penetraba una y otra vez. Durante todo el tiempo que me cojía, me hacía preguntas de que si me gustaba su verga enorme, si me gustaba que me estuviese culeando, y yo le contestaba jadeando que sí. “¡Ay sí! ¡Soy tu putita blanca! ¡Me encanta que me cojas con esa verga enorme y negra que tienes! ¡Soy tu putita mariconcita!” Y se seguían escuchando las voces y las risas de al lado mientras sus huevos de toro golpeaban contra mis nalgas y me salpicaba de vez en cuando con sudor.
Luego me puso de costado y me cojió así por un rato, y luego me volteé boca abajo y siguió dándome mientras yo estaba totalmente acostado, pero como no aguantaba su peso, me puse en cuatro otra vez. También coloqué unas almohadas debajo de mi torso para acomodarme bien mientras él seguía taladreándome a su gusto. Después de más de media hora, sentí que sus gemidos y exclamaciones aumentaban y de repente sacó su verga de mi culo y sentí cómo caían chorros de semen caliente en mi espalda, mucho más de lo que produzco yo cuando acabo. Y así me quedé un rato hasta que me sacó esta foto con mi celular.
Luego me senté en la cama en lo que él se aseaba y se vestía… Se fue al baño a mojar una toallita. Y vi que había visto el pepino engrasado que tenía ahí. “Así que te gustan los pepinos…”
“Y bueno, con esa verga enorme que tenés tuve que entrar en calentamiento primero para que no me desgarraras.”
Después de que se había vestido, pensé que se iba a ir, pero se sentó a charlar un rato. Después de un rato y viéndome a mi vestida así todavía, volvió a quitarse el pantalón y vi que se le estaba parando otra vez. Me volvió a arrimar la verga hacia mi cara y le volví a mamar la verga como profesional y por unos 15 minutos por lo menos. Luego me dice, “te voy a volver a coger, pero esta vez te voy a llenar el culo de leche.” No pude decirle que no. Me dijo que no tenía ninguna enfermedad y que sólo cojía con su esposa y otra pareja… Yo trataba de decirle que no pero sólo quería volver a sentirme llena de esa verga lo más rápido posible… y se volvió a repetir todo lo anterior.
Parecía que estaba por romper la cama, la pared, el piso, mi culo, mis huevitos… Me dio y me dio y me dio en muchas posiciones distintas hasta que de repente paró diciéndome que ya no iba a poder terminar otra vez y tenía que irse. Y en unos breves minutos ya se había ido. Me quedé con una calentura que no daba más y agarrando el pepino me lo empecé a montar otra vez mientras miraba las fotos que me había sacado, y se me ocurrió una idea… (continuará)
Fíjense cómo tenía la verga de rica, ni siquiera está del todo parada en ésta foto.
Como se tardó un poco, le eché vaselina a un pepino que traía, y empecé a estirarme y a lubricarme el hoyito montándolo como si fuera una verga. Puse un video en mi teléfono de una traviesa blanca follada por tres negros grandotes, y empecé a hacer calentamiento. De repente me llegó un mensaje de texto que decía que ya había llegado, así que tirando el pepino en la pileta del baño, abrí la puerta del cuarto en par cómo me había ordenado, y fui y me empiné sobre el borde de la cama dando la espalda a la puerta mientras seguía mirando el video en mi teléfono.
Sentí que la puerta se abría, y la habitación se llenó de luz como era de día. Me dio mucho morbo porque esperó unos segundos con la puerta abierta y yo vestida así y con el culo apuntando hacia la puerta. La verdad no sabía con certeza si era él o no, si venía sólo o acompañado, o si había alguna otra persona pasando por ahí que podía verme. Lo único que sabía es que tenía el culito deseoso de verga y la pijita bien dura por lo mismo.
Después de que cerró la puerta reconocí su voz alagando mi culo y advirtiéndome que me lo iba a partir violentamente. Sentí sus manos grandes, fuertes, y ásperas nalgueándome y apretando mis cachetes.
Me dijo que me diera vuelta y cuando miré tenía esa tremenda verga negra en una mano, y se veía hinchada, dura, y super venosa. Se veía punzando de una manera que a la vez me asustaba y me excitaba también. “¿Era esto lo que querías? Saludalo con un beso.”
No dudé ni un instante. Sentándome en el borde de la cama empecé a mamar ese enorme falo. Tuve que abrir la boca grande para abarcar la punta entera y un poco más. Y a la medida que me fui acostumbrando al gran tamaño, me lo fui tragando más y más hasta sentir la punta en la entrada de la garganta. Haciendo un gran esfuerzo, pude hacer que la cabezota me la estirara lo suficiente para poder tragarme los últimos 4 o 5 centímetros de su verga, y sacando la lengua le empecé a lamber los huevos al mismo tiempo. En una de esas, la saqué de la boca lo suficiente como para comentar lo mucho que me encantaba mamársela. “¡Qué rica verga que tenés macho! Me encanta mamártela. Me estirás toda la boca y amo esos huevotes que tenés…”
Se la seguí mamando hasta que me ordenó que me pusiera en cuatro sobre la cama y me arrimara hasta el borde. Sentí sus manos nalgueándome y apretándome el culo otra vez hasta que sentí que me iba a romper la bombacha, así que mejor me la quité. No tardó en empezar a tratar de meterme dedo, así que le pedí que esperara y le pasé el tarro de vaselina. Se untó los dedos y me empezó a culear con un dedo, pero rápidamente pasó a darme con dos y a separarlos también estirándome el hoyito. Luego me jaló hacia él y acomodando mi culo hasta la altura idónea para él sentí la cabezota de su pene en la entrada, (sin forro por cierto), y me lo ensartó hasta la mitad. Bombeó un par de veces y ya me lo había encajado hasta el fondo. Le dije que sólo le pedía que por favor no terminara adentro de mí y me aseguró de que no lo haría.
