Algunos lo saben y, los que no, se enteran ahora, soy fotógrafo. Uno de los trabajos que hace mi estudio es tomar castings para productoras de cine, agencias de talentos y de publicidad, etc. Publicamos un aviso buscando actores mayores de 50 para una publicidad de un banco. Se postulaban vía mail y les daba una cita para que hagan la prueba de cámara.
Así llegó, a las 11am de un miércoles, un señor de 62, alto, canoso, fornido y de sonrisa amplia.
Me preguntó qué hacía y le indiqué que llenara la ficha y, cuando terminara, fuera hacia el fondo montado para las tomas.
Así lo hizo y pude realizar muy bien mi trabajo, tenía mucha soltura y cancha. Estábamos terminando cuando me soltó:
- ¿Cuánto hace que te la comés?. Me sorprendió y mucho, en mi trabajo y en la calle soy un hombrecito y nunca se me había notado, salvo que quisiera, por supuesto.
- ¿Perdón?. ¿De dónde saca eso?. Pretendí enojarme. Y tampoco tenía ganas de garchar, la noche anterior me había agarrado mi vecinito del cuarto y estaba pleno.
- Mp saqué nada… Todavía. Se abrió la bragueta y sacó con agilidad una verga perfecta.
Me quedé mirándola desde el otro extremo del estudio.
- Vení a chuparla que te encanta. Me dijo con su bella sonrisa colgando de los labios.
- No le pienso chupar nada. Dije haciéndome el distante.
- Bueno… Dame un minutito y la guardo…
Seguía sonriendo y comenzó a pajearse despacio, tranquilo.
El tema es que la mano apenas le cerraba alrededor de la pija y todavía ni se le había parado, tenía una cabezota descomunal y era venosa, y muy gorda. No podía sacarle los ojos de encima.
- ¿Me espera un momento?. Le dije casi tartamudeando.
- Si, claro.
Me fui a mi oficina, me desnudé, me puse una tanga roja, un vestido largo floreado y agarré el lubricante. Le iba a dar la completa.
Entré al estudio y me miró anonadado. El monumento todavía seguía sin estar del todo erguido.
- ¡Qué hermosa estás, gordi!
- Gracias. Le respondí caminando hacia él.
- ¿Ahora sí me la vas a chupar?. Ya me estaba arrodillando a sus pies.
- Si… Y me vas a coger toda.
- ¿Si?. ¿Te la vas a bancar?.
- Haceme tu puta.
El la había soltado y yo trataba de agarrarla con las dos manos. Me sobraba verga por todos lados. Se la empecé a besar, lamer, chupar. Todo lo que podía. Era una obra de arte. Se puso dura y les sobraba pija a mis dos manos unidas. Me fue levantando el vestido y, doblándose sobre mí, me empezó a acariciar la espalda, el culo. Hasta que me metió un dedo, después otro. Yo, no quería que esa belleza abandone mi boca, pero la quería en el ojete.
Me levanté, me saqué el vestido, me puse en cuatro, corrí la tanga y lo miré sobre mi hombro.
- ¡Cogeme!
- Como quieras.
Tomó el lubricante y me lo puso en el orto, después se untó bien la poronga. Me puso la cabeza, nada más y se me paró la pija como a los 18…
Me tomó por los hombros y me la fue poniendo muy despacio, con una cancha y una delicadeza dignas de un caballero con experiencia. Me garchó así por unos cinco minutos, hasta que me abrazó por debajo de la panza, acercó su cara a mi oído y me dijo:
- Ahora, mi amor, te la voy a poner toda. Pero necesito que me lo pidas. Yo estaba convencido que la tenía toda adentro, si me estaba matando.
- ¡ Soy una puta, rómpeme toda!.
- ¿Qué sos, qué querés?
- ¡Soy tu puta y quiero que me la pongas toda!.
Fue tan fuerte la sensación que si no me tenía él abrazada (a esa altura me sentía toda una mujercita), me hubiera caído. Me bombeó lento un tiempito hasta que empezó a acelerar el ritmo. Sus hermosas bolas, que le había chupado con amor, rebotaban contra las mías.
- ¡Pedime!
- ¡Cojeme!
- ¡Pedime!
- ¡Rompeme el orto mi amor!
- ¿Qué sos?.
- ¡Tu puta!
- ¿Te duele?
- ¡Si pero me encanta!
De repente, me la sacó. Se paró y me levantó del brazo. Quedé sentado delante de su preciosa poronga erguida, húmeda, pétrea.
Me tomó la cabeza con ambas manos y me la mandó a la boca.
Me cojió la cara unos minutos y sentí un río de exquisita leche tibia que dejé juntarse en mi boca. Se la mostré.
- Tragala, putita.
Obedecí. Y después se la seguí chupando para limpiársela.
Yo seguía al palo.
- Quiero que te pajees para mí.
- ¿Me la chupás?.
- ¿Cómo le voy a chupar la pija a semejante puta?. Pajeate que te quiero ver acabar. Lo hice, pero me hizo acabar en mi mano.
- Ahora tragate la tuya. También lo hice.
Se vistió en el baño. Yo me cambié y lo esperé.
- Voy a volver.
- Te espero.
Me dio la mano, cerré la puerta y me senté a disfrutar el dolor de culo y el gusto a leche. Soy muy puta.
Así llegó, a las 11am de un miércoles, un señor de 62, alto, canoso, fornido y de sonrisa amplia.
Me preguntó qué hacía y le indiqué que llenara la ficha y, cuando terminara, fuera hacia el fondo montado para las tomas.
Así lo hizo y pude realizar muy bien mi trabajo, tenía mucha soltura y cancha. Estábamos terminando cuando me soltó:
- ¿Cuánto hace que te la comés?. Me sorprendió y mucho, en mi trabajo y en la calle soy un hombrecito y nunca se me había notado, salvo que quisiera, por supuesto.
- ¿Perdón?. ¿De dónde saca eso?. Pretendí enojarme. Y tampoco tenía ganas de garchar, la noche anterior me había agarrado mi vecinito del cuarto y estaba pleno.
- Mp saqué nada… Todavía. Se abrió la bragueta y sacó con agilidad una verga perfecta.
Me quedé mirándola desde el otro extremo del estudio.
- Vení a chuparla que te encanta. Me dijo con su bella sonrisa colgando de los labios.
- No le pienso chupar nada. Dije haciéndome el distante.
- Bueno… Dame un minutito y la guardo…
Seguía sonriendo y comenzó a pajearse despacio, tranquilo.
El tema es que la mano apenas le cerraba alrededor de la pija y todavía ni se le había parado, tenía una cabezota descomunal y era venosa, y muy gorda. No podía sacarle los ojos de encima.
- ¿Me espera un momento?. Le dije casi tartamudeando.
- Si, claro.
Me fui a mi oficina, me desnudé, me puse una tanga roja, un vestido largo floreado y agarré el lubricante. Le iba a dar la completa.
Entré al estudio y me miró anonadado. El monumento todavía seguía sin estar del todo erguido.
- ¡Qué hermosa estás, gordi!
- Gracias. Le respondí caminando hacia él.
- ¿Ahora sí me la vas a chupar?. Ya me estaba arrodillando a sus pies.
- Si… Y me vas a coger toda.
- ¿Si?. ¿Te la vas a bancar?.
- Haceme tu puta.
El la había soltado y yo trataba de agarrarla con las dos manos. Me sobraba verga por todos lados. Se la empecé a besar, lamer, chupar. Todo lo que podía. Era una obra de arte. Se puso dura y les sobraba pija a mis dos manos unidas. Me fue levantando el vestido y, doblándose sobre mí, me empezó a acariciar la espalda, el culo. Hasta que me metió un dedo, después otro. Yo, no quería que esa belleza abandone mi boca, pero la quería en el ojete.
Me levanté, me saqué el vestido, me puse en cuatro, corrí la tanga y lo miré sobre mi hombro.
- ¡Cogeme!
- Como quieras.
Tomó el lubricante y me lo puso en el orto, después se untó bien la poronga. Me puso la cabeza, nada más y se me paró la pija como a los 18…
Me tomó por los hombros y me la fue poniendo muy despacio, con una cancha y una delicadeza dignas de un caballero con experiencia. Me garchó así por unos cinco minutos, hasta que me abrazó por debajo de la panza, acercó su cara a mi oído y me dijo:
- Ahora, mi amor, te la voy a poner toda. Pero necesito que me lo pidas. Yo estaba convencido que la tenía toda adentro, si me estaba matando.
- ¡ Soy una puta, rómpeme toda!.
- ¿Qué sos, qué querés?
- ¡Soy tu puta y quiero que me la pongas toda!.
Fue tan fuerte la sensación que si no me tenía él abrazada (a esa altura me sentía toda una mujercita), me hubiera caído. Me bombeó lento un tiempito hasta que empezó a acelerar el ritmo. Sus hermosas bolas, que le había chupado con amor, rebotaban contra las mías.
- ¡Pedime!
- ¡Cojeme!
- ¡Pedime!
- ¡Rompeme el orto mi amor!
- ¿Qué sos?.
- ¡Tu puta!
- ¿Te duele?
- ¡Si pero me encanta!
De repente, me la sacó. Se paró y me levantó del brazo. Quedé sentado delante de su preciosa poronga erguida, húmeda, pétrea.
Me tomó la cabeza con ambas manos y me la mandó a la boca.
Me cojió la cara unos minutos y sentí un río de exquisita leche tibia que dejé juntarse en mi boca. Se la mostré.
- Tragala, putita.
Obedecí. Y después se la seguí chupando para limpiársela.
Yo seguía al palo.
- Quiero que te pajees para mí.
- ¿Me la chupás?.
- ¿Cómo le voy a chupar la pija a semejante puta?. Pajeate que te quiero ver acabar. Lo hice, pero me hizo acabar en mi mano.
- Ahora tragate la tuya. También lo hice.
Se vistió en el baño. Yo me cambié y lo esperé.
- Voy a volver.
- Te espero.
Me dio la mano, cerré la puerta y me senté a disfrutar el dolor de culo y el gusto a leche. Soy muy puta.
5 comentarios - El Actor 1.