—Quiero que mañana me lleves algo hasta mi casa.
Sentenció con su voz mandona por teléfono. No hablamos más que eso. Yo estaba enloquecido desde el último encuentro a solas. Él sólo parecía ignorarme desde ese acontecimiento. En lo que a mí respecta, no pararía hasta que pasara lo que me propuse: quería cojérmelo y me importaba poco los obstáculos que había en el medio.
Seis meses habían pasado ya.
Seis meses en los que se rumoreaba fuertemente que su ciclo en el edificio donde yo trabajaba estaba por terminar, que lo iban a pasar a otra unidad más lejos, incluso en otra provincia. Eso me hacía guardar un hilo de esperanza de que algo pasaría antes de que se vaya quizás por el simple hecho de cerrar un capítulo antes de marchar.
Había dejado una caja con indicaciones sobre el escritorio de la oficina, mal encintada, procuraría que lo encintó él, ya que su atropello se ve en todo lo que hace. Había una notita hecha con computadora, en negritas y con la letra grande: HOY A LAS 16HS TE ESPERO.
¿Era un indicio de una despedida?
Me tomé el bondi para ir a su casa. No me costó mucho ubicarme para llegar. Era un barrio muy tranquilo, bueno, el detalle es que se encontraban militares de mucha jerarquía allí viviendo, gente que casi nunca está los días de semana en sus casas. Desde una manzana hacia adentro del barrio se apreciaban muchas torres grandes, elegantemente elevadas, no dejando dudas de que era un lugar muy residencial y de poco movimiento sea la hora que sea.
Llegué al edificio. Miré la nota para asegurarme que era donde debía estar. Una vez que lo corroboré, toqué el timbre 6c esperando que mi fantasía más remota se cumpla.
A los diez minutos vi la ténue luz del pasillo encendida. A lo lejos alguien se acercaba. No pude evitar entusiasmarme. Quería verlo. Pero no me malinterpreten, sí, lo ví durante todo este tiempo. A lo que me refería es que quería verlo de esta manera:
Fuera del horario laboral y a solas.
Me abrió. Sonreí. Sonrió. Fue todo muy automático.
Agarró de inmediato la caja que esperaba. Luego me hizo un gesto amable. Ese fue el momento que me bastó para ver que tenía una camisa a cuadros en tonos marrón clarito y crema, desprendida hasta el tercer botón, que con su blanca piel y sus pelos entrecanos y gruesos del pecho hacían una obra de arte muy excitante.
—A mi mujer no le gusta que las use así—me contó mientras se daba cuenta como lo radiografiaba.
Se desabotonó uno más.
—Lo bueno es que ella ahora no está. ¿Querés pasar?.
Sonrió.
http://www.poringa.net/seudopunkito1/posts
No se olviden de ver los demás capitulos!
Gracias 🙂
Sentenció con su voz mandona por teléfono. No hablamos más que eso. Yo estaba enloquecido desde el último encuentro a solas. Él sólo parecía ignorarme desde ese acontecimiento. En lo que a mí respecta, no pararía hasta que pasara lo que me propuse: quería cojérmelo y me importaba poco los obstáculos que había en el medio.
Seis meses habían pasado ya.
Seis meses en los que se rumoreaba fuertemente que su ciclo en el edificio donde yo trabajaba estaba por terminar, que lo iban a pasar a otra unidad más lejos, incluso en otra provincia. Eso me hacía guardar un hilo de esperanza de que algo pasaría antes de que se vaya quizás por el simple hecho de cerrar un capítulo antes de marchar.
Había dejado una caja con indicaciones sobre el escritorio de la oficina, mal encintada, procuraría que lo encintó él, ya que su atropello se ve en todo lo que hace. Había una notita hecha con computadora, en negritas y con la letra grande: HOY A LAS 16HS TE ESPERO.
¿Era un indicio de una despedida?
Me tomé el bondi para ir a su casa. No me costó mucho ubicarme para llegar. Era un barrio muy tranquilo, bueno, el detalle es que se encontraban militares de mucha jerarquía allí viviendo, gente que casi nunca está los días de semana en sus casas. Desde una manzana hacia adentro del barrio se apreciaban muchas torres grandes, elegantemente elevadas, no dejando dudas de que era un lugar muy residencial y de poco movimiento sea la hora que sea.
Llegué al edificio. Miré la nota para asegurarme que era donde debía estar. Una vez que lo corroboré, toqué el timbre 6c esperando que mi fantasía más remota se cumpla.
A los diez minutos vi la ténue luz del pasillo encendida. A lo lejos alguien se acercaba. No pude evitar entusiasmarme. Quería verlo. Pero no me malinterpreten, sí, lo ví durante todo este tiempo. A lo que me refería es que quería verlo de esta manera:
Fuera del horario laboral y a solas.
Me abrió. Sonreí. Sonrió. Fue todo muy automático.
Agarró de inmediato la caja que esperaba. Luego me hizo un gesto amable. Ese fue el momento que me bastó para ver que tenía una camisa a cuadros en tonos marrón clarito y crema, desprendida hasta el tercer botón, que con su blanca piel y sus pelos entrecanos y gruesos del pecho hacían una obra de arte muy excitante.
—A mi mujer no le gusta que las use así—me contó mientras se daba cuenta como lo radiografiaba.
Se desabotonó uno más.
—Lo bueno es que ella ahora no está. ¿Querés pasar?.
Sonrió.
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No se olviden de ver los demás capitulos!
Gracias 🙂
2 comentarios - Capitulo 06 - Con Mi Jefe Militar