La cojida que me dio fue brutal. Se escuchaba su pansa golpeando contra mi culo y sus huevos enormes golpeando contra mis huevitos de codorniz. A veces me dolían un poco por lo mismo, pero la sensación principal era la de sentirme totalmente llena de ese tremendo pedazo de carne. Tenía el anito super estirado y a la vez gozaba tanto que se lo apretaba contrayendo todo lo que rodeaba su verga. Mi culito punzaba y se contraía de una manera que a él le encantaba y me decía “Ay sí… así. Apretame la verga. Apretámela bien así. Qué rica putita… qué rico aprieta.”
Se escuchaban voces en el cuarto de a lado, y también de mucamas afuera en el pasillo. Yo me daba cuenta de que si los oíamos a ellos, ellos seguramente podían oírnos a nosotros ya que estábamos haciendo mucho ruido con la cojida como ya mencioné, y aparte él hacía todos sus comentarios en una voz mi fuerte. A veces me cojía tan duro que la cama se movía, se levantaban las patas pegando otra vez contra el piso, y también chocaba contra la pared. Se escuchaba el rugir de sus exclamaciones de gusto y tanto comentario que hacía acerca de lo maravilloso que sentía culearme. Yo, mientras tanto, gemía como actriz de porno en voz afeminada y daba gritos agudos cada vez que me lo encajaba hasta el fondo. Tanto las voces del otro lado de la pared como las del pasillo se escuchaban riéndose de vez en cuando y era obvio que era por tanto escándalo que andábamos haciendo. Eso me daba más morbo todavía ya que no sólo me encontraba siendo culeado por un negro super dotado, sino que también había gente enterándose. De vez en cuando me sentía sonrojándome de la pena y luego con la culeada brutal se me olvidaba. Empezaba a desear que no tardaría mucho más en venirse. De vez en cuando volvía a acomodarme ya que me iba abriendo más y más de piernas y él volvía a levantarme a la altura que quería. A veces me lo metía despacio y a veces con todo a diferentes velocidades también.
En una de esas me la sacó completamente y me sentí vacía. Me dijo entonces que me quería boca arriba y enseguida lo complací. A la vez que me agarró de las piernas y vi el contraste entre nuestros cuerpos, le dije “Mirá lo miniatura que es mi pijita en comparación a lo tuyo. Lo mío parece un clítoris.” Le dio un poco de risa en lo que empezó a darle garrotazos con esa tremenda verga a lo que yo acababa de referirme como clítoris. Cada vez que me pegaba con ella la sentía más y más dura hasta que de repente me la volvió a clavar y enseguida empezó a darme re-duro otra vez. Mi pijita se volvió a poner re-dura por tanto placer que me causaba ser ensartada así. Me levantaba las piernas y mi culo andaba en el aire mientras me penetraba una y otra vez. Durante todo el tiempo que me cojía, me hacía preguntas de que si me gustaba su verga enorme, si me gustaba que me estuviese culeando, y yo le contestaba jadeando que sí. “¡Ay sí! ¡Soy tu putita blanca! ¡Me encanta que me cojas con esa verga enorme y negra que tienes! ¡Soy tu putita mariconcita!” Y se seguían escuchando las voces y las risas de al lado mientras sus huevos de toro golpeaban contra mis nalgas y me salpicaba de vez en cuando con sudor.
Luego me puso de costado y me cojió así por un rato, y luego me volteé boca abajo y siguió dándome mientras yo estaba totalmente acostado, pero como no aguantaba su peso, me puse en cuatro otra vez. También coloqué unas almohadas debajo de mi torso para acomodarme bien mientras él seguía taladreándome a su gusto. Después de más de media hora, sentí que sus gemidos y exclamaciones aumentaban y de repente sacó su verga de mi culo y sentí cómo caían chorros de semen caliente en mi espalda, mucho más de lo que produzco yo cuando acabo. Y así me quedé un rato hasta que me sacó esta foto con mi celular.
Luego me senté en la cama en lo que él se aseaba y se vestía… Se fue al baño a mojar una toallita. Y vi que había visto el pepino engrasado que tenía ahí. “Así que te gustan los pepinos…”
“Y bueno, con esa verga enorme que tenés tuve que entrar en calentamiento primero para que no me desgarraras.”
Después de que se había vestido, pensé que se iba a ir, pero se sentó a charlar un rato. Después de un rato y viéndome a mi vestida así todavía, volvió a quitarse el pantalón y vi que se le estaba parando otra vez. Me volvió a arrimar la verga hacia mi cara y le volví a mamar la verga como profesional y por unos 15 minutos por lo menos. Luego me dice, “te voy a volver a coger, pero esta vez te voy a llenar el culo de leche.” No pude decirle que no. Me dijo que no tenía ninguna enfermedad y que sólo cojía con su esposa y otra pareja… Yo trataba de decirle que no pero sólo quería volver a sentirme llena de esa verga lo más rápido posible… y se volvió a repetir todo lo anterior.
Parecía que estaba por romper la cama, la pared, el piso, mi culo, mis huevitos… Me dio y me dio y me dio en muchas posiciones distintas hasta que de repente paró diciéndome que ya no iba a poder terminar otra vez y tenía que irse. Y en unos breves minutos ya se había ido. Me quedé con una calentura que no daba más y agarrando el pepino me lo empecé a montar otra vez mientras miraba las fotos que me había sacado, y se me ocurrió una idea… (continuará)
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