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El Remisero del conurbano

Se hicieron las 00:00hs de un martes y me despedí de mi mejor amigo para volver a mi casa, pedí un coche de una de las tantas remiserías ubicadas en Camino General Belgrano (más conocida como ruta provincial n° 1) y esperé.

Casualmente el coche resultó ser un tres puertas y me subí de acompañante, a la derecha del chofer. El primer contacto visual fue con un cordial “Buenas noches”, en el pantallazo logré ver un mentón pronunciado, una piel tensa y una chomba arrugada, vieja, que le quedaba dos talles más chica. Me senté a su lado y una canción de Leo Mattioli comenzó a sonar en la radio, el tipo sonríe como degustando la melodía grasosa y arranca. Lo vuelvo a observar, por segunda vez y le indico la dirección, él clava la vista en el camino y no se inmuta, no responde, solo maneja. El viento entra por la ventana y la imitación del perfume farenheit que usa me llega hasta la nariz; el olor a piel de macho perfumado me hace cosquillear toda la entrepierna, desde el orto hasta la pija.

Miro al frente y comienzo a respirar profundo, para grabarme ese olor en la cabeza. Miro la ruta y, a lo lejos, veo una prostituta parada en una esquina. Es hora de ponerlo a prueba ¿Él chofer miraría a la chica? ¿Me haría algún comentario? ¿Se habrá cogida alguna vez a una trava? Los ratones me llevan toda la sangre a la entrepierna. Tengo puesto el short que uso para entrenar y un boxer suelto, paso mis manos frías por mis muslos calientes para calmarles la temperatura, aprovecho y acerco el short hasta mi entrepierna, dejando a la vista mis piernas a la luz de los faroles de la calle. La prostituta pasa de largo por la ventanilla y él ni se inmuta, no despega los ojos del camino y frena solo en los semáforos. Cada tanto se come algún pozo y con cada golpe en la parte baja del auto imagino sus embestidas toscas y sus manos brutas agarrándome por los hombros, empujándome hacia su cuerpo con su verga en mi agujero.


Lo vuelvo a mirar para indicarle “De la mano izquierda las rejas negras” y le sostengo la mirada, tenía la verga hirviendo y el short abultadísimo. Él permaneció inmóvil, yo veo que en sus patillas rapadas una cicatriz como de cuchillo atraviesa las sienes y se pierden en lo alto de la cabeza. La chomba ajustada le marca los músculos de un tipo que jugó al futbol con los pibes toda su vida pero que disfrutó, de igual manera, la birra y el faso. El auto estaciona y me dice que el mínimo es $40, le doy un billete de $100 y me pregunta si tengo cambio. ¿Será acaso lo único que le oiga decir? ¿El precio?

El remisero apoya su celular entre sus piernas, la luz de la pantalla le ilumina, como un santuario, el bulto. Él también estaba al palo. acerca la billetera a su entrepierna y cuenta allí los billetes, yo sigo la cuenta sin perder de vista el bulto. Me entrega el vuelto y me rosa los dedos. Le agradezco.

-Ah… vos también estás al palo?- Me dice con los ojos puestos en el pedazo de pija que se me asomaba por debajo del short cortito -Si me hubiese dado cuenta antes hacíamos algo, tengo un viaje ahora.

No pude contestarle nada, me dio la mano y me despedí con un “Buenas Noches”. El coche se fue a los piques y yo quedé al palo en la vereda de mi casa. Me daría mucha risa si me enterara que el disco que sonó durante todo el viaje en el estereo fue “Sin Palabras” de El león Mattioli. Sin duda seguiré llamando a esa remisería.

9 comentarios - El Remisero del conurbano

dedevoto +1
ES PEC TA CU LAR!!!!
el_duque333
GENIO!! vivo sobre gral belgrano decime la remiseria jajajaa
muy buen relato mañana te doy puntos
ayayayuyuyuy2
uh que manija quedaste!!!!! ojala te lo cruces otra vez
GGLL
Noooo.. La degaste re picando. Queremos segunda parte.
Triansito
Y yo tambien quiero segunda parte
fl22lf
me Dejaste re caliente imaginando como sigue
ildominatore
qué bien contado.!!!algo así da gusto leerlo...
Siempre lo que complace a las dos cabezas no tiene precio...
seguiré viendo que más has posteado. +